[615] SECCION QUINTA

LA PRODUCCION DEL PLUSVALOR ABSOLUTO Y DEL RELATIVO

CAPITULO XIV  PLUSVALOR ABSOLUTO Y RELATIVO

En un principio examinamos el proceso de trabajo (véase el capítulo quinto) de manera abstracta, independientemente de sus formas históricas, como un proceso entre el hombre y la naturaleza [a].

En tanto que el proceso de trabajo es puramente individual, el mismo trabajador reúne todas las funciones que más tarde se escinden. Al apropiarse individualmente, para satisfacer sus finalidades vitales, de objetos que encuentra en la naturaleza, se controla a sí mismo. Más tarde, él estará sujeto a control. El individuo no puede operar sobre la naturaleza sin poner en acción sus propios músculos, bajo el control de su propio cerebro. Así como en el sistema natural la cabeza y la mano forman un conjunto, el proceso laboral unifica el trabajo de la mente y el de la mano. Más tarde uno y otro se separan, hasta conformar una antítesis radical. El producto, antes fruto directo del productor individual, se transforma en general [b] en el producto colectivo [c] de un personal combinado de trabajo, cuyos miembros están más cerca o más lejos del manejo del objeto de trabajo. Al ampliarse el carácter cooperativo del proceso laboral mismo, se amplía necesariamente, por consiguiente, el concepto de trabajo productivo y de su portador, el obrero productivo. Por otra parte, en cambio, ese concepto se vuelve más restringido [d] "Pero, por otra parte, el concepto de trabajo productivo se vuelve más restringido.". La producción capitalista no sólo es producción de mercancía; es, en esencia, producción de plusvalor. El obrero no produce para sí, sino para el capital. Por tanto, ya no basta con que produzca en general. Tiene que producir plusvalor. Sólo es productivo el trabajador que produce plusvalor para el capitalista o que sirve para la autovalorización del capital. Si se nos permite ofrecer un ejemplo al margen de la esfera de la producción material, digamos que un maestro de escuela, por ejemplo, es un trabajador productivo cuando, además de cultivar las cabezas infantiles, se mata trabajando para enriquecer al empresario. Que este último haya invertido su capital en una fábrica de enseñanza en vez de hacerlo en una fábrica de embutidos, no altera en nada la relación. El concepto de trabajador productivo, por ende, en modo alguno implica meramente una relación entre actividad y efecto útil, entre trabajador y producto del trabajo, sino además una relación de producción específicamente social [e], que pone en el trabajador la impronta de medio directo de valorización del capital. De ahí que ser trabajador productivo no constituya ninguna dicha, sino una maldición. En el libro cuarto de esta obra, dedicado a la historia de la teoría, se expondrá más en detalle cómo la economía política clásica consideró [617] siempre que la producción de plusvalor era la característica distintiva del trabajador productivo. Al cambiar su concepción respecto a la naturaleza del plusvalor, cambia también, por consiguiente, su definición de trabajador productivo.

En un primer momento, la producción de plusvalor absoluto y la producción de plusvalor relativo se nos presentaban como dos tipos de producción diferentes, pertenecientes a diferentes épocas de desarrollo del capital. La producción de plusvalor absoluto trae aparejado que las condiciones de trabajo, propias de cosas, se transformen en capital y los trabajadores en obreros asalariados; que los productos sean producidos en cuanto mercancías, esto es, producidos para la venta; que el proceso de producción sea al propio tiempo proceso en que el capital consume la fuerza de trabajo, y por tanto esté sometido al control directo de los capitalistas; finalmente, que se prolongue el proceso de trabajo, y por tanto la jornada laboral, más allá del punto en que el obrero sólo ha producido un equivalente por el valor de su fuerza de trabajo. Una vez supuestas las condiciones generales de la producción de mercancías, la producción del plusvalor absoluto consiste simplemente, por un lado, en la prolongación de la jornada laboral más allá de los límites del tiempo de trabajo necesario para la subsistencia del propio obrero, y por otro en la apropiación del plustrabajo por el capital. Este proceso puede ocurrir, y ocurre, sobre la base de modos de explotación que se conservan históricamente sin la intervención del capital. No se opera entonces más que una metamorfosis formal, o, en otras palabras, el modo capitalista de explotación sólo se distingue de los precedentes, comoel sistema esclavista, etc., por el hecho de que en éstos se arranca el plustrabajo por medio de la coerción directa, y en aquél mediante la venta "voluntaria" de la fuerza de trabajo. Por eso, la producción del plusvalor absoluto únicamentc presupone la subsunción formal del trabajo en el capital.

La producción del plusvalor relativo presupone la producción del plusvalor absoluto, y por ende también la forma general adecuada de la producción capitalista. Su finalidad es el acrecentamiento del plusvalor por medio de la reducción del tiempo de trabajo necesario, Independientemente de los límites de la jornada laboral. El objetivo se alcanza mediante el desarrollo de las fuerzas [618] productivas del trabajo. Ello trae aparejada, empero, una revolución del proceso laboral mismo. Ya no alcanza con prolongarlo: es necesario darle una nueva configuración [f] "Prolongación de la jornada laboral más allá del punto en que el obrero sólo ha producido un equivalente por el valor de su fuerza de trabajo y apropiación de ese plustrabajo por el capital; en esto consiste la producción del plusvalor absoluto. Constituye la misma el fundamento general del sistema capitalista y el punto de partida para la producción del plusvalor relativo. En esta última, la jornada laboral se divide de antemano en dos fracciones: trabajo necesario y plustrabajo. Con vistas a prolongar el plustrabajo, el trabajo necesario se abrevia mediante diversos métodos, gracias a los cuales se produce en menos tiempo el equivalente del salario. La producción del plusvalor absoluto gira únicamente en torno a la extensión de la jornada laboral; la producción del plusvalor relativo revoluciona cabal y radicalmente los procesos técnicos del trabajo y los agrupamientos sociales.".

La producción del plusvalor relativo, pues, supone un modo de producción específicamente capitalista, que con sus métodos, medios y condiciones sólo surge y se desenvuelve, de manera espontánea, sobre el fundamento de la subsunción formal del trabajo en el capital. En lugar de la subsunción formal, hace su entrada en escena la subsunción real del trabajo en el capital.

Baste aquí con aludir, meramente, a las formas híbridas en las que al productor no se le extrae el plustrabajo mediante la coerción directa ni tampoco se ha verificado la subordinación formal de aquél bajo el capital. Éste aún no se ha apoderado directamente, aquí, del proceso de trabajo. Junto a los productores autónomos, que ejecutan sus trabajos artesanales o cultivan la tierra bajo el modo de explotación tradicional, patriarcal, hace su aparición el usurero o comerciante, el capital usurario o comercial, que succiona parasitariamente a dichos productores. El predominio de esta forma de explotación en una sociedad excluye el modo capitalista de producción, aunque, como en la Baja Edad Media, puede servir de transición hacia el mismo. Por último, tal como lo muestra el ejemplo de la industria domiciliaria moderna, ciertas formas híbridas llegan a reproducirse aquí y allá, aunque con una fisonomía [619] totalmente modificada, en el patio trasero de la gran industria.

Si para la producción de plusvalor absoluto era suficiente la subsunción meramente formal del trabajo en el capital por ejemplo que artesanos que antes trabajaban para sí mismos o también, como oficiales, a las órdenes de un maestro gremial, quedaran ahora sometidos al control directo del capitalista en calidad de obreros asalariados , por otra parte hemos visto que los métodos para la producción del plusvalor relativo son, al propio tiempo, métodos para la producción del plusvalor absoluto. Es más, la prolongación desmesurada de la jornada laboral se presenta como el producto más genuino de la gran industria. En general, no bien se apodera totalmente de un ramode la producción, y aun más cuando se ha adueñado de todos los ramos de producción decisivos, el modo de producción específicamente capitalista deja de ser un simple medio para la producción del plusvalor relativo. Se convierte ahora en la forma general, socialmente dominante del proceso de producción. Como método particular para la producción de plusvalor relativo únicamente opera: primero, en tanto se apodera de industrias que hasta entonces sólo estaban subordinadas formalmente al capital, esto es, en su propagación; segundo, en tanto los cambios en los métodos de producción revolucionan continuamente las industrias que ya habían caído en su órbita.

Desde cierto punto de vista, la diferencia entre el plusvalor absoluto y el relativo parece ser enteramente ilusoria. El plusvalor relativo es absoluto, pues trae aparejada una prolongación absoluta de la jornada laboral, por encima del tiempo de trabajo necesario para la existencia del obrero mismo. El plusvalor absoluto es relativo, pues condiciona un desarrollo de la productividad laboral que permite confinar el tiempo de trabajo necesario a una parte de la jornada laboral. Pero si tenemos en cuenta el movimiento del plusvalor, esa apariencia de identidad se desvanece [g]. [620] Dados la fuerza productiva del trabajo y su grado normal de intensidad, sólo es posible aumentar la tasa del plusvalor por medio de la prolongación absoluta de la jornada laboral; por otra parte, dados los límites de la jornada laboral, sólo es posible aumentar la tasa del plusvalor por medio del cambio relativo de las magnitudes de sus componentes, el trabajo necesario y el plustrabajo, lo que a su vez, si el salario no ha de descender por debajo del valor de la fuerza de trabajo, presupone un cambio en la productividad o intensidad del trabajo.

Si el trabajador necesita todo su tiempo para producir los medios de subsistencia imprescindibles para el sustento de sí mismo y de su prole, no le quedará ningún tiempo para trabajar gratuitamente en beneficio de terceros. Sin que se haya alcanzado cierto grado de productividad en el trabajo no habrá tal tiempo disponible para el trabajador; sin ese tiempo sobrante no habrá plustrabajo ni, por tanto, clase capitalista alguna. Cierto elevado nivel de la productividad del trabajo, pues, es en general una condición para la existencia de la producción capitalista, así como de todos los modos de producción anteriores en los que una parte de la sociedad no trabajaba solamente para sí misma, sino también para los demás [1]. [h] 1 Nota idéntica a la 1 de la 2ª edición.

Puede hablarse, así, de una base natural del plusvalor, pero sólo en el sentido generalísimo de que ningún obstáculo natural absoluto impide que un individuo se quite de encima el trabajo necesario para su propia existencia y lo eche sobre los hombros de otro [i]1bis [Nota 1 bis de la 3ª y 4ª ediciones:] Según un cálculo reciente, sólo en las regiones terrestres ya exploradas viven aún, por lo menos, cuatro millones de caníbales.. De ninguna manera [621] cabe asociar ideas místicas, como ocasionalmente ha sucedido, a esa productividad natural del trabajo. Sólo después que los hombres se han levantado, a fuerza de trabajo, de su primitivo estado animal, sólo cuando su trabajo, pues, se ha socializado hasta cierto punto, aparecen las circunstancias bajo las cuales el plustrabajo del uno se convierte en condición de la existencia del otro [j]. En los albores de la civilización las fuerzas productivas adquiridas por el trabajo son exiguas, pero también lo son las necesidades, que se desarrollan con los medios empleados para su satisfacción y junto a ellos. En esos comienzos, además, la proporción de los sectores de la sociedad que viven de trabajo ajeno es insignificantemente pequeña frente a la masa de los productores directos. Con el progreso de la fuerza productiva social del trabajo, esa proporción aumenta tanto en términos absolutos como relativos [2]. La relación capitalista, por lo demás, brota en un terreno económico que es el producto de un largo proceso de desarrollo. La productividad alcanzada por el trabajo, en la que se funda aquella relación, no es un don de la naturaleza sino de la historia [k].

Prescindiendo de la figura más o menos desarrollada de la producción social, la productividad del trabajo queda ligada a condiciones naturales. En su totalidad, éstas son reducibles a la naturaleza del hombre mismo como raza, etcétera y a la naturaleza que lo rodea. Las condiciones naturales exteriores se dividen, desde el punto de vista económico, en dos grandes clases: riqueza natural en medios de subsistencia, esto es, fertilidad del suelo, aguas con abundancia de peces, etc., y riqueza natural en medios de trabajo, como buenas caídas de agua, ríos navegables, madera, metales, carbón, etc. En los comienzos de la [622] civilización el primer tipo de riqueza es el decisivo; una vez alcanzado un nivel superior de desarrollo, lo es el segundo. Compárese, por ejemplo, a Inglaterra con la India o, en el mundo antiguo, a Atenas y Corinto con los países ribereños del Mar Negro.

Cuanto menor sea el número de necesidades naturales que imperiosamente se deba satisfacer y mayores la fertilidad natural del suelo y la benignidad del clima, tanto menor será el tiempo de trabajo necesario para la conservación y reproducción del productor. Tanto mayor, pues, podrá ser el excedente de su trabajo para otros, por encima de su trabajo para sí mismo. Así, por ejemplo, observa Diodoro respecto a los antiguos egipcios: "Es totalmente increíble cuán poco esfuerzo y gastos les exige la crianza de sus hijos. Les preparan cualquier comida sencilla que tienen a mano, también les dan a comer la parte inferior de la planta del papiro, cuando la pueden tostar, y raíces y tallos de plantas de pantanos, en parte crudas, en parte cocidas y fritas. El aire es tan suave, que la mayor parte de los niños andan descalzos y desnudos. Por eso un niño no les cuesta en total a sus padres, hasta que llega a ser adulto, más de veinte dracmas. Es ésta la razón principal de que en Egipto la población sea tan numerosa, y por eso pudieron construirse tantas grandes obras" [3]. Con todo, las grandes construcciones del Egipto antiguo deben menos al volumen de su población que a la gran proporción en que ésta se hallaba disponible. Así como el trabajador individual puede suministrar tanto más plustrabajo cuanto menor sea su tiempo de trabajo necesario, así, también, cuanto menor sea la parte de la población trabajadora requerida para la producción de los medios de subsistencia necesarios, tanto mayor será la parte disponible para otro tipo de trabajo.

Una vez presupuesta la producción capitalista, y si las demás circunstancias se mantienen iguales y la jornada laboral tiene una extensión dada, la magnitud del plustrabajo variará con las condiciones naturales del trabajo, y en especial con la fertilidad del suelo. Pero de ninguna manera se infiere de ello, a la inversa, que el suelo más fértil sea el más apropiado para el crecimiento del modo capitalista de producción. Éste supone el dominio del hombre sobre la [623] naturaleza. Una naturaleza demasiado pródiga "lo lleva de la mano como a un niño en andadores" [4]. No convierte al desarrollo del hombre mismo en necesidad natural [5]. No es el clima tropical, con su vegetación lujuriante, la patria del capital, sino la zona templada. No es la fertilidad absoluta del suelo, sino su diferenciación, la diversidad de sus productos naturales, lo que constituye el fundamento natural de la división social del trabajo y acicatea al hombre, mediante el cambio de las circunstancias naturales en que vive, para que diversifique sus propias necesidades, facultades, medios de trabajo y modos de trabajar. Es la necesidad de controlar socialmente una fuerza natural, de economizarla, de apropiarse de ella o de dominarla en gran escala mediante obras de la mano humana, lo que desempeña el más decisivo de los papeles en la historia de la industria. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la regulación del agua en Egipto [6], Lombardía, Holanda, etcétera. O en la India, Persia, etc., donde el regadío mediante canales artificiales no sólo aporta al suelo el agua indispensable, sino además, con el limo arrastrado por ésta, el abono mineral de las montañas. La clave del florecimiento [624] industrial alcanzado por España y Sicilia bajo la dominación arábiga era la canalización [7].

La benignidad de las condiciones naturales se limita a brindar la posibilidad, nunca la realidad, del plustrabajo, y por tanto del plusvalor o del plusproducto. La diversidad de las condiciones naturales del trabajo surte el efecto de que en países diferentes la misma cantidad de trabajo satisfaga diferentes masas de necesidades [8]; por tanto, de que bajo condiciones en lo demás análogas, el tiempo de trabajo necesario sea diferente. Esas condiciones sólo operan como barrera natural sobre el plustrabajo, esto es, determinando el punto donde puede comenzar el trabajo para otro. En la misma medida en que la industria avanza, esa barrera natural retrocede. En plena sociedad europea occidental, en la cual el obrero sólo puede comprar con plustrabajo el permiso de trabajar por su propia existencia, es fácil imaginar que una cualidad innata del trabajo humano es la de suministrar un plusproducto [9] 10. Pero observemos, por ejemplo, a los habitantes de las islas orientales del archipiélago asiático, donde el sagú crece silvestre, en [625] la selva. "Cuando los habitantes, tras calar el tronco, se han convencido de que el palmito está maduro, derriban el árbol y lo cortan en varios trozos, desprenden el palmito, lo mezclan con agua y lo filtran: se ha obtenido, así, harina de sagú perfectamente lista para el uso. Un árbol rinde comúnmente 300 libras [l], y puede dar hasta 500 y 600 libras [m]. Allí, pues, la gente va a la selva y corta su pan, como entre nosotros va al bosque a cortar leña" [11]. Supongamos, ahora, que uno de esos cortadores asiáticos de pan necesite 12 horas semanales de trabajo para satisfacer todas sus necesidades. Lo que la benignidad de la naturaleza le concede, de manera directa, es mucho tiempo libre. Para que emplee productivamente ese tiempo en beneficio suyo se requiere toda una serie de circunstancias históricas; para que lo gaste en plustrabajo destinado a extraños, es necesaria la coerción exterior. Si se introdujera la producción capitalista, el buen hombre tendría quizás que trabajar 6 días por semana a fin de apropiarse para sí el producto de un día de trabajo. La benignidad de la naturaleza no explica por qué ahora él trabaja 6 días por semana o por qué suministra 5 días de plustrabajo. Explica, solamente, por qué su tiempo de trabajo necesario está limitado a un día por semana. Pero en ningún caso su plusproducto brotaría de una cualidad oculta, innata al trabajo humano.

Así como en el caso de las fuerzas productivas históricamente desarrolladas, sociales, las fuerzas productivas del trabajo condicionadas naturalmente aparecen como fuerzas productivas del capital al que aquél se ha incorporado [n] "Sigue una muestra brillante de cómo Mill trata las diversas formas históricas de la producción social. <<Doy siempre por supuesto el estado actual de cosas, que con pocas excepciones predomina universalmente allí donde obreros y capitalistas se contraponen como clases, esto es, que el capitalista hace todos los adelantos, sin excluir la remuneración del obrero.>> El señor Mill está dispuesto a conceder que no hay una necesidad absoluta de que eso sea así, incluso en el sistema económico donde obreros y capitalistas se contraponen como clases."[[[195]]] 12. [a] a En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "Decíamos allí: <<Si se considera el proceso laboral global desde el punto de vista de su resultado, [...] tanto el medio de trabajo como el objeto de trabajo se pondrán de manifiesto como medios de producción, y el trabajo mismo como trabajo productivo>>. Y en la nota 7 complementábamos: <<Esta definición de trabajo productivo, tal como se la infiere desde el punto de vista del proceso laboral simple, de ningún modo es suficiente en el caso del proceso capitalista de producción>>. Es éste el punto que debemos desarrollar aquí".

[b] b En la 3ª y 4ª ediciones, sigue: "en un producto social,".

[c] c En la 3ª y 4ª ediciones, sigue: "de un obrero global, esto es,".

[d] d En la 3ª y 4ª ediciones, en vez de esta última frase, figura el siguiente texto: "Para trabajar productivamente ahora ya no es necesario hacerlo directa y personalmente; basta con ser órgano del obrero global, con ejecutar cualquiera de sus funciones parciales. La definición originaria de trabajo productivo brindada más arriba, derivada de la propia naturaleza de la producción material, sigue siendo válida para el obrero global, considerado como totalidad. Pero ya no es aplicable a cada uno de sus miembros, tomado singularmente.

[e] e En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "surgida históricamente".

[f] f En lugar de los dos párrafos precedentes, en la 3ª y 4ª ediciones figura el siguiente texto: "Así, los fisiócratas consideraban que sólo era productivo el trabajo agrícola, porque sólo éste proporcionaría un plusvalor. Pero para los fisiócratas el plusvalor existía exclusivamente bajo la forma de renta de la tierra.

[g] g En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "No bien el modo capitalista de producción ha quedado establecido, convirtiéndose en el modo de producción general, la diferencia entre el plusvalor absoluto y el relativo se hace tangible tan pronto como se procura acrecentar la tasa del plusvalor. Si partimos del supuesto de que la fuerza de trabajo se paga a su valor, nos encontramos entonces ante esta alternativa:".

[1] 1 "La mera existencia de los patrones capitalistas, como clase separada, depende de la productividad de la industria." (Ramsay, An Essay...", p. 206.) "Si el trabajo de cada hombre no bastara sino para producir su propio alimento, no podría existir propiedad alguna." (Ravenstone, "Thoughts on...", p. 14.)

