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Los arbetoides |
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Conocí a los arbetoides y logré sobrevivir en su reino favorito.
Los fui observando en su diario trajín, de importancia maquinal desesperada durante aquellos inconmensurables días y noches de exilio. Traté de comprenderlos en su compulsión del amor a las cosas muertas y su gradual integración maquinal a la inteligencia artificial al son de la mecánica autónoma.
Los vi, los observe, efectivos monótonos en su programa de actividades compartidas. Concatenados a un sistema y miles de aparatos, en línea, y en ritmos de igualdad indiferente.
Los descubrí con sussalidas y entradas infinitas, construidas por algún otro de antemano.
Después de mucho, pude comprender y comparar sus vidas Con ruedas, cubos y engranajes, en un ritmo de pulsos sin fin, sin los cuales esos pobres energúmenos habrían perdido su razón de ser.
Conocí a los arbetoides, Los vi en su suelo patrio neutral; Ese reino frío como placenta mecánica, como madre absorbente económica industrial.
Los vi, afanados, montados en cuatro ruedas. Moviéndose junto a su motor de metal no biológico.
Los observe en su inocencia pueril retrograda y automática.
Conocí a los arbetoides Estuve con ellos, sin poder compartir su maquinal entusiasmo hasta descubrir su mito y su alma vacía, como un despilfarro enorme, no natural, que sobre ellos tiene el mundo inocente de los vivos.
Los vi bajo el susurro de la engañosa voz de la maquina madre, sometidos bajo el canto fúnebre o monótono de lo Económico industrial.
Conocí a los arbetoides Y sentí una enorme pena por ellos.
(actualizado 2007-03-15) |
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