4. LA FORMA SIMPLE DE VALOR, EN SU CONJUNTO
La forma simple de valor de una mercancía está contenida en su relación de valor
con otra mercancía de diferente clase o en la relación de intercambio con la
misma. El valor de la mercancía A se expresa cualitativamente en que la
mercancía B es directamente intercambiable por la mercancía A.
Cuantitativamente, se expresa en el hecho de que una determinada cantidad de la
mercancía B es intercambiable por la cantidad dada de la mercancía A.
En otras palabras: el valor de una mercancía se expresa de manera autónoma
mediante su presentación como "valor de cambio". Si bien al comienzo de este
capítulo dijimos, recurriendo a la terminología en boga, que la mercancía es
valor de uso y valor de cambio, esto, hablando con precisión, era falso. La
mercancía es valor de uso u objeto para el uso y "valor". Se presenta como ese
ente dual que es cuando su valor posee una forma de manifestación propia --la
del valor de cambio--, distinta de su forma natural, pero considerada
aisladamente nunca posee aquella forma: únicamente lo hace en la relación de
valor o de intercambio con una segunda mercancía de diferente clase. Si se tiene
esto en cuenta, ese modo de expresión no hace daño y sirve para abreviar.
Nuestro análisis ha demostrado que la forma de valor o la expresión del valor de
la mercancía surge de la naturaleza del valor mercantil, y que, por el
contrario, el valor y la magnitud del valor no derivan de su forma de expresión
[75] en cuanto valor de cambio. Es ésta, sin embargo, la ilusión no sólo
de los mercantilistas y de quienes en nuestros días quieren revivirlos, como
Ferrier, Ganilh, etc. [32], sino también de sus
antípodas, los modernos commis-voyageurs [agentes viajeros]
librecambistas del tipo de Bastiat y consortes. Los mercantilistas otorgan el
papel decisivo al aspecto cualitativo de la expresión del valor, y por ende a la
forma de equivalente adoptada por la mercancía, forma que alcanza en el dinero
su figura consumada; los modernos buhoneros del librecambio, obligados a
desembarazarse de su mercancía al precio que fuere, subrayan por el contrario el
aspecto cuantitativo de la forma relativa del valor.
Para ellos, por consiguiente, no existe el valor ni la magnitud del valor de la
mercancía si no es en la expresión que adopta en la relación de intercambio, o
sea: solamente en el boletín diario de la lista de precios. El escocés Macleod,
quien ha asumido el papel de engalanar con la mayor erudición posible las
caóticas ideas de Lombard Street, [33]
constituye la lograda síntesis entre los supersticiosos mercantilistas y los
ilustrados mercachifles del librecambio.
Al examen más en detalle la expresión de valor de la mercancía A,
expresión contenida en su relación de valor con la mercancía B, vimos que
dentro de la misma la forma natural de la mercancía A sólo cuenta como
figura del valor de uso, y la forma natural de la mercancía B sólo como
forma o figura del valor. La antítesis interna entre valor de uso y valor,
oculta en la mercancía, se manifiesta pues a través de una antítesis externa, es
decir a través de la relación entre dos mercancías, en la cual una de éstas,
aquella cuyo valor ha de ser expresado, cuenta única y directamente como
valor de uso, mientras que la otra mercancía, aquella en la que se
expresa valor, cuenta única y directamente como valor de cambio. La forma simple
de valor de una mercancía es, pues, la forma simple en que se manifiesta la
antítesis, contenida en ella, entre el valor de uso y el valor.
Bajo todas las condiciones sociales el producto del trabajo es objeto para el
uso, pero sólo una época de desarrollo históricamente determinada --aquella que
presenta [76] el trabajo gastado en la producción de un objeto útil como
atributo "objetivo" de este último, o sea como su valor-- transforma el producto
del trabajo en mercancía. Se desprende de esto que la forma simple de valor de
la mercancía es a la vez la forma mercantil simple adoptada por el producto del
trabajo, y que, por tanto, el desarrollo de la forma de mercancía coincide
también con el desarrollo de la forma de valor.
Se advierte a primera vista la insuficiencia de la forma simple de valor, de esa
forma embrionaria que tiene que padecer una serie de metamorfosis antes de
llegar a su madurez en la forma de precio.
La expresión del valor de la mercancía A en una mercancía cualquiera B
no hace más que distinguir el valor de esa mercancía A de su propio valor
de uso y, por consiguiente, sólo la incluye en una relación de intercambio con
alguna clase singular de mercancías diferentes de ella misma, en vez de
presentar su igualdad cualitativa y su proporcionalidad cuantitativa con todas
las demás mercancías. A la forma relativa simple de valor adoptada por
una mercancía, corresponde la forma singular de equivalente de otra
mercancía. La chaqueta, por ejemplo, en la expresión relativa del valor del
lienzo, sólo posee forma de equivalente o forma de intercambiabilidad
directa con respecto a esa clase singular de mercancía, el lienzo.
La forma singular de valor, no obstante, pasa por sí sola a una forma más plena.
Es cierto que por intermedio de ésta, el valor de una mercancía A sólo
puede ser expresado en una mercancía de otra clase. Sin embargo, para
nada importa la clase a que pertenezca esa segunda mercancía: chaqueta, hierro,
trigo, etc. Por tanto, según aquella mercancía entre en una relación de valor
con esta o aquella clase de mercancías, surgirán diversas expresiones simples
del valor de una y la misma mercancía [34](bis)
El número de sus posibles expresiones de valor no queda limitado más que por el
número de clases de mercancías que difieren de ella. Su expresión singular
aislada del valor se transforma, por consiguiente, en la serie, siempre
prolongable, de sus diversas expresiones simples de valor.
B. FORMA TOTAL O DESPLEGADA DE VALOR
z mercancía A = u mercancía B, o = v
mercancía C,
o = w mercancía D, o = x mercancía E, o = etcétera
(20 varas de lienzo = 1 chaqueta, o = 10 libras de té,
o = 40 libras de café, o = 1 quarter de trigo,
o = 2 onzas de oro, o = ½ tonelada de hierro.
0 = etcétera)
1. LA FORMA RELATIVA DE VALOR DESPLEGADA
El valor de una mercancía, por ejemplo el lienzo, queda expresado ahora en otros
innumerables elementos del mundo de las mercancías. Todo cuerpo de una mercancía
se convierte en espejo del valor del lienzo [35].
Por primera vez este mismo valor se manifiesta auténticamente como una
gelatina de trabajo humano indiferenciado. El trabajo que lo constituye, en
efecto, se ve presentado ahora expresamente como trabajo equivalente a
cualquier otro trabajo humano, sea cual fuere la forma natural que éste
posea, ya se objetive en chaqueta o trigo o hierro u oro, etc. [78]
Mediante su forma del valor, ahora el lienzo ya no se halla únicamente
en relación social con una clase singular de mercancías, sino con el
mundo de las mercancías. En cuanto mercancía, el lienzo es ciudadano de
ese mundo. Al propio tiempo, en la serie infinita de sus expresiones está
implícito que el valor de las mercancías sea indiferente con respecto a
la forma particular del valor de uso en que se manifiesta.
En la primera forma, 20 varas de lienzo = 1 chaqueta, puede ser un
hecho fortuito el que esas dos mercancías sean intercambiables en determinada
proporción cuantitativa. En la segunda forma, por el contrario, salta
enseguida a la vista un trasfondo esencialmente diferente de la manifestación
fortuita, a la que determina. El valor del lienzo se mantiene invariable, ya se
exprese en chaqueta o café o hierro, etc., en innumerables y distintas
mercancías, pertenecientes a los poseedores más diversos. Caduca la relación
fortuita entre dos poseedores individuales de mercancías. Se vuelve obvio que no
es el intercambio el que regula la magnitud de valor de la mercancía, sino a la
inversa la magnitud de valor de la mercancía la que rige sus relaciones de
intercambio.
2. LA FORMA PARTICULAR DE EQUIVALENTE
En la expresión de valor del lienzo, toda mercancía --chaqueta, té, trigo,
hierro, etc.-- oficia de equivalente y, por lo tanto, de cuerpo de
valor. La forma natural determinada de cada una de esas mercancías es
ahora una forma particular de equivalente, junto a otras muchas. De igual
modo, las múltiples clases de trabajos útiles, concretos, determinados,
contenidos en los diversos cuerpos de las mercancías, hacn ahora las veces de
otras tantas formas particulares de efectivización o de manifestación de
trabajo humano puro y simple.
3. DEFICIENCIAS DE LA FORMA TOTAL O DESPLEGADA DE VALOR
En primer lugar, la expresión relativa del valor de la mercancía es
incompleta, porque la serie en que se representa no reconoce término. El
encadenamiento en que una [79] ecuación de valor se eslabona con la
siguiente, puede prolongarse indefinidamente mediante la inserción de cualquier
nuevo tipo de mercancías que proporcione la materia para una nueva expresión de
valor. En segundo lugar, constituye un mosaico abigarrado de expresiones de
valor divergentes y heterogéneas. Y a la postre, si el valor relativo de toda
mercancía se debe expresar en esa forma desplegada --como efectivamente
tiene que ocurrir--, tenemos que la forma relativa de valor de toda mercancía
será una serie infinita de expresiones de valor, diferente de la forma
relativa de valor que adopta cualquier otra mercancía. Las deficiencias de la
forma relativa desplegada de valor se reflejan en la forma de
equivalente que a ella corresponde. Como la forma natural de cada clase
singular de mercancías es aquí una forma particular de equivalente al
lado de otras innumerables formas particulares de equivalente, únicamente
existen formas restringidas de equivalente, cada una de las cuales
excluye a las otras. De igual manera, el tipo de trabajo útil, concreto,
determinado, contenido en cada equivalente particular de mercancías, no es
más que una forma particular, y por tanto no exhaustiva, de
manifestación del trabajo humano. Éste posee su forma plena o total de
manifestación, es cierto, en el conjunto global de esas formas
particulares de manifestarse. Pero carece, así, de una forma unitaria
de manifestación.
La forma relativa desplegada del valor sólo se compone, sin embargo, de
una suma de expresiones de valor relativas simples o ecuaciones de la primera
forma, como:
20 varas de lienzo = 1 chaqueta
20 varas de lienzo = 10 libras de té, etcétera.
