LA TRANSFORMACION DE DINERO EN CAPITAL  CAPITULO IV

 

1. La fórmula general del capital

La circulación de mercancías es el punto de partida del capital. La producción de mercancías, la circulación mercantil [a] y una circulación mercantil desarrollada, el comercio, constituyen los supuestos históricos bajo los cuales surge aquél. De la creación del comercio mundial y el mercado mundial modernos data la biografía moderna del capital [b].

Si hacemos caso omiso del contenido material de la circulación mercantil, si prescindimos del intercambio de los diversos valores de uso, limitándonos a examinar las formas económicas que ese proceso genera, encontraremos que su producto último es el dinero. Ese producto último de la circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital.

Históricamente, el capital, en su enfrentamiento con la propiedad de la tierra, se presenta en un comienzo y en todas partes bajo la forma de dinero, como patrimonio dinerario, capital comercial y capital usurario [1]. Sin embargo, no hace falta echar una ojeada retrospectiva a la [180] proto-historia del capital para reconocer en el dinero su primera forma de manifestación. Esa misma historia se despliega diariamente ante nuestros ojos. Todo nuevo capital entra por primera vez en escena --o sea en el mercado: mercado de mercancías, de trabajo o de dinero-- siempre como dinero, dinero que a través de determinados procesos habrá de convertirse en capital.

El dinero en cuanto dinero y el dinero en cuanto capital sólo se distinguen, en un principio, por su distinta forma de circulación.

La forma directa de la circulación mercantil es M - D - M, conversión de mercancía en dinero y reconversión de éste en aquélla, vender para comprar. Paralelamente a esta forma nos encontramos, empero, con una segunda, específicamente distinta de ella: la forma D - M - D, conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender. El dinero que en su movimiento se ajusta a ese último tipo de circulación, se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital.

Examinemos más detenidamente la circulación D - M - D. Recorre la misma, al igual que la circulación mercantil simple, dos fases contrapuestas. En la primera de éstas, D - M, compra, el dinero se transforma en mercancía. En la segunda fase, M - D, venta, la mercancía se reconvierte en dinero. Pero la unidad de ambas fases configura el movimiento global que cambia dinero por mercancía y la misma mercancía nuevamente por dinero; compra mercancía para venderla, o, si se dejan a un lado las diferencias formales entre la compra y la venta, compra mercancía con el dinero y dinero con la mercancía [2]. El resultado en el que se consuma todo ese proceso es el intercambio de dinero por dinero, D - D. Si con 100 libras esterlinas adquiero 2.000 libras de algodón, y vendo éstas por [sterling] 110, en resumidas cuentas habré intercambiado [sterling] 100 por [sterling] 110, dinero por dinero.

Ahora bien, salta a la vista que el proceso de circulación D - M - D sería absurdo y fútil si por medio de ese [181] rodeo se quisiera cambiar un valor dinerario cualquiera por el mismo valor dinerario, o sea, por ejemplo, [sterling] 100 por las mismas [sterling] 100. Incomparablemente más simple y seguro sería el procedimiento del atesorador que retiene sus [sterling] 100 en vez de exponerlas a los riesgos de la circulación. Por otra parte, ya sea que el comerciante venda a [sterling] 110 el algodón comprado con [sterling] 100 o que tenga que deshacerse de él por [sterling] 100 e incluso por [sterling] 50, en todos los casos su dinero habrá descrito un movimiento peculiar y original, de tipo completamente distinto del que describe en la circulación mercantil simple, por ejemplo en manos del campesino que vende trigo y que con el dinero así obtenido adquiere prendas de vestir. Corresponde, por tanto, caracterizar en primer lugar las diferencias de forma entre los ciclos D - M - D y M - D - M. Con lo cual, al mismo tiempo, saldrá a luz la diferencia de contenido que se oculta tras dichas diferencias formales.

Veamos, por de pronto, lo que hay de común entre ambas formas.

Ambos ciclos se descomponen en las mismas dos fases contrapuestas, M - D, venta, y D - M, compra. En cada una de las dos fases se contraponen los dos mismos elementos del mundo de las cosas, mercancía y dinero, y dos personas que ostentan las mismas máscaras económicas, un comprador y un vendedor. Cada uno de los dos ciclos constituye la unidad de las mismas fases contrapuestas, y en ambos casos la unidad es mediada por la entrada en escena de tres partes contratantes, de las cuales una se limita a vender, la otra a comprar, pero la tercera alternativamente compra y vende.

Lo que distingue de antemano, n obstante, a los dos ciclos M - D - M y D - M - D, es la secuencia inversa de las mismas fases contrapuestas de la circulación. La circulación mercantil simple comienza con la venta y termina en la compra, la circulación del dinero como capital principia en la compra y finaliza en la venta. Allí es la mercancía la que constituye tanto el punto de partida como el término del movimiento; aquí, el dinero. En la primera forma es el dinero el que media el proceso global, en la inversa, la mercancía.