[h] h En la 3ª y 4ª ediciones esta última frase desaparece, y la anterior, a partir de "ni, por tanto", finaliza así: "capitalistas, pero tampoco esclavistas, ni barones feudales; en una palabra, no habrá clase alguna de grandes propietarios (1)".

 

[i] i En la 3ª y 4ª ediciones sigue: "de la misma manera, por ejemplo, que no hay obstáculos naturales absolutos que impidan a un individuo utilizar la carne de otro como alimento (1)bis"

 

[j] j En la versión francesa, a partir de "se ha socializado hasta cierto punto", esta frase continúa así: "entonces, y sólo entonces, se producen condiciones bajo las cuales el plustrabajo del uno puede convertirse en fuente de vida para el otro, y ello nunca ocurre sin la ayuda de la fuerza que somete el uno al otro".

[2] 2 Entre los indios salvajes de América casi todo corresponde al trabajador, 99 partes de cada ciento han de ponerse en la cuenta del trabajo. En Inglaterra, talvez el trabajador no tenga 2/3." ("The Advantages...", pp. 72, 73.)

[k] k En la 3ª y 4ª ediciones la frase termina así: "sino de una historia que abarca miles de siglos".

[3] 3 Diodorus Siculus, "Historische Bibliothek", lib. I, cap. 80.

[4] [193] La naturaleza excesivamente pródiga "lo lleva de la mano como a un niño en andadores". --Cita, ligeramente modificada, del poema "A la naturaleza" (1775) de Friedrich Leopold, conde de Stolberg (1750-1819), hermano del Stolberg cuya traducción de Antípatro menciona Marx en el vol. II, p. 498: "Dulce y sagrada naturaleza, / déjame seguir tus huellas. / Cuíame de la mano, / como a un niño en andadores".-- 623.

[5] 4 "Como la primera" (la riqueza natural) "es muy espléndida y rendidora, hace que el pueblo caiga en la incuria, la altanería y todos los excesos, mientras que la segunda impone la diligencia, la cultura, el conocimiento de los oficios y el arte de conducir el estado." ("England's Treasure by Foreign Trade. Or the Balance of our Foreign Trade is the Rule of our Treasure. Written by Thomas Mun, of London, Merchant, and Now Published for the Common Good by his Son John Mun, Londres, 1669, pp. 181, 182.) "Ni tampoco puedo concebir peor maldición contra el conjunto de un pueblo, que la de ser lanzado en una comarca donde la producción de artículos de subsistencia y alimentos sea en gran parte espontánea, y el clima requiera o admita pocos cuidados por la vestimenta y el techo... Puede darse el extremo contrario. Un suelo que no dé fruto aunque se lo trabaje, es tan malo como un suelo que produce abundantemente sin trabajo alguno " ("An Enquiry into the Causes of the Present High Price of Provisions, Londres, 1767, p. 10.)

[6] 5 La necesidad de calcular las crecidas periódicas del Nilo creó la astronomía egipcia, y con ella la dominación de la casta sacerdotal como directora de la agricultura. "El solsticio es el momento del año en que comienza la creciente del Nilo, y por tanto el que los egipcios deben de haber observado con la máxima atención... Para organizar sus tareas agrícolas, era ese año trópico el que les interesaba fijar. Tuvieron, entonces, que buscar en el cielo un signo manifiesto de su retorno." (Cuvier, "Discours sur les révolutions du globe", ed. por Hoefer, París, 1863, p. 141.)

[7] 6 Una de las bases materiales del poder estatal sobre los pequeños e inconexos organismos de producción de la India, era la regulación del suministro de agua. Los dominadores mahometanos de la India comprendieron esto mejor que sus sucesores ingleses. Recordemos solamente la hambruna de 1866, que costó la vida a más de un millón de hindúes en el distrito de Orisa, presidencia de Bengala.

[8] 7 "No hay dos países que suministren igual número de medios de subsistencia necesarios, con la misma abundancia y con la misma cantidad de trabajo. Las necesidades del hombre aumentan o disminuyen con lo riguroso o benigno del clima en que vive; en consecuencia, proporción de actividad industriosa que se ven obligados a desplegar los habitantes de los diferentes países, es forzoso que no sea la misma, ni es posible determinar el grado de variación de otra manera que por los grados de calor y de frío; de lo cual puede extraerse esta conclusión general: que la cantidad de trabajo requerida para el sustento de cierta cantidad de gente es mayor en los climas fríos, y menor en los cálidos; ya que en los primeros los hombres no sólo precisan más vestimenta, sino que hay que cultivar la tierra más que en los últimos." ("An Essay of the Governing Causes of the Natural Rate of Interest", Londres, 1750, p. 59.) El autor de esta obra memorable, publicada anónimamente, es Joseph Massie. Hume tomó de ella su teoría del interés.

[9] 8 "Todo trabajo debe" (esto parece pertenecer también a los droits et devoirs du citoyen [derechos y deberes del ciudadano]) "dejar un excedente." (Proudhon.)[[[194]]]

10 [194] P. J. Proudhon, "Système des contradictions économiques, etcétera, t. I, París, 1846, p. 73. Este mismo postulado prudoniano se discute, mucho más detalladamente, en "Misère de la philosophie", I, 3, b.-- 624.

[l] l Unos 150 kg (no sabemos a qué tipo de "libras" se refería Schouw).

[m] m De 250 a 300 kg, aproximadamente.

[11] 9 F. Schouw, "Die Erde, die Pflanze und der Mensch", 2ª ed., Leipzig, 1854, p. 148.

[n] n En la 3ª y 4ª ediciones figura a continuación el siguiente texto:

"Ricardo nunca se interesa por el origen del plusvalor. Lo trata como cosa inherente al modo capitalista de producción, el cual es a sus ojos la forma natural de la producción social. Cuando se refiere a la productividad, del trabajo, no busca en ella la causa de que exista el plusvalor, sino únicamente la causa que determina la magnitud de éste. Por el contrario, su escuela ha proclamado claramente que la causa de que surja la ganancia (léase: el plusvalor) es la fuerza productiva del trabajo. En todo caso, ello significa un progreso con respecto a los mercantilistas, quienes, por su parte, al excedente del precio de los productos por encima de sus costos de producción lo hacían derivar del intercambio, de la venta de aquéllos por encima de su valor. Pero también la escuela ricardiana se limitó, no obstante, a eludir el problema en lugar de resolverlo. En realidad, estos economistas burgueses advertían instintiva y certeramente que era muy peligroso investigar con excesiva profundidad el problema candente del origen del plusvalor. ¿Pero qué decir cuando medio siglo después de Ricardo, el señor John Stuart Mill comprueba solemnemente su superioridad con respecto a los mercantilistas, mientras repite mal los confusos subterfugios de los primeros vulgarizadores de Ricardo?

Dice Mill: <<La causa de la ganancia es que el trabajo produce más de lo que hace falta para su sustento>>. Hasta aquí, nada más que la vieja cantilena, pero nuestro autor quiere añadir también algo de su cosecha: <<Para variar la forma del teorema: la razón por la cual el capital rinde una ganancia, es que el alimento, la vestimenta, las materias primas e instrumentos de trabajo duran más tiempo del que se requiere para producirlos>>. Mill confunde aquí la duración del tiempo de trabajo con la duración de sus productos. Conforme a esta doctrina, un panadero, cuyos productos duran sólo un día, nunca podría extraer de sus asalariados la misma ganancia que un consructor de máquinas, cuyos productos duran una veintena de años y más. Por otra parte, es muy cierto que si un nido no durara más tiempo que el necesario para su construcción, los pájaros tendrían que arreglárselas sin nidos.

Una vez establecida esta verdad fundamental, Mill comprueba su superioridad sobre los mercantilistas: <<Vemos, así, que la ganancia no proviene del incidente de los intercambios, sino de la fuerza productiva del trabajo, y la ganancia general de un país es siempre lo que la fuerza productiva del trabajo hace de ella, exista o no intercambio. Si las ocupaciones no estuvieran divididas, no habría ni compra ni venta, pero siempre habría ganancia>>. [exclamdown]Aquí, pues, el intercambio, la compra y la venta, condiciones generales de la producción capitalista, no son más que un simple incidente, y sigue habiendo ganancia aunque no haya compra ni venta de la fuerza de trabajo!

Y prosigue: <<Si los obreros de un país producen colectivamente un 20 % más que la suma de sus salarios, las ganancias serán de 20 %, sean cuales fueren los precios de las mercancías>>. Es esto, por una parte, una tautología de las más logradas, puesto que si los obreros producen para sus capitalistas un plusvalor de 20 %, es obvio que las ganancias serán al salario total de los obreros como 20 : 100. Por otra parte, es absolutamente falso que <<las ganancias serán de 20 %>>. Serán menores, siempre, porque las ganancias se calculan sobre la suma total del capital adelantado. Si el capitalista, por ejemplo, adelantó [sterling] 500, 400 de las cuales se han gastado en medios de producción y 100 en salarios, y la tasa del plusvalor es, como más arriba, de 20 %, la tasa de la ganancia será como 20 : 500, esto es, del 4 %, no del 20 %.

Sigue una muestra brillante de cómo Mill trata las diversas formas históricas de la producción social. <<Doy siempre por supuesto el estado actual de cosas, que con pocas excepciones predomina universalmente, esto es, que el capitalista hace todos los adelantos, sin excluir la remuneración del obrero>>. [exclamdown]Exraña ilusión óptica esta de ver por todas partes un estado de cosas que sólo como excepción predomina en la Tierra! Pero prosigamos. Mill, bondadosamente, concede <<que no existe la necesidad absoluta de que eso sea así>> (a). Por el contrario, <<hasta la terminación perfecta y cabal de la obra, el obrero podría esperar... incluso el pago entero de su salario, siempre que dispusiera de los medios necesarios para subsistir en el ínterin. Pero en este último caso el obrero sería realmente, en cierta medida, un capitalista que colocaría capital en la empresa, aportando una parte de los fondos necesarios para llevarla a buen puerto>>. Con el mismo derecho podría decir Mill que el trabajador que se adelanta a sí mismo no sólo los medios de subsistencia sino también los medios de trabajo, en realidad es su propio asalariado. O que el campesino norteamericano que se hace una prestación personal a sí mismo en vez de hacérsela a un propietario, es el esclavo de sí mismo.

Después de habernos demostrado con tanta claridad que la producción capitalista, aunque no existiera, siempre existiría, Mill es ahora bastante consecuente para demostrar que esa producción capitalista no existe aunque exista. <<E incluso en el caso anterior>> (cuando el capitalista adelanta al obrero la totalidad de sus medios de subsistencia), <<no se puede considerar al obrero desde el mismo punto de vista>> (esto es, como capitalista), <<pues al entregar su trabajo por debajo del precio de mercado (!), puede considerarse como si adelantara la diferencia (?) a su empresario, etc.>> (9bis). En la realidad de los hechos, el obrero adelanta gratuitamente su trabajo al capitalista durante una semana, etc., para recibir al término de la semana, etc., el precio de mercado de dicho trabajo; [exclamdown]y esto lo convierte, según Mill, en capitalista! En el terreno llano los montones de tierra parecen cerros; mídase la chatura de nuestra burguesía actual por el calibre de sus <<grandes ingenios>>."

 

9bis J. St. Mill, "Principles of Political Economy", Londres, 1868,pp. 252-253 y pássim. {F. E. Los pasajes citados más arriba han sido traducidos de la edición francesa de "El capital".)

a En carta del 28 de noviembre de 1878 a Nikolái Frántsevich Danielson, Marx dispuso que en la edición rusa el párrafo quedara redactado hasta aquí da la siguiente manera:

12 [195] En su carta a Danielson del 28/XI/1878 Marx restaura con bastante aproximación el texto original de esta cita de Mill y modifica, consecuentemente, la redacción de su propio comentario a ese pasaje. Engels, que probablemente no conociera la carta al traductor ruso, al incorporar a la tercera y cuarta ediciones alemanas este extenso agregado de Marx a la versión francesa mantuvo tanto la primera presentación de la cita de Mill como el comentario original de Marx a la misma. En la versión inglesa (TI 517), en cambio, se restauró el texto de Mill pero se mantuvo sin cambios la primera exégesis de Marx, con el resultado de que la última no guarda mucha relación con aquél.-- 627.

[629] CAPITULO XV

CAMBIO DE MAGNITUDES EN EL PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO Y EN EL PLUSVALOR

En la sección tercera, capítulo III, analizamos la tasa del plusvalor, pero sólo desde el punto de vista correspondiente a la producción del plusvalor absoluto En la sección cuarta descubrimos determinaciones adicionales. Hemos de resumir aquí, brevemente, lo esencial [a].

El valor de la fuerza de trabajo está determinado por el valor de los medios de subsistencia que habitualmente necesita el obrero medio. La masa de estos medios de subsistencia, aunque pueda cambiar su forma, en una época determinada y para una sociedad determinada está dada, y, por consiguiente, se la puede tratar como una magnitud constante. Lo que varía, es el valor de esta masa. Otros dos factores entran en la determinación del valor alcanzado por la fuerza de trabajo. Por una parte sus costos de desarrollo, que varían con el modo de producción, por otra parte, su diferencia de naturaleza, según se trate de fuerza de trabajo masculina o femenina, madura o inmadura. El empleo de esas fuerzas de trabajo diferentes, condicionado a su vez por el modo de producción, ocasiona una gran diferencia en los costos de reproducción de la familia obrera y en el valor del obrero varón [630] adulto. Ambos factores, no obstante, quedan excluidos de la presente investigación [1] a Página 385 de la presente edición.bis2.

Damos por supuestos los siguientes puntos: 1) que las mercancías se venden a su valor; 2) que el precio de la fuerza de trabajo, aunque ocasionalmente suba por encima de su valor, nunca desciende por debajo del mismo.

Una vez supuesto lo que antecede, vimos que las magnitudes relativas del plusvalor y del precio de la fuerza de trabajo están condicionadas por tres circunstancias: 1) la duración de la jornada laboral o la magnitud del trabajo en cuanto a su extensión; 2) la intensidad normal del trabajo, o su magnitud en cuanto a la intensidad, de manera que determinada cantidad de trabajo se gasta en un tiempo determinado; 3), y finalmente, la fuerza productiva del trabajo, con arreglo a la cual, y según el grado de desarrollo alcanzado por las condiciones de producción, la misma cantidad de trabajo suministra en el mismo tiempo una cantidad mayor o menor de producto. Como es obvio, muchas combinaciones son posibles, según uno de los tres factores sea constante y los demás variables, o dos factores constantes y el tercero variable, o, finalmente, variables a un mismo tiempo los tres. El número de estas combinaciones puede aumentar más aun debido a que, en caso de variación simultánea de los diversos factores, la magnitud y sentido de dicha variación pueden ser diferentes. En lo que sigue nos limitamos a presentar las combinaciones principales.

 

 

A. Magnitud de la jornada laboral e intensidad del trabajo, constantes (dadas); fuerza productiva del trabajo, variable

 

Partiendo de este supuesto, el valor de la fuerza de trabajo y el plusvalor están determinados por tres leyes.

Primera: la jornada de trabajo de magnitud dada se representa siempre en el mismo producto de valor, por más que varíe la productividad del trabajo, y con ella [631] masa de productos y por tanto el precio de la mercancia singular.

El producto de valor de una jornada laboral de 12 horas es de 6 chelines, por ejemplo, aunque la masa de los valores de uso producidos varíe con la fuerza productiva del trabajo y, por tanto, el valor de 6 chelines se distribuya entre un número mayor o menor de mercancías.

Segunda: el valor de la fuerza de trabajo y el plusvalor varían en sentido opuesto. Una variación en la fuerza productiva del trabajo, su aumento o mengua, opera en sentido inverso sobre el valor de la fuerza de trabajo y en sentido directo sobre el plusvalor.

El producto de valor de la jornada laboral de 12 horas es una magnitud constante, por ejemplo 6 chelines. Esta magnitud constante es igual a la suma del plusvalor más el valor de la fuerza de trabajo que el obrero suple por un equivalente. Es evidente que de las dos partes de una magnitud constante ninguna puede aumentar sin que la otra disminuya. El valor de la fuerza de trabajo no puede subir de 3 a 4 chelines sin que el plusvalor disminuya de 3 a 2 chelines, y el plusvalor no puede aumentar de 3 a 4 chelines sin que el valor de la fuerza de trabajo caiga de 3 a 2 chelines. Bajo estas circunstancias, pues, no es posible cambio alguno en la magnitud absoluta tanto del valor de la fuerza de trabajo como del plusvalor, sin que varíen simultáneamente sus magnitudes relativas o proporcionales. Es imposible que ambos mengüen o aumenten simultáneamente.

El valor de la fuerza de trabajo, además, no puede caer, y por tanto el plusvalor no puede aumentar, sin que aumente la fuerza productiva del trabajo; por ejemplo, en el caso de más arriba, el valor de la fuerza de trabajo no puede disminuir de 3 a 2 chelines sin que la fuerza productiva acrecentada del trabajo permita producir en 4 horas la misma masa de medios de subsistencia que ates requería 6 horas para su producción. A la inversa, el valor de la fuerza de trabajo no puede aumentar de 3 a 4 chelines sin que la fuerza productiva del trabajo disminuya y que, por tanto, se requieran 8 horas para producir la misma masa de medios de subsistencia que antes se producía en 6 horas. La misma orientación en el cambio de la fuerza productiva del trabajo, su aumento, [632] reduce el valor de la fuerza de trabajo y aumenta el plusvalor [b].

Al formular esta ley, Ricardo pasó por alto una circunstancia. Aunque el cambio en la magnitud del plusvalor o del plustrabajo ocasiona un cambio inverso en la magnitud del valor alcanzado por la fuerza de trabajo o por el trabajo necesario, de esto no se infiere, ni mucho menos, que varíen en la misma proporción. Aumentan y disminuyen en la misma magnitud. Pero la proporción en que cada parte del producto de valor o de la jornada laboral aumenta o disminuye, depende de la división que se había verificado originariamente, antes del cambio en la fuerza productiva del trabajo. Si el valor de la fuerza de trabajo era de 4 chelines o el tiempo de trabajo necesario de 8 horas, siendo el plusvalor de 2 chelines o el plustrabajo de 4 horas, y a consecuencia de un incremento en la fuerza productiva del trabajo el valor de la fuerza de trabajo bajara a 3 chelines o el trabajo necesario a 6 horas, el plusvalor aumentaría a 3 chelines o el plustrabajo a 6 horas. Es la misma magnitud de 2 horas o de 1 chelín la que se añade allí y se quita aquí. Pero el cambio proporcional de magnitudes no es el mismo en ambos lados. Mientras que el valor de la fuerza de trabajo se redujo de 4 chelines a 3, o sea en 1/4 o en 25 %, el plusvalor aumentó de 2 chelines a 3, por tanto en 1/2 o en 50 %. Se sigue de esto, por consiguiente, que el incremento o disminución proporcionales del plusvalor, a consecuencia de un cambio dado en la fuerza productiva del trabajo, serán tanto mayores, o tanto menores, cuanto menor, o mayor, fuese originariamente la parte de la jornada laboral que se representaba en plusvalor.

Tercera: el aumento o la disminución del plusvalor es siempre la consecuencia, y nunca la causa, de la disminución o aumento correspondientes operados en el valor de la fuera de trabajo 2.

[633] Como la jornada laboral es de magnitud constante y se representa en una magnitud constante de valor; como a todo cambio de magnitud en el plusvalor corresponde un cambio de magnitud inverso en el valor de la fuerza de trabajo, y puesto que este valor sólo puede variar con un cambio en la fuerza productiva del trabajo, de estas condiciones se sigue, como es obvio, que todo cambio de magnitud en el plusvalor surge de un cambio de magnitud [c] en el valor de la fuerza de trabajo. Por ende, si hemos visto que no es posible ningún cambio absoluto de magnitud en el valor de la fuerza de trabajo y en el plusvalor sin que varíen sus magnitudes relativas, se infiere ahora que no es posible ningún cambio de sus magnitudes relativas de valor sin que varíe la magnitud de valor absoluta de la fuerza de trabajo.