Pero cada una de esas igualdades también implica, recíprocamente, la ecuación
idéntica:
1 chaqueta = 20 varas de lienzo
10 libras de té = 20 varas de lienzo, etcétera
Efectivamente, cuando un hombre cambia su lienzo por otras muchas mercancías, y
por ende expresa el valor de aquél en una serie de otras mercancías,
necesariamente los otros muchos poseedores de mercancías también intercambian
éstas por lienzo y, con ello, expresan los valores de sus diversas
mercancías en la misma tercera mercancía, [80] en lienzo. Si
invertimos, pues, la serie: 20 varas de lienzo = 1 chaqueta, o
10 libras de té, o = etc., es decir, si expresamos la relación inversa, que
conforme a la naturaleza de la cosa ya estaba contenida en la serie, tendremos:
C. FORMA GENERAL DE VALOR
1 chaqueta =
10 libras de té =
40 libras de café =
1 quarter de trigo =
2 onzas de oro = 20 varas de lienzo
½ tonelada de hierro=
x mercancía A =
etc. mercancía =
1. CARACTER MODIFICADO DE LA FORMA DE VALOR
Las mercancías representan ahora su valor 1) de manera simple, porque lo
representan en una sola mercancía, y 2) de manera unitaria, porque
lo representan en la misma mercancía. Su forma de valor es simple y común a
todas y, por consiguiente, general.
Las formas I y II únicamente lograban expresar el valor deuna
mercancía como un algo diferente de su propio valor de uso o de su cuerpo.
La primera forma sólo daba lugar a ecuaciones de valor como, por ejemplo:
1 chaqueta = 20 varas de lienzo, 10 libras de té = ½ tonelada de hierro, etc. El
valor de la chaqueta se expresa como algo igual al lienzo; el valor del té como
algo igual al hierro, etc., pero lo que es igual al lienzo y lo igual al hierro
--esas expresiones del valor de la chaqueta y del té-- difieren tanto entre sí
como el lienzo y el hierro. Es obvio que esta forma, en la práctica, sólo se da
en los más tempranos comienzos, cuando los productos del trabajo se convierten
en mercancías a través de un intercambio fortuito y ocasional.
La segunda forma distingue más cabalmente que la primera entre el valor
de una mercancía y su propio valor de uso, ya que el valor de la chaqueta, por
ejemplo, se contrapone aquí a su forma natural en todas las formas [81]
posibles: como igual al lienzo, al hierro, al té, etc.; como igual a todas las
otras, pero nunca la chaqueta misma. Por otra parte, queda aquí directamente
excluida toda expresión de valor común a las mercancías, puesto que en la
expresión del valor de cada mercancía todas las demás sólo aparecen bajo la
forma de equivalentes. La forma desplegada de valor ocurre de manera efectiva,
por primera vez, cuando un producto del trabajo, por ejemplo las reses, ya no se
intercambia excepcionalmente, sino de modo habitual, por otras mercancías
diversas.
La última forma que se ha agregado expresa los valores del mundo
mercantil en una y la misma especie de mercancías, separada de las demás, por
ejemplo en el lienzo, y representa así los valores de todas las mercancías por
medio de su igualdad con aquél. En cuanto igual al lienzo, el valor de cada
mercancía no sólo difiere ahora de su propio valor de uso, sino de todo valor de
uso, y precisamente por ello se lo expresa como lo que es común a ella y a todas
las demás mercancías. Tan sólo esta forma, pues, relaciona efectivamente las
mercancías entre sí en cuanto valores, o hace que aparezcan recíprocamente como
valores de cambio.
Las dos formas precedentes expresan el valor de cada mercancía, ora en una sola
mercancía de diferente clase con respecto a aquélla, ora en una serie de muchas
mercancías que difieren de la primera. En ambos casos es, por así decirlo, un
asunto privado de cada mercancía singular la tarea de darse una forma de valor,
y cumple ese cometido sin contar con el concurso de las demás mercancías. Éstas
desempeñan, con respecto a ella, el papel meramente pasivo de equivalentes. La
forma general del valor, por el contrario, surge tan sólo como obra común del
mundo de las mercancías. Una mercancía sólo alcanza la expresión general de
valor porque, simultáneamente, todas las demás mercancías expresan su valor en
el mismo equivalente, y cada nueva clase de mercancías que aparece en escena
debe hacer otro tanto. Se vuelve así visible que la objetividad del valor de las
mercancías, por ser la mera "existencia social" de tales cosas,únicamente puede
quedar expresada por la relación social omnilateral entre las mismas, la forma
de valor de las mercancías, por consiguiente, tiene que ser una forma
socialmente vigente.
[82] Bajo la forma de lo igual al lienzo, todas las mercancías se
manifiestan ahora no sólo como cualitativamente iguales, como valores en
general, sino, a la vez, como magnitudes de valor comparables cuantitativamente.
Como aquéllas ven reflejadas sus magnitudes de valor en un único material, en
lienzo, dichas magnitudes de valor se reflejan recíprocamente, unas a otras. A
modo de ejemplo: 10 libras de té = 20 varas de lienzo, y 40 libras de café = 20
varas de lienzo. Por tanto, 10 libras de té = 40 libras de café. O sea: en 1
libra de café sólo está encerrado ¼ de la sustancia de valor, del trabajo, que
en 1 libra de té.
La forma de valor relativa general vigente en el mundo de las mercancías
confiere a la mercancía equivalente segregada por él, al lienzo, el carácter de
equivalente general. Su propia forma natural es la figura de valor común a ese
mundo, o sea, el lienzo, intercambiable directamente por todas las demás
mercancías. Su forma corpórea cuenta como encarnación visible, como crisálida
social general de todo trabajo humano. Tejer, el trabajo particular que produce
la tela, reviste a la vez una forma social general, la de la igualdad con todos
los demás trabajos. Las ecuaciones innumerables de las que se compone la forma
general de valor, igualan sucesivamente el trabajo efectivizado en el lienzo al
trabajo contenido en otra mercancía, convirtiendo así el tejer en forma general
de manifestación del trabajo humano, sea cual fuere. De esta suerte, el trabajo
objetivado en el valor de las mercancías no sólo se representa negativamente,
como trabajo en el que se hace abstracción de todas las formas concretas y
propiedades útiles de los trabajos reales: su propia naturaleza positiva se pone
expresamente de relieve. Él es la reducción de todos los trabajos reales al
carácter, que les es común, de trabajo humano; al de asto de fuerza humana de
trabajo.
La forma general de valor, la cual presenta a los productos del trabajo como
simple gelatina de trabajo humano indiferenciado, deja ver en su propia
estructura que es la expresión social del mundo de las mercancías. Hace visible,
de este modo, que dentro de ese mundo el carácter humano general del trabajo
constituye su carácter específicamente social.
[83] 2. RELACION DE DESARROLLO ENTRE LA FORMA RELATIVA
DE VALOR Y LA FORMA DE EQUIVALENTE
Al grado de desarrollo de la forma relativa del valor corresponde el grado de
desarrollo de la forma de equivalente. Pero conviene tener en cuenta que el
desarrollo de la segunda no es más que expresión y resultado del desarrollo
alcanzado por la primera.
La forma relativa simple, o aislada, del valor de una mercancía convierte
a otra mercancía en un equivalente singular. La forma desplegada del valor
relativo, esa expresión del valor de una mercancía en todas las demás
mercancías, imprime a éstas la forma de equivalentes particulares de diferentes
clases. Finalmente, una clase particular de mercancías adopta la forma de
equivalente general, porque todas las demás mercancías la convierten en el
material de su forma de valor general y unitaria.
Pero en el mismo grado en que se desarrolla la forma de valor en general, se
desarrolla también la antítesis entre sus dos polos: la forma
relativa de valor y la forma de equivalente.
Ya la primera forma --20 varas de lienzo = 1 chaqueta-- contiene esa antítesis,
pero no la establece como algo fijo. Según se lea esa ecuación de adelante hacia
atrás o de atrás hacia adelante, cada una de las mercancías que ofician de
términos, el lienzo y la chaqueta, se encuentra igualmente ora en la forma
relativa de valor, ora en la forma de equivalente. Aquí todavía cuesta trabajo
fijar la antítesis polar.
En la forma II, sólo una clase de mercancía puede desplegar plenamente
su valor relativo, o, en otras palabras, sólo ella misma posee una forma
relativa de valor desplegada, porque, y en cuanto, todas las demás
mercancías se le contraponen bajo la forma de equivalente. Ya no es factible aqí
invertir los términos de la ecuación de valor --como 20 varas de lienzo = 1
chaqueta, o = 10 libras de té, o = 1 quarter de trigo, etc.-- sin
modificar su carácter de conjunto, convirtiéndola de forma total del valor en
forma general del mismo.
La última forma, la III, ofrece finalmente al mundo de las mercancías
la forma relativa social-general de valor porque, y en cuanto, todas
las mercancías pertenecientes a ese mundo, con una sola excepción, se ven
excluidas [84] de la forma general de equivalente. Una
mercancía, el lienzo, reviste pues la forma de intercambiabilidad directa por
todas las demás mercancías, o la forma directamente social, porque, y en cuanto,
todas las demás no revisten dicha forma [36]
acude justo a tiempo una palabra". [[[38]]].
[37] [38] [39]
A la inversa, la mercancía que figura como equivalente general queda excluida de
la forma de valor relativa unitaria, y por tanto general, propia del
mundo de las mercancías. Si el lienzo, esto es, cualquier mercancía que se
encuentre en la forma general de equivalente, hubiera de participar a la vez en
la forma relativa general de valor, tendría que servir ella misma de
equivalente. Tendríamos entonces que 20 varas de lienzo = 20 varas de
lienzo, una tautología que no expresa valor ni magnitud de valor. Para
expresar el valor relativo del equivalente general, antes bien, hemos de
invertir la forma III. Dicho equivalente general no comparte con las
demás mercancías la forma relativa de valor, sino que su valor se expresa
relativamente en la serie infinita de todos los demás cuerpos de
mercancías. De este modo, la forma relativa desplegada de valor, o
forma II, se presenta ahora como la forma relativa y específica de
valor que es propia de la mercancía equivalente.
[85] 3. TRANSICION DE LA FORMA GENERAL DE VALOR
A LA FORMA DE DINERO
La forma de equivalente general es una forma de valor en general.