En la circulación M - D - M el dinero se transforma finalmente en mercancía que presta servicios como valor de uso. Se ha gastado definitivamente, pues, el dinero. En la forma [182] inversa, D - M - D, por el contrario, el comprador da dinero con la mira de percibirlo en su calidad de vendedor. Al comprar la mercancía lanza dinero a la circulación para retirarlo de ella mediante la venta de la misma mercancía. Se desprende del dinero, pero con la astuta intención de echarle mano nuevamente. Se limita, pues, a adelantarlo 3.

En la forma M - D - M la misma pieza de dinero cambia dos veces de lugar. El vendedor la recibe de manos del comprador y se separa de ella al pagar a otro vendedor. El proceso global, que se inicia con la percepción de dinero a cambio de mercancía, se clausura con la entrega de dinero a cambio de mercancía. A la inversa en la forma D - M - D. No es la misma pieza de dinero la que aquí cambia por dos veces de lugar, sino la misma mercancía. El comprador la obtiene de manos del vendedor y se desprende de ella, cediéndola a otro comprador. Así como en la circulación mercantil simple el doble cambio de lugar de la misma pieza de dinero ocasionaba su transferencia definitiva de unas manos a otras, en este caso el doble cambio de lugar de la misma mercancía implica el reflujo del dinero a su punto de partida inicial.

El reflujo del dinero a su punto de partida no depende de que se venda la mercancía más cara de lo que se la compró. Esta circunstancia sólo ejerce su influjo sobre la magnitud de la suma de dinero que refluye. El fenómeno del reflujo se opera no bien se revende la mercancía comprada, con lo cual se describe íntegramente el ciclo D - M - D. Es ésta, pues, una diferencia sensorialmente perceptible entre la circulación del dinero como capital y su circulación como simple dinero.

Se describe íntegramente el ciclo M - D - M tan pronto como la venta de una mercancía produce dinero que la compra de otra mercancía sustrae, a su vez. No obstante, si refluye dinero al punto de arranque, ello obedece únicamente a la renovación o reiteración de toda la trayectoria. Si vendo un quarter de trigo por [sterling] 3 y con las mismas [sterling] 3 compro prendas de vestir, en lo que a mí respecta esas [sterling] 3 se habrán gastado definitivamente. Ya nada [183] tengo que ver con ellas. Son del tendero. Ahora bien, si vendo un segundo quarter de trigo, vuelve a fluir dinero a mis manos, pero no a causa de la transacción primera, sino tan sólo de su repetición. El dinero se aleja nuevamente de í tan pronto como celebro la segunda transacción y compro de nuevo. En la circulación M - D - M, pues, el gasto del dinero no guarda relación alguna con su reflujo. En D - M - D, por el contrario, el reflujo del dinero está condicionado por la índole misma de su gasto. Sin este reflujo la operación se malogra o el proceso se interrumpe y queda trunco, ya que falta su segunda fase, la venta que complementa y finiquita la compra.

El ciclo M - D - M parte de un extremo constituido por una mercancía y concluye en el extremo configurado por otra, la cual egresa de la circulación y cae en la órbita del consumo. Por ende, el consumo, la satisfacción de necesidades o, en una palabra, el valor de uso, es su objetivo final. El ciclo D - M - D, en cambio, parte del extremo constituido por el dinero y retorna finalmente a ese mismo extremo. Su motivo impulsor y su objetivo determinante es, por tanto, el valor de cambio mismo.

En la circulación mercantil simple ambos extremos poseen la misma forma económica. Ambos son mercancías. Y, además, mercancías cuya magnitud de valor es igual. Pero son valores de uso cualitativamente diferentes, por ejemplo trigo y prendas de vestir. El intercambio de productos, el cambio de los diversos materiales en los que se representa el trabajo social, configura aquí el contenido del movimiento. No ocurre lo mismo en la circulación D - M - D. A primera vista, por ser tautológica, parece carecer de contenido. Ambos extremos tienen la misma forma económica. Ambos son dinero, no siendo por tanto valores de uso cualitativamente distintos, ya que el dinero es precisamente la figura transmutada de las mercancías, en la cual se han extinguido sus valores de uso particulares. Cambiar primero [sterling] 100 por algodón y luego, a su vez, el mismo algodón por [sterling] 100, o sea, dando un rodeo, dinero por dinero, lo mismo por lo mismo, parece ser una operación tan carente de objetivos como absurda [4]. Una suma [184] de dinero únicamente puede distinguirse de otra por su magnitud. Por consiguiente, el proceso D - M - D no debe su contenido a ninguna diferencia cualitativa entre sus extremos, pues uno y otro son dinero, sino solamente a su diferencia cuantitativa. A la postre, se sustrae a la circulación más dinero del que en un principio se arrojó a ella. El algodón adquirido a [sterling] 100, por ejemplo, se revende a [sterling] 100 + 10, o sea [sterling] 110. La forma plena de este proceso es, por ende D - M - D', donde D' = D + D, esto es, igual a la suma de dinero adelantada inicialmente más un incremento. A dicho incremento, o al excedente por encima del valor originario, lo denomino yo plusvalor (surplus value). El valor adelantado originariamente no sólo, pues, se conserva en la circulación, sino que en ella modifica su magnitud de valor, adiciona un plusvalor o se valoriza. Y este movimiento lo transforma en capital.

