inflaba su barriga desproporcionada y decía,

que pronto iría donde sus jefes deseaban.

Don Cosmo, con escopeta de dos caños salía,

hacía su entrenamiento en la explanada,

volvía con necias sonrisas de pureza aplatanada,

que lo incluyeran como arrogante soldado quería.

Don Cosmo, con un ridículo uniforme se cubría,

marchaba en su reducido tamaño como nada

soñaba ser incluido en una extranjera manada

que con un lindo sueldo de mercenario lo llevaría.

Don Cosmo, se animo finalmente un cierto día,

se presento a la embajada de muchos cuentos, armada

pidió ser incluido al servicio del invasor patadura;

lo llevaron en avión hasta un lugar que se hundía.

Don Cosmo...  Dicen que salio en el diario de mediodía,

como uno más de los cadáveres de la guerra "ganada"

por los gringos en el oriente invadido sin empanadas;

por sonso Don Cosmo quedo enterrado  como judía.