Puede adoptarla, por consiguiente, cualquier mercancía. Por otra parte,
una mercancía sólo se encuentra en la forma de equivalente general (forma III)
porque todas las demás mercancías la han separado de sí mismas, en calidad de
equivalente, y en la medida en que ello haya ocurrido. Y tan sólo a partir
del instante en que esa separación se circunscribe definitivamente a una
clase específica de mercancías, la forma relativa unitaria de
valor propia del mundo de las mercancías adquiere consistencia objetiva y
vigencia social general.
La clase específica de mercancías con cuya forma natural se fusiona
socialmente la forma de equivalente, deviene mercancía dineraria o
funciona como dinero. Llega a ser su función social específica, y
por lo tanto su monopolio social, desempeñar dentro del mundo de las
mercancías el papel de equivalente general. Históricamente ese sitial
privilegiado lo conquistó una mercancía determinada, una de las que en la forma
II figuran como equivalente particular del lienzo y en la forma
III expresan conjuntamente su valor relativo en el lienzo: el oro.
Por consiguiente, si en la forma III remplazamos la mercancía lienzo por
la mercancía oro, tendremos lo siguiente:
D. FORMA DE DINERO
20 varas de lienzo =
1 chaqueta =
10 libras de té =
40 libras de café = 2 onzas de oro
1 quarter de trigo =
½ tonelada de hierro=
x mercancía A =
En el tránsito de la forma I a la II, de la forma II a la
III tienen lugar variaciones esenciales. La forma IV, por
el contrario, no se distingue en nada de la III, si no es en que ahora,
en vez del lienzo, es el oro el que reviste la [86] forma de equivalente
general. En la forma IV el oro es lo que en la III era el lienzo:
equivalente general. El progreso consiste tan sólo en que ahora la
forma de intercambiabilidad general directa, o la forma de equivalente
general, se ha soldado de modo definitivo, por la costumbre social,
con la específica forma natural de la mercancía oro.
Si el oro se enfrenta a las otras mercancías sólo como dinero,
ello se debe a que anteriormente se contraponía a ellas como mercancía.
Al igual que todas las demás mercancías, el oro funcionó también como
equivalente, sea como equivalente singular en actos de intercambio
aislados, sea como equivalente particular junto a otras mercancías
que también desempeñaban ese papel. Poco a poco, en ámbitos más restringidos o
más amplios, comenzó a funcionar como equivalente general. No bien
conquista el monopolio de este sitial en la expresión del valor
correspondiente al mundo de las mercancías, se transforma en mercancía
dineraria, y sólo a partir del momento en que ya se ha convertido en tal
mercancía dineraria, la forma IV se distingue de la III, o
bien la forma general de valor llega a convertirse en la forma de
dinero.
La expresión relativa simple del valor de una mercancía, por ejemplo del
lienzo, en la mercancía que ya funciona como mercancía dineraria, por
ejemplo en el oro, es la forma de precio. La "forma de precio", en el
caso del lienzo será, por consiguiente:
20 varas de lienzo = 2 onzas de oro
o bien, si la denominación monetaria de dos onzas de oro es dos libras
esterlinas,
20 varas de lienzo = 2 libras esterlinas
La dificultad que presenta el concepto de la forma de dinero se reduce a
comprender la forma de equivalente general, o sea la forma general de valor, la
forma III. Ésta se resuelve a su vez en la II, la forma desplegada
del valor, y su elemento constitutivo es la forma I: 20 varas
de lienzo = 1 chaqueta, o x mercancía A = y mercancía B.
La forma siple de la mercancía es, por consiguiente, el germen de la forma de
dinero.
[87] 4. El carácter fetichista de la mercancía y su secreto
A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial, de
comprensión inmediata. Su análisis demuestra que es un objeto endemoniado, rico
en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas. En cuanto valor de uso,
nada de misterioso se oculta en ella, ya la consideremos desde el punto de vista
de que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas, o de que no
adquiere esas propiedades sino en cuanto producto del trabajo humano. Es
de claridad meridiana que el hombre, mediante su actividad, altera las formas de
las materias naturales de manera que le sean útiles. Se modifica la forma de la
madera, por ejemplo, cuando con ella se hace una mesa. No obstante, la mesa
sigue siendo madera, una cosa ordinaria, sensible. Pero no bien entra en escena
como mercancía, se trasmuta en cosa sensorialmente suprasensible. No sólo
se mantiene tiesa apoyando sus patas en el suelo, sino que se pone de cabeza
frente a todas las demás mercancías y de su testa de palo brotan quimeras mucho
más caprichosas que si, por libre determinación, se lanzara a bailar
[40]. [41]
El carácter místico de la mercancía no deriva, por tanto, de su valor de uso.
Tampoco proviene del contenido de las determinaciones de valor. En primer
término, porque por diferentes que sean los trabajos útiles o actividades
productivas, constituye una verdad, desde el punto de vista fisiológico,
que se trata de funciones del organismo humano, y que todas esas
funciones, sean cuales fueren su contenido y su forma, son en esencia gasto
de cerebro, nervio, músculo, órgano sensorio, etc., humanos. En segundo
lugar, y en lo tocante a lo que sirve de fundamento para determinar las
magnitudes de valor, esto es, a la duración de aquel gasto o a la
cantidad del trabajo, es posible distinguir hasta sensorialmente la
cantidad del trabajo de su calidad. En todos los tipos de sociedad
necesariamente hubo de interesar al hombre el tiempo de trabajo que
insume la producción de los medios de subsistencia, aunque ese interés no fuera
uniforme en los diversos [88] estadios del desarrollo
[42] [h].
Finalmente, tan pronto como los hombres trabajan unos para otros, su trabajo
adquiere también una forma social.
¿De dónde brota, entonces, el carácter enigmático que distingue al producto del
trabajo no bien asume la forma de mercancía? Obviamente, de esa forma
misma. La igualdad de los trabajos humanos adopta la forma material de la igual
objetividad de valor de los productos del trabajo; la medida del gasto de fuerza
de trabajo humano por su duración, cobra la forma de la magnitud del valor que
alcanzan los productos del trabajo; por último, las relaciones entre los
productores, en las cuales se hacen efectivas las determinaciones sociales de
sus trabajos, revisten la forma de una relación social entre los productos del
trabajo.
Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la
misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como
caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades
sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la
relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una
relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. Es
por medio de este quid pro quo [tomar una cosa por otra] como los
productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente
suprasensibles o sociales. De modo análogo, la impresión luminosa de una cosa
sobre el nervio óptico no se presenta como excitación subjetiva de ese nervio,
sino como forma objetiva de una cosa situada fuera del ojo. Pero en el acto de
ver se proyecta efectivamente luz desde una cosa, el objeto exterior, en otra,
el ojo. Es una relación física entre cosas físicas. Por el contrario, la forma
de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo en que dicha
forma [89] se representa, no tienen absolutamente nada que ver con la
naturaleza física de los mismos ni con las relaciones, propias de cosas, que se
derivan de tal naturaleza. Lo que aquí adopta, para los hombres,la forma
fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social
determinada existente entre aquéllos. De ahí que para hallar una analogía
pertinente debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso.
En éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de
vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en
el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto llamo el
fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce
como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil.
Ese carácter fetichista del mundo de las mercancías se origina, como el análisis
precedente lo ha demostrado, en la peculiar índole social del trabajo que
produce mercancías.
Si los objetos para el uso se convierten en mercancías, ello se debe únicamente
a que son productos de trabajos privados ejercidos independientemente los
unos de los otros. El complejo de estos trabajos privados es lo que
constituye el trabajo social global. Como los productores no entran en contacto
social hasta que intercambian los productos de su trabajo, los atributos
específicamente sociales de esos trabajos privados no se manifiestan sino en el
marco de dicho intercambio. O en otras palabras: de hecho, los trabajos privados
no alcanzan realidad como partes del trabajo social en su conjunto, sino por
medio de las relaciones que el intercambio establece entre los productos del
trabajo y, a través de los mismos, entre los productores. A éstos, por ende, las
relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto
como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas
entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario como
relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales
entre las cosas.
Es sólo en su intercambio donde los productos del trabajo adquieren una
objetividad de valor, socialmente uniforme, separada de su objetividad de uso,
sensorialmente diversa. Tal escisión del producto laboral en cosa útil y cosa de
valor sólo se efectiviza, en la práctica, cuando [90] el intercambio ya
ha alcanzado la extensión y relevancia suficientes como para que se produzcan
cosas útiles destinadas al intercambio, con lo cual, pues, ya en su producción
misma se tiene en cuenta el carácter de valor de las cosas. A partir de ese
momento los trabajos privados de los productores adoptan de manera efectiva un
doble carácter social. Por una parte, en cuanto trabajos útiles determinados,
tienen qe satisfacer una necesidad social determinada y con ello probar su
eficacia como partes del trabajo global, del sistema natural caracterizado por
la división social del trabajo. De otra parte, sólo satisfacen las variadas
necesidades de sus propios productores, en la medida en que todo trabajo privado
particular, dotado de utilidad, es pasible de intercambio por otra clase de
trabajo privado útil, y por tanto le es equivalente. La igualdad de trabajos
toto cælo [totalmente] diversos sólo puede consistir en una
abstracción de su desigualdad real, en la reducción al carácter común que
poseen en cuanto gasto de fuerza humana de trabajo, trabajo
abstractamente humano. El cerebro de los productores privados refleja ese
doble carácter social de sus trabajos privados solamente en las formas que se
manifiestan en el movimiento práctico, en el intercambio de productos: el
carácter socialmente útil de sus trabajos privados, pues, sólo lo refleja bajo
la forma de que el producto del trabajo tiene que ser útil, y precisamente serlo
para otros; el carácter social de la igualdad entre los diversos trabajos, sólo
bajo la forma del carácter de valor que es común a esas cosas materialmente
diferentes, los productos del trabajo.
Por consiguiente, el que los hombres relacionen entre sí como valores los
productos de su trabajo no se debe al hecho de que tales cosas cuenten para
ellos como meras envolturas materiales de trabajo homogéneamente humano.