Es también posible, por cierto, que en M - D - M los dos extremos, M, M, por ejemplo trigo y prendas de vestir, sean magnitudes de valor cuantitativamente diferentes. Cabe la posibilidad de que el campesino venda su trigo por encima de su valor o compre la ropa por debajo del valor de la misma. Puede ocurrir que el tendero lo estafe. [185] Pero tal diferencia de valor, en el caso de esta forma de circulación, sigue siendo puramente aleatoria. Ésta no pierde su sentido y su razón de ser, como en el caso del proceso D - M - D, si los dos extremos, por ejemplo trigo y prendas de vestir, son equivalentes. Su equivalencia es aquí, más bien, condición del decurso normal.

La reiteración o renovación del acto de vender para comprar encuentra su medida y su meta, como ese proceso mismo, en un objetivo final ubicado fuera de éste: el consumo, la satisfacción de determinadas necesidades. Por el contrario, en la compra para la venta, el principio y el fin son la misma cosa, dinero, valor de cambio, y ya por eso mismo el proceso resulta carente de término. Es verdad que D se ha transformado en D + D, [sterling] 100 en [sterling] 100 + 10. Pero desde un punto de vista puramente cualitativo, [sterling] 110 son lo mismo que [sterling] 100, o sea dinero. Y consideradas cuantitativamente, [sterling] 110 son una suma limitada de valor, como [sterling] 100. Si se gastaran las [sterling] 110 como dinero, dejarían de desempeñar su papel. Cesarían de ser capital. Sustraídas a la circulación, se petrificarían bajo la forma de tesoro y no rendirían ni un solo centavo por más que estuviesen guardadas hasta el día del Juicio Final. Si se trata, por consiguiente, de valorizar el valor, existe la misma necesidad de valorizar las [sterling] 110 que las [sterling] 100, ya que ambas sumas son expresiones limitadas del valor de cambio, y por tanto una y otra tienen la misma vocación de aproximarse, mediante un incremento cuantitativo, a la riqueza absoluta. Ciertamente, el valor de [sterling] 100, adelantado originariamente, se distingue por un momento del plusvalor de [sterling] 10 que le ha surgido en la circulación, pero esa diferencia se desvanece de inmediato. Al término del proceso no surge de un lado el valor original de [sterling] 100 y del otro lado el plusvalor de [sterling] 10. Lo que surge del proceso es un valor de [sterling] 110 que se encuentra en la misma forma adecuada para iniciar el proceso de valorización, que las [sterling] 100 originales. Al finalizar el movimiento, el dinero surge como su propio comienzo [5]. [186] El término de cada ciclo singular en el que se efectúa la compra para la venta, configura de suyo, por consiguiente, el comienzo de un nuevo ciclo. La circulación mercantil simple --vender para comprar-- sirve, en calidad de medio, a un fin último ubicado al margen de la circulación: la apropiación de valores de uso, la satisfacción de necesidades. La circulación del dinero como capital es, por el contrario, un fin en sí, pues la valorización del valor existe únicamente en el marco de este movimiento renovado sin cesar. El movimiento del capital, por ende, es carente de medida [6].

En su condición de vehículo consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capitalista. Su persona, o, más precisamente, su bolsillo, es el punto de partida y de retorno del dinero. El contenido objetivo de esa circulación --la valorización del valor-- es su fin subjetivo, y sólo en la medida en que la creciente apropiación de la riqueza abstracta es el único motivo impulsor de sus operaciones, funciona él como capitalista, o sea [187] como capital personificado, dotado de conciencia y voluntad. Nunca, pues, debe considerarse el valor de uso como fin directo del capitalista [7]. Tampoco la ganancia aislada, sino el movimiento infatigable de la obtención de ganancias [8]. Este afán absoluto de enriquecimiento, esta apasionada cacería en pos del valor de cambio [9] 10, [c] es común a capitalista y atesorador, pero mientras el atesorador no es más que el capitalista insensato, el capitalista es el atesorador racional. La incesante ampliación del valor, a la que el atesorador persigue cuando procura salvar de la circulación al dinero 11, la alcanza el capitalista, más sagaz, lanzándolo a la circulación una y otra vez [12](bis).

[188] Las formas autónomas, las formas dinerarias que adopta el valor de las mercancías en la circulación simple, se reducen a mediar el intercambio mercantil y desaparecen en el resultado final del movimiento. En cambio, en la circulación D - M - D funcionan ambos, la mercancía y el dinero, sólo como diferentes modos de existencia del valor mismo: el dinero como su modo general de existencia, la mercancía como su modo de existencia particular o, por así decirlo, sólo disfrazado [13]. El valor pasa constantemente de una forma a la otra, sin perderse en ese movimiento, convirtiéndose así en un sujeto automático. Si fijamos las formas particulares de manifestación adoptadas alternativamente en su ciclo vital por el valor que se valoriza, llegaremos a las siguientes afirmaciones: el capital es dinero, el capital es mercancía 14. Pero, en realidad, el valor se convierte aquí en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza. El movimiento en el que agrega plusvalor es, en efecto, su propio movimiento, y su valorización, por tanto, autovalorización. Ha obtenido la cualidad oculta de agregar valor porque es valor. Pare crías vivientes, o, cuando menos, pone huevos de oro.