Ricardo ha sido el primero en formular de manera rigurosa las tres leyes que acabamos de enunciar. Los defectos de su análisis son, 1 ) que presupone como condiciones generales y exclusivas evidentes de por sí de la producción capitalista, las condiciones particulares dentro de las que rigen esas leyes; 2), y esto falsea su análisis en un grado muy superior, que Ricardo de ningún modo expone de manera pura el plusvalor, esto es, independientemente de sus formas particulares tal como la ganancia, la renta de la tierra, etc. De ahí que confunda directamente las leyes sobre la tasa del plusvalor con las leyes sobre la tasa de la ganancia dademás, que la tasa de la ganancia puede depender de circunstancias que de ningún modo influyen sobre la tasa del plusvalor.". Más adelante, en el libro tercero [634] de esta obra, demostraré que la misma tasa del plusvalor puede expresarse en las más diversas tasas de la ganancia, y que diferentes tasas del plusvalor, bajo determinadas circunstancias, pueden expresarse en la misma tasa de la ganancia.

Según la tercera ley, el cambio de magnitud en el plusvalor supone un movimiento en el valor de la fuerza de trabajo, ocasionado por un cambio en la fuerza productiva del trabajo. El límite de esa variación está dado por el nuevo límite trazado al valor de la fuerza de trabajo. Pero, aunque las circunstancias permitan que la ley opere, pueden ocurrir movimientos intermedios. Por ejemplo, si a consecuencia de una fuerza productiva del trabajo acrecentada, el valor de la fuerza de trabajo disminuye de 4 chelines a 3 o el tiempo de trabajo necesario se reduce de 8 horas a 6 , el precio de la fuerza de trabajo podría disminuir sólo a 3 chelines y 8 peniques, a 3 chelines y 6 peniques, a 3 chelines y 2 peniques, etc., y por tanto cl plusvalor aumentar sólo a 3 chelines y 4 peniques, 3 chelines y 6 peniques, 3 chelines y 10 peniques, etc. El grado de la reducción, cuyo límite mínimo es de 3 chelines, depende del peso relativo que arrojen en cada platillo de la [635] balanza por un lado la presión del capital y por otro la resistencia de los obreros.

El valor de la fuerza de trabajo está determinado por el valor de una cantidad determinada de medios de subsistencia. Lo que varía con la fuerza productiva del trabajo es el valor de esos medios de subsistencia, no su masa. La masa misma, si aumenta la fuerza productiva del trabajo, puede acrecentarse simultáneamente y en la misma proporción para el obrero y el capitalista, sin que se opere cambio alguno de magnitud entre el precio de la fuerza de trabajo y el plusvalor. Si el valor originario de la fuerza de trabajo es de 3 chelines y el tiempo de trabajo necesario asciende a 6 horas, siendo el plusvalor igualmente de 3 chelines o ascendiendo también a 6 horas el plustrabao, al duplicarse la fuerza productiva del trabajo, manteniéndose igual la división de la jornada laboral, quedarán inalterados el precio de la fuerza de trabajo y el plusvalor. Sólo ha ocurrido que cada uno se representa en una cantidad doble de valores de uso, pero proporcionalmente abaratados. Aunque el precio de la fuerza de trabajo se mantendría inalterado, habría aumentado por encima de su valor. Si disminuyera el precio de la fuerza de trabajo, pero no hasta el límite mínimo de 1 1/2 chelines, trazado por su nuevo valor, sino a 2 chelines y 10 peniques, 2 chelines y 6 peniques, etc., este precio decreciente representaría siempre una masa creciente de medios de subsistencia. El precio de la fuerza de trabajo, de esta suerte y en el caso de una fuerza productiva del trabajo en ascenso, podría disminuir de manera constante, dándose al mismo tiempo un incremento continuo de la masa de medios de subsistencia consumidos por el obrero. Pero relativamente, esto es, en comparación con el plusvalor, el valor de la fuerza de trabajo disminuiría de manera constante y se ensancharía el abismo entre la situación vital del obrero y la del capitalista [3] e.

 

[636]

B. Jornada laboral, constante; fuerza productiva del

trabajo, constante; intensidad del trabajo, variable.

 

La intensidad creciente del trabajo supone un gasto aumentado de trabajo en el mismo espacio de tiempo. La jornada laboral más intensa toma cuerpo en más productos que la jornada menos intensa del mismo número de horas. Con una fuerza productiva incrementada, sin duda, la misma jornada laboral suministra también más productos. Pero en el último caso baja el valor del producto singular, porque cuesta menos trabajo que antes, mientras que en el primer caso se mantiene inalterado, porque el producto cuesta tanto trabajo antes como después. El número de los productos aumenta aquí sin que bajen sus precios. Con su número aumenta también la suma de sus precios, mientras que en el otro caso la misma suma de valor no hacía más que representarse en una masa de productos acrecentada. Si el número de horas se mantiene igual, la jornada laboral más intensa toma cuerpo, pues, en un producto de valor más elevado; por tanto, si el valor del dinero se mantiene igual, en más dinero. Su producto de valor varía al desviarse, respecto al grado normal social, su intensidad. La misma jornada laboral, pues, no se representa como antes en un producto de valor constante, sino en uno variable; la jornada más intensa de 12 horas, se representa, digamos, en 7 chelines, 8 chelines, etcétera, en vez de hacerlo en 6 chelines como la jornada de 12 horas trabajada con la intensidad usual. Es claro que si varía el producto de valor de la jornada laboral, digamos que de 6 a 8 chelines, pueden aumentar simultáneamente las dos partes de ese producto de valor, el precio de la fuerza de trabajo y el plusvalor, ya sea en grado igual o desigual. Ambos, el precio de la fuerza de trabajo y el plusvalor, pueden aumentar al mismo tiempo de 3 chelines a 4 si el producto de valor se acrecienta de 6 a 8. El aumento de precio experimentado por la fuerza de trabajo no implica necesariamente un aumento de su precio por encima desu valor. Puede acompañarlo, en cambio, una [637] disminución de su valor [f]. Ocurre siempre esto cuando el aumento de precios que experimenta la fuerza de trabajo no compensa el desgaste acelerado padecido por la misma.

Sabemos ya que, con excepciones transitorias, un cambio en la productividad del trabajo sólo ocasiona un cambio en la magnitud de valor de la fuerza de trabajo, y por consiguiente en la magnitud del plusvalor, cuando los productos de los ramos industriales afectados entran en el consumo habitual del obrero. En el caso presente esta limitación no tiene vigencia. Ya sea que la magnitud del trabajo varíe en extensión o en intensidad, a su cambio de magnitud corresponde un cambio en la magnitud de su producto de valor, independientemente de la naturaleza del artículo en el que ese valor se representa.

Si la intensidad del trabajo aumentara en todos los ramos industriales al mismo tiempo y de manera uniforme, el nuevo grado de intensidad, más elevado, se convertiría en el grado normal social, establecido por la costumbre, y dejaría por ende de contar como magnitud de extensión. Con todo, incluso entonces los grados de intensidad media del trabajo seguirían siendo diferentes en las diversas naciones y modificarían, por tanto, la aplicación de la ley del valor a las distintas jornadas laborales nacionales. La jornada laboral más intensa de una nación se representa en una expresión dineraria más alta que la jornada menos intensa de otra [4].

 

 

C. Fuerza productiva e intensidad del trabajo, constantes; jornada laboral, variable

 

La jornada laboral puede variar en dos sentidos. Puede abreviarse o prolongarse.

Bajo las condiciones dadas, es decir, fuerza productiva e intensidad del trabajo incambiadas, la reducción de la jornada laboral deja inalterado el valor de la fuerza de trabajo y por consiguiente el tiempo de trabajo necesario [g]. Reduce el plustrabajo y el plusvalor. Con la magnitud absoluta de este último decrece también su magnitud relativa, esto es, su magnitud en proporción a la magnitud de valor alcanzada por la fuerza de trabajo, que se mantiene igual. Sólo reduciendo el precio de la misma por debajo de su valor, el capitalista podría mantenerse incólume.

Toda la fraseología tradicional contra la reducción de la jornada laboral supone que el fenómeno ocurre bajo las condiciones presupuestas aquí, mientras que en la realidad, por el contrario, los cambios en la productividad e intensidad del trabajo o preceden a la reducción de la jornada laboral o se producen inmediatamente después de la misma [5].

Prolongación de la jornada laboral: supongamos que el tiempo de trabajo necesario sea de 6 horas o que el valor de la fuerza de trabajo ascienda a 3 chelines, e igualmente el plustrabajo a 6 horas y el plusvalor a 3 chelines [h]. La jornada laboral global será entonces de 12 horas y se representará en un producto de valor de 6 chelines. Si la jornada laboral se prolonga en 2 horas y el precio de la fuerza de trabajo queda inalterado, aumentará, junto a la magnitud absoluta, la magnitud relativa del plusvalor. Aunque en términos absolutos la magnitud de valor de la fuerza de trabajo se mantenga inalterada, decrecerá relativamente. Bajo las condiciones indicadas en A, la magnitud relativa de valor alcanzada por la fuerza de trabajo no podía variar sin que variara su magnitud absoluta. Aquí, por el contrario, la variación relativa de magnitudes en el valor de la fuerza de trabajo es el resultado de una variación absoluta en la magnitud del plusvalor.

Como el producto de valor en el que se representa la jornada laboral aumenta con la propia prolongación de esta última, el precio de la fuerza de trabajo y el plusvalor [639] pueden aumentar simultáneamente, ya sea con un incremento igual o con uno desigual. Este crecimiento simultáneo, pues, es posible en dos casos; el de una prolongación absoluta de la jornada laboral y el de una intensidad creciente del trabajo sin prolongación de aquélla.

Al prolongarse la jornada laboral, el precio de la fuerza de trabajo puede caer por debajo de su valor, aunque nominalmente se mantenga inalterado o incluso suba. Como se recordará, el valor diario de la fuerza de trabajo se estima sobre su duración normal media o el período normal de vida del obrero, y sobre las correspondientes transformaciones normales de sustancia vital en movimientos, de conformidad con la naturaleza humana [6]. Hasta cierto punto, puede compensarse ese mayor desgaste de fuerza de trabajo, que es inseparable de toda prolongación de la jornada laboral, con una remuneración mayor. Pero por encima de ese punto el desgaste aumenta en progresión geométrica y, a la vez, se destruyen todas las condiciones normales de reproducción y activación de la fuerza de trabajo. El precio de ésta y su grado de explotación cesan de ser magnitudes recíprocamente conmensurables.

 

 

D. Variaciones simultáneas en la duración, fuerza productiva e intensidad del trabajo

 

Es posible aquí, obviamente, una gran cantidad de combinaciones. Pueden variar dos factores cualesquiera y uno permanecer constante, o pueden variar simultáneamente los tres. Pueden variar en el mismo grado o en grado desigual, en el mismo sentido o en sentido opuesto, anulándose parcial o totalmente, por ende, sus variaciones. Aun así, el análisis de todos los casos posibles, conforme a los resultados obtenidos en A, B y C, no presenta dificultades. Para llegar al resultado de toda combinación posible, se [640] opera sucesivamente con cada factor como variable, y con los otros dos como por el momento constantes. Nos limitaremos aquí, pues, a mencionar brevemente dos casos importantes.

Fuerza productiva decreciente del trabajo y prolongación simultánea de la jornada laboral i.

Cuando hablamos aquí de fuerza productiva decreciente del trabajo, nos referimos a ramos del trabajo cuyos productos determinan el valor de la fuerza de trabajo, por ejemplo, pues, de fuerza productiva decreciente del trabajo a consecuencia de una esterilidad creciente del suelo y del consiguiente encarecimiento de los productos agrarios. Supongamos que la jornada laboral es de 12 horas y su producto de valor de 6 chelines, y que la mitad de esta suma suple el valor de la fuerza de trabajo y la otra mitad constituye el plusvalor. La jornada laboral se descompone, de esta suerte, en 6 horas de trabajo necesario y 6 horas de plustrabajo. Supongamos que en virtud del encarecimiento de los productos del suelo, el valor de la fuerza de trabajo aumenta de 3 chelines a 4, y por tanto el tiempo de trabajo necesario de 6 horas a 8. Si la jornada laboral permanece inalterada, el plustrabajo se reduce de 6 horas a 4 y el plusvalor de 3 chelines a 2. Si la jornada laboral se prolonga en 2 horas, por tanto de 12 horas a 14, el plustrabajo seguirá siendo de 6 horas y el plusvalor de 3 chelines, pero la magnitud de éste se habrá reducido en comparación con el valor de la fuerza de trabajo, medido por el trabajo necesario. Si la jornada laboral se prolonga 4 horas, de 12 horas a 16, las magnitudes proporcionales del plusvalor y del valor de la fuerza de trabajo, del plustrabajo y del trabajo necesario, se mantendrán inalteradas, pero la magnitud ahsoluta del plusvalor habrá aumentado de 3 chelines a 4 y la del plustrabajo de 6 horas a 8, o sea en 1/3 ó 33 1/3 %. En caso, pues, de que la fuerza productiva del trabajo decrezca y, al mismo tiempo, la jornada laboral se prolongue, la magnitud absoluta del plusvalor puede mantenerse inalterada aunque disminuya su magnitud proporcional; su magnitud proporcional puede mantenerse inalterada aunque su magnitud absoluta aumente, y, si aquella prolongación es suficiente, pueden aumentar una y otra magnitud. Es ésta una de las causas de por qué en [641] Inglaterra, entre 1799 y 1815 precisamente cuando West, Ricardo, etc., convertían en punto de partida de importantes análisis una baja en la tasa del plusvalor que sólo había ocurrido en su fantasía y que estaría ocasionada por el encarecimiento de los productos agrarios , el plusvalor aumentó tanto en términos absolutos como en términos relativos, teniendo lugar, por consiguiente y simultáneamente, un crecimiento acelerado del capital y el empobrecimiento de los obreros [7]. Fue éste el período en que la prolongación desmesurada de la jornada laboral conquistó su carta de ciudadanía [8]a En la 3ª y 4ª ediciones la nota 15 lleva el número 16 y la 16 el número 15. j16 Nota idéntica a la 15 de la 2ª edición..

[642] Intensidad y fuerza productiva del trabajo crecientes y reducción simultánea de la jornada laboral k.

El aumento de la fuerza productiva del trabajo y su intensificación operan uniformemente y en el mismo sentido. Ambos factores acrecientan la masa de productos obtenida en cada espacio de tiempo. Ambas, pues, reducen la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para producir sus medios de subsistencia o el equivalente de éstos. El límite absoluto l de la jornada laboral está formado, en general, por esa parte constitutiva necesaria, pero que se puede contraer. Si la jornada laboral entera se redujera a esa parte, lo cual es imposible bajo el régimen del capital, desaparecería el plustrabajo. La supresión de la forma capitalista de producción permite restringir la jornada laboral al trabajo necesario. Este último, sin embargo, bajo [643] condiciones en lo demás iguales, ampliaría su territorio. Por un lado, porque las condiciones de vida del obrero serían más holgadas, y mayores sus exigencias vitales. Por otro lado, porque una parte del plustrabajo actual se contaría como trabajo necesario, esto es, el trabajo que se requiere para constituir un fondo social de reserva y de acumulacion.

Cuanto más se acrecienta la fuerza productiva del trabajo, tanto más puede reducirse la jornada laboral, y cuanto más se la reduce, tanto más puede aumentar la intensidad del trabajo. Socialmente considerada, la productividad del trabajo aumenta también con su economía. Ésta no sólo implica que se economicen los medios de producción, sino el evitar todo trabajo inútil. Mientras que el modo capitalista de producción impone la economización dentro de cada empresa individual, su anárquico sistema de competencia genera el despilfarro más desenfrenado de los medios de producción sociales y de las fuerzas de trabajo de la sociedad, creando además un sinnúmero de funciones actualmente indispensables, pero en sí y para sí superfluas.

Una vez dadas la intensidad y la fuerza productiva del trabajo, la parte necesaria de la jornada social de trabajo para la producción material será tanto más corta, y tanto más larga la parte de tiempo conquistada para la libre actividad intelectual y social de los individuos, cuanto más uniformemente se distribuya el trabajo entre todos los miembros aptos de la sociedad, cuanto menos una capa social esté en condiciones de quitarse de encima la necesidad natural del trabajo y de echarla sobre los hombros de otra capa de la sociedad. El límite absoluto trazado a la reducción de la jornada laboral es, en este sentido, la generalización del trabajo m. En la sociedad capitalista se produce tiempo libre para una clase mediante la transformación de todo el tiempo vital de las masas en tiempo de trabajo. [a] a Párrafo suprimido en la 3ª y 4ª ediciones.

[1] 9 bis2 {F. E. Aquí, naturalmente, también queda excluido el caso tratado en la página 281 (a). (Nota a la 3ª edición.)}

 

[b] b En la 3ª y 4ª ediciones la frase precedente es del siguiente tenor: "De esto se desprende que el aumento en la productividad del trabajo reduce el valor de la fuerza de trabajo y, con ello, acrecienta el plusvalor, mientras que, a la inversa, la reducción de la productividad acrecienta el valor de la fuerza de trabajo y reduce el plusvalor".

2 10 MacCulloch, entre otros, le ha hecho a esta tercera ley la adición absurda de que el plusvalor puede aumentar, sin que disminuya el valor de la fuerza de trabajo, gracias a la supresión de impuestos que antes el capitalista tenía que pagar. La supresión de tales impuestos no modifica en nada la cantidad de plusvalor que el capitalista industrial succiona, en primera instancia, del obrero. Sólo modifica la proporción en que el plusvalor va a parar a su propio bolsillo o en que se lo reparte forzosamente con terceros. No modifica en nada, pues, la proporción entre el valor de la fuerza de trabajo y el plusvalor. La excepción de MacCulloch no hace más que demostrar, pues, su incomprensión de la regla, una desdicha que le pasa a él tan a menudo en la vulgarización de Ricardo como a Jean-Baptiste Say en la vulgarización de Adam Smith.

[c] c En la 3ª y 4ª ediciones: "cambio inverso de magnitud".

d d En la 3ª y 4ª ediciones, el texto de este párrafo es hasta aquí el siguiente:

"Ricardo ha sido el primero en formular de manera rigurosa las tres leyes enunciadas más arriba. Los defectos de su análisis son, 1) que considera como condiciones generales y exclusivas evidentes de por sí , de la producción capitalista, a las condiciones particulares dentro de las que rigen esas leyes. No sabe de cambio alguno ni en la duración de la jornada laboral ni en la intensidad del trabajo, de tal manera que en él la productividad del trabajo, de por sí, se convierte en el único factor variable; 2) pero, y esto falsea su análisis en un grado muy superior, Ricardo, al igual que los demás economistas, nunca investiga el plusvalor en cuanto tal, esto es, independientemente de sus formas particulares como la ganancia, la renta de la tierra, etc. De ahí que confunda directamente las leyes sobre la tasa del plusvalor con las leyes sobre la tasa de la ganancia. Como hemos indicado, la tasa de la ganancia es la proporción entre el plusvalor y el capital total adelantado, mientras que la tasa del plusvalor es la proporción entre el plusvalor y, meramente, la parte variable de ese capital. Supongamos que un capital de [sterling] 500 (C) se divide en materias primas, medios de trabajo, etc., por un total de [sterling] 400 (c) y en [sterling] 100 de salarios (v), y que el plusvalor es = [sterling] 100 (p).

p [sterling]100

La tasa del plusvalor será entonces = = 100 %. Pero

v [sterling] 100

p [sterling] 100

la tasa de la ganancia será = 20 %. Es evidente,

C [sterling] 500

[3] 11 "Cuando se opera un cambio en la productividad de la industria, de tal manera que una cantidad dada de trabajo y capital produce más o menos, la proporción de los salarios puede obviamente variar mientras la cantidad que esa proporción representa se mantiene inalterada, o puede variar la cantidad mientras la proporción queda incambiada." ([J. Cazenove,] "Outlines of Political Economy...", p. 67.)

e e En la 3ª y 4ª ediciones se ubica aquí, con las variantes ya indicadas, el párrafo de la p. 633 que empieza: "Ricardo ha sido el primero", etc.

[f] f Debería decir: disminución por debajo de su valor.

[4] 12 "Si todas las demás cosas se mantienen igual, el fabricante inglés puede ejecutar en un tiempo dado una cantidad considerablemente mayor de trabajo que un fabricante extranjero, lo bastante para compensar la diferencia entre las jornadas laborales, aquí de 60 horas por semana y en otras partes de 72 a 80." ("Reports... 31st October 1855, p. 65.) El medio más infalible para reducir esa diferencia entre la hora de trabajo inglesa y la continental, sería una mayor reducción legal de la jornada laboral en las fábricas continentales.

[g] g En la 4ª edición, esta frase está precedida por el numeral 1.

[5] 13 "Existen circunstancias compensatorias... que la aplicación de la ley de las 10 horas ha esclarecido." ("Reports... 31st October 1848", p. 7.)

[h] h En la 4ª edición, esta frase está precedida por el numeral 2.