A la inversa. Al equiparar entre sí en el cambio como valores sus
productos heterogéneos, equiparan recíprocamente sus diversos trabajos
como trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen
[43]. El valor, en consecuencia, no lleva
escrito [91] en la frente lo que es. Por el contrario, transforma
a todo producto del trabajo en un jeroglífico social. Más adelante los hombres
procuran descifrar el sentido del jeroglífico, desentrañar el misterio de su
propio producto social, ya que la determinación de los objetos para el uso
como valores es producto social suyo a igual título que el lenguaje.
El descubrimiento científico ulterior de que los productos del trabajo, en la
medida en que son valores, constituyen meras expresiones, con el carácter de
cosas, del trabajo humano empleado en su producción, inaugura una época en la
historia de la evolución humana, pero en modo alguno desvanece la apariencia de
objetividad que envuelve a los atributos sociales del trabajo. Un hecho que sólo
tiene vigencia para esa forma particular de producción, para la producción de
mercancías --a saber, que el carácter específicamente social de los trabajos
privados independientes consiste en su igualdad en cuanto trabajo humano y asume
la forma del carácter de valor de los productos del trabajo--, tanto antes como
después de aquel descubrimiento se presenta como igualmente definitivo ante
quienes están inmersos en las relaciones de la producción de mercancías, así
como la descomposición del aire en sus elementos, por parte de la ciencia, deja
incambiada la forma del aire en cuanto forma de un cuerpo físico.
Lo que interesa ante todo, en la práctica, a quienes intercambian mercancías es
saber cuánto producto ajeno obtendrán por el producto propio; en qué
proporciones, pues, se intercambiarán los productos. No bien esas proporciones,
al madurar, llegan a adquirir cierta fijeza consagrada por el uso, parecen deber
su origen a la naturaleza de los productos del trabajo, de manera que por
ejemplo una tonelada de hierro y dos onzas de oro valen lo mismo, tal como una
libra de oro y una libra de hierro pesan igual por más que difieran sus
propiedades físicas y químicas. En realidad, el carácter de valor que presentan
los productos del trabajo, no se consolida sino por hacerse efectivos en la
práctica como magnitudes de valor. Estas manitudes cambian de manera constante,
independientemente de la voluntad, las previsiones o los actos de los sujetos
del intercambio. Su propio movimiento social posee para ellos la forma de un
movimiento de cosas bajo cuyo control se encuentran, en lugar de controlarlas.
Se requiere [92] una producción de mercancías desarrollada de manera
plena antes que brote, a partir de la experiencia misma, la comprensión
científica de que los trabajos privados --ejercidos independientemente los unos
de los otros pero sujetos a una interdependencia multilateral en cuanto ramas
de la división social del trabajo que se originan naturalmente-- son
reducidos en todo momento a su medida de proporción social porque en las
relaciones de intercambio entre sus productos, fortuitas y siempre
fluctuantes, el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de
los mismos se impone de modo irresistible como ley natural reguladora,
tal como por ejemplo se impone la ley de la gravedad cuando a uno se le cae la
casa encima [44]. La determinación de las
magnitudes de valor por el tiempo de trabajo, pues, es un misterio oculto bajo
los movimientos manifiestos que afectan a los valores relativos de las
mercancías. Su desciframiento borra la apariencia de que la determinación de las
magnitudes de valor alcanzadas por los productos del trabajo es meramente
fortuita, pero en modo alguno elimina su forma de cosa.
La reflexión en torno a las formas de la vida humana, y por consiguiente el
análisis científico de las mismas, toma un camino opuesto al seguido por el
desarrollo real. Comienza post festum [después de los acontecimientos] y,
por ende, disponiendo ya de los resultados últimos del proceso de desarrollo.
Las formas que ponen la impronta de mercancías a los productos del trabajo y por
tanto están presupuestas a la circulación de mercancías, poseen ya la fijeza
propia de formas naturales de la vida social, antes de que los hombres procuren
dilucidar no el carácter histórico de esas formas --que, más bien, ya cuentan
para ellos como algo inmutable-- sino su contenido. De esta suerte, fue sólo el
análisis de los precios de las mercancías lo que llevó a la determinación de las
magnitudes del valor; sólo la expresión colectiva de las mercancías en dinero,
lo que indujo a fijar su carácter de valor. Pero es precisamente esa forma
acabada del mundo de las mercancías [93] --la forma de dinero-- la que
vela de hecho, en vez de revelar, el carácter social de los trabajos privados, y
por tanto las relaciones sociales entre los trabajadores individuales. Si digo
que la chaqueta, los botines, etc., se vinculan con el lienzo como con la
encarnación general de trabajo humano abstracto, salta a la vista la insensatez
de tal modo de expresarse. Pero cuando los productores de chaquetas, botines,
etc., refieren esas mercancías al lienzo --o al oro y la plata, lo que en nada
modifica la cosa como equivalente general, la relación entre sus trabajos
privados y el trabajo social en su conjunto se les presenta exactamente bajo esa
forma insensata.
Formas semejantes constituyen precisamente las categorías de la economía
burguesa. Se trata de formas del pensar socialmente válidas, y por tanto
objetivas, para las relaciones de producción que caracterizan ese modo de
producción social históricamente determinado: la producción de
mercancías. Todo el misticismo del mundo de las mercancías, toda la magia y la
fantasmagoría que nimban los productos del trabajo fundados en la producción de
mercancías, se esfuma de inmediato cuando emprendemos camino hacia otras formas
de producción.
Como la economía política es afecta a las robinsonadas
[4546], hagamos primeramente que Robinsón
comparezca en su isla. Frugal, como lo es ya de condición, tiene sin embargo que
satisfacer diversas necesidades y, por tanto, ejecutar trabajos útiles de
variada índole: fabricar herramientas, hacer muebles, domesticar llamas,
pescar, cazar, etcétera. De rezos y otras cosas por el estilo no hablemos aquí,
porque a nuestro Robinsón esas actividades le causan placer y las incluye en sus
esparcimientos. Pese a la diversidad de sus funciones productivas sabe que no
son más que distintas formas de actuación del mismo Robinsón, es [94]
decir, nada más que diferentes modos del trabajo humano. La necesidad
misma lo fuerza a distribuir concienzudamente su tiempo entre sus
diversas funciones. Que una ocupe más espacio de su actividad global y la otra
menos, depende de la mayor o menor dificultad que haya que superar para obtener
el efecto útil propuesto. La experiencia se lo inculca, y nuestro Robinsón, que
del naufragio ha salvado el reloj, libro mayor, tinta y pluma, se pone, como
buen inglés, a llevar la contabilidad de sí mismo. Su inventario incluye una
nómina de los objetos útiles que él posee, de las diversas operaciones
requeridas para su producción y por último del tiempo de trabajo que,
término medio, le insume elaborar determinadas cantidades de esos diversos
productos. Todas las relaciones entre Robinsón y las cosas que configuran su
riqueza, creada por él, son tan sencillas y transparentes que hasta el mismo
señor Max Wirth, [47] sin esforzar mucho el
magín, podría comprenderlas. Y, sin embargo, quedan contenidas en ellas todas
las determinaciones esenciales del valor.
Trasladémonos ahora de la radiante ínsula de Robinsón a la tenebrosa Edad Media
europea. En lugar del hombre independiente nos encontramos con que aquí todos
están ligados por lazos de dependencia: siervos de la gleba y terratenientes,
vasallos y grandes señores, seglares y clérigos. La dependencia personal
caracteriza tanto las relaciones sociales en que tiene lugar la producción
material como las otras esferas de la vida estructuradas sobre dicha producción.
Pero precisamente porque las relaciones personales de dependencia constituyen la
base social dada, los trabajos y productos no tienen por qué asumir una forma
fantástica diferente de su realidad. Ingresan al mecanismo social en calidad de
servicios directos y prestaciones en especie. La forma natural del trabajo, su
particularidad, y no, como sobre la base de la producción de mercancías, su
generalidad, es lo que aquí constituye la forma directamente social de aquél. La
prestación personal servil se mide por el tiempo, tal cual se hace con el
trabajo que produce mercancías, pero ningún siervo ignora que se trata de
determinada cantidad de su fuerza de trabajo personal, gastada por él al
servicio de su señor. El diezmo que le entrega al cura es más diáfano que la
bendición del clérigo. Sea cual fuere el juicio que nos merezcan las máscaras
que aquí se ponen los hombres al [95] desempeñar sus respectivos papeles,
el caso es que las relaciones sociales existentes entre las personas en sus
trabajos se ponen de manifiesto como sus propias relaciones personales y no
aparecen disfrazadas de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos
del trabajo.
Para investigar el trabajo colectivo, vale decir, directamente socializado, no
es necesario que nos remontemos a esa forma natural y originaria del mismo que
se encuentra en los umbrales históricos de todos los pueblos civilizados
[48]. Un ejemplo más accesible nos lo ofrece la
industria patriarcal, rural, de una familia campesina que para su propia
subsistencia produce cereales, ganado, hilo, lienzo, prendas de vestir, etc.
Estas cosas diversas se hacen presentes enfrentándose a la familia en cuanto
productos varios de su trabajo familiar, pero no enfrentándose recíprocamente
como mercancías. Los diversos trabajos en que son generados esos productos
--cultivar la tierra, criar ganado, hilar, tejer, confeccionar prendas-- en su
forma natural son funciones sociales, ya que son funciones de la familia y ésta
practica su propia división natural del trabajo, al igual que se hace en la
producción de mercancías.
Las diferencias de sexo y edad, así como las condiciones naturales del trabajo,
cambiante con la sucesión de las estaciones, regulan la distribución de éste
dentro de la familia y el tiempo de trabajo de los diversos miembros de la
misma. Pero aquí el gasto de fuerzas individuales de trabajo, medido por la
duración, se pone de manifiesto desde un primer momento como determinación
social de los trabajos mismos, puesto que las fuerzas individuales de trabajo
sólo actúan, desde su origen, como órganos de la fuerza de trabajo colectiva de
la familia.
[96] Imaginémonos finalmente, para variar, una asociación de hombres
libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen,
conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una
fuerza de trabajo social. Todas las determinaciones del trabajo de Robinsón se
reiteran aquí, sólo que de manera social, en vez de individual.