Como sujeto dominante de tal proceso, en el cual ora adopta la forma dineraria o la forma mercantil, ora se despoja de ellas pero conservándose y extendiéndose en esos cambios, el valor necesita ante todo una forma autónoma, en la cual se compruebe su identidad consigo mismo. Y esa forma sólo la posee en el dinero. Es por eso que éste constituye el punto de partida y el punto final de todo proceso de valorización. Era [sterling] 100, y ahora es [sterling] 110, etcétera. Pero el dinero mismo sólo cuenta aquí como una forma del valor, ya que éste tiene dos formas. Sin asumir la forma mercantil, el dinero no deviene capital. El dinero, pues, no se presenta aquí en polémica contra la mercancía, [189] como ocurre en el atesoramiento. El capitalista sabe que todas las mercancías, por zaparrastrosas que parezcan o mal que huelan, en la fe y la verdad son dinero, judíos interiormente circuncidados, y por añadidura medios prodigiosos para hacer del dinero más dinero.

Si en la circulación simple el valor de las mercancías, frente a su valor de uso, adopta a lo sumo la forma autónoma del dinero, aquí se presenta súbitamente como una sustancia en proceso, dotada de movimiento propio, para la cual la mercancía y el dinero no son más que meras formas. Pero más aun. En vez de representar relaciones mercantiles, aparece ahora, si puede decirse, en una relación privada consigo mismo. Como valor originario se distingue de sí mismo como plusvalor --tal como Dios Padre se distingue de sí mismo en cuanto Dios Hijo, aunque mbos son de una misma edad y en realidad constituyen una sola persona--, puesto que sólo en virtud del plusvalor de [sterling] 10, las [sterling] 100 adelantadas se transmutan en capital, y así que esto se efectúa, así que el Hijo es engendrado y a través de él el Padre, se desvanece de nuevo su diferencia y ambos son Uno, [sterling] 110.

El valor, pues, se vuelve valor en proceso, dinero en proceso, y en ese carácter, capital: Proviene de la circulación, retorna a ella, se conserva y multiplica en ella, regresa de ella acrecentado y reanuda una y otra vez, siempre, el mismo ciclo [15]. D - D', dinero que incuba dinero --money which begets money--, reza la definición del capital en boca de sus primeros intérpretes, los mercantilistas.

Comprar para vender o, dicho con más exactitud, comprar para vender más caro, D - M - D', parecería, ciertamente, no ser más que una clase de capital, una forma peculiar, el capital comercial. Pero también el capital industrial es dinero que se convierte en mercancía y por la venta de la mercancía se reconvierte en más dinero. Actos que, por ejemplo, se operan entre la compra y la venta, al margen de la esfera de la circulación, en nada modifican esa forma del movimiento. Por último, en el caso del capital que rinde interés, la circulación D - M - D' se presenta abreviada, con su resultado pero sin mediación, en estilo lapidario, digámoslo así, como D - D', dinero que es igual a más dinero, valor que es mayor que sí mismo.

En realidad, pues, D - M - D', tal como se presenta directamente en la esfera de la circulación, es la fórmula general del capital.

2. Contradicciones de la fórmula general

La forma que adopta la circulación cuando el dinero sale del capullo, convertido en capital, contradice todas las leyes analizadas anteriormente sobre la naturaleza de la mercancía, del valor, del dinero y de la circulación misma. Lo que distingue esa forma de la que reviste la circulación simple de mercancías, es la secuencia inversa de los dos mismos procesos contrapuestos, la venta y la compra. ¿Cómo, empero, esta diferencia puramente formal habría de transformar como por arte de magia la naturaleza de estos procesos?