[6] 14 "Es posible calcular la cantidad de trabajo que ha efectuado un hombre en el curso de 24 horas, aproximadamente, examinando los cambios químicos que han ocurrido en su cuerpo, puesto que las formas modificadas de la materia indican el ejercicio previo de fuerza dinámica." (Grove, "On the Correlation of Physical Forces", [pp. 308, 309].)

i i En la 4ª edición, esta frase está precedida por el numeral 1.

[7] 15 "Una causa principal del incremento experimentado por el capital durante la guerra proviene de los mayores esfuerzos y quizás de las mayores privaciones de las clases trabajadoras, que en toda sociedad son las más numerosas. Las penosas circunstancias obligaban a más mujeres y niños a conseguir una ocupación, y los que ya antes eran obreros se vieron forzados, por la misma causa, a dedicar una parte mayor de su tiempo al aumento de la producción." ("Essays on Political Economy in Which Are Illustrated the Principal Causes of the Present National Distress", Londres, 1830, p. 248).

[8] 16 "El trigo y el trabajo raras veces marchan exactamente al mismo paso, pero hay un límite obvio, más allá del cual no se los puede separar. En cuanto a los esfuerzos desusados hechos por las clases trabajadoras en períodos de carestía, la cual produce la baja de los salarios mencionados en las declaraciones testimoniales" (a saber, las efectuadas ante las comisiones investigadoras parlamentarias en 1814-1815), "los mismos son muy meritorios de parte de los individuos y, sin duda, favorecen el acrecentamiento del capital. Pero ninguna persona animada por sentimientos humanitarios puede desear que esos esfuerzos sean constantes y sin término.

Despiertan nuestra mayor admiración como alivio temporal, pero si se los ejerciera de manera constante, resultarían de ellos efectos similares a los que ocasionaría el empujar a la población de un país hasta los límites más ínfimos en materia de alimentación." (Malthus, "Inquiry into the Nature and Progress of Rent", Londres, 1815, p. 48, nota.) A Malthus le caben todos los honores por hacer hincapié en la prolongación de la jornada laboral fenómeno del que se ocupa directamente en otro lugar de su folleto , mientras que Ricardo y otros, a la vista de los hechos más notorios, basaban todas sus investigaciones en la magnitud constante de dicha jornada. Pero los intereses conservadores a cuyo servicio se hallaba Malthus incondicionalmente, le impedían ver que la desmesurada prolongación de la jornada laboral, junto al extraordinario desarrollo de la maquinaria y la explotación del trabajo femenino e infantil, tenía necesariamente que convertir en "supernumeraria" a gran parte de la clase obrera, en particular tan pronto como cesaran la demanda de guerra y el monopolio inglés sobre el mercado mundial. Era mucho más cómodo, naturalmente, y más conforme a los intereses de las clases dominantes, a las que Malthus idolatraba de manera auténticamente clerical, explicar esa "sobrepoblación" a partir de las leyes eternas de la naturaleza, que hacerlo fundándose n las leyes naturales de la producción capitalista, puramente históricas (a).

 

j j En la 3ª y 4ª ediciones, el texto de las dos frases precedentes se sustituyó por el que sigue:

"En Inglaterra, en el período que va de 1799 a 1815, los precios crecientes de los medios de subsistencia provocaron un aumento nominal de salarios, aunque los salarios reales, expresados en medios de subsistencia, bajaron. De esto dedujeron West y Ricardo que la merma en la productividad del trabajo agrícola habría ocasionado una baja en la tasa del plusvalor, y convirtieron esa suposición, válida únicamente en su fantasía, en punto de partida de importantes análisis en torno a la proporción entre las magnitudes del salario, de la ganancia y la renta de la tierra. Gracias a la intensificación del trabajo y a la prolongación forzada del tiempo de trabajo, empero, en ese entonces el plusvalor se había acrecentado, tanto en términos absolutos como relativamente. Fue éste el período en que la prolongación desmesurada de la jornada laboral conquistó su carta de ciudadanía (15), el período que se caracteriza especialmente por el incremento acelerado de capital, en un extremo, y del pauperismo en el otro(16).

 

15 Nota idéntica a la 16 de la 2ª edición.

k k En la 4ª edición, esta frase está precedida por el numeral 2.

l l En la 3ª y 4ª ediciones: límite mínimo absoluto".

m m En la versión francesa: "la generalización del trabajo manual".

 

645] CAPITULO XVI

DIVERSAS FORMULAS PARA LA TASA DEL PLUSVALOR

Hemos visto que la tasa del plusvalor se representa en las fórmulas:

I. Plusvalor p plusvalor plustrabajo = = capital variable v Valor de la fuerza trabajo

de trabajo necesario

Las dos primeras fórmulas presentan como relación de valores lo que la tercera expone como relación entre los tiempos en que se producen esos valores. Estas fórmulas sustituibles entre sí son conceptualmente rigurosas. De ahí que en la economía política clásica las encontremos en cuanto al fondo de la cosa, pero no conscientemente elaboradas. En ella tropezamos, en cambio, con las siguientes fórmulas derivadas:

II.

 

Plustrabajo [a] plusvalor plusproducto

= =

jornada laboral valor del producto producto total

 

La misma proporción se expresa alternativamente aquí bajo la forma de los tiempos de trabajo, de los valores en los que esos tiempos se corporifican, de los productos en los que esos valores existen. Se parte, naturalmente, del [646] supuesto de que por valor del producto sólo debe entenderse el producto de valor de la jornada laboral, quedando excluida, empero, la parte constante del valor del producto.

En todas estas fórmulas el grado de explotación real del trabajo o tasa del plusvalor está expresado de manera falsa. Supongamos que la jornada laboral es de 12 horas. Si nos atenemos a los demás supuestos de nuestro ejemplo anterior, en este caso el grado efectivo de explotación del trabajo se representa en las proporciones siguientes:

 

6 horas de plustrabajo plusvalor de 3 chelines

= = 100 %

6 horas de trabajo necesario capital variable de 3 chelines

 

Conforme a la fórmula 2, en cambio, obtenemos lo siguiente:

 

6 horas de plustrabajo plusvalor de 3 chelines

= = 50 %

jornada laboral de 12 horas producto de valor de 6 chelines

 

Estas fórmulas derivadas, en realidad, expresan la proporción en que la jornada laboral o su producto de valor se divide entre el capitalista y el obrero. Por consiguiente, si fueran válidas como expresiones directas del grado de autovalorización alcanzado por el capital, regiría esta ley falsa: el plustrabajo o el plusvalor nunca puede ascender a 100 % 1. Como el plustrabajo nunca puede cons-

tituir otra cosa que una parte alícuota de la jornada laboral y el plusvalor nunca puede constituir otra cosa que una parte alícuota del producto de valor, el plustrabajo sería siempre necesariamente menor que la jornada laboral o el plusvalor siempre menor que el producto de valor. Pero

100

para que estuvieran entre sí en la relación - tendrían

100

que ser iguales. Para que el plustrabajo absorbiera la jornada laboral íntegra (se trata aquí de la jornada media de la semana laboral, del año laboral, etc.), el trabajo necesario tendría que reducirse a cero. Pero si desapareciera el trabajo necesario, desaparecería también el plustrabajo, ya que el último no es más que una función del primero.

plustrabajo plusvalor

La proporción = ,

jornada laboral producto de valor

 

100

pues, nunca puede alcanzar el límite de y mucho menos

100

100+x

aun subir hasta . Pero sí puede alcanzarlo

100

 

la tasa del plusvalor o el grado efectivo de explotación del trabajo. Tomemos, por ejemplo, las estimaciones del señor Léonce de Lavergne, según las cuales el obrero agrícola inglés obtiene sólo 1/4, y el capitalista (arrendatario), por el contrario, 3/4 del producto [2] o del valor del mismo, sea cual fuere el reparto que del botín hagan después el capitalista y el terrateniente, etc. El plustrabajo del obrero agrícola inglés, según esto, es a su trabajo necesario = 3 : 1, lo cual equivale a una tasa de explotación de 300 por ciento.

La aplicación de las fórmulas II consolida el método de la escuela [clásica] consistente en operar con la jornada [648] laboral como con una magnitud constante, y lo consolida porque aquí el plustrabajo se compara siempre con una jornada laboral de magnitud dada. Lo mismo ocurre cuando se tiene en cuenta exclusivamente la división experimentada por el producto de valor. La jornada laboral que ya se ha objetivado en un producto de valor, es siempre una jornada laboral cuyos límites están dados.

Al exponer el plusvalor y el valor de la fuerza de trabajo como fracciones del producto de valor un modo de exposición que, por lo demás, brota del propio modo capitalista de producción y cuyo significado habremos de investigar más adelante se oculta el carácter específico de la relación capitalista, a saber, el intercambio entre el capital variable y la fuerza de trabajo viva y la exclusión consiguiente del obrero respecto del producto. En lugar de esto surge la falsa apariencia de una relación asociativa en la que el obrero y el capitalista se reparten el producto conforme a la proporción de los diversos factores constitutivos del mismo [3].

Por lo demás, las fórmulas II pueden siempre reconvertirse en las fórmulas I. Si tenemos, por ejemplo,

 

plustrabajo de 6 horas

 

jornada laboral de 12 horas

 

el tiempo de trabajo necesario será = jornada laboral de 12 horas menos plustrabajo de 6 horas, con lo que llegamos al siguiente resultado:

 

plustrabajo de 6 horas 100

= ,

trabajo necesario de 6 horas 100

 

Una tercera fórmula, que he anticipado ya en alguna ocasión es:

 

III. Plusvalor plustrabajo trabajo impago

= =

valor de la fuerza de trabajo trabajo necesario trabajo pago

 

[649] El equívoco a que podría inducir la fórmula

trabajo impago

 

trabajo pago

 

como si el capitalista pagara el trabajo y no la fuerza de trabajo, desaparece si se tiene en cuenta el análisis que

Trabajo impago

hiciéramos anteriormente es sólo la ex-

trabajo pago

 

plustrabajo

presión popular de . El capitalista paga

trabajo necesario

 

el valor de la fuerza de trabajo (o su precio, divergente de su valor) y a cambio de ello obtiene el derecho a disponer de la fuerza viva de trabajo. Su aprovechamiento de esta fuerza de trabajo se descompone en dos períodos. Durante uno de esos períodos el obrero no produce más que un valor = al valor de su fuerza de trabajo, o sea, sólo un equivalente. A cambio del precio adelantado de la fuerza de trabajo, el capitalista, de esta suerte, obtiene un producto del mismo precio. Es como si hubiera adquirido en el mercado el producto terminado. En el período del plustrabajo, por el contrario, el aprovechamiento de la fuerza de trabajo forma valor para el capitalista, sin que ese valor le cueste un sustituto de valor [4]. Obtiene de balde esa movilización de fuerza de trabajo. Es en este sentido como el plustrabajo puede denominarse trabajo impago.

El capital, por tanto, no es sólo la posibilidad de disponer de trabajo, como dice Adam Smith. Es, en esencia, la posibilidad de disponer de trabajo impago. Todo plusvalor, cualquiera que sea la figura particular ganancia, interés, renta, etc. en que posteriormente cristalice, es con arreglo a su sustancia la concreción material de tiempo de trabajo impago. El misterio de la autovalorización del capital se resuelve en el hecho de que éste puede disponer de una cantidad determinada de trabajo ajeno impago. [a] a En la edición francesa de "El capital" Marx puso esa primera fórmula entre paréntesis porque según explicó en una nota "la noción de plustrabajo no se encuentra explícitamente en la economía política burguesa".

1 17 Así, por ejemplo, en la "Dritter Brief an v. Kirchmann von Rodbertus. Widerlegung der Ricardo'schen Theorie von der Grundrente und Begründung einer neuen Rententheorie", Berlín, 1851. Volveré más adelante sobre esta obra, que pese a su falsa teoría acerca de la renta de la tierra percibe claramente la esencia de la producción capitalista. {F. E. Agregado a la 3ª edición. Puede verse aquí con qué benevolencia juzgaba Marx a sus predecesores cuando advertía en ellos un progreso efectivo, una idea realmente nueva. Entretanto, la publicación de las cartas de Rodbertus a Rudolf Meyer ha restringido hasta cierto punto el reconocimiento que figura más arriba. Se dice allí: "Es menester salvar al capital no sólo del trabajo, sino de sí mismo, y esto en realidad se efectúa de la mejor manera cuando se concibe la actividad del empresario-capitalista como funciones de economía nacional o estatal que le son delegadas por la propiedad del capital, y su ganancia como una forma de sueldo, puesto que no conocemos otra organización social. Pero habría que regular los sueldos, y también reducirlos cuando toman demasiado del salario. De esta suerte es, también, como hay que contrarrestar el ataque lanzado por Marx contra la sociedad que así llamaría yo a su libro ... En general, el libro de Marx no es tanto una investigación acerca del capital como una polémica contra la forma actual del capital, que él confunde con el concepto mismo de capital; de esta confusión precisamente, derivan sus errores." ("Briefe... von Dr. Rodbertus-Jagetzow, editadas por el doctor Rudolf Meyer, Berlín, 1881, t. I, p. 111, carta 48 de Rodbertus.) En tales lugares comunes ideológicos vinieron a empantanarse los primeros ímpetus, realmente audaces, de las "cartas sociales" de Rodbertus.}

[2] 18 En este cálculo, evidentemente, se ha descontado ya la parte del producto destinada sólo a remplazar el capital constante invertido. El señor Léonce de Lavergne, ciego admirador de Inglaterra, tiende a dar una proporción demasiado baja más que una demasiado elevada.

[3] 19 Puesto que todas las formas desarrolladas del proceso capitalista de producción son formas de la cooperación, nada más fácil, desde luego, que abstraerse de su carácter específicamente antagónico y convertirlas quiméricamente en formas asociativas libres, como en la obra del conde Alexandre de Laborde, "De l'esprit de l'association dans tous les intérêts de la communauté", París 1818. El yanqui Henry Carey ejecuta este artilugio con el mismo éxito, llegando a aplicarlo, ocasionalmente, a las relaciones del sistema esclavista.

[4] 20 Aunque los fisiócratas no lograron penetrar el misterio del plusvalor, para ellos era claro, sin embargo, que aquél era "una riqueza independiente y disponible que él" (el poseedor) "no ha comprado y que vende". (Turgot, "Réflexions...", p. 11.)

 

[651] SECCION SEXTA

EL SALARIO

CAPITULO XVII  TRANSFORMACION DEL VALOR

(O, EN SU CASO, DEL PRECIO) DE LA FUERZA DE TRABAJO EN SALARIO

En la superficie de la sociedad burguesa, el salario del obrero se pone de manifiesto como precio del trabajo, como determinada cantidad de dinero que se paga por determinada cantidad de trabajo. Se habla aquí del valor del trabajo, y a la expresión dineraria de ese valor se la denomina precio necesario o natural del trabajo. Se habla, por otra parte, de los precios de mercado del trabajo, esto es, de precios que oscilan por encima o por debajo de su precio necesario.

¿Pero qué es el valor de una mercancía? La forma objetiva del trabajo social gastado en la producción de la misma. ¿Y cómo medimos la magnitud de su valor? Por la magnitud del trabajo que contiene. ¿Cómo se determinaría, pues, el valor de una jornada laboral de 12 horas? Por las 12 horas de trabajo contenidas en una jornada laboral de 12 horas, lo que es una huera tautología [1].

[652] Para que se lo pudiera vender en el mercado como mercancía, el trabajo, en todo caso, tendría que existir antes de ser vendido. Pero si el trabajador pudiera darle al trabajo una existencia autónoma, lo que vendería sería una mercancía, y no trabajo [2].

Prescindiendo de estas contradicciones, un intercambio directo de dinero esto es, de trabajo objetivado por trabajo vivo, o anularía la ley del valor que precisamente se desarrolla libremente, por primera vez, sobre el fundamento de la producción capitalista o anularía la producción capitalista misma, que se funda precisamente en el trabajo asalariado. Supongamos, por ejemplo, que la jornada laboral de 12 horas se representa en un valor dinerario de 6 chelines. O bien se intercambian equivalentes, y entonces el obrero percibe 6 chelines por el trabajo de 12 horas. El precio de su trabajo sería igual al de su producto. En este caso no produciría plusvalor alguno para el comprador de su trabajo, los 6 chelines no se convertirían en capital, el fundamento de la producción capitalista se desvanecería; pero es precisamente sobre ese fundamento que el obrero vende su trabajo y que éste es trabajo asalariado. O bien percibe por las 12 horas de trabajo menos de 6 chelines, esto es, menos de 12 horas de trabajo. 12 horas de trabajo se intercambian por 10 horas de trabajo, por 6, etc. Esta equiparación de magnitudes desiguales no sólo suprime la determinación del valor: una contradicción semejante, que se destruye a sí misma, en [653] modo alguno puede ser ni siquiera enunciada o formulada como ley 3.

De nada sirve deducir ese intercambio, el intercambio entre más trabajo y menos trabajo, de la diferencia formal consistente en que en un caso se trata de trabajo objetivado y en el otro de trabajo vivo [4]. Esto es tanto más absurdo por cuanto el valor de una mercancía no se determina por la cantidad de trabajo efectivamente objetivado en ella, sino por la cantidad de trabajo vivo necesario para su producción. Supongamos que una mercancía representa 6 horas de trabajo. Si se efectúan invenciones gracias a las cuales se la puede producir en 3 horas, también el valor de la mercancía ya producida se reduce a la mitad. Ahora representa 3 horas, en vez de las 6 anteriores, de trabajo social necesario. Su magnitud de valor se determina, pues, por la cantidad de trabajo requerida para su producción, y no por la forma objetiva de ese trabajo.

En el mercado, lo que se contrapone directamente al poseedor de dinero no es en realidad el trabajo, sino el obrero. Lo que vende este último es su fuerza de trabajo. No bien comienza efectivamente su trabajo, éste ha cesado ya de pertenecer al obrero, quien por tanto, ya no puede venderlo. El trabajo es la sustancia y la medida inmanente de los valores, pero él mismo no tiene valor alguno 5.

En la expresión "valor del trabajo", el concepto de valor no sólo se ha borrado por completo, sino que se ha transformado en su contrario. Es una expresión [654] imaginaria, como, por ejemplo, valor de la tierra. Estas expresiones imaginarias, no obstante, surgen de las relaciones mismas de producción. Son categorías para las formas en que se manifiestan relaciones esenciales. El hecho de que en su manifestación las cosas a menudo se presentan invertidas, es bastante conocido en todas las ciencias, salvo en la economía política [6].

La economía política clásica tomó prestada de la vida cotidiana la categoría "precio de trabajo", sin someterla a crítica, para luego preguntarse: ¿cómo se determina ese precio? Pronto reconoció que el cambio verificado en la relación entre la oferta y la demanda, en lo que respecta al precio del trabajo como en lo que se refiere a cualquier otra mercancía no explicaba nada excepto el cambio de ese precio, esto es, las oscilaciones de los precios del mercado por encima o por debajo de cierta magnitud. Si la oferta y la demanda coinciden, bajo condiciones en lo demás iguales, la oscilación del precio cesa. Pero entonces la oferta y la demanda cesan también de explicar cosa alguna. Cuando la oferta y la demanda coinciden, el precio del trabajo es su precio determinado independientemente [655] de la relación entre la oferta y la demanda, es decir, su precio natural, éste, así, apareció como el objeto que realmente había que analizar. O se tomaba un período más extenso de oscilaciones experimentadas por el precio del mercado, digamos un año, y se llegaba a la conclusión de que las alzas y bajas se nivelaban en una magnitud media, promedial, en una magnitud constante. Esta, naturalmente, tenía que determinarse de otra manera que por sus propias oscilaciones, que se compensan entre sí. Este precio que predomina sobre los precios accidentales alcanzados por el trabajo en el mercado y que los regula, el "precio necesario" (fisiócratas) o "precio natural" del trabajo (Adam Smith), sólo podía ser, como en el caso de las demás mercancías, su valor expresado en dinero. La economía política creyó poder penetrar, a través de los precios accidentales del trabajo, en su valor. Como en el caso de las demás mercancías, ese valor se siguió determinando por los costos de producción. ¿Pero cuáles son los costos de producción... del obrero, esto es, los costos que insume la producción o reproducción del obrero mismo? Inconscientemente, la economía política sustituyó por ésta la cuestión originaria, pues n lo que respecta a los costos de producción del trabajo en cuanto tales se movía en un círculo vicioso sin adelantar un solo paso. Lo que la economía política denomina valor del trabajo (value of labour), pues, en realidad es el valor de la fuerza de trabajo que existe en la personalidad del obrero y que es tan diferente de su función, del trabajo, como una máquina lo es de sus operaciones. Ocupados con la diferencia entre los precios del trabajo en el mercado y lo que se llamaba su valor, con la relación entre ese valor y la tasa de ganancia, y entre ese valor y los valores mercantiles producidos por intermedio del trabajo, nunca descubrieron que el curso del análisis no sólo había llevado de los precios del trabajo en el mercado a su valor [a], sino que había llevado a resolver este valor del trabajo mismo en el valor de la fuerza de trabajo. La falta de conciencia acerca de este resultado obtenido por su propio análisis; la aceptación, sin crítica, de las categorías "valor del trabajo", "precio natural del trabajo", etc., como expresiones adecuadas y últimas de [656] la relación de valor considerada, sumió a la economía política clásica, como se verá más adelante, en complicaciones y contradicciones insolubles y brindó a la economía vulgar una base segura de operaciones para su superficialidad, que sólo venera a las apariencias.