Todos los productos de Robinsón constituían su producto exclusivamente personal
y, por tanto, directamente objetos de uso para sí mismo. El producto todo
de la asociación es un producto social. Una parte de éste presta
servicios de nuevo como medios de producción. No deja de ser social. Pero los
miembros de la asociación consumen otra parte en calidad de medios de
subsistencia. Es necesario, pues, distribuirla entre los mismos. El
tipo de esa distribución variará con el tipo particular del propio organismo
social de producción y según el correspondiente nivel histórico de desarrollo de
los productores. A los meros efectos de mantener el paralelo con la producción
de mercancías, supongamos que la participación de cada productor en los medios
de subsistencia esté determinada por su tiempo de trabajo. Por
consiguiente, el tiempo de trabajo desempeñaría un papel doble. Su distribución,
socialmente planificada, regulará la proporción adecuada entre las varias
funciones laborales y las diversas necesidades. Por otra parte, el tiempo de
trabajo servirá a la vez como medida de la participación individual del
productor en el trabajo común, y también, por ende, de la parte individualmente
consumible del producto común. Las relaciones sociales de los hombres con sus
trabajos y con los productos de éstos, siguen siendo aquí diáfanamente
sencillas, tanto en lo que respecta a la producción como en lo que atañe a la
distribución.
Para una sociedad de productores de mercancías, cuya relación social general de
producción consiste en comportarse frente a sus productos como ante
mercancías, o sea valores, y en relacionar entre sí sus trabajos
privados, bajo esta fora de cosas, como trabajo humano indiferenciado,
la forma de religión más adecuada es el cristianismo, con su culto
del hombre abstracto, y sobre todo en su desenvolvimiento burgués, en el
protestantismo, deísmo, etc. En los modos de producción paleoasiático, antiguo,
etc., la transformación de los productos en mercancía y por tanto la existencia
de los hombres como productores de [97] mercancías, desempeña un papel
subordinado, que empero se vuelve tanto más relevante cuanto más entran las
entidades comunitarias en la fase de su decadencia. Verdaderos pueblos
mercantiles sólo existían en los intermundos del orbe antiguo, cual los dioses
de Epicuro [49], o como los judíos en los poros
de la sociedad polaca. Esos antiguos organismos sociales de producción son
muchísimo más sencillos y trasparentes que los burgueses, pero o se fundan en la
inmadurez del hombre individual, aún no liberado del cordón umbilical de su
conexión natural con otros integrantes del género, o en relaciones directas de
dominación y servidumbre. Están condicionados por un bajo nivel de desarrollo de
las fuerzas productivas del trabajo y por las relaciones correspondientemente
restringidas de los hombres dentro del proceso material de producción de su
vida, y por tanto entre sí y con la naturaleza. Esta restricción real se refleja
de un modo ideal en el culto a la naturaleza y en las religiones populares de la
Antigüedad. El reflejo religioso del mundo real únicamente podrá
desvanecerse cuando las circunstancias de la vida práctica, cotidiana,
representen para los hombres, día a día, relaciones diáfanamente racionales,
entre ellos y con la naturaleza. La figura del proceso social de vida, esto es,
del proceso material de producción, sólo perderá su místico velo neblinoso
cuando, como producto de hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a
su control planificado y consciente. Para ello, sin embargo, se requiere una
base material de la sociedad o una serie de condiciones materiales de
existencia, que son a su vez, ellas mismas, el producto natural de una
prolongada y penosa historia. evolutiva.
Ahora bien, es indudable que la economía política ha analizado, aunque de manera
incompleta [50], el valor y [98] la
magnitud de valor y descubierto el contenido oculto en esas formas. Sólo que
nunca llegó siquiera a plantear la pregunta de por qué ese contenido adopta
dicha forma; de por qué, pues, el trabajo se representa en el valor, de a
qué se debe que la medida del trabajo conforme a su duración se represente en la
magnitud del valor alcanzada por el producto del trabajo
[51] Para dejarlo en claro de una vez por
todas, digamos que entiendo por economía política clásica toda la economía que,
desde William Petty, ha investigado la conexión interna de las relaciones de
producción burguesas, por oposición a la economía vulgar, que no hace más que
deambularestérilmente en torno de la conexión aparente, preocupándose sólo de
ofrecer una explicación obvia de los fenómenos que podríamos llamar más bastos y
rumiando una y otra vez, para el uso doméstico de la burguesía, el material
suministrado hace ya tiempo por la economía científica. Pero, por lo demás, en
esa tarea la economía vulgar se limita a sistematizar de manera pedante las
ideas más triviales y fatuas que se forman los miembros de la burguesía acerca
de su propio mundo, el mejor de los posibles, y a proclamarlas como verdades
eternas.. A formas que llevan escrita en la [99] frente su pertenencia a
una formación social donde el proceso de producción domina al hombre, en vez de
dominar el hombre a ese proceso, la conciencia burguesa de esa economía las
tiene por una necesidad natural tan manifiestamente evidente como el trabajo
productivo mismo. De ahí que, poco más o menos, trate a las formas preburguesas
del organismo social de producción como los Padres de la Iglesia a las
religiones precristianas [52] Aprovecho la
oportunidad para responder brevemente a una objeción que, al aparecer mi obra "Zur
Kritik der politischen Ökonomie" (1859), me formuló un periódico
germano-norteamericano. Mi enfoque --sostuvo éste-- según el cual el modo de
producción dado y las relaciones de producción correspondientes al mismo, en
suma, "la estructura económica de la sociedad es la base real sobre la que se
alza una superestructura jurídica y política, y a la que corresponden
determinadas formassociales de conciencia", ese enfoque para el cual "el modo de
producción de la vida material condiciona en general el proceso de la vida
social, política y espiritual", sería indudablemente verdadero para el mundo
actual, en el que imperan los intereses materiales, pero no para la Edad Media,
en la que prevalecía el catolicismo, ni para Atenas y Roma, donde era la
política la que dominaba. En primer término, es sorprendente que haya quien
guste suponer que alguna persona ignora esos archiconocidos lugares comunes
sobre la Edad Media y el mundo antiguo. Lo indiscutible es que ni la Edad Media
pudo vivir de catolicismo ni el mundo antiguo de política. Es, a la
inversa, el modo y manera en que la primera y el segundo se ganaban la vida, lo
que explica por qué en un caso la política y en otro el catolicismo desempeñaron
el papel protagónico. Por lo demás, basta con conocer someramente la historia de
la república romana, por ejemplo, para saber que la historia de la propiedad de
la tierra constituye su historia secreta. Ya Don Quijote, por otra parte, hubo
de expiar el error de imaginar que la caballería andante era igualmente
compatible con todas las formas económicas de la sociedad..
[100] Hasta qué punto una parte de los economistas se deja encandilar por
el fetichismo adherido al mundo de las mercancías, o por la apariencia
objetiva de las determinaciones sociales del trabajo, nos lo muestra, entre
otras cosas, la tediosa e insulsa controversia en torno al papel que
desempeñaría la naturaleza en la formación del valor de cambio. Como el
valor de cambio es determinada manera social de expresar el trabajo empleado en
una cosa, no puede contener más materia natural que, por ejemplo, el curso
cambiario.
[101] Como la forma de mercancía es la más general y la menos
evolucionada de la producción burguesa --a lo cual se debe que aparezca
tempranamente, aun cuando no de la misma manera dominante y por tanto
característica que adopta en nuestros días-- todavía parece relativamente fácil
penetrarla revelando su carácter de fetiche. Pero en las formas más concretas se
desvanece hasta esa apariencia de sencillez. ¿De dónde proceden, entonces, las
ilusiones del sistema monetarista? [53] Éste no
veía al oro y la plata, en cuanto dinero, como representantes de una relación
social de producción, sino bajo la forma de objetos naturales adornados de
insólitos atributos sociales. Y cuando trata del capital, ¿no se vuelve
palpable el fetichismo de la economía moderna, de esa misma economía que,
dándose importancia, mira con engreimiento y desdén al mercantilismo? ¿Hace
acaso mucho tiempo que se disipó la ilusión fisiocrática de que la renta del
suelo surgía de la tierra, no de la sociedad?
Sin embargo, para no anticiparnos, baste aquí con un ejemplo referente a la
propia forma de mercancía. Si las mercancías pudieran hablar, lo harían de esta
manera: Puede ser que a los hombres les interese nuestro valor de uso. No nos
incumbe en cuanto cosas. Lo que nos concierne en cuanto cosas es nuestro
valor. Nuestro propio movimiento como cosas mercantiles lo demuestra. Unicamente
nos vinculamos entre nosotras en cuanto valores de cambio. Oigamos ahora cómo el
economista habla desde el alma de la mercancía: "El valor" (valor de
cambio) "es un atributo de las cosas; las riquezas" (valor de uso), "un atributo
del hombre. El valor, en este sentido, implica necesariamente el intercambio; la
riqueza no" [54]. "La riqueza" (valor de uso)
"es un atributo del hombre, el valor un atributo de las mercancías.
Un hombre o una comunidad son ricos; una perla o un diamante son
valiosos... Una perla o un diamante son valiosos en cuanto tales perla o
diamante" [55]. Hasta el presente, todavía
no hay químico [102] que haya descubierto en la perla o el diamante el
valor de cambio. Los descubridores económicos de esa sustancia química,
alardeando ante todo de su profundidad crítica, llegan a la conclusión de que el
valor de uso de las cosas no depende de sus propiedades como cosas, mientras que
por el contrario su valor les es inherente en cuanto cosas. Lo que los reafirma
en esta concepción es la curiosa circunstancia de que el valor de uso de las
cosas se realiza para el hombre sin intercambio, o sea en la relación
directa entre la cosa y el hombre, mientras que su valor, por el contrario, sólo
en el intercambio, o sea en el proceso social. Como para no acordarse
aquí del buen Dogberry, cuando ilustra al sereno Seacoal: "Ser hombre bien
parecido es un don de las circunstancias, pero saber leer y escribir lo
es de la naturaleza" [56].
[57]
[1]
Karl Marx, "Zur Kritik der politischen Ökonomie",
Berlín, 1859, p. 3.
[2] "El deseo implica necesidad; es el apetito
del espíritu, y tan natural como el hambre al cuerpo... La mayor parte (de las
cosas) derivan su valor del hecho de satisfacer las necesidades del espíritu." (Nicholas
Barbon, "A Discourse on Coining the New Money Lighter. In Answer to Mr. Lighter.
In Answer to Mr. Locke's. Considerations...", Londres, 1696, pp. 2, 3.)