Pero eso no es todo. Esta inversión sólo existe para uno de los tres amigos del comercio que trafican entre sí. En cuanto capitalista compro una mercancía a A y se la revendo a B, mientras que en mi calidad de simple poseedor de mercancías, le vendo una mercancía a B y luego le compro otra a A. Para los amigos del comercio A y B esa diferencia no existe. Sólo entran en escena como vendedor o comprador [d] de mercancías. Yo mismo me enfrento a ellos, en cada caso, como simple poseedor de dinero o poseedor de mercancías, comprador o vendedor, y precisamente en ambas secuencias me enfrento sólo como comprador a una persona y sólo como vendedor a la otra, sólo como dinero a uno, al otro sólo como mercancía, y a ninguno de los dos en cuanto capital o capitalista o representante de algo que sea más que dinero o mercancía, o que surta otro efecto salvo el del dinero o el de la mercancía. Para mí, comprar a A y vender a B forman parte de una secuencia. Pero la conexión entre esos dos actos sólo existe para mí. No le va ni le viene a A mi transacción con B, y a éste [191] lo deja indiferente la que efectúo con aquél. Y si quisiera, por ejemplo, hacerles ver el mérito que he contraído al invertir la secuencia, me demostrarían que me equivoco en cuanto a esa secuencia misma y que la transacción global no comenzaba con una compra y se cerraba con una venta, sino a la inversa: se iniciaba con una venta y concluía con una compra. Mi primer acto, la compra, desde el punto de vista de A era una venta, en efecto, y mi segundo acto, la venta, era desde el punto de vista de B una compra. No contentos con ello, A y B explicarían que toda la secuencia era superflua, mero arte de birlibirloque. En lo sucesivo, A vendería directamente a B y éste le compraría directamente a aquél. Con lo cual toda la transacción se reduciría a un acto unilateral de la circulación mercantil común y corriente: desde el punto de vista de A, mera venta, y desde el de B, mera compra. La inversión de la secuencia, pues, no nos hace salir de la esfera de la circulación mercantil simple, y hemos de observar, más bien, si por su naturaleza ésta permite la valorización de los valores que ingresan a ella y, por consiguiente, la formación de plusvalor.

Examinemos el proceso de circulación en una forma bajo la cual se manifiesta como mero intercambio de mercancías. Tal es siempre el caso cuando los dos poseedores de mercancías se compran éstas uno al otro y el día de pago compensan los saldos de sus recíprocas obligaciones dinerarias. El dinero presta aquí servicios de dinero de cuenta: expresa en sus precios los valores de las mercancías, pero no se contrapone físicamente a las mismas. En la medida en que se trata del valor de uso, es obvio que los dos sujetos del intercambio pueden resultar gananciosos. Ambos se desprenden de mercancías que en cuanto valores de uso les son inútiles, y adquieren otras de cuyo uso necesitan. Y esta utilidad bien puede no ser la única. A, que vende vino y compra trigo, produce quizás más vino que el que podría producir el cerealero B en el mismo tiempo de trabajo, y éste más cereal que el que podría producir A, como viticultor, en igual tiempo de trabajo. De modo que A, por el mismo valor de cambio obtiene más cereal y B más vino que si cada uno de los dos, sin intercambio, tuviera que producir vino y trigo para sí mismo. Respecto al valor de uso, entonces, puede decirse que "el intercambio [192] es una transacción en la cual ganan ambas partes" [16]. No ocurre lo mismo con el valor de cambio. "Un hombre que posee mucho vino y poco trigo comercia con otro hombre que dispone de mucho trigo y poco vino: entre ambos se efectúa un intercambio de un valor de cincuenta en trigo por cincuenta en vino. Este intercambio no significa acrecentamiento del valor de cambio ni para el primero ni para el segundo, pues cada uno de los dos poseía, antes del intercambio, un valor igual al que se ha procurado por ese medio" [17]. No se modifica este resultado por el hecho de que el dinero, en cuanto medio de circulación, se interponga entre las mercancías, disociándose así de manera tangible los actos de la compra y de la venta [18]. El valor de las mercancías está representado en sus precios antes de que entren a la circulación, es, por ende, supuesto y no resultado de los mismos [19].

Considerándola en abstracto, esto es, prescindiendo de las circunstancias que no dimanan de las leyes inherentes a la circulación mercantil simple, en ésta no ocurre, fuera del remplazo de un valor de uso por otro, nada más que una metamorfosis, mero cambio formal de la mercancía.

El mismo valor de cambio e, o sea la misma cantidad de trabajo social objetivado, se mantiene en manos del mismo poseedor de mercancías, primero bajo la figura de su mercancía, luego bajo la del dinero en que ésta se transforma, y por último de la mercancía en la que ese dinero se reconvierte. Este cambio de forma no entraña modificación alguna en la magnitud del valor. El cambio que experimenta en este proceso el valor de la mercancía se limita, pues, a un cambio de su forma dineraria. Ésta existe primero como precio de la mercancía ofrecida en venta, luego como suma de dinero --la cual, sin embargo, ya estaba [193] expresada en el precio--, y finalmente como el precio de una mercancía equivalente. Tal cambio formal no implica, en sí y para sí, una modificación de la magnitud del valor, del mismo modo que no se da esa modificación si cambio un billete de cinco libras por soberanos, medios soberanos y chelines. Por tanto, en la medida en que la circulación de la mercancía no trae consigo más que un cambio formal de su valor, trae consigo, siempre y cuando el fenómeno se opere sin interferencias, un intercambio de equivalentes. La propia economía vulgar, por poco que vislumbre qué es el valor, no bien quiere considerar, a su manera, el fenómeno en su pureza, supone que la oferta y la demanda coinciden, esto es, que su efecto es nulo. Por tanto, si en lo tocante al valor de uso ambos sujetos del intercambio podían resultar gananciosos, ello no puede ocurrir cuando se trata del valor de cambio. Aquí rige, por el contrario, lo de que "donde hay igualdad no hay ganancia" [20]. Ciertamente, las mercancías pueden venderse a precios que difieran de sus valores, pero esa divergencia se revela como infracción de la ley que rige el intercambio de mercancías [21]. En su figura pura se trata de un intercambio de equivalentes, y por tanto no de un medio para enriquecerse obteniendo más valor [22].