Veamos ahora, por de pronto, cómo el valor y el precio de la fuerza de trabajo se presentan en su forma transmutada como salario.

Como ya sabemos, el valor diario de la fuerza de trabajo se calcula sobre la base de cierta duración de la vida del obrero, la cual corresponde a cierta duración de la jornada laboral. Supongamos que la jornada laboral habitual sea de 12 horas y el valor diario de la fuerza de trabajo ascienda a 3 chelines, expresión dineraria de un valor en el que se representan 6 horas de trabajo. Si el obrero percibe 3 chelines, percibe el valor de su fuerza de trabajo mantenida en funcionamiento durante 12 horas. Ahora bien, si ese valor diario de la fuerza de trabajo se expresara como valor del trabajo efectuado durante un día, obtendríamos el resultado siguiente: el trabajo de 12 horas tiene un valor de 3 chelines. El valor de la fuerza de trabajo determina así el valor del trabajo o, expresándolo en dinero, el precio necesario del trabajo. Si el precio de la fuerza de trabajo, por el contrario, difiere de su valor, el precio del trabajo diferirá asimismo de lo que se llama su valor.

Como el valor del trabajo no es más que una expresión irracional para designar el valor de la fuerza de trabajo, de suyo se obtiene el resultado de que el valor del trabajo siempre tiene que ser necesariamente menor que el producto del valor, puesto que el capitalista siempre hace funcionar a la fuerz de trabajo durante más tiempo que el necesario para que se reproduzca el valor de la misma. En el ejemplo aducido más arriba, el valor de la fuerza de trabajo mantenida en funcionamiento durante 12 horas era de 3 chelines, un valor para cuya reproducción aquélla requiere 6 horas. Su producto de valor, en cambio, es de 6 chelines, porque en realidad funciona durante 12 horas, y su producto de valor no depende del valor mismo de la fuerza de trabajo, sino de la duración de su funcionamiento. Llegamos así al resultado, a primera vista absurdo, [657] de que un trabajo que crea un valor de 6 chelines, vale 3 chelines [7].

Vemos además lo siguiente: el valor de 3 chelines en que se representa la parte paga de la jornada laboral, esto es, el trabajo de 6 horas, aparece como valor o precio de la jornada laboral total de 12 horas, que contiene 6 horas impagas. La forma del salario, pues, borra toda huella de la división de la jornada laboral entre trabajo necesario y plustrabajo, entre trabajo pago e impago. Todo trabajo aparece como trabajo pago. En la prestación personal servil el trabajo del siervo para sí mismo y su trabajo forzado para el señor se distinguen, de manera palmariamente sensible, tanto en el espacio como en el tiempo. En el trabajo esclavo, incluso la parte de la jornada laboral en la cual el esclavo no hace más que suplir el valor de sus propios medios de subsistencia, en la cual, pues, en realidad trabaja para sí mismo, aparece como trabajo para su amo. Todo su trabajo toma la apariencia de trabajo impago [8] 9. En el caso del trabajo asalariado, por el contrario, incluso el plustrabajo o trabajo impago aparece como pago. Allí la relación de propiedad vela el trabajar para sí mismo del esclavo, aquí, la relación dineraria encubre el trabajar gratuito del asalariado.

Se comprende, por consiguiente, la importancia decisiva de la transformación del valor y precio de la fuerza de trabajo en la forma del salario, o sea en el valor y precio del trabajo mismo. Sobre esta forma de manifestación, que vuelve invisible la relación efectiva y precisamente muestra lo opuesto de dicha relación, se fundan todas las nociones jurídicas tanto del obrero como del capitalista, todas las [658] mistificaciones del modo capitalista de producción, todas sus ilusiones de libertad, todas las pamplinas apologéticas de la economía vulgar.

Si bien la historia universal ha necesitado mucho tiempo para penetrar el misterio del salario, nada es más fácil de comprender, en cambio, que la necesidad, las "raisons d'etre" [razones de ser] de esa forma de manifestación.

En un principio, el intercambio entre el capital y el trabajo se presenta a la observación exactamente de la misma manera que en el caso de la compra y venta de todas las demás mercancías. El comprador entrega cierta suma de dinero, el vendedor un artículo diferente del dinero. La conciencia jurídica reconoce aquí, cuando más, una diferencia material que se expresa en las fórmulas jurídicamente equivalentes: do ut des, do ut facias, facio ut des y facio ut facias [doy para que des, doy para que hagas, hago para que des y hago para que hagas] [10]bis.

Además, como el valor de cambio y el valor de uso son, en sí y para sí, magnitudes inconmensurables, las expresiones "valor del trabajo", "precio del trabajo", no parecen ser más irracionales que las expresiones "valor del algodón", "precio del algodón". Añádase a ello que al obrero se le paga después que ha suministrado su trabajo. En su función de medio de pago, pero a posteriori, el dinero realiza el valor o precio del artículo suministrado, o sea, en el presente caso, el valor o precio del trabajo suministrado. Por último, el "valor de uso" que el obrero suministra al capitalista no es en realidad su fuerza de trabajo, sino su función, un trabajo útil determinado: trabajo sastreril, de zapatero, de hilandero, etc. Que ese mismo trabajo, desde otro ángulo, sea el elemento general creador de valor una propiedad que lo distingue de todas las demás mercancías , es un hecho que queda fuera del campo abarcado por la conciencia ordinaria.

Si nos situamos en el punto de vista del obrero que a cambio de 12 horas de trabajo percibe, por ejemplo, el producto de valor de 6 horas de trabajo, digamos 3 chelines, veremos que para él, de hecho, su trabajo de 12 horas es el medio que le permite comprar los 3 chelines. El valor de su fuerza de trabajo puede variar, con el valor de sus medios habituales de subsistencia, de 3 a 4 chelines, o de 3 a 2 chelines; o, si el valor de su fuerza de trabajo se mantiene igual, su precio, a consecuencia de una relación [659] variable de la oferta y la demanda, puede aumentar a 4 chelines o disminuir a 2 chelines, pero el obrero proporciona siempre 12 horas de trabajo. De ahí que todo cambio en la magnitud del equivalente que recibe, se le aparezca necesariamente como cambio en el valor o precio de sus 12 horas de trabajo. A la inversa, esta circunstancia indujo a Adam Smith quien operaba con la jornada laboral como con una magnitud constante 11 a sostener que el valor del trabajo era constante, por más que variara el valor de los medios de subsistencia y que, por consiguiente, la misma jornada laboral se representara para el obrero en una cantidad mayor o menor de dinero.

Si, por otra parte, observamos el caso del capitalista, vemos que éste quiere obtener precisamente la mayor cantidad posible de trabajo por la menor cantidad posible de dinero. Por eso, desde el punto de vista práctico, a él sólo le interesa la diferencia entre el precio de la fuerza del trabajo y el valor que crea el funcionamiento de la misma. Pero procura comprar todas las mercancías al precio más bajo posible y por eso, en todos los casos, cree encontrar la razón de su ganancia en la simple trapacería de comprar por debajo del valor y vender por encima de éste. De ahí que no caiga en la cuenta de que si existiera realmente una cosa tal como el valor del trabajo y él pagara efectivamente ese valor, no existiría ningún capital, su dinero no se transformaría en capital.

Por añadidura, el movimiento efectivo del salario muestra fenómenos que parecen demostrar que no se paga el valor de la fuerza de trabajo sino el de su función, el trabajo mismo. Podemos reducir. estos fenómenos a dos grandes clases. Primera: variación del salario cuando varía la extensión de la jornada laboral. Es como si se llegara a la conclusión de que no se paga el valor de la máquina sino el de su funcionamiento, puesto que cuesta mas alquilar una máquina por una semana que por un día. Segunda: la diferencia individual entre los salarios de diversos obreros que ejecutan la misma función. Esta diferencia individual la encontramos también, pero sin que suscite ilusiones, en el sistema de la esclavitud, en el cual se vende franca y abiertamente, sin tapujos, la fuerza de trabajo misma. [660] Sólo que la ventaja de una fuerza de trabajo superior a la media, o la desventaja de otra que esté por debajo de esa media, en el sistema esclavista recae sobre el propietario de esclavos y en el sstema del trabajo asalariado sobre el propio trabajador, porque en este caso es él mismo quien vende su fuerza de trabajo, mientras que en aquél el vendedor de esa fuerza es un tercero.

Por lo demás, con la forma de manifestación "valor y precio del trabajo" o "salario" a diferencia de la relación esencial que se manifiesta, esto es, del valor y el precio de la fuerza de trabajo ocurre lo mismo que con todas las formas de manifestación y su trasfondo oculto. Las primeras se reproducen de manera directamente espontánea, como formas comunes y corrientes del pensar; el otro tiene primeramente que ser descubierto por la ciencia. La economía política clásica tropieza casi con la verdadera relación de las cosas, pero no la formula conscientemente, sin embargo. No podrá hacerlo mientras esté envuelta en su piel burguesa. [1] 21 "El señor Ricardo es suficientemente ingenioso para eludir una dificultad que amenaza, a primera vista, con poner en aprieto a su teoría: que el valor depende de la cantidad de trabajo empleada en la producción. Si nos adherimos rígidamente a este principio de él se desprende que el valor del trabajo depende de la cantidad de trabajo empleada en producirlo, lo que evidentemente es absurdo. Por eso el señor Ricardo, mediante un diestro viraje, hace que el valor del trabajo dependa de la cantidad de trabajo requerida para producir los salarios; o, para permitirle que se exprese con su propio lenguaje, sostiene que el valor del trabajo debe estimarse por la cantidad de trabajo requerida para producir los salarios, y entiende por esto la cantidad de trabajo requerida para producir el dinero o las mercancías dadas al trabajador. Esto es como decir que el valor del paño se estima, no según la cantidad de trabajo empleada en su producción, sino según la cantidad de trabajo empleada en la producción de la plata que se da a cambio del paño." ([S. Bailey,] "A Critical Dissertation..." , pp. 50, 51.)

[2] 22 "Si denominamos mercancía al trabajo, no es como a una mercancía a la que primero se la produce para intercambiarla, y luego se la lleva al mercado, donde tiene que intercambiarse por otras mercancías conforme a las cantidades respectivas que de cada una existan en el mercado en ese momento; el trabajo se crea en el instante en que se lo lleva al mercado; es más, se lo lleva al mercado antes de crearlo." ("Observations on Some Verbal Disputes...", pp. 75, 76.)

3 23 "Si consideramos el trabajo como una mercancía y el capital, el producto del trabajo, como otra, tendremos que si los valores de esas dos mercancías se regularan por cantidades iguales de trabajo, un monto dado de trabajo se... intercambiaría por la cantidad de capital que ha sido producida por el mismo monto de trabajo; el trabajo pretérito... se... cambiaría por el mismo monto que el trabajo presente.... Pero el valor del trabajo, en relación con otras mercancías, no se determina por cantidades iguales de trabajo." (E. G. Wakefield en su edición de A. Smith, "Wealth of Nations", Londres, 1835, vol. I, pp. 230, 231, n.)

[4] 24 "Hubo que convenir" (una versión más del "contrat social") "en que todas las veces que él cambiara trabajo efectuado por trabajo a efectuar, el último" (el capitalista) "tendría un valor superior al primero" (el trabajador). (Simonde (id est [es decir], Sismondi), "De la richesse commerciale", Ginebra, 1803, t. I, p. 37.)

5 25 "El trabajo, la medida exclusiva del valor... el creador de toda riqueza, no es una mercancía." (Th. Hodgskin, "Popular Political Economy", p. 186.)

[6] 26 Declarar, por el contrario, que tales expresiones son meramente licencia poética, muestra tan sólo la impotencia del análisis. Contra la frase de Proudhon: "Del trabajo se dice que es valor, no tanto en cuanto mercancía en sí mismo, sino en vista de los valores que, según se supone, encierra potencialmente. El valor del trabajo es una expresión figurada", etc., he observado por eso: "En el trabajo-mercancía, que es de una terrible realidad, Proudhon no ve más que una elipsis gramatical. Conforme a ello, toda la sociedad actual, fundada sobre el trabajo-mercancía, está fundada desde ahora sobre una licencia poética, sobre una expresión figurada. Si la sociedad quiere <<eliminar todos los inconvenientes>> que la atormentan, pues bien, que elimine los términos malsonantes, que cambie de lenguaje, para lo cual no tiene más que dirigirse a la academia y solicitarle una nueva edición de su diccionario." (K. Marx, "Misère de la philosophie", pp. 34, 35.) Aun más cómodo, naturalmente, es no entender por valor absolutamente nada. Se puede entonces, sin ceremonias, subsumir todo en esa categoría. Así lo hace, por ejemplo, Jean-Baptiste Say. ¿Qué es "valeur" [valor]? Respuesta: "Lo que vale una cosa"; ¿y qué es "prix" [precio]? Respuesta: "El valor de una cosa expresado en dinero". ¿Y por qué "el trabajo de la tierra" tiene "un valor"? "Porque se le fija un precio". Por tanto, valor es lo que vale una cosa, y la tierra tiene un "valor" porque su valor está "expresado en dinero". Es, en todo caso, un método sencillísimo de averiguar el why [porqué] y el wherefore [motivo] de las cosas.

[a] a En la 3ª y 4ª ediciones: "valor presunto".

[7] 27 Cfr. "Zur Kritik...", p. 40, donde anuncio que el análisis del capital habrá de brindar la solución de este problema: "¿Cómo la producción fundada en el valor de cambio, determinado a su vez meramente por el tiempo de trabajo, arroja el resultado de que el valor de cambio del trabajo es menor que el valor de cambio de su producto?"

[8] 28 El "Morning Star", órgano librecambista londinense ingenuo hasta la necedad, afirmó solemnemente una y otra vez durante la guerra civil norteamericana, con toda la indignación moral de la que el hombre es capaz, que los negros de los "Confederated States" {196} trabajaban completamente de balde. Debió haber tenido la amabilidad de comparar los costos diarios de uno de esos negros con los de un trabajador libre en el East End de Londres, por ejemplo.

9 [196] "Confederate States of America" fue la denominación que adoptaron, en el Congreso de Montgomery (febrero de 1861) los estados que se segregaron de la Unión norteamericana en las fechas que se indican: Carolina del Sur (diciembre de 1860), Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Louisiana (enero de 1861), Tejas (febrero); más tarde se sumaron a ellos Virginia (abril), Tennessee, Carolina del Norte y Arkansas (mayo). Durante la guerra entre el gobierno federal y los confederados, Marx escribió numerosos artículos en defensa del primero.-- 657.

[10] [196 bis] Fórmulas clásicas del derecho romano consignadas en el "Digesto" (libro XIX, tít. 5, 5), en un texto del jurisconsulto Julio Paulo, que vivió hacia el año 200 d.n.e. (Véase nuestra nota 49.).-- 658.

11 29 Adam Smith sólo alude accidentalmente, cuando se refiere a destajo, a la variación de la jornada laboral.

 

[661] CAPITULO XVIII  EL SALARIO POR TIEMPO

El salario mismo adopta a su vez formas sumamente variadas, una circunstancia que no es reconocible en los compendios económicos, los cuales, con su tosco interés por lo material, no prestan atención alguna a las diferencias formales. Una exposición de todas esas formas, sin embargo, debiera tener cabida en la teoría especial del salario, y no por tanto en esta obra. Aquí hemos de analizar brevemente, en cambio, las dos formas básicas predominantes.

La venta de la fuerza de trabajo siempre se verifica, como se recordará, por espacios de tiempo determinados. La forma transmutada en que se representa directamente el valor diario, el valor semanal, etc., de la fuerza de trabajo, es por ende la del "salario por tiempo", o sea jornal, etcétera.

Hemos de observar, en primer término, que las leyes que rigen el cambio de magnitudes en el precio de la fuerza de trabajo y en el plusvalor, las leyes expuestas en el capítulo XV, se transforman mediante una simple modificación formal en leyes del salario. De igual suerte, la distinción entre el valor de cambio de la fuerza de trabajo y la masa de los medios de subsistencia en los que se convierte ese valor, reaparece ahora como distinción entre el salario nominal y el salario real. Sería inútil repetir con respecto a la forma de manifestación lo que ya expusiéramos acerca de la forma esencial. Nos limitamos por ello a indicar unos pocos puntos que caracterizan el salario por tiempo.

[662] La suma de dinero [1] que percibe el obrero por su trabajo diario, semanal, etc., constituye el importe de su salario nominal, es decir, del salario estimado según el valor. Es claro, no obstante, que según la extensión de la jornada laboral, según, por ende, la cantidad de trabajo suministrada diariamente por el obrero, el mismo jornal, salario semanal, etc., podrá representar un precio muy diferente del trabajo, esto es, muy diferentes sumas de dinero por la misma cantidad de trabajo [2]. Por consiguiente, también en el caso del salario por tiempo es necesario distinguir entre importe total del salario, del jornal, del salario semanal, etc., y precio del trabajo. Ahora bien, ¿cómo se llega a ese precio, esto es, al valor dinerario de una cantidad dada de trabajo? El precio medio del trabajo se obtiene dividiendo el valor diario medio de la fuerza de trabajo entre el número de horas de la jornada laboral media. Si, por ejemplo, el valor diario de la fuerza de trabajo es de 3 chelines (el producto de valor de 6 horas de trabajo) y la jornada laboral es de 12 horas, el precio de una hora de

3 chelines

trabajo será = = 3 peniques. El precio de la

12

hora de trabajo, hallado de esta manera, servirá de unidad de medida al precio del trabajo.

De esto se desprende que el jornal, el salario semanal, etcétera, puede mantenerse incambiado aunque el precio del trabajo disminuya continuamente. Si, por ejemplo, la jornada laboral usual es de 10 horas y el valor diario de la fuerza de trabajo alcanza a 3 chelines, el precio de la hora de trabajo equivaldrá a 3 3/5 peniques; disminuirá a 3 peniques no bien la jornada de trabajo aumente a 12 horas, y a 2 2/5 peniques cuando esa jornada sea de 15 horas. El jornal o el salario semanal, pese a ello, permanecerían inalterados. A la inversa, el jornal o el salario semanal pueden elevarse aunque el precio del trabajo se mantenga constante o incluso descienda. Por ejemplo, si la jornada [663] laboral era de 10 horas y el valor diario de la fuerza de trabajo alcanzaba a 3 chelines, el precio de una hora de trabajo sería de 3 3/5 peniques. Si, a causa de una mayor ocupación, y suponiendo que el precio del trabajo se mantenga igual, el obrero trabaja ahora 12 horas, su jornal aumentará a 3 chelines 7 1/5 peniques, sin que se produzca una variación en el precio del trabajo. Podría obtenerse el mismo resultado si en vez de aumentar la magnitud del trabajo en cuanto a su extensión aumentara la magnitud del mismo en cuanto a la intensidad [3]. Aumentos del jornal o del salario semanal percibido nominalmente, pues, pueden estar acompañados de un precio constante o decreciente del trabajo. Lo mismo se aplica a los ingresos de la familia obrera, tan pronto como la cantidad de trabajo suministrada por el jefe de familia se acrecienta con el trabajo de los miembros de la familia. Existen, por ende, métodos para reducir el precio del trabajo sin necesidad de rebajar el jornal o el salario semanal nominales [4] 5.

De esto se sigue, como ley general, la siguiente: si la cantidad del trabajo diario, semanal, etc., está dada, el [664] jornal o el salario semanal dependerá del precio del trabajo, que a su vez varía con el valor de la fuerza de trabajo o las desviaciones de su precio respecto a su valor. Si, en cambio, está dado el precio del trabajo, el jornal o el salario semanal dependerá de la cantidad del trabajo diario o semanal.