[3] "Las cosas tienen una virtud intrínseca" (es
éste [vertue], en Barbon, el término específico para designar el valor de uso);
"en todas partes tienen la misma virtud, tal como la de la piedra imán de atraer
el hierro." (Ibídem, p. 6.) La propiedad del imán de atraer el hierro
sólo se volvió útil cuando por medio de ella, se descubrió la polaridad
magnética.
[4] "El wortk [valor] natural de cualquier
cosa consiste en su aptitud de satisfacer las necesidades o de servir a la
comodidad de la vida humana." (John Locke, "Some Considerations on the
Consequences of tke Lowering of Interest", 1691 en "Works", Londres, 1777, vol.
II, p. 28.) En los escritores ingleses del siglo XVII suele encontrarse aún la
palabra "worth" por valor de uso y "value" por valor de cambio, lo
cual se ajusta en un todo, al genio de una lengua que se inclina a expresar en
vocablos germánicos la cosa directa, y en latinos la refleja.
[5] En la sociedad burguesa prevalece la
fictio iuris [ficción jurídica] de que todo comprador de mercancías tiene un
conocimiento enciclopédico acerca de las mismas.
[6] "El valor consiste en la relación de
intercambio que media entre tal cosa y cual otra, entre tal medida de un
producto y cual medida de otro." (Le Trosne, "De l'intérêt social", en "Physiocrates",
ed. por Daire, París, 1846, p. 889.)
[7] "Ninguna cosa puede tener un valor
intrínseco" (N. Barbon, op. cit., p. 6), o, como dice Butler:
"El valor de una cosa,
[8] [27] Marx cita la epopeya burlesca de
Samuel Butler, "Hudibras". En ésta, sin embargo, los versos citados no dicen 'The
value, of a thing / is just as much as it will bring", sino: "For what is Worth
in any thing, / but so much Money as 'twill bring" ("porque qué es lo que vale
en cualquier cosa, sino justamente el dinero que habrá de rendir"). (Hudibras
parte II, canto I, versos 465-6.)-- 45; 973.
[a] Medida de capacidad equivalente a 290,79
litros.
[b] " El texto de este párrafo es como sigue en
la 3ª y 4ª ediciones: "Determinada mercancía, por ejemplo un quarter de
trigo, se cambia por x betún o por y seda o por z oro,
etc., en suma, por otras mercancías, en las proporciones más diversas. El
trigo, pues, tiene múltiples valores de cambio, en vez de uno solo. Pero como
x betún, y del mismo modo y seda o z oro, etc., es el valor de
cambio de un quarter de trigo, forzosamente x betún, y
seda, z oro, etcétera, tienen que ser valores de cambio sustituibles
entre sí o de igual magnitud. De donde se desprende, primero, que los valores de
cambio vigentes de la misma mercancía expresan un algo que es igual. Pero,
segundo, que el valor de cambio únicamente puede ser el modo de expresión,
o «forma de manifestarse», de un contenido diferenciable de él"
[9] "one Sort of wares are as good as another,
if the value be equal. There is no difference or distinction in things of equal
value... One hundred pounds worth of lead or iron, is of as great a value as one
hundred pounds worth of silver and gold". [Cien libras esterlinas de cuero o de
hierro tienen un valor de cambio exactamente igual al de cien libras esterlinas
de plata y oro.] (N. Barbon, op. cit., pp. 53 y 7.)
[c] En la 3ª y 4ª ediciones se agrega: "valores
mercantiles".
[d] 3ª y 4ª ediciones: "valor mercantil".
[10] Nota a la 2ª edición. --"The value of them
(the necessaries of life) when they are exchanged the one for another, is
regulated by the quantity of labour necessarily required, and commonly taken in
producing them." "El valor de los objetos para el uso, cuando se los
intercambia, se regula por la cantidad de trabajo requerida de manera necesaria
y empleada por lo común para producirlos." ("Some Thoughts on the Interest of
Money in General, and Particularly in the Public Funds"..., Londres, pp. 36,
37.) Este notable escrito anónimo del pasado siglo carece de fecha. De su
contenido se infiere, sin embargo, que se publicó en el reinado de Jorge II,
hacia 1739 ó 1740.
[11] "Todos los productos de un mismo género no
forman, en realidad, más que una masa, cuyo precio se determina de manera
general y haciendo caso omiso de las circunstancias particulares." ("Le Trosne",
op. cit., p. 893.)
[12] K. Marx, "Zur Kritik"..., p. 6.
[e] 291 litros, aproximadamente.
[13] [28] (W) William Jacob, "An
Historical Inquiry into the Production and Consumption of the Precious Metals,
Londres, 1831.-- 49; 976.
[14] [29] El autor, que no se remite a
ninguna fuente, toma la cita de Herman Merivale, "Lectures on Colonization and
Colonies, Londres, vol. 1, 1841, p. 52, nota. Eschwege dirigió la entidad que
explotaba las minas de oro brasileñas y fue presidente de la Cámara Imperial de
Minerales en Río.-- 49; 976.
[15] (F. E. --Nota a la 4ª edición.-- He
insertado el texto entre paréntesis (f) porque su omisión motiva el
frecuentísimo error de creer que, para Marx, es mercancía todo producto
consumido por quien no sea su productor.)
[f] Entre llaves en la presente edición.
[16] K. Marx, op. cit., pp. 12, 13 y ss.
[17] "Todos los fenómenos del universo, los
haya producido la mano del hombre o las leyes universales de la física, no dan
idea de una creación real, sino únicamente de una modificación de
la materia. Juntar y separar son los únicos elementos que encuentra el
ingenio humano cuando analiza la idea de la reproducción, y tanto estamos ante
una reproducción de valor" (valor de uso, aunque aquí el propio Verri, en
su polémica contra los fisiócratas, no sepa a ciencia cierta de qué valor está
hablando) "y de riqueza si la tierra, el aire y el agua de los campos se
transforman en cereales, como si, mediante la mano del hombre, la pegajosa
secreción de un insecto se transmuta en terciopelo o bien algunos trocitos de
metal se organizan para formar un reloj de repetición." (Pietro Verri, "Meditazioni
sulla economia politica" --la edición príncipe es de 1771--, col. "Scrittori
classici italiani di economia politica", dir. por Custodi, parte moderna, t. XV,
pp. 21, 22.)
[18] [30] (W) William Petty, "A Treatise
on Taxes and Contributions, Londres, 1667, p. 47.-- 53.
[19] Cfr. Hegel, "Philosophie des Rechts",
Berlín, 1840, § 190, página 250.
[20] Ha de advertir el lector que aquí no se
trata del salario o valor que percibe el obrero por una jornada laboral,
sino del valor de la mercancía en que su jornada laboral se objetiva. En
la presente fase de nuestra exposición, la categoría del salario aún no existe,
en modo alguno.
[21] Nota a la 2ª edición. --Para demostrar
"que sólo el trabajo [...] es la medida definitiva y real con arreglo a la cual
en todos los tiempos puede estimarse y compararse el valor de todas las
mercancías", dice Adam Smith: "cantidades iguales de trabajo en todo tiempo y
lugar han de tener el mismo valor para el trabajador. En su estado normal de
salud, fuerza y dinamismo, y con el grado medio de destreza que posea, el
trabajador debe siempre renunciar a la misma porción de su descanso, libertad y
felicidad". ("Wealth of Nations, lib. I, cap. V [ed. por E. G. Wakefield,
Londres, 1836, vol. I, pp. 104-105].) De una parte, Adam Smith confunde aquí (no
en todos los casos) la determinación del valor por la cantidad de trabajo
gastada en la producción de la mercancía, con la determinación de los valores
mercantiles por el valor del trabajo, y por eso procura demostrar que
cantidades iguales de trabajo tienen siempre el mismo valor. De otra parte,
entrevé que el trabajo, en la medida en que se representa en el valor de las
mercancías, sólo cuenta como gasto de fuerza de trabajo, pero sólo concibe ese
gasto como sacrificio del descanso, la libertad y la felicidad, no como
actividad normal de la vida. Sin duda, tiene en vista aquí al asalariado
moderno. Mucho más certero es el anónimo precursor de Adam Smith citado en la
nota 9, cuando dice: "un hombre se ha ocupado durante una semana en producir
este artículo necesario... y quien te dé a cambio de él algún otro objeto, no
podrá efectuar mejor evaluación de lo que es su equivalente adecuado, que
calculando qué le cuesta a él exactamente el mismo labour [trabajo] y
tiempo; lo cual, en realidad, no es sino el cambio entre el labour que un
hombre empleó en una cosa durante determinado tiempo, y el trabajo gastado en
otra cosa, por otro hombre, durante el mismo tiempo". ("Some Thoughts"...,
página 39.)
[22] [31] En Henry IV, de Shakespeare
(parte I, acto III, escena 3), Mistress Quickly rechaza con indignación la queja
de Falstaff, según el cual ella es como la nutria: "No es carne ni pescado; un
hombre no sabe por dónde agarrarla".-- 53; 979.
[g] En la 3ª y 4ª ediciones: "Forma simple,
singular o contingente de valor".
[23] Los raros economistas que, como Samuel
Bailey, se dedicaron al análisis de la forma de valor, no podían alcanzar
resultado alguno, primeramente porque confunden la forma de valor y el valor
mismo, y en segundo término porque, sometidos al tosco influjo del burgués
práctico, desde un primer momento tenían presente exclusivamente la
determinación cuantitativa. "La posibilidad de disponer de la cantidad...
es lo que constituye el valor." ("Money and its Vicissitudes", Londres,
1837, p. 11. El autor es Samuel Bailey.).
[24] Nota a la 2ª edición. --Uno de los
primeros economistas que, después de William Petty, sometió a examen la
naturaleza del valor, el célebre Franklin, dice; "Como el comercio, en general,
no es otra cosa que el intercambio de un trabajo por otro trabajo, [32]
de la manera en que se medirá mejor el valor de todas las cosas... es en
trabajo". ("The Works of B. Franklin"..., ed. por Sparks, Boston, 1836, vol. II,
p. 267.) Franklin no es consciente de que al estimar "en trabajo" el valor de
todas las cosas, hace abstracción de la diferencia entre los trabajos
intercambiados, reduciéndolos así a trabajo humano igual. No lo sabe, pero lo
dice. Se refiere primero a "un trabajo", luego al "otro trabajo" y por último al
"trabajo", sin más especificación, como sustancia del valor de todas las cosas
[25] [32] Franklin no habla, en rigor,
de "intercambio de un trabajo por otro trabajo" (subrayados nuestros), sino de
"intercambio de trabajo por trabajo" (TI 51). Véase el comentario con que cierra
Marx la nota.-- 63.