Tras los intentos de presentar la circulación mercantil como fuente del plusvalor, se esconde pues, las más de las veces, un quidproquo, una confusión entre valor de uso y valor de cambio. Así, por ejemplo, en Condillac: "No es verdad que en los intercambios se dé un valor igual por otro valor igual. Por el contrario, cada uno de los contratantes da siempre un valor menor por uno mayor... En efecto, si siempre se intercambiara un valor igual por otro valor igual, ninguno de los contratantes obtendría ganancia alguna. Ahora bien, los dos la obtienen, o deberían obtenerla.

¿Por qué? El valor de las cosas consiste, meramente, en [194] su relación con nuestras necesidades 23, lo que es más para uno es menos para el otro, y a la inversa... No son las cosas necesarias para nuestro consumo las que se considera que tratamos de poner en venta... Nos queremos desembarazar de una cosa que nos es inútil para procurarnos otra que necesitamos... Es natural que se haya entendido que en los intercambios se daba un valor igual a cambio de otro igual, ya que las cosas que se intercambiaban eran consideradas iguales en valor con respecto a una misma cantidad de dinero. Pero hay una consideración que debe tenerse en cuenta, y es la de saber si los dos intercambiamos algo superfluo por un objeto necesario [24]." Como vemos, Condillac no sólo hace un revoltijo con el valor de uso y el valor de cambio, sino que, de manera realmente pueril, atribuye a una sociedad con una producción mercantil desarrollada una situación en la que el productor produce directamente sus medios de subsistencia y sólo lanza a la circulación lo que excede de sus necesidades personales, lo superfluo [25]. No obstante, el argumento de Condillac suele reaparecer en los economistas modernos, particularmente cuando se procura presentar la figura desarrollada del intercambio mercantil, el comercio, como productivo de plusvalor. "El comercio", se dice, por ejemplo, "agrega valor a los productos, ya que los mismos productos valen más en las manos de los consumidores que en las de los productores, y se lo puede considerar, literalmente (strictly), un acto productivo" [26]. Pero no se paga dos veces por las mercancías, una vez por su valor de uso y la otra por su valor. Y si el valor de uso de la mercancía [195] es más útil para el comprador que para el vendedor, su forma dineraria es de mayor utilidad para el vendedor que para el comprador. En caso contrario, ¿la vendería, acaso?. Y de esta manera podría decirse también que el comprador, literalmente (strictly), ejecuta un "acto productivo", puesto que convierte en dinero, por ejemplo, las medias que vende el comerciante.

Si se intercambian mercancías, o mercancías y dinero, de valor de cambio igual, y por tanto equivalentes, es obvio que nadie saca más valor de la circulación que el que en ella. No tiene lugar, pues, ninguna formación de plusvalor. Ahora bien, en su forma pura el proceso de circulación de las mercancías implica intercambio de equivalentes. En la realidad, sin embargo, las cosas no ocurren de manera pura. Supongamos, por consiguiente, un intercambio de no equivalentes.

Sea como fuere, en el mercado únicamente se enfrenta el poseedor de mercancías al poseedor de mercancías, y el poder que ejercen estas personas, una sobre la otra, no es más que el poder de sus mercancías. La diversidad material de las mismas constituye el motivo material del intercambio y hace que los poseedores de mercancías dependan recíprocamente el uno del otro, ya que ninguno de ellos tiene en sus manos el objeto de su propia necesidad, y cada uno de ellos el objeto de la necesidad ajena. Si dejamos a un lado esa diversidad material de sus valores de uso, únicamente existe una diferencia entre las mercancías, la que media entre su forma natural y su forma transmutada, entre la mercancía y el dinero. De esta suerte, los poseedores de mercancías sólo se distinguen en cuanto vendedores, poseedores de mercancías, y compradores, poseedores de dinero.

Ahora bien, supongamos que por un privilegio misterioso, al vendedor se le concede el derecho de vender su mercancía por encima de su valor, a 110 si éste es de 100, o sea con un recrgo nominal del 10 %. El vendedor, pues, obtiene un plusvalor del 10 %. Pero después de ser vendedor, deviene comprador. Un tercer poseedor de mercancías se le enfrenta ahora como vendedor, y disfruta, por su parte, del privilegio de vender las mercancías 10 % más caras. Nuestro hombre ha ganado 10 como vendedor, para perder 10 como comprador [27]. En su conjunto el asunto termina, de hecho, en que todos los poseedores de mercancías se venden unos a otros sus mercancías a 10 % por encima del valor, lo que es exactamente lo mismo que si las vendieran a sus valores. Tal recargo general y nominal en los precios de las mercancías produce el mismo efecto que si se estimaran por ejemplo en plata, en vez de en oro, los valores mercantiles. Aumentarían las denominaciones dinerarias, esto es, los precios de las mercancías, pero sus relaciones de valor se mantendrían incambiadas.