La unidad de medida del salario por tiempo, el precio de la hora de trabajo, es el cociente que resulta de dividir el valor diario de la fuerza de trabajo entre el número de horas de la jornada laboral acostumbrada. Supongamos que la última sea de 12 horas y que el valor diario de la fuerza de trabajo alcance a 3 chelines, esto es, al producto de valor de 6 horas de trabajo. Bajo estas circunstancias el precio de la hora de trabajo será de 3 peniques y su producto de valor ascenderá a 6 peniques. Ahora bien, si el obrero está ocupado menos de 12 horas por día (o menos de 6 días por semana), por ejemplo sólo 6 u 8 horas, percibirá únicamente como jornal, si se mantiene ese precio del trabajo, 1 1/2 ó 2 [b] chelines [6]. Como, según el supuesto de que partimos, tiene que trabajar promedialmente 6 horas diarias sólo para producir un salario correspondiente al valor de su fuerza de trabajo, y como, según ese mismo supuesto, de cada hora sólo trabaja media hora para sí mismo, y otra media para el capitalista, es evidente que no podrá obtener el producto de valor de 6 horas si está ocupado menos de 12 horas. Si con anterioridad vimos las consecuencias deletéreas del exceso de trabajo, aquí quedan al descubierto las fuentes de los padecimientos que significa, para los obreros, el hecho de estar subocupados.

Si el salario por hora se fija de tal manera que el capitalista no se obliga a pagar un jornal, o un salario semanal, [665] sino únicamente las horas de trabajo en las cuales tiene a bien ocupar al obrero, podrá ocuparlo durante menos tiempo del que originariamente sirvió de base para estimar el salario por hora o la unidad de medida para el precio del trabajo. Como dicha unidad de medida está determinada por la proporción

 

valor diario de la fuerza de trabajo

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jornada laboral de un número de horas dado

 

aquélla pierde todo su sentido no bien la jornada laboral deja de contar con un número determinado de horas. Queda abolida la conexión entre el trabajo pago y el impago. El capitalista puede ahora arrancar al obrero determinada cantidad de plustrabajo sin concederle el tiempo de trabajo necesario para su autoconservación. Puede anular toda regularidad de la ocupación y, según su comodidad, capricho e intereses momentáneos, hacer que el trabajo más monstruosamente excesivo alterne con la desocupación relativa o total. Puede so pretexto de pagar el "precio normal del trabajo", prolongar anormalmente la jornada laboral sin que el obrero perciba ninguna compensación correspondiente. De ahí la rebelión (1860), absolutamente racional, de los obreros londinenses de la construcción contra el intento, efectuado por los capitalistas, de imponerles dicho salario por hora. La limitación legal de la jornada laboral pone fin a esos abusos, aunque no, naturalmente, a la subocupación resultante de la competencia de la maquinaria, de los cambios en el tipo de obreros ocupados y de las crisis parciales y generales.

Puede suceder que el precio del trabajo, con un jornal o un salario semanal crecientes se mantenga nominalmente constante y, sin embargo, caiga por debajo de su nivel normal. Esto ocurre toda vez que, permaneciendo constante el precio del trabajo o el de la hora de trabajo , se prolonga la jornada laboral más allá de su duración acostumbrada. Si en el quebrado

 

valor diario de la fuerza de trabajo

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jornada laboral

 

aumenta el denominador, el numerador aumentará aun más rápidamente. El valor de la fuerza de trabajo se [666] acrecienta porque lo hace su desgaste; se acrecienta con la mayor duración de su funcionamiento, y más rápidamente, en proporción, que el incremento de la duración de su funcionamiento. Por eso en muchos ramos de la industria en los que predomina el salario por tiempo y no existen límites legales para el tiempo de trabajo, ha surgido espontáneamente la costumbre de sólo considerar normal la jornada laboral que se prolonga hasta cierto punto, por ejemplo hasta el término de la décima hora ("normal working day", "the day's work", "the regular hours of work" ["jornada laboral normal", "el trabajo de un día", "el horario regular de trabajo"]). Más allá de ese límite el tiempo de trabajo constituye tiempo extra (over-time) y, tomando como unidad de medida la hora, se paga mejor (extra pay), aunque a menudo en proporción ridículamente exigua [7]. La jornada laboral normal existe aquí como fracción de la jornada laboral real, y suele ocurrir que la última sea, durante todo el año, más larga que la primera [8] c. El aumento en el precio del trabajo al prolongarse la jornada laboral más allá de cierto límite normal, adopta en diversos ramos industriales británicos la forma de que el bajo precio del trabajo durante el llamado horario normal obliga al obrero, si quiere obtener un salario suficiente, a efectuar horas extras, mejor remuneradas [9]. La [667] limitación legal de la jornada de trabajo pone punto final a esta diversión [10].

Es generalmente sabido que cuanto más extensa sea la jornada laboral en un ramo de la industria, tanto más bajo será el salario [11]. El inspector fabril Alexander Redgrave ilustra ese hecho mediante una reseña comparativa del período bidecenal que va de 1839 a 1859, la cual muestra que el salario aumenta en las fábricas sometidas a la ley fabril, mientras que se abate en aquellas donde se trabaja de 14 a 15 horas por día [12].

De la ley según la cual "estando dado el precio del trabajo el jornal o el salario semanal dependen de la cantidad de trabajo suministrado", se desprende que cuanto [668] menor sea el precio del trabajo, tanto mayor tendrá que ser la cantidad de trabajo o tanto más extensa la jornada laboral para que el obrero se asegure apenas un miserable salario medio. La exigüidad del precio del trabajo opera aquí como acicate para que se prolongue el tiempo de trabajo [13].

A la inversa, empero, la prolongación de la jornada laboral produce a su vez una baja en el precio del trabajo y consiguientemente en el jornal o en el salario semanal.

La determinación del precio del trabajo según la fórmula

 

valor diario de la fuerza de trabajo

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jornada laboral de un número de horas dado

muestra que la mera prolongación de la jornada laboral abate el precio del trabajo, siempre que no haya una compensación. Pero las mismas circunstancias que permiten al capitalista, a la larga, prolongar la jornada laboral, primero le permiten y por último lo obligan a abatir también el precio nominal del trabajo, hasta que descienda el precio del número de horas aumentadas y, por tanto, el del jornal o el del salario semanal. Baste aquí con referirnos a dos circunstancias. Si un hombre ejecuta el trabajo de 1 1/2 o de 2 hombres, el aflujo de trabajo aumenta aunque la oferta de las fuerzas de trabajo que se hallan en el mercado permanezca constante. La competencia que se genera de esta suerte entre los obreros, pone al capitalista en condiciones de reducir el precio del trabajo, y la baja de este precio le permite, a su vez, prolongar aun más el horario de trabajo [14]. Pronto, sin embargo, esta [669] disposición de cantidades anormales de trabajo impago, esto es, de cantidades que rebasan el nivel social medio, se convierte en medio de competencia entre los capitalistas mismos. Una parte del precio de la mercancía se compone del precio del trabajo. No es necesario incluir en el precio de la mercancía la parte impaga del precio del trabajo. Se le puede regalar esa parte al comprador de mercancías. Es éste el primer paso al que empuja la competencia. El segundo paso que ella obliga a tomar consiste en excluir asimismo del precio de venta de la mercancía una parte del plusvalor anormal generado por la prolongación de la jornada laboral. De esta suerte se constituye, primero esporádicamente y luego, poco a poco, de manera fija, un precio de venta de la mercancía anormalmente bajo, precio que a partir de ahora se convierte en fundamento constante de un salario mísero y de una jornada laboral desmesurada, así como en un principio era el producto de esas circunstancias. Nos limitamos, meramente, a mencionar este movimiento, ya que el análisis de la competencia no ha de tener cabida aquí. Pero dejemos hablar por un momento, no obstante, al capitalista mismo. "En Birmingham la competencia entre los patrones es tan intensa que no pocos de nosotros se ven obligados a hacer, como patrones, cosas que en otra situación nos avergonzarían; y sin embargo, no se obtiene más dinero (and yet no more money is made) : únicamente el público se beneficia" [15]. Se recordará que en Londres existen dos clases de panaderos, una de las cuales vende el pan a su precio completo (the "fullpriced" bakers), mientras que la otra lo vende por debajo de su precio normal ("the underpriced", "the undersellers"). Los "fullpriced" denuncian ante la comisión investigadora parlamentaria a sus competidores: "Si existen, ello se debe únicamente, primero, a que engañan al público" (falsificando la mercancía), "y segundo, extraen de sus obreros 18 horas de trabajo por el salario de 12... El trabajo impago (the unpaid labour) de los obreros es el medio [...] de que se valen en la lucha competitiva... La competencia entre los patrones panaderos es la causa a que obedecen las dificultades en la supresión [670] del trabajo nocturno. Un empresario que vende su pan por debajo del precio de costo, precio que varía con el de la harina, se resarce extrayendo más trabajo de sus obreros [...]. Si yo no obtengo más que 12 horas de trabajo de mis obreros, y mi vecino, por el contrario, extrae de ellos 18 ó 20, tendrá necesariamente que derrotarme en el precio de venta. Si los obreros pudieran hacer hincapié en el pago de las horas extras, pronto se pondría punto final a esa maniobra... Gran número de los empleados por los panaderos que venden a menos del precio son extranjeros, muchachos y otras personas forzadas a conformarse casi con cualquier salario que puedan obtener" [16].

Esta jeremiada es interesante también porque muestra cómo en el cerebro de los capitalistas se refleja sólo la apariencia de las relaciones de producción. El capitalista no sabe que también el precio normal del trabajo encierra determinada cantidad de trabajo impago, y que precisamente ese trabajo impago es la fuente normal de su ganancia. La categoría de tiempo de plustrabajo no existe en absoluto para él, ya que dicho tiempo está incluido en la jornada laboral normal que él cree pagar al pagar el jornal. Por cierto que para el capitalista, empero, existe el tiempo extra, la prolongación de la jornada laboral más allá del límite correspondiente al precio usual del trabajo. Frente a sus competidores que venden por debajo del precio, insiste incluso en que se otorgue una paga extra (extra pay) por ese tiempo extraordinario. Vuelve a ignorar, a su vez, que esa paga extra incluye trabajo impago de la misma manera que lo incluye el precio de la hora de trabajo habitual. Si, por ejemplo, el precio de una hora de la jornada laboral de 12 horas es de 3 peniques o sea el producto de valor de media hora de trabajo , mientras que el precio de la hora de trabajo extra es de 4 peniques el producto de valor de 2/3 de hora de trabajo , en el primer caso el capitalista se apropia gratuitamente de la mitad de una hora de trabajo; en el segundo, de 1/3. [1] 30 Damos siempre por supuesto, aquí, el valor del dinero como valor constante.

[2] 31 "El precio del trabajo es la suma pagada por una cantidad dada de trabajo." (Sir Edward West, "Price of Corn and Wages of Labour", Londres, 1826, p. 67.) West es autor de un escrito, publicado anónimamente, que hizo época en la historia de la economía política: "Essay on the Application of Capital to Land. By a Fellow of University College of Oxford", Londres, 1815.

[3] 32 "Los salarios [...] dependen del precio del trabajo y de la cantidad de trabajo efectuado... Un aumento de los salarios no implica necesariamente que se eleve el precio del trabajo. Si se acrecienta la ocupación y se intensifica el esfuerzo, los salarios pueden incrementarse considerablemente mientras el precio del trabajo se mantiene incambiado." (West, op. cit., pp. 67, 68 y 112.) West, por lo demás, despacha con un par de frases triviales la cuestión fundamental: ¿cómo se determina el "price of labour" [precio del trabajo]?

[4] 33 Aunque lo expuso de manera confusa, esto lo percibía el representante más fanático de la burguesía industrial en el siglo XVIII, el autor, tantas veces citado por nosotros, del "Essay on Trade and Commerce": "Lo que se determina por el precio de los comestibles y otros artículos de primera necesidad es la cantidad de trabajo y no su precio" (por precio entiende el jornal o el salario semanal nominales): "reducid fuertemente el precio de los artículos de primera necesidad y habréis reducido, por supuesto, la cantidad de trabajo en la misma proporción... Los patrones de las manufacturas saben que hay varias maneras de aumentar y disminuir el precio del trabajo, aparte de la que consiste en modificar su monto [[[197]]] nominal". (Op. cit., pp. 48 y 61.) En sus "Three Lectures on the Rate of Wages", Londres, 1850, en las que Nassau William Senior utiliza la obra de West sin citarla, se afirma: "El obrero [...] está interesado principalmente en el monto de los salarios" (p. 15). [exclamdown]O sea que el obrero está interesado principalmente en lo que recibe, en el monto nominal del salario, no en lo que entrega, en la cantidad de trabajo!

5 [197] En el original de Senior, según nota de Werke "nominal value" ("valor nominal") en vez de "nominal amount" ("monto nominal"). En TI 545, "nominal amount".-- 663.

[b] b En el original: "2 ó 1 1/2".

[6] 34 El efecto de esa subocupación anormal es absolutamente distinto del que resulta de una reducción general, impuesta por la ley, de la jornada laboral. La primera no tiene nada que ver con la duración absoluta de la jornada laboral y tanto puede ocurrir cuando ésta es de 15 horas como cuando es de 6. El precio normal del trabajo en el primer caso se calcula sobre la base de que el obrero trabaja promedialmente 15 horas diarias; en el segundo, sobre la base de que lo hace 6 horas por día. El efecto, por consiguiente, sería el mismo si en el primer caso el obrero sólo estuviera ocupado 7 1/2 horas, en el segundo sólo 3.

[7] 35 "La sobrepaga por el tiempo extra" (en la manufactura de puntillas) "es tan pequeña, [...] 1/2 penique [...], etc., por hora, que contrasta penosamente con la amplitud del daño inferido a la salud y a la fuerza vital de los obreros... A menudo, además, les resulta forzoso gastar en alimentación extra el pequeño excedente ganado de esa manera." ("Children's..., Second Report", p. XVI, n. 117.)

[8] 36 Por ejemplo, en la impresión de papel de empapelar antes de la reciente implantación de la ley fabril. "Trabajamos sin pausas para las comidas, de manera que el trabajo diario de 10 1/2 horas finaliza a las 4.30 de la tarde, y todo lo demás es tiempo extra; éste rara vez cesa antes de las 8 de la noche (c), así que en realidad todo el año hacemos horas extras." (Deposición del señor Smith en "Children's..., First Report", p. 125.)

c c En la 4ª edición: "6 de la tarde".

[9] 37 Por ejemplo en las blanquerías escocesas. "En algunas partes de Escocia se explotaba esta industria" (antes que se implantara la ley fabril de 1862) "según el sistema del tiempo extra, esto es, se consideraba que 10 horas eran la jornada laboral normal. Por ellas un hombre percibía 1 chelín y 2 peniques. Pero a esto se agregaba un tiempo extra de 3 ó 4 horas, por el que se pagaba a razón de 3 peniques la hora. Consecuencia de este sistema: [...] un hombre que sólo trabajara el tiempo normal, no podía ganar más de 8 chelines por semana. [...] Sin efectuar horas extras, el salario no les alcanzaba." ("Reports..., 30th April 1863", p. 10.) El "pago extra por las horas extraordinarias es una tentación a la que los obreros no se pueden resistir". ("Report..., 30th April 1848", p. 5.) Los talleres de encuadernación en la City londinense emplean muchísimas chicas de 14 ó 15 años, y bajo contratos de aprendizaje que preceptúan determinado horario de trabajo. Ello no obstante, en la última semana de cada mes trabajan hasta las 10, las 11, las 12 de la noche o la 1 de la madrugada, junto con los obreros de más edad, en una compañía nada selecta "Los patrones las tientan (tempt) con una sobrepaga y dinero para una buena cena", que ellas consumen en las tabernas vecinas. La gran depravación producida así entre estas "young immortals" [jóvenes inmortales] ("Children's... , Fifth Report", p. 44, n. 191), encuentra su compensación en el hecho de que encuadernan también, entre otros libros, muchas biblias y obras edificantes.

[10] 38 Véanse los "Reports..., 30th April 1863", p. 10. Demostrando poseer, con sus certeros juicios acerca del estado de cosas, un agudo sentido crítico, los obreros londinenses de la construcción declararon durante la gran strike [huelga] y el lock-out [cierre de obras] de 1860, que sólo aceptarían el salario por hora bajo estas dos condiciones: 1) que además del precio de la hora de trabajo se fijara una jornada laboral normal de 9 horas, o en su caso de 10, y que el precio por hora de la jornada de 10 horas fuera mayor que el precio por hora de la jornada de 9; 2) que cada hora que excediese de la jornada normal se pagara como tiempo extra, a un precio proporcionalmente mayor.

[11] 39 "Es cosa muy notable, también, que allí donde por regla general es largo el horario de trabajo, los salarios son bajos." ("Reports... , 31st October 1863", p. 9.) "El trabajo que devenga un salario de hambre, es, por lo general, excesivamente prolongado." ("Public Health, Sixth Report, 1863", p. 15.)

[12] "Reports..., 30th April 1860", pp. 31, 32.

[13] 41 En Inglaterra, los obreros que hacen clavos a mano, por ejemplo, debido al bajo precio del trabajo tienen que laborar 15 horas diarias para obtener un misérrimo salario semanal. "Son muchas y largas las horas de la jornada, y durante todo el tiempo tiene que trabajar duramente para ganar 11 peniques o 1 chelín, y de esa suma hay que descontar de 2 1/2 a 3 peniques por desgaste de las herramientas, calefacción, desperdicio de hierro." ("Children's..., Third Report", p. 136, n. 671.) Con el mismo horario de trabajo, las mujeres apenas obtienen un salario de 5 chelines. (Ibídem, p. 137, n. 674.)

[14] 42 Si un obrero fabril se negara, por ejemplo, a trabajar el extenso horario tradicional, "muy rápidamente sería remplazado por algún otro, dispuesto a trabajar cualquier cantidad de tiempo, con lo cual quedaría desocupado". ("Reports... , 31st October 1848", "Declaraciones", p. 39, n. 58.) "Si [...] un hombre ejecuta el trabajo de dos... la tasa de ganancia se elevará, generalmente... a consecuencia de que el aflujo adicional de trabajo habrá reducido el precio de éste." (Senior, "Three Lectures...", p. 15.)

[15] 43 "Children's...., Third Report", "Declaraciones", p. 66. n. 22.

[16] 44 "Reports... Relative to the Grievances Complained of by the Journeymen Bakers", Londres, 1862, p. LII, e ibídem, "Declaraciones" n. 479, 359, 27. Con todo, también los fullpriced, como hemos mencionado antes y su propio portavoz Bennet lo reconoce, hacen que su gente "comience el trabajo a las 11 de la noche o antes y a menudo lo prolongan [...] hasta las 7 de la tarde siguiente". (Ibídem, p. 22.)

 

[671] CAPITULO XIX  EL PAGO A DESTAJO

El pago a destajo no es otra cosa que la forma transmutada del salario por tiempo, así como el salario por tiempo es la forma transmutada del valor o precio de la fuerza de trabajo.

A primera vista, en el pago a destajo parece como si el valor de uso vendido por el obrero no fuera la función de su fuerza de trabajo, trabajo vivo, sino trabajo ya objetivado en el producto, y como si el precio de ese trabajo no lo determinara, como en el caso del salario por tiempo, la fracción

valor diario de la fuerza de trabajo

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jornada laboral de un número de horas dado

 

sino la capacidad de rendimiento del productor 1.

[672] Por de pronto, la confianza de quienes creen en esa apariencia, tendría que ser fuertemente sacudida por el hecho de que ambas formas del salario coexisten, yuxtapuestas, en los mismos ramos industriales. Por ejemplo, "los tipógrafos de Londres por lo general trabajan bajo el régimen de pago a destajo, y el salario por tiempo constituye entre ellos la excepción, mientras que entre los tipógrafos de provincias el salario por tiempo es la regla y el pago a destajo la excepción. A los carpinteros de ribera en el puerto de Londres se les paga a destajo; en todos los demás puertos ingleses rige el salario por tiempo" [2]. En los mismos talleres londinenses de talabartería es frecuente que, por el mismo trabajo, a los franceses se les pague a destajo y a los ingleses por tiempo. En las fábricas propiamente dichas, donde el pago a destajo predomina de manera general, diversas funciones laborales se sustraen por razones técnicas a ese tipo de medición y consiguientemente, se las remunera por tiempo [3] 4. En sí y para sí es claro, sin embargo, que la diferencia de forma en el pago del salario no modifica nada en la esencia de éste, aun cuando una forma pueda ser más favorable que la otra para el desarrollo de la producción capitalista.