[26] [33] Paris vaut bien une messe!
(¡París bien vale una misa!)-- La frase se atribuye a Enrique IV de Francia,
quien la habría pronunciado en 1593 para justificar su conversión del calvinismo
al catolicismo, o a Maximilien de Béthune, más tarde duque de Sully, que habría
sintetizado con ella, frente al rey, las conveniencias políticas de dicha
conversión religiosa.-- 65.
[27] En cierto modo, con el hombre sucede lo
mismo que con la mercancía. Como no viene al mundo con un espejo en la mano, ni
tampoco afirmando, como el filósofo fichtiano, "yo soy yo", el hombre se ve
reflejado primero sólo en otro hombre. Tan sólo a través de la relación con el
hombre Pablo como igual suyo, el hombre Pedro se relaciona consigo mismo como
hombre. Pero con ello también el hombre Pablo, de pies a cabeza, en su
corporeidad paulina, cuenta para Pedro como la forma en que se manifiesta el
genus [género] hombre
[28] El término "valor" se emplea aquí --como,
dicho sea de paso, ya lo hemos hecho antes en algunos pasajes-- para designar el
valor cuantitativamente determinado, y por tanto la magnitud del valor.
[29] Nota a la 2ª edición. --Con su tradicional
perspicacia, la economía vulgar ha sacado partido de esa incongruencia entre la
magnitud del valor y su expresión relativa. A modo de ejemplo: "una vez que se
reconoce que A baja porque B, con la cual se cambia, aumenta,
aunque en el ínterin no se haya empleado menos trabajo en A, el principio
general del valor, propuesto por ustedes, se desmorona... Si él [Ricardo]
reconoce que cuando aumenta el valor de A con respecto a B, mengua
el valor de B en relación con A, queda minado el fundamento sobre
el que asentó su gran tesis, a saber, que el valor de una mercancía está
determinado siempre por el trabajo incorporado a ella; en efecto, si un cambio
en el costo de A no sólo altera su propio valor con respecto a B,
a la mercancía por la cual se cambia, sino también el valor de B en
relación con A, aun cuando no haya ocurrido cambio alguno en la cantidad
de trabajo requerida para producir a B, en tal caso no sólo se viene al
suelo la doctrina según la cual la cantidad de trabajo empleada en un artículo
regula el valor del mismo, sino también la que sostiene que es el costo de
producción de un artículo lo que regula su valor". (J. Broadhurst, "Political
Economy", Londres, 1842, pp. 11, 14.)
[30] Con estas determinaciones reflejas ocurre
algo peculiar. Este hombre, por ejemplo, es rey porque los otros hombres se
comportan ante él como súbditos; éstos creen, al revés, que son súbditos porque
él es rey.
[31] [34] El autor cita la "Ética a
Nicómaco" (libro V, capítulo VIII) según "Aristotelis opera ex recensione
Immanuelis Bekkeri", t. IX, Oxford, 1837, p. 99. Este mismo pasaje,
aproximadamente, es comentado por Marx en el capítulo II de la "Contribución a
la crítica de la economía política".-- 73; 1028.
[32] Nota a la 2ª edición. --F.L.A. Ferrier (sous-inspecteur
des douanes [subinspector de aduanas]), "Du gouvernement considéré dans ses
rapports avec le commerce", París, 1805, y Charles Ganilh, "Des systèmes
d'économie politique, 2ª ed., París, 1821.
[33] [35] Como lo explica Marx en la
versión francesa (TFA 61). Lombard Street es "la calle de los grandes banqueros
de Londres". Los banqueros lombardos (como en Inglaterra la mayor parte de los
banqueros y prestamistas eran nativos de Lombardía la palabra "lombard" pasó a
designar a cualquiera que se ocupara de negocios dinerarios) dieron su nombre a
la calle; Lombard Street es sinónimo, actualmente, del mercado del dinero o de
la banca.-- 75.
[34] Nota a la 2ª edición. --A modo de ejemplo:
en Homero el valor de una cosa se ve expresado en una serie de objetos
diferentes.
[35] De ahí que cuando el valor del lienzo se
representa en chaquetas, se hable de su valor en chaquetas; de su valor en
trigo, cuando se lo representa en trigo, etc. Cada una de esas expresiones
indica que su valor es el que se pone de manifiesto en los valores de uso
chaqueta, trigo, etc. "Como el valor de toda mercancía denota su relación en el
intercambio, podemos hablar de él como... valor en trigo, valor en paño, según
la mercancía con que se lo compare, y de ahí que existan mil distintos tipos de
valor, tantos tipos de valor como mercancías hay en existencia, y todos son
igualmente reales e igualmente nominales." ("A Critical Dissertation on the
Nature, Measure, and Causes of Value; Chiefly in Reference to the Writings of Mr.
Ricardo and his Followers. By the Author of Essays on the Formation... of
Opinions", Londres, 1825, p. 39.) Samuel Bailey, autor de esta obra anónima, que
en su época provocó gran revuelo en Inglaterra, se imagina haber destruido,
mediante esa referencia a las múltiples y diversas expresiones relativas del
valor de una misma mercancía, toda definición del valor. Que Bailey, por lo
demás, y pese a su estrechez, acertó a encontrar diversos puntos débiles de la
teoría de Ricardo, lo demuestra el encono con que la escuela ricardiana lo hizo
objeto de sus ataques, por ejemplo en la "Westminster Review".
[36] En realidad, la forma de
intercambiabilidad directa general de ningún modo revela a simple vista que se
trate de una forma mercantil antitética, tan inseparable de la forma de
intercambiabilidad no directa como el carácter positivo de un polo magnético lo
es del carácter negativo del otro polo. Cabría imaginarse, por consiguiente, que
se podría grabar en todas las mercancías, a la vez, la impronta de ser
directamente intercambiables, tal como cabría conjeturar que es posible
convertir a todo católico en el papa. Para el pequeño burgués, que ve en la
producción de mercancías el nec plus ultra [extremo insuperable]
[[[36]]] de la libertad humana y de la independencia individual, sería muy
apetecible, naturalmente, que se subsanaran los abusos ligados a esa
forma, y entre ellos también el hecho de que las mercancías no sean
directamente intercambiables. La lucubración de esta utopía de filisteos
constituye el socialismo de Proudhon, a quien, como he demostrado en otra parte,
[[[37]]] ni siquiera cabe el mérito de la originalidad, ya que dicho
socialismo fue desarrollado mucho antes que él, y harto mejor, por Gray, Bray y
otros. Lo cual no impide que esa sabiduría, bajo el nombre de "sciencie"
[ciencia], haga estragos en ciertos círculos. Ninguna escuela ha hecho más
alardes con la palabra "science" que la prudoniana, pues
"cuando faltan las ideas,
[37] [36] Nec plus ultra (extremo
insuperable).-- La expresión, que se cita más frecuentemente bajo la forma de
non plus ultra (literalmente, "no más allá"), se remonta a los "Cánticos
triunfales de Nemea, de Píndaro: "No más allá de las columnas de Hércules débese
navegar por el intransitable mar".-- 84; 594; 1002.
[38] [37] En Karl Marx, "Misère de la
philosophie. Réponse à la Philosophie de la misère de M. Proudhon",
París-Bruselas, 1847. En la versión francesa de "El capital" Marx atemperó aquí,
como en otros pasajes, sus críticas a Proudhon.-- 84; 1002.
[39] [38] Goethe, "Faust", parte I,
"Estudio". Sin que se modifique el sentido, el orden de las palabras está
ligeramente alterado en el segundo verso (es posible que en materia de citas
literarias Marx confiara más de lo conveniente en su memoria): "da stellt zur
rechten Zeit ein Wort sich ein" en vez de "da stellt ein Wort zur rechten Zeit
sich ein".-- 84; 1002.
[40] Recuérdese que China y las mesas
comenzaron a danzar cuando todo el resto del mundo parecía estar sumido en el
reposo... pour encourager les autres [para alentar a los demás]. [[[39]]]
[41] [39] Marx se refiere, de una parte,
al auge experimentado en Europa por el espiritismo después de la derrota de la
revolución de 1848-49, y de otra parte a las insurrecciones de los campesinos
del sur de China (1850-1864) conocidas como revolución de los tai-ping. Los
tai-ping ("gran paz") luchaban por la abolición de las instituciones feudales y
la expulsión de los manchúes.-- 87; 1007.
[42] Nota a la 2ª edición. --Entre los antiguos
germanos la extensión de un Morgen (h) de tierra se calculaba por
el trabajo de una jornada, y por eso al Morgen se lo denominaba
Tagwerk [trabajo de un día] (también Tagwanne [aventar un día]) (jurnale
o jurnalis, terra jurnalis, jornalis o diurnalis),
Mannwerk [trabajo de un hombre], Mannskraft [fuerza de un hombre],
Mannsmaad [siega de un hombre], Mannshauet [tala de un hombre],
etc. Véase Georg Ludwig von Maurer, "Einleitung zur Geschichte der Mark-, Hof-,
usw. Verfassung", Munich, 1854, p. 129 y s.
[h] De 25 a 30 áreas.
[43] Nota a la 2ª edición. --Por eso, cuando
Galiani dice: el valor es una relación entre personas-- "la richezza è una
ragione tra due persone"-- habría debido agregar: una relación oculta bajo una
envoltura de cosa. (Galiani, "Della moneta", col. Custodi cit., Milán, 1803,
parte moderna, t. III, p. 221.)
[44] "¿Qué pensar de una ley que sólo puede
imponerse a través de revoluciones periódicas? No es sino una ley natural,
fundada en la inconciencia de quienes están sujetos a ella." (Friedrich
Engels, "Umrisse zu einer Kritik der Nationalökonomie", en Deutsch-Französische
Jahrbücher, ed. por Arnold Ruge y Karl Marx, París, 1844.)