Supongamos, a la inversa, que fuera un privilegio del comprador el adquirir mercancías por debajo de su valor. Aquí ni siquiera es necesario recordar que el comprador, a su debido momento, se convierte en vendedor. Era vendedor antes de devenir comprador. Ya ha perdido 10 % como vendedor antes de ganar 10 % como comprador [28]. Todo queda igual que antes.

La formación de plusvalor y, por consiguiente, la transformación del dinero en capital, no pueden explicarse ni porque los vendedores enajenen las mercancías por encima de su valor, ni porque los compradores las adquieran por debajo de su valor [29].

El problema no se simplifica, en modo alguno, introduciendo subrepticiamente relaciones extrañas, como hace por ejemplo el coronel Torrens: "La demanda efectiva consiste en la capacidad e inclinación (!), por parte de los consumidores, sea en el intercambio directo o en el mediato, a dar por las mercancías una porción mayor de todos los ingredientes del capital que la gastada en la producción de [197] las mismas" [30]. En la circulación los productores y consumidores sólo se enfrentan en cuanto vendedores y compradores. Si afirmamos que para los productores el plusvalor surge de que los consumidores pagan la mercancía por encima del valor, ello equivale a enmascarar la simple tesis de que el poseedor de mercancías posee, en cuanto vendedor, el privilegio de vender demasiado caro. El vendedor ha producido él mismo la mercancía o representa a sus productores, pero el comprador, a igual título, ha producido la mercancía simbolizada en su dinero o representa a sus productores. El productor, pues, se enfrenta al productor. Lo que los distingue es que uno compra y el otro vende. No nos hace avanzar un solo paso el decir que el poseedor de mercancías, bajo el nombre de productor, vende por encima de su valor la mercancía y, bajo el nombre de consumidor, la paga demasiado cara [31].

Los representantes consecuentes de la ilusión según la cual el plusvalor deriva de un recargo nominal de precios, o del privilegio que tendría el vendedor de vender demasiado cara la mercancía, suponen por consiguiente la existencia de una clase que sólo compra, sin vender, y por tanto sólo consume, sin producir. Desde el punto de vista que hemos alcanzado hasta ahora en nuestro análisis, es decir, desde el de la circulación simple, la existencia de tal clase es todavía inexplicable. Pero adelantémonos. El dinero con que tal clase compra constantemente debe afluir constantemente a la misma --procedente de los poseedores de mercancías--, sin intercambio, gratis, en virtud de tales o cuales títulos jurídicos o basados en el poder. Vender a esa clase por encima de su valor sólo significa recuperar en parte, mediante trapisondas, el dinero del que antes ella se había apoderado sin dar nada a cambio [32]. Así, por [198] ejemplo, las ciudades de Asia Menor pagaban anualmente un tributo en dinero a la antigua Roma. Con ese dinero Roma les compraba mercancías, y las compraba a precios excesivamente elevados. Los naturales de Asia Menor estafaban a los romanos, ya que les sonsacaban a los conquistadores, por medio del comercio, una parte del tributo. Pero, con todo, seguían siendo ellos los estafados. Se les pagaba por sus mercancías, como siempre, con su propio dinero. No es éste ningún método de enriquecimiento o de formación del plusvalor.

Mantengámonos dentro de los límites del intercambio mercantil, donde los vendedores son compradores y los compradores vendedores. Nuestra perplejidad proviene, tal vez, de que sólo hemos concebido las personas en cuanto categorías personificadas, no individualmente.

El poseedor de mercancías A puede ser tan astuto que embauque a sus colegas B o C e impida que éstos, pese a toda su buena voluntad, se tomen el debido desquite. Vende A vino por el valor de [sterling] 40 a B y adquiere en el intercambio, trigo por valor de [sterling] 50. Convirtió sus [sterling] 40 en [sterling] 50, ha obtenido más dinero a partir de menos dinero y transformado su mercancía en capital. Veamos el caso más detenidamente. Con anterioridad al intercambio teníamos [sterling] 40 de vino en las manos de A y trigo por [sterling] 50 en las de B, o sea un valor global de [sterling] 90. Una vez efectuado el intercambio, tenemos el mismo valor global de [sterling] 90. El valor circulante no se ha acrecentado en un solo átomo; se ha modificado, sí, su distribución entre A y B. Aparece en una parte como plusvalor lo que en la otra es minusvalor; en una parte como un más lo que en la otra es un menos. Se habría operado el mismo cambio si A, en lugar de recurrir a la forma encubierta del intercambio, hubiese robado directamente a B [sterling] 10. No puede acrecentarse la suma de los valores circulantes, evidentemente, por medio de un cambio en su distribución, del mismo modo que un judío no aumenta la masa de metales preciosos en un país por el hechode vender en una guinea un farthing acuñado en la época de la reina [199] Ana. La clase capitalista de un país no puede lucrar colectivamente a costa de sí misma [33] 34.