Supongamos que la jornada laboral normal es de 12 horas, de las cuales 6 son pagas y 6 impagas, y que su producto de valor es de 6 chelines, siendo por tanto de 6 peniques el de una hora. Digamos además que se haya comprobado empíricamente que un obrero, trabajando con [673] el grado medio de intensidad y destreza o sea, gastando en realidad sólo el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un artículo produce en 12 horas 24 piezas, ya se trate de partes discretas o de partes mensurables de una obra continua. De esta manera, el valor de esas 24 piezas, descontando la parte de capital constante contenida en ellas, es de 6 chelines, y de 3 peniques el valor de cada pieza singular. El obrero percibe 1 1/2 peniques por pieza y gana así 3 chelines en las 12 horas. Así como en el caso del salario por ticmpo es indiferente decir que el obrero trabaja 6 horas para sí mismo y 6 para el capitalista, o que de cada hora trabaja la mitad para sí mismo y la otra mitad para el capitalista, aquí también tanto da decir que de cada picza singular la mitad está paga y la mitad impaga o que el precio de 12 piezas sólo remplaza el valor de la fuerza de trabajo, mientras que en las otras 12 se corporifica el plusvalor.

La forma del pago a destajo es tan irracional como la del salario por tiempo. Así, por ejemplo, mientras que dos piezas de mercancía una vez descontado el valor de los medios de producción consumidos en ellas valen 6 peniques en cuanto producto de una hora de trabajo, el obrero percibe por ellas un precio de 3 peniques. En realidad, el pago a destajo no expresa directamente ninguna relación de valor. No se trata de medir el valor de la pieza por el tiempo de trabajo encarnado en ella, sino, a la inversa, de que el trabajo que ha gastado el obrerose mida por el número de piezas que ha producido. En el salario por tiempo el trabajo se mide por su duración directa; en el pago a destajo, por la cantidad de productos en que se condensa el trabajo durante un tiempo determinado [5]. El precio del tiempo mismo de trabajo está determinado, en último término, por la ecuación: valor del trabajo diario = valor diario de la fuerza de trabajo. El pago a destajo, pues, no es más que una forma modificada del salario por tiempo.

Consideremos ahora algo más de cerca las peculiaridades que caracterizan el pago a destajo.

La calidad del trabajo está controlada aquí por la obra misma, que debe poseer la calidad media para que se pague [674] íntegramente el precio de cada pieza. El pago a destajo se convierte, en este sentido, en fuente abundantísima de descuentos salariales y fullería capitalista.

Esta forma de pago brinda al capitalista una medida rigurosamente precisa de la intensidad del trabajo. Sólo el tiempo de trabajo que se encarna en una cantidad de mercancías determinada previamente y fijada por la experiencia, cuenta como tiempo de trabajo socialmente necesario y se lo remunera como tal. Por eso en los grandes talleres de sastrería de Londres a determinada pieza de trabajo, un chaleco, etc., por ejemplo, se lo denomina una hora, media hora, etc., a razón de 6 peniques por hora. La práctica permite establecer cuál es el producto medio de una hora. En caso de modas nuevas, reparaciones, etc., se entabla una disputa entre patrones y obreros acerca de si determinada pieza de trabajo es = una hora, etc., hasta que también en este caso decide la experiencia. Otro tanto ocurre en las ebanisterías londinenses, etc. Si el obrero carece de la capacidad de rendimiento media, si, por consiguiente, no puede ejecutar determinado mínimo de obra diaria, se lo echa a la calle [6] d.

Como la calidad e intensidad del trabajo están controladas aquí por la forma misma del salario, ésta vuelve superflua gran parte de la vigilancia del trabajo. De ahí que dicha forma constituya el fundamento tanto de la industria doméstica moderna, descrita anteriormente, como [675] de un sistema de explotación y opresión articulado jerárquicamente. Este sistema presenta dos formas fundamentales. El pago a destajo, por un lado, facilita la interposición de parásitos entre el capitalista y el obrero, el subarriendo del trabajo (sub-letting of labour). La ganancia de esos intermediarios deriva, exclusivamente, de la diferencia entre el precio del trabajo pagado por el capitalista y la parte de ese precio que aquéllos dejan que llegue efectivamente a manos del obrero [7]. Este sistema recibe en Inglaterra el nombre característico de "sweating system" (sistema de expoliación del sudor). Por la otra parte, el pago a destajo permite al capitalista concluir con el obrero principal en la manufactura con el jefe de un grupo, en las minas con el picador de carbón, etc., en la fábrica con el maquinista propiamente dicho un contrato a razón de tanto por pieza, a un precio por el cual el obrero principal mismo se encarga de contratar y pagar a sus auxiliares. La explotación de los obreros por el capital se Ileva a cabo aquí mediante la explotación del obrero por el obrero [8].

Una vez dado el pago a destajo, naturalmente, el interés personal del obrero estriba en emplear su fuerza de trabajo de la manera más intensa posible, lo que facilita al capitalista la elevación del grado normal de la intensidad 9bis. El obrero, asimismo, está personalmente [676] interesado en prolongar la jornada laboral para que de esta manera aumente su jornal o su salario semanal [10]. Se produce de esta manera la reacción ya descrita en el caso del salario por tiempo, aun prescindiendo de que incluso si se mantiene constante la tarifa del pago a destajo, la prolongación de la jornada laboral implica en sí y para sí una merma en el precio del trabajo.

En el salario por tiempo prevalece, con pocas excepciones, el salario igual para funciones iguales, mientras que en el pago a destajo el precio del tiempo de trabajo se mide por una cantidad de productos determinada, pero el jornal o el salario semanal, en cambio, varían conforme a la diversidad individual de los obreros: uno de éstos suministra el mínimo de producto en un tiempo dado; otro, el término medio, un tercero, más que el promedio. En lo que atañe al ingreso real aparecen aquí grandes diferencias, pues, según la destreza, fuerza, energía, resistencia, etc., diferentes en cada obrero individual [11]. Esto, naturalmente, no modifica en nada la relación general entre el capital y el trabajo asalariado. En primer término, las diferencias individuales se compensan en el taller [677] colectivo, de tal suerte que éste, en un tiempo determinado de trabajo, suministra el producto medio, y el salario total pagado en él equivale al salario medio de ese ramo industrial. En segundo lugar, la proporción entre el salario y el plusvalor sc mantiene inalterada, ya que la masa de plusvalor suministrada individualmente por cada obrero guarda correspondencia con el salario individual del mismo. Pero el mayor campo de acción que el pago a destajo ofrece a la individualidad, tiende por una parte a desarrollar dicha individualidad y con ella el sentimiento de libertad, la independencia y el autocontrol de los obreros, y por otra parte la competencia entre ellos mismos, de unos contra otros. Tiende, pues, a aumentar salarios individuales por encima del nivel medio y, al mismo tiempo, a abatir ese nivel. Sin embargo, allí donde determinada tarifa de destajo se ha consolidado desde mucho tiempo atrás, de manera tradicional, y la rebaja de la misma presenta por tanto dificultades especiales, los patrones han recurrido también, excepcionalmente, a transformar de manera violenta el pago a destajo en salario por tiempo. A ello obedeció, por ejemplo, la gran strike [huelga] de 1860 entre los tejedores de cintas de Coventry [12] 13. El pago a [678] destajo es, por último, uno de los apoyos principales en que se funda el sistema de horarios descrito anteriormente [14].

De la exposición precedente se infiere que el pago a destajo es la forma del salario más adecuada al modo de producción capitalista. Aunque de ninguna manera es nuevo figura oficialmente, junto al salario por tiempo, en las leyes laborales francesas e inglesas del siglo XIV es sólo en el período manufacturero propiamente dicho cuando conquista un campo de acción más amplio. En la época fermental y turbulenta de la gran industria, o sea entre 1797 y 1815, sirve de palanca para prolongar la jornada laboral y abatir el salario. Un material muy importante para estudiar el movimiento de los salarios durante ese período, se encuentra en los libros azules "Report and Evidence from the Select Committee on Petitions Respecting the Corn Laws" (legislatura de 1813-1814) y "Reports from the Lords' Committee, on the State of the Growth, Commerce, and Consumption of Grain, and All Laws Relating Thereto" (período de sesiones 1814-1815). Encontramos allí las pruebas documentales de la baja continua experimentada por el precio del trabajo desde el inicio de la guerra antijacobina [15]. En la tejeduría, pongamos por caso, la tarifa del destajo había caído tanto que el jornal, a pesar de la muy considerable prolongación de la jornada laboral, era ahora inferior al que imperaba antiguamente. "El ingreso real del tejedor es muchísimo menor que antes: la superioridad de este obrero con respecto al trabajador común, que antes era muy grande, casi ha desaparecido por completo. La diferencia entre los salarios del trabajo calificado y del trabajo corriente, en efecto [...], es ahora mucho más insignificante que en cualquier período [679] anterior" [16]. Lo poco que aprovechaba al proletariado rural la mayor intensidad y extensión del trabajo, resultantes del pago a destajo, lo muestra el siguiente pasaje, que tomamos de un escrito a favor de los terratenientes y arrendatarios: "Con mucho, la mayor parte de las operaciones agrícolas las ejecutan personas contratadas por día o a destajo. Su salario semanal asciende a 12 chelines, poco mas o menos, y aunque cabe admitir que trabajando a destajo, sometido a un estímulo mayor, un hombre gana 1 chelín o quizás 2 chelines más que cuando se le paga por semana, se llega sin embargo a la conclusión, al calcular su ingreso global, que la pérdida de ocupación en el curso del año contrapesa ampliamente esa ganancia... Se observará además, en general, que los salarios de estos hombres guardan cierta relación con los precios de los medios de subsistencia necesarios, de tal manera que un hombre con dos hijos puede mantener su familia sin recurrir a los socorros parroquiales" [17]. Malthus hizo notar entonces, respecto a los hechos divulgados por el parlamento: "Confieso que veo con desagrado la gran difusión que cobra la práctica del pago a destajo. Trabajar de una manera realmente dura 12 ó 14 horas diarias, durante períodos prolongados, es demasiado para un ser humano" [18].

En los talleres sometidos a la ley fabril el pago a destajo se convierte en la regla general, pues allí el capital sólo puede ampliar la jornada de trabajo en lo que respecta a su intensidad [19].

Al variar la productividad del trabajo, la misma cantidad de productos representa un tiempo de trabajo cambiante. Por tanto, varía también el pago a destajo, ya que éste es la expresión del precio de un tiempo de trabajo determinado. En nuestro ejemplo de más arriba, en 12 horas se producían 24 piezas, el producto de valor de las 12 horas era de 6 chelines, el valor diario de la fuerza de [680] trabajo de 3 chelines, el precio de la hora de trabajo de 3 peniques y el salario por pieza de 1 1/2 peniques. Cada pieza había absorbido 1/2 hora de trabajo. Ahora bien, si a causa de una duplicación en la productividad del trabajo la misma jornada laboral produce 48 piezas en lugar de 24 y todas las demás circunstancias se mantienen inalteradas, el salario por pieza bajará de 1 1/2 peniques a 3/4 de penique o 3 farthings e, puesto que cada pieza representa ahora únicamente 1/4 de hora de trabajo, en vez de 1/2 hora. 24 x 1 1/2 peniques = 3 chelines, del mismo modo que 48 x 3/4 peniques = 3 chelines. En otras palabras: la tarifa del destajo disminuye en la misma proporción en que se acrecienta el número de las piezas producidas en el mismo lapso [20] f, o, por tanto, en que decrece el tiempo de [681] trabajo empleado en la misma pieza. Esta alteración en la tarifa del destajo, aunque puramente nominal, provoca luchas constantes entre el capitalista y los obreros. O bien porque el capitalista aprovecha el pretexto para reducir efectivamente el precio del trabajo, o porque el acrecentamiento en la fuerza productiva del trabajo va acompañado de una mayor intensidad del mismo. O bien porque el obrero toma en serio la apariencia del pago a destajo, como si se le pagara su producto y no su fuerza de trabajo, y se rebela por tanto contra una rebaja de salarios a la que no corresponde una rebaja en el precio de venta de la mercancía. "Los obreros [...] vigilan celosamente el precio de la materia prima y el precio de los artículos fabricados, y esto les permite estimar con precisión las ganancias de sus patrones" [21]. El capital, con razón, desecha tal reclamo [g] como craso error acerca de la naturaleza del trabajo asalariado [22]. Pone el grito en el cielo ante esa pretensión de [682] imponer gravámenes al progreso de la industria y declara rotundamente que la productividad del trabajo [h] no es, en absoluto, asunto que incumba al trabajador [23]. 1 45 "El sistema del pago a destajo caracteriza una época en la historia del trabajador; está en mitad de camino entre la situación del simple jornalero, que depende de la voluntad del capitalista, y el artesano cooperativo, que promete, en un futuro no lejano, combinar en su propia persona al artesano y al capitalista. Los obreros a destajo en realidad son sus propios patrones, aun cuando trabajen con el capital del empresario." (John Watts, "Trade Societies and Strikes, Machinery and Cooperative Societies", Manchester, 1865, pp. 52, 53.) Cito esta obrita porque es un verdadero albañal de todos los lugares comunes apologéticos, corrompidos desde hace tiempo. Este mismo señor Watts militó antaño en el owenismo y publicó en 1842 otro opúsculo, "Facts and Fictions of Political Economy", en el que declaró, entre otras cosas, que la property [propiedad] era un robbery [robo]. Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo los puentes.

[2] 46 T. J. Dunning, "Trades' Union and Strikes", Londres, 1860, página 22.

[3] 47 Obsérvese cómo la coexistencia de estas dos formas del salario favorece las fullerías de los patrones: "Una fábrica emplea 400 personas, la mitad de las cuales trabaja a destajo y tiene un interés directo en trabajar más horas. A las otras 200 se les paga por día, trabajan tanto tiempo como las primeras y no perciben más remuneración por las horas extraordinarias... El trabajo de estos 200 hombres durante media hora diaria equivale al de un hombre que trabajara 50 horas, o a 5/6 del trabajo semanal de una persona {198}, y representa una ganancia positiva para el patrón". ("Reports... 31st October 1860", p. 9.) "El trabajo fuera de hora está aún sumamente difundido, y en la mayor parte de los casos con esa seguridad que, contra su descubrimiento y castigo, le brinda la propia ley. En muchos informes anteriores he... expuesto... la injusticia que se comete contra todos los obreros que en vez de cobrar a destajo perciben salarios semanales." (Leonard Horner en "Reports... 30th April 1859", pp. 8, 9.)

4 [198] Así en la segunda edición (Marx cita en inglés el texto de este Report) y también en la traducción alemana dada por Werke en TI 552, etc. No sabemos si el error figura también en el original del Report. El trabajo de esos 200 hombres durante media hora diaria no equivale, obviamente, al de un hombre que trabajara 50 horas, o a 5/6 del trabajo semanal de una persona (siendo una semana laboral igual a 60 horas), sino al de un hombre que trabajara 100 horas o a 10/6 del trabajo semanal de una persona.-- 672.

[5] 48 "El salario puede medirse de dos maneras: o por la duración del trabajo, o por su producto." ("Abrégé élémentaire des principes de l'économie politique", París, 1796, p. 32.) Autor de esta obra anónima es Germain Garnier.

[6] 49 "El hilandero recibe cierio peso de algodón preparado, a cambio del cual debe devolver, en un espacio de iiempo dado, una caniidad esiablecida de hilo o de algodón hilado. Si el producto es de calidad defectuosa, la falta recae sobre el hilandero; si no alcanza la cantidad mínima fijada para un tiempo determinado, se lo despide, remplazándoselo por un obrero más diestro." (Ure, "Philosophie des manufactures", París, 1836, t. II, p. 61.) (d).

d d En la 4ª edición se cita, en vez de la francesa, la versión inglesa, original, de la obra de Ure. El iexio de la nota pasa a ser el siguiente: "<<Se le entrega>> (al hilandero) <<determinado peso de [...] algodón, y dentro de cierto lapso aquél tiene que entregar, en lugar de ese algodón, determinado peso de hilo torzal o hilado de cierto grado de finura, y se le paga a razón de tanto por cada libra de todo lo que devuelve de esa manera. Si su trabajo es de calidad defectuosa, se le impone una multa; si su cantidad está por debajo del mínimo establecido para un período dado, se lo despide y se busca un obrero más capaz.>> (Ure, "Phitosophy of Manufactures", pp. 316, 317.)"

[7] 50 "Cuando el producto pasa por las manos de muchas personas, cada una de las cuales obtiene una parte de la ganancia, pero sólo la última efectúa el trabajo, la paga que obtiene la obrera es misérrima." ("Children's... Second Report", p. LXX, n. 424.)

[8] 51 Aun un apologista como Watts observa a este respecto: "Constituiría una gran mejora en el sistema del pago a destajo que todos los hombres empleados en una tarea fueran socios en el contrato, cada uno según sus capacidades, en vez de que un hombre esté interesado en que sus compañeros trabajen excesivamente, en beneficio de él" (Op. cit., p. 53.) Acerca de las infamias de este sistema, véase "Children's... Third Report", p. 66, n. 22; p. 11, n. 124; p. XI, n. 13, 53, 59, etcétera.

9 51 bis Frecuentemente se fomtnta de manera artificiosa este resultado natural. En el engineering trade [ramo de la construcción de máquinas] de Londres, por ejemplo, tiene vigencia, como truco tradicional, "que el capitalista elija a un hombre de fuerza física y rapidez superiores para jefe de una cuadrilla de obreros. Trimestralmente, o en otros plazos, le paga un salario adicional a condición de que haga todo lo posible por acicatear a sus colaboradores, que sólo perciben el salario corriente, estimulándolos a trabajar como él... Sin más comentarios, esto explica la queja de los capitalistas acerca de <<las trabas puestas por las trades-unions a la actividad o a la destreza y a la fuerza de trabajo superiores (stinting the action, superior skill and working power)>>". (Dunning, "Trades' Unions...", pp. 22, 23.) Como el propio autor es obrero y secretario de una trades' union, podría tomarse esto por una exageración. Pero véase, por ejemplo, la "highly respectable" [respetabilísima] enciclopedia agronómica de John Chalmers Morton, artículo "labourer" [trabajador], donde se recomienda este método, como muy eficaz, a los arrendatarios.

[10] 52 "Todos los que cobran a destajo... se benefician con la transgresión de los limites legales de la jornada laboral. Esta observación referente a la inclinación a trabajar horas extraordinarias, se aplica especialmente a las mujeres empleadas como tejedoras o devanadoras." ("Reports... 30th April 1858", p. 9.) "Este sistema del destajo, tan ventajoso para el capitalista... tiende directamente a estimular al joven alfarero para que efectúe más trabajo extra durante los 4 ó 5 años en que se le paga a destajo, pero a una tarifa reducida [...]. Es ésta [...] una de las grandes causas a las que se debe atribuir la degeneración física de los alfareros." ("Children's... First Report", p. XIII.)

[11] 53 "Allí donde el trabajo, en una industria cualquiera, se paga a destajo, a tanto la pieza..., los salarios pueden diferir muy considerablemente por su monto... Pero en el trabajo por día existe generalmente una tarifa uniforme... reconocida por el patrón y el obrero como salario estándar para el grueso de los obreros en el ramo." (Dunning, "Trades' Unions...", p. 17.)

[12] 54 "El trabajo de los oficiales artesanos se paga por día o por pieza (à la journée ou à la pièce)... Los maestros artesanos saben aproximadamente cuánto trabajo pueden hacer por día los trabajadores en cada métier [oficio] y a menudo les pagan en proporción al trabajo que efectúan; esos oficiales, pues, trabajan lo más que pueden, en su propio interés y sin que haya que vigilarlos " (Cantillon, "Essai sur la nature du commerce en général", Amsterdam, ed. 1756, pp. 185 y 202. La primera edición apareció en 1755.) Cantillon, en quien se han inspirado grandemente Quesnay, sir James Steuart y Adam Smith, presenta ya aquí el pago a destajo pues, como forma meramente modificada del salario por tiempo. La edición francesa de Cantillon se anuncia en el título como traducción de la inglesa, pero ésta, "The Analysis of Trade, Commerce... by Philip Cantillon, late of the City of London, Merchant", no sólo es de fecha más tardía (1759), sino que por su contenido muestra ser una refundición posterior. Así, por ejemplo en la edición francesa no se menciona aún a Hume, mientras que en la inglesa, a la inversa, Petty ya casi no figura. La edición inglesa es más irrelevante desde el punto de visia teórico, pero contiene todo tipo de datos específicos acerca del comercio inglés, el tráfico de metales preciosos, etc., que no se encuentran en el texto francés. Las palabras en el título de la edición inglesa, según las cuales la obra ha sido "taken Chiefly from the Manuscript of a Very Ingenious Gentleman Deceased, and Adapted etc." [tomada del manuscrito de un ingeniosísimo caballero fallecido, y adaptada, etc."], parecen ser algo más, por consiguiente, que una simple ficción, por otra parte muy común en ese entonces {199}.