[45] Nota a la 2ª edición. --Tampoco Ricardo
está exento de robinsonadas. "Hace que de inmediato el pescador y el cazador
primitivos cambien la pesca y la caza como si fueran poseedores de mercancías,
en proporción al tiempo de trabajo objetivado en esos valores de cambio. En esta
ocasión incurre en el anacronismo de que el pescador y el cazador primitivos,
para calcular la incidencia de sus instrumentos de trabajo, echen mano a las
tablas de anualidades que solían usarse en la Bolsa de Londres en 1817. Al
parecer, la única forma de sociedad que fuera de la burguesa conoce Ricardo son
los «paralelogramos del señor Owen»." [[[40]]] (K. Marx, "Zur Kritik"...,
pp. 38, 39.)
[46] [40] (W) Los paralelogramos del
señor Owen son mencionados por Ricardo en su obra "On Protection to
Agriculture", 4ª ed., Londres, 1822, p. 21. En sus planes utópicos de reforma
social, Owen procuró demostrar que tanto desde el punto de vista económico como
desde el de la vida hogareña, lo más adecuado era que las viviendas estuvieran
ordenadas formando paralelogramos o cuadrados.-- 93.
[47] [41] Max Wirth era un economista
vulgar; en la versión inglesa (TI 77) Engels lo sustituye por nuestro conocido
Sedley Taylor.-- 94; 1008.
[48] Nota a la 2ª edición --"Es un preconcepto
ridículo, de muy reciente difusión, el de que la forma de la propiedad común
naturalmente originada sea específicamente eslava, y hasta rusa en
exclusividad. Es la forma primitiva cuya existencia podemos verificar entre los
romanos, germanos, celtas, y de la cual encontramos aun hoy, entre los indios,
un muestrario completo con los especímenes más variados, aunque parte de ellos
en ruinas. Un estudio más concienzudo de las formas de propiedad común
asiáticas, y especialmente de las índicas, demostraría cómo de las formas
diversas de la propiedad común natural resultan diferentes formas de disolución
de ésta. Así, por ejemplo, los diversos tipos originarios de la propiedad
privada romana y germánica pueden ser deducidos de las diversas formas de la
propiedad común en la India." (Ibídem, p. 10.)
[49] [42] "Cual los dioses de Epicuro".--
Según el filósofo griego los dioses residían en los intermundos (metakosmia) o
espacio existente entre los astros, y no se interesaban por el destino de los
hombres ni se inmiscuían en el gobierno del universo; el sabio, por ende, debía
honrarlos, pero no temerlos. Marx solía servirse de aquella comparación: véase "Grundrisse...",
Berlín, 1953, pp. 741 y 922, el tomo III de "El capital" capítulos XX y XXXVI,
etcétera.-- 97; 1012.
[50] Las insuficiencias en el análisis que de
la magnitud del valor efectúa Ricardo --y el suyo es el mejor-- las hemos
de ver en los libros tercero y cuarto de esta obra. En lo que se refiere al
valor en general, la economía política clásica en ningún lugar distingue
explícitamente y con clara conciencia entre el trabajo, tal como se representa
en el valor, y ese mismo trabajo, tal como se representa en el valor de uso
de su producto. En realidad, utiliza esa distinción de manera natural, ya que en
un momento dado considera el trabajo desde el punto de vista cuantitativo, en
otro cualitativamente. Pero no tiene idea de que la simple diferencia
cuantitativa de los trabajos presupone su unidad o igualdad
cualitativa, y por tanto su reducción a trabajo abstractamente humano.
Ricardo, por ejemplo, se declara de acuerdo con Destutt de Tracy cuando éste
afirma: "Puesto que es innegable que nuestras únicas riquezas originarias son
nuestras facultades físicas y morales, que el empleo de dichas facultades, el
trabajo de alguna índole, es nuestro tesoro primigenio, y que es siempre a
partir de su empleo como se crean todas esas cosas que denominamos riquezas
[...]. Es indudable, asimismo, que todas esa cosas sólo representan el
trabajo que las ha creado, y si tienen un valor, y hasta dos valores diferentes,
sólo pueden deberlos al del" (al valor del) "trabajo del que emanan".
(Ricardo, "On the Principles of Political Economy", 3ª ed., Londres, 1821, p.
334.) Limitémonos a observar que Ricardo atribuye erróneamente a Destutt su
propia concepción, más profunda. Sin duda, Destutt dice por una parte, en
efecto, que todas las cosas que forman la riqueza "representan el trabajon
que las ha creado", pero por otra parte asegura que han obtenido del "valor
del trabajo" sus "dos valores diferentes" (valor de uso y valor de
cambio). Incurre de este modo en la superficialidad de la economía vulgar, que
presupone el valor de una mercancía (en este caso del trabajo), para
determinar por medio de él, posteriormnte, el valor de las demás. Ricardo lo lee
como si hubiera dicho que el trabajo (no el valor del trabajo)
está representado tanto en el valor de uso como en el de cambio. Pero él mismo
distingue tan pobremente el carácter bifacético del trabajo,
representado de manera dual, que en todo el capítulo "Value and Riches,
Their Distinctive Properties" [Valor y riqueza, sus propiedades distintivas] se
ve reducido a dar vueltas fatigosamente en torno a las trivialidades de un Jean-Baptiste
Say. De ahí que al final se muestre totalmente perplejo ante la coincidencia de
Destutt, por un lado, con la propia concepción ricardiana acerca del trabajo
como fuente del valor, y, por el otro, con Say respecto al concepto de
valor.
[51] Una de las fallas fundamentales de la
economía política clásica es que nunca logró desentrañar, partiendo del análisis
de la mercancía y más específicamente del valor de la misma, la forma del valor,
la forma misma que hace de él un valor de cambio. Precisamente en el caso de sus
mejores expositores, como Adam Smith y Ricardo, trata la forma del valor como
cosa completamente indiferente, o incluso exterior a la naturaleza de la
mercancía. Ello no sólo se debe a que el análisis centrado en la magnitud del
valor absorba por entero su atención. Obedece a una razón más profunda. La forma
de valor asumida por el producto del trabajo es la forma más abstracta, pero
también la más general, del modo de producción burgués, que de tal manera queda
caracterizado como tipo particular de producción social y con esto, a la vez,
como algo histórico. Si nos confundimos y la tomamos por la forma natural eterna
de la producción social, pasaremos también por alto, necesariamente, lo que hay
de específico en la forma de valor, y por tanto en la forma de la mercancía,
desarrollada luego en la forma de dinero, la de capital, etc. Por eso, en
economistas que coinciden por entero en cuanto a medir la magnitud del valor por
el tiempo de trabajo, se encuentran las ideas más abigarradas y contradictorias
acerca del dinero, esto es, de la figura consumada que reviste el equivalente
general. Esto por ejemplo se pone de relieve, de manera contundente, en los
análisis sobre la banca, donde ya no se puede salir del paso con definiciones
del dinero compuestas de lugares comunes. A ello se debe que, como antítesis,
surgiera un mercantilismo restaurado (Ganilh, etc.) que no ve en el valor más
que la forma social o, más bien, su mera apariencia, huera de sustancia.
[52] "Los economistas tienen una singular
manera de proceder. No hay para ellos más que dos tipos de instituciones: las
artificiales y las naturales. Las instituciones del feudalismo son instituciones
artificiales; las de la burguesía, naturales. Se parecen en esto a los teólogos,
que distinguen también entre dos clases de religiones. Toda religión que no sea
la suya es invención de los hombres, mientras que la suya propia es, en cambio,
emanación de Dios... Henos aquí, entonces, con que hubo historia, pero ahora ya
no la hay." (Karl Marx, "Misére de la philosophie". "Réponse à la Philosophie de
la misère de M. Proudhon", 1847, p. 113.) Realmente cómico es el señor Bastiat,
quien se imagina que los griegos y romanos antiguos no vivían más que del
robo. Pero si durante muchos siglos sólo se vive del robo, es necesario que
constantemente exista algo que robar, o que el objeto del robo se
reproduzca de manera continua. Parece, por consiguiente, que también los griegos
y romanos tendrían un proceso de producción, y por tanto una economía que
constituiría la base material de su mundo, exactamente de la misma manera en que
la economía burguesa es el fundamento del mundo actual. ¿O acaso Bastiat quiere
decir que un modo de producción fundado en el trabajo esclavo constituye
un sistema basado en el robo? En tal caso, pisa terreno peligroso. Si un
gigante del pensamiento como Aristóteles se equivocaba en su apreciación del
trabajo esclavo, ¿por qué había de acertar un economista pigmeo como Bastiat
al juzgar el trabajo asalariado?
[53] [43] Sistema monetarista.-- En la
versión francesa (TFA 75), "système mercantile". Como dice Marx en otro lugar,
el "sistema monetarista, del cual el sistema mercantilista no es más que una
variante", veía en el oro y la plata, esto es, en el dinero, la única riqueza.
Los portavoces de ese sistema "declararon con acierto que la misión de la
sociedad burguesa era hacer dinero", si bien "confundían el dinero con el
capital" (K. Marx, "Zur Kritik"... II, C, en MEW, Berlín, t. XIII, pp. 133 y
134).-- 101.
[54] "Value is a property of things, riches of
man. Value in this sense, necessarily implies exchanges, riches do not." (Observations
on Some Verbal Disputes on Political Economy, Particularly Relating to Value,
and to Supply and Demand, Londres, 1821, p. 16.)
[55] "Riches are the attribute of man, value is
the attribute of commodities. A man or a community is rich, a pearl or a diamond
is valuable... A pearl or a diamond is valuable as a pearl or diamond."
(S. Bailey, "A Critical Dissertation"..., p. 165 y s.)
[56] El autor de las "Observations" y Samuel
Bailey inculpan a Ricardo el haber hecho del valor de cambio, que es algo
meramente relativo, algo absoluto. Por el contrario, Ricardo ha
reducido la relatividad aparente que esas cosas --por ejemplo, el
diamante, las perlas, etc.-- poseen en cuanto valores de cambio, a la verdadera
relación oculta tras la apariencia, a su relatividad como meras
expresiones de trabajo humano. Si las réplicas de los ricardianos a Bailey son
groseras pero no convincentes, ello se debe sólo a que el propio Ricardo no les
brinda explicación alguna acerca de la conexión interna entre el valor y
la forma del valor o valor de cambio.
[57] [44] Shakespeare, "Much Ado about
Nothing; acto III, escena 3: "To be a well-favoured man is the gift of fortune
[es cosa de suerte, es un don de la fortuna], but to write and read comes by
nature".-- 102; 1016.
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