En un encuentro de magros sacerdotes

y monjes danzantes por rutina,

o sometimiento fundamental;

se escucho una voz tenue, alarmante e insinuante,

que hablo de una alteración inquietante

en las bases y los orígenes

del gran documento sagrado:

La serpiente, señores,

era de verdad una serpiente,

Pero no así el fruto, que no era fruto

si no una pegatina verde genética

que Eva se trago por equivocación

desde la vasija de un planeta extraño,

con el nombre de Eden.

Es desde entonces, que es así,

que los descendientes de Adán

en su loco código genético,

no perfeccionaron el conocimiento

si no la compulsión de especular

para vivir a costa del resto.

Es decir; la economía;

y con ella han dejado en su avaricia y hasta hoy,

tan enormes turbulencias

que la tierra se hunde

y la vida, ya no es vida

sino un cancer, un amargo y terrible castigo.