13 [199] La conjetura de Marx era correcta. Como señalan los editores de Werke el autor del "Essai sur la nature du commerce en général" es Richard Cantillon; un pariente suyo, Philip Cantillon, reelaboró la versión inglesa.-- 678.

[14] 55 "¿Cuántas veces hemos visto que en ciertos talleres se tomaban muchos más obreros de los que requería para efectuar el trabajo? A menudo se contratan obreros a la espera de un trabajo aleatorio, y a veces incluso imaginario; como se les para a destajo, se supone que no se arriesga nada, ya que todas las pérdidas de tiempo corren por cuenta de los obreros no ocupados". (H. Gregori, "Les typographes devant le tribunal correctionnel de Bruxelles", Bruselas, 1865, p.9).

[15] [200] Guerra antijacobina. --En la versión francesa (TFA 493) Marx atribuye la autoría de esa expresión al escritor y líder radical y obrerista William Cobbett (1762-1835): "antijacobin war, tal es el nombre dado por William Cobbett a la guerra contra la Revolución Francesa".-- 678; 745; 842; 939.

[16] 56 "Remarks on the Commercial Policy of Great Britain", Londres, 1815, p. 48.

[17] 57 "A Defence of fhe Landowners and Farmers of Great Britain", Londres, 1814, pp. 4, 5.

[18] 58 Malthus, "Inquiry into the Nature...", Londres, 1815, [p. 49, nota].

[19] 59 "Los obreros que cobran a destajo [...] constituyen probablemente 4/5 de todos los obreros fabriles." ("Reports... 30th April 1858", p. 9.)

e e En la 4ª edición no figura "o 3 farthings".

[20] 60 "Se establece exactamente cuál es la fuerza productiva de su máquina de hilar" (la del hilandero) "y se disminuye la retribución del trabajo a medida que aumenta la fuerza productiva... sin que esta disminución, sin embargo, sea proporcional al aumento de la fuerza." (Ure, "Philosophie...", p. 61.) El propio Ure suprime este último giro apologético. Cuando se ensancha la mule jenny, por ejemplo, "del ensanchamiento se deriva cierto aumento de trabajo" (ibídem, t. II, p. 34). El trabajo, por tanto, no decrece en la misma medida en que crece su productividad. Por añadidura: "Este aumento hará que la fuerza productiva aumente en un quinto. En este caso se rebajará el precio del hilandero, pero como no se lo reducirá en un quinto, el perfeccionamiento aumentará su ganancia en el mismo número de horas dado"; sin embargo, "debe introducirse cierta modificación... El hilandero, en efecto, tiene que descontar de los 6 peniques ciertos gastos adicionales, ya que debe aumentar el número de sus auxiliares no adultos", y además se produce un "desplazamiento de cierta parte de los adultos" (ibídem, pp. 66, 67), lo cual no constituye, ni mucho menos, una tendencia al aumento del salario (f).

f En la 4ª edición se cita, en vez de la francesa, la versión inglesa, original, de la obra de Ure. El texto de la nota es el siguiente: "<<La fuerza productiva de su máquina hiladora se mide exactamente, y la tarifa del trabajo hecho con ella disminuye a medida que aumenta la fuerza productiva, aunque no de la misma manera.>> (Ure, "Philosophy...", p. 317.) El propio Ure suprime este último giro apologético. Admite que si se ensancha la mule, por ejemplo, ese ensanchamiento obliga a cierto trabajo adicional. El trabajo, por tanto, no decrece en la misma medida en que crece su productividad. Por añadidura: <<Gracias a ese ensanchamiento, la fuerza productiva de la máquina aumentará en 1/5. Cuando esto ocurra, al hilandero no se le pagará la misma tarifa que antes por su trabajo, pero como dicha tarifa no disminuirá en la proporción de 1/5, la mejora acrecentará sus ingresos dinerarios correspondientes a cualquier número dado de horas de trabajo>>. Sin embargo, no obstante...: <<Hemos de modificar en algo la afirmación precedente... El hilandero tiene que pagar cierta parte de sus 6 peniques adicionales, en concepto de ayuda juvenil adicional,... produciéndose además el desplazamiento de cierta cantidad de adultos>> (ibídem, pp. 320, 321), lo cual no constituye, ni mucho menos, una tendencia al aumento del salario".

[21] 61 H. Fawcett, "The Economic Position of the British Labourer", Cambridge y Londres, 1865, p. 178.

[g] g En la 3ª y 4ª ediciones: "decisión".

[22] 62 El 26 de octubre de 1861 pudo verse en el "Standard" londinense una información acerca de un proceso de la firma "John Bright & Co.", ante los jueces de Rochdale, "para perseguir por intimidación a los representantes del sindicato que agrupa a los tejedores de alfombras. Los socios de Bright habían instalado nuevas máquinas que debían producir 240 yardas de alfombras en el mismo tiempo y con el mismo trabajo (!) requeridos anteriormente para producir 160 yardas. Los obreros no tenian derecho alguno a participar en las ganancias que sus patrones habian obtenido mediante la inversión de capital en perfeccionamientos mecánicos. Conforme a ello, los señores Bright propusieron rebajar la tarifa salarial de 1 1/2 penique por yarda a 1 penique, con lo cual lo obreros seguirían ganando exactamente lo mismo que antes por el mismo trabajo. Pero se trataba de una reducción nominal acerca de la cual, según se asegura, no se habia advertido a los obreros claramente y de antemano".

[h] h En la 4ª edición: "trabajador".

[23] 63 "[exclamdown]En su afán de mantener el nivel del salario, los sindicatos procuran participar en los beneficios que derivan de la maquinaria perfeccionada!" (Quelle horreur [[exclamdown]Qué horror!]) "... Exigen salarios más elevados porque se ha abreviado el trabajo... En otras palabras, pugnan por imponer un gravamen sobre los perfeccionamientos industriales." ("On Combination of Trades", nueva edición, Londres, 1834, p. 42.)

 

[683] CAPITULO XX

DIVERSIDAD NACIONAL DE LOS SALARIOS

En el capítulo XV examinamos las múltiples combinaciones que puede ocasionar un cambio en la magnitud de valor absoluta o relativa (esto es, comparada con el plusvalor) de la fuerza de trabajo, mientras que a su vez, por otra parte, la cantidad de medios de subsistencia en la que sec realiza el precio de la fuerza de trabajo puede experimentar fluctuaciones independientes [1] o diferentes del cambio de ese precio. Como ya hemos hecho notar, la simple traducción del valor o en su caso del precio de la fuerza de trabajo en la forma exotérica del salario, hace que todas aquellas leyes se transformen en leyes del movimiento del salario. Lo que dentro de este movimiento se pone de manifiesto como combinación variable, puede aparecer, en el caso de países diferentes, como diversidad simultánea de los salarios nacionales. De ahí que al comparar los salarios de diversas naciones, debe tenerse el cuenta todos los factores que determinan el cambio en la magnitud de valor alcanzada por la fuerza de trabajo: precio y volumen de las necesidades vitales elementales naturales e históricamente desarrolladas , costos que insume la educación del obrero, papel desempeñado por el [684] trabajo femenino y el infantil, productividad del trabajo, magnitud del mismo en extensión e intensidad. Incluso la comparación más superficial exige, por de pronto, reducir a jornadas laborales iguales el jornal medio que rige en las mismas industrias de diversos países. Tras esta equiparación de los jornales, se debe traducir nuevamente el salario por tiempo en pago a destajo, ya que sólo este último constituye un indicador tanto de la productividad como de la intensidad del trabajo [a]65 [Nota idéntica a la 65 de la 2ª edición].. En la mayor parte de los caos [685] encontraremos que el jornal inferior de una nación expresa un precio más elevado del trabajo, y el jornal más elevado de otra nación un precio menor del mismo; ya hemos visto que el movimiento del jornal, en general, mostraba la posibilidad de dicha combinación [2].

En el mercado mundial, la jornada nacional de trabajo más intensa no sólo cuenta como jornada laboral de mayor número de horas, como jornada mayor en cuanto a la extensión, sino que la jornada nacional de trabajo más productiva cuenta como más intensa, siempre y cuando la nación más productiva no se vea forzada por la competencia a reducir a su valor el precio de venta de la mercancía. La jornada nacional de trabajo más intensa y más [686] productiva, pues, en términos generales se representa en el mercado mundial en una expresión dineraria más alta que la jornada nacional de trabajo menos intensa o productiva. Lo que vale para la jornada laboral, se aplica también a cada una de sus partes alícuotas. Por consiguiente, el precio dinerario absoluto del trabajo puede estar más alto en una nación que en la otra, aunque el salario relativo, esto es, el salario comparado con el plusvalor producido por el obrero, o su producto total de valor, o el precio de los víveres, sea menor [3] "Esta comparación", afirma el señor Redgrave, "es todavía más desfavorable para Gran Bretaña, enire otras razones, porque allí exisie un gran número de fábricas en las cuales la tejeduría mecánica está combinada con la hilandería; en el cálculo, sin embargo, no se descuentan las personas que manejan telares. Las fábricas extranjeras, en cambio, son en su mayor parte simples hilanderías. Si pudiéramos comparar cosas iguales podría mencionar muchas hilanderías algodoneras de mi distrito en las que mules con 2.200 husos están a cargo de un solo hombre (minder) y de dos mujeres que lo ayudan; en esas mules se fabrican por día 220 libras [100 kg, aproximadamente] de hilado con un largo de 400 millas" (inglesas) [644 km, aproximadamente]. (Reports... 31st October 1866, pp. 31-37 y pássim.) (b). [b].

En el "Ensayo sobre la tasa del salario" [4]d En la 4ª edición ésta es la nota 66., uno de sus primeros escritos económicos, Henry Carey procura [688] demostrar que los distintos salarios nacionales son directamente proporcionales al grado de productividad de las jornadas laborales de cada país, para extraer de esta proporción internacional la conclusión de que el salario, en general, aumenta y disminuye con la productividad del trabajo. Todo nuestro análisis acerca de cómo se produce el plusvalor demuestra el absurdo de esa conclusión, que seguiría siendo absurda aunque el propio Carey hubiera demostrado sus premisas en vez de ofrecernos, según su costumbre, una abigarrada mezcolanza de material estadístico amontonado a tontas y a locas, sin ningún espíritu crítico. Pero lo mejor de todo es que Carey no afirma que las cosas sean realmente como deberían ser según la teoría. La intromisión del estado, en efecto, ha falseado la relación económica natural. Por consiguiente, hay que calcular los salarios nacionales como si la parte de los mismos recaudada por el estado bajo la forma de impuestos le tocara en suerte al propio obrero. ¿El señor Carey no debería proseguir sus meditaciones acerca de si esos "costos del estado" no son también "frutos naturales" del desarrollo capitalista? El razonamiento es digno, por entero, del hombre que comenzó por declarar que las relaciones capitalistas de producción son leyes eternas de la naturaleza y la razón, leyes cuyo juego libre y armónico sólo es perturbado por la intromisión del estado, y que termina descubriendo que el influjo diabólico de Inglaterra sobre el mercado mundial un influjo que, según parece, no brota de las leyes naturales de la producción capitalista hace necesaria la intromisión del estado, esto es, la protección de estas leyes de la naturaleza y la razón por el estado, alias el sistema proteccionista. Descubre, además, que los teoremas de Ricardo, etc., en que se formulan las antítesis y contradicciones sociales existentes, no son el producto ideal del movimiento económico real, sino que, a la inversa, [exclamdown]las antítesis reales de la producción capitalista en Inglaterra y otras partes son el resultado de la teoría ricardiana, etc.! Carey, finalmente, llega a la conclusión de que en última instancia es el comercio lo que anula las bellezas y armonías congénitas del modo capitalista de producción. Un paso más en esta dirección, y quizás descubra que el único inconveniente de la producción capitalista es el capital mismo. Sólo un hombre tan horrendamente carente de espíritu crítico y que [689] hace gala de tal erudición de faux aloi [de mala ley] merecía convertirse, pese a su herejía proteccionista, en la fuente secreta donde beben su sabiduría armónica un Bastiat y todos los demás optimistas actuales que quiebran lanzas a favor del libre cambio [5]a Nota suprimida en la 4ª edición.. [1] 64 "No es exacto decir que los salarios" (aquí se trata de su precio) "hayan aumentado porque con ellos se pueda comprar una cantidad mayor de un artículo más barato" (David Buchanan en su edición de Adam Smith, "Wealth of Nations", 1814, vol. I, p. 417, nota.)

[a] a En la 3ª y 4ª ediciones, en lugar del pasaje que va desde aquí hasta la llamada 66 y del primer párrafo de la nota del mismo número, figura el siguiente texto: "En todos los países prevalece cierta intensidad media del trabajo, por debajo de la cual éste, en la producción de una mercancía, consume más tiempo que el socialmente necesario y no cuenta, por ende, como trabajo de calidad normal. Sólo un grado de intensidad que se eleva por encima de la media nacional modifica, en un país dado, la medida del valor por la mera duración del tiempo de trabajo. No ocurre lo mismo en el mercado mundial, cuyas partes integrantes son los diversos países. La intensidad media del trabajo varía de país a país: aquí es mayor, allá menor. Estas medias nacionales, pues, conforman una escala cuya unidad de medida es la unidad media del trabajo universal. En comparación, por tanto, con el trabajo nacional menos intenso, el más intenso produce más valor en el mismo tiempo, valor que se expresa en más dinero.

"Pero la ley del valor, en su aplicación internacional, se ve más modificada aun por el hecho de que en el mercado mundial el trabajo nacional más productivo cuenta asimismo como trabajo más intenso, siempre y cúando la nación más productiva no se vea forzada por la competencia a reducir a su valor el precio de venta de su mercancía.

"En la misma medida en que se va desarrollando en un país la producción capitalista, también se elevan en él, por encima del nivel internacional, la intensidad y productividad nacionales del trabajo (64bis). Las diversas cantidades de mercancías del mismo tipo, producidas en países diferentes en el mismo tiempo de trabajo, tienen por consiguiente valores internacionales desiguales, que se expresan en precios diferentes, o sea en sumas de dinero que difieren según los valores internacionales. El valor relativo del dinero, pues, será menor en la nación con un modo capitalista de producción más desarrollado que en aquella donde éste se haya desarrollado menos. Se deduce de ello, pes, que el salario nominal, el equivalente de la fuerza de trabajo expresado en dinero, será asimismo más alto en la primera nación que en la segunda, con lo cual no afirmamos, en modo alguno, que esto se aplique también al salario real, es decir, a los medios de subsistencia puestos a disposición del obrero.

"Pero aun prescindiendo de esa diversidad relativa del valor dinerario en los diferentes países, encontraremos a menudo que el jornal, el salario semanal, etc., es más alto en la primera nación que en la segunda, mientras que el precio relativo del trabajo, esto es, el precio del trabajo en proporción tanto al plusvalor como al valor del producto, en la segunda nación es más alto que en la primera (65).

"J. W. Cowell, miembro de la comisión fabril de 1833, luego de una concienzuda investigación sobre las hilanderías, llegó a la conclusión de que <<en Inglaterra, para el fabricante, los salarios son virtualmente inferiores a los del continente, aunque para el obrero tal vez sean más altos que en el continente>>. (Ure, p. 314.)"

 

64bis En otro lugar hemos de investigar qué circunstancias, en lo referente a la productividad, pueden modificar esta ley en ciertos ramos de la producción.

 

[2] 65 Polemizando contra Adam Smith, observa James Anderson: "Cabe indicar, asimismo, que aunque el precio aparente del trabajo usualmente es más bajo en los países pobres en los cuales los productos del suelo y los cereales en general son baratos , de hecho y en la mayor parte de los casos es realmente más alto que en otros países. No es, en efecto, el salario que se le da por día al trabajador lo que constituye el precio real del trabajo aunque sea su precio aparente. El precio real es lo que al patrón le cuesta efectivamente cierta cantidad de trabajo ejecutado, y, desde este punto de vista, en casi todos los casos el trabajo es más barato en los países ricos que en los pobres, aunque el precio del trigo y de otros medios de subsistencia usualmente sea mucho más bajo en los últimos que en los primeros... Calculado por días, el trabajo es mucho más barato en Escocia que en Inglaterra... La tarifa de destajo por lo general es más baja en Inglaterra". (James Anderson, "Observations on the Means of Exciting a Spirit of National Industry...", Edimburgo, 1777, pp. 350, 351.) Agregado a la 2ª edición. A la inversa, la baratura del salario produce a su vez el encarecimiento del trabajo. "El trabajo es más caro en Irlanda que en Inglaterra... porque los salarios son mucho más bajos." (N. 2079 en "Royal Commission on Railways, Minutes", 1867.)

[3] 66 "El señor Cowell, quien ha hecho un estudio muy concienzudo de las hilanderías, procura demostrar en un informe suplementario ("Supplement to the Report of Manufactures") que los salarios en Inglaterra son virtualmente inferiores para el capitalista, aunque para el obrero tal vez sean más altos que en el continente europeo." (Ure, op. cit., t. II, p. 58.) El inspector fabril inglés Alexander Redgrave demuestra en el informe fabril del 31 de ociubre de 1866, mediante una estadística comparada con los estados continentales, que a pesar del salario más bajo y de la jornada laboral mucho más prolongada, el trabajo, en proporción al producto, es más caro en el continente que en Inglaterra. Un director (manager) inglés de una fábrica de algodón en Oldenburg declara que allí el horario de trabajo se extiende de las 5.30 de la mañana hasia las 8 de la noche, sábados incluidos, y que los obreros locales, cuando trabajan bajo capataces ingleses, no suministran durante ese tiempo tanto producto como los obreros ingleses en 10 horas; bajo capataces alemanes su rendimiento es mucho menor aun. El salario es muy inferior al inglés, en muchos casos es apenas del 50%, pero el número de operarios en proporción a la maquinaria es mucho más alto, alcanzando en algunos departamentos a la proporción de 5:3. El señor Redgrave proporcionan información muy detallada y precisa acerca de las fábricas algodoneras rusas. Los datos se los facilitó un manager inglés, hasta hace poco ocupado en el país. En esa tierra rusa, tan fecunda en todo tipo de infamias, también florecen esplendorosamente los viejos horrores que caracterizaron la infancia de las factories [fábricas] inglesas. Los directores, naturalmente, son ingleses, ya que el capitalista ruso nativo no sirve para el negocio fabril. A pesar de todo el exceso de trabajo, de la continuidad del trabajo diurno y nocturno y de la paga misérrima que obtienen los obreros, los productos fabriles rusos sólo logran vegetar gracias a la prohibición de los artículos extranjeros. Repoduzco, finalmente, un cuadro sinóptico del señor Redgrave acerca del número medio de husos por fábrica y por hilandero en diversos países de Europa. El propio señor Redgrave observa que compiló esos guarismos hace ya algunos años, y que desde entonces han aumentado en Inglaterra el tamaño de las fábricas y el número de husos por obrero. Pero supone que en los países continentales mencionados se ha verificado, proporcionalmenie, un progreso de igual amplitud, por lo cual los datos numéricos conservarían su valor comparativo.

 

Número medio de husos por fábrica

Inglaterra, número medio de husos por fábrica 12.600

Suiza 8.000

Austria 7.000

Sajonia 4.500

Bélgica 4.000

Francia 1.500

Prusia 1.500

 

Número medio de husos por persona

Francia una persona por cada 14 husos

Rusia 28

Prusia 37

Baviera 46

Austria 49

Bélgica 50

Sajonia 50

Estados alemanes menores 55

Suiza 55

Gran Bretaña 74

 

[b] b En la 3ª y 4ª ediciones esta nota figura dentro del texto. Se incluye a continuación este párrafo: "En Europa Oriental y Asia, como es sabido, diversas compañías inglesas han emprendido la construcción de ferrocarriles y emplean en la misma, junto a obreros locales, cierto número de trabajadores ingleses. Obligadas así por la necesidad práctica a tomar en cuenta las diferencias nacionales en cuanto a la intensidad del trabajo, este hecho no las ha perjudicado en nada. Su experiencia enseña que si bien el nivel de los salarios corresponde en mayor o menor medida a la intensidad media del trabajo, el precio relativo de éste (en proporción al producto) varía por lo general en sentido contrario".

[4] 67(d) "Essay on the Rate of Wages: with an Examination of the Causes of the Differences in the Conditions of the Labouring Population throughout the World", Filadelfia, 1835.

 

[5] 68(a) En el libro cuarto expondré más de cerca la superficialidad e insipidez de su ciencia.


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