Por vueltas y revueltas que le demos, el resultado es el mismo. Si se intercambian equivalentes, no se origina plusvalor alguno, y si se intercambian no equivalentes, tampoco surge ningún plusvalor [35]. La circulación o el intercambio de mercancías no crea ningún valor [36].

Se comprende, pues, el motivo de que al analizar la forma básica del capital, la forma en que éste determina la organización económica de la sociedad moderna, dejemos totalmente a un lado, por el momento, sus expresiones más [f] populares y, por decirlo así, antediluvianas: el capital comercial y el capital usurario.

En el capital comercial propiamente dicho, la forma D - M - D', comprar para vender más caro, se presenta en su máxima pureza. Por lo demás, todo su movimiento transcurre dentro de la esfera de la circulación. Pero como no es posible explicar la transformación del dinero en capital, la formación del plusvalor, a partir de la circulación misma, el capital comercial aparece como imposible en la medida en que se intercambien equivalente 37, y por [200] tanto sólo se la podría deducir de la doble defraudación a que serían sometidos los productores de mercancías, los que las compran y los que las venden, por parte del comerciante que parasitariamente se interpone entre ellos. En este sentido dice Franklin: "La guerra es robo; el comercio, [...] fraude" [38].39 Si la valorización del capital comercial no se explica por el mero fraude cometido contra los productores de mercancías, se requeriría una larga serie de eslabones intermedios que aquí faltan aún por entero, ya que la circulación de mercancías y sus fases simples constituyen nuestro único supuesto.

Lo que hemos dicho con respecto al capital comercial es más válido, aun, en lo que tiene que ver con el capital usurario. En el capital comercial los extremos son el dinero lanzado al mercado y el dinero acrecentado, al que se retira del mercado, mediado cuando menos por la compra y la venta, por el movimiento de la circulación. En el caso del capital usurario la fórmula D - M - D' se abrevia, reduciéndose a dos extremos carentes de término medio, D - D', dinero que se intercambia por más dinero, una forma que contradice la naturaleza del dinero y por lo tanto resulta inexplicable desde el punto de vista del intercambio de mercancías. Por eso dice Aristóteles: "Como la crematística es de dos clases, una correspondiente al comercio y la otra a la economía, la última necesaria y plausible, la primera fundada en la circulación y justamente denostada (pues no se funda en la naturaleza, sino en el engaño recíproco), tenemos que con todo derecho se odia la usura, porque el dinero mismo es aquí la fuente de la adquisición y no se lo usa para lo que se lo inventó. Surgió, en efecto, para el intercambio de mercancías, pero el interés hace del dinero más dinero. De ahí, asimismo, su nombre" (texto en griego) (significa interés y lo nacido). "Porque los nacidos son similares a los progenitores. Pero el interés es dinero de dinero, y, por tanto, de todas las formas de adquisición, la más contraria a la naturaleza" [40].41

[201] En el curso de nuestra investigación nos encontraremos con que tanto el capital comercial como el capital que rinde interés son formas derivadas, y a la vez veremos cuáles son las razones de que, históricamente, aparezcan con anterioridad a la moderna forma básica del capital.

Hemos visto que el plusvalor no puede surgir de la circulación, que, por tanto, al formarse tiene que ocurrir algo a espaldas de la circulación, algo que no es visible en ella misma [42]. ¿Pero el plusvalor puede surgir, acaso, de otro lado que no sea la circulación? La circulación es el compendio de todas las relaciones recíprocas [g] que se establecen entre los poseedores de mercancías. Fuera de ella el poseedor de mercancías está en relación únicamente con su propia mercancía. En lo que respecta al valor de la misma, la relación se reduce a que la mercancía contiene una cantidad de trabajo de aquél, medida conforme a determinadas leyes sociales. Esa cantidad de trabajo se expresa en la magnitud del valor de su mercancía, y, como la magnitud del valor se representa en dinero de cuenta, aquélla se expresará en un precio de, por ejemplo, [sterling] 10. Pero su trabajo no se representa en el valor de la mercancía y además en un excedente sobre su propio valor; no en un precio de 10 que a la vez es un precio de 11; no en un valor que es mayor que sí mismo. El poseedor de mercancías puede crear valores por medio de su trabajo, pero no valores que se autovaloricen. Puede aumentar el valor de una mercancía al agregar al valor existente nuevo valor por medio de un trabajo nuevo, por ejemplo haciendo botines con el cuero. El mismo material tiene ahora más valor, porque contiene una cantidad mayor de trabajo. El botín, pues, tiene más valor que el cuero, pero el valor del cuero se ha mantenido igual que antes. No se ha valorizado, durante la fabricación de los botines no se ha anexado un plusvalor. Es imposible, por tanto, que fuera de la esfera de la circulación, el productor de mercancías, sin entrar en contacto con otros poseedores de mercancías, [202] valorice el valor y por consiguiente transforme el dinero o la mercancía en capital.

El capital, por ende, no puede surgir de la circulación, y es igualmente imposible que no surja de la circulación. Tiene que brotar al mismo tiempo en ella y no en ella.

Se ha obtenido, pues, un doble resultado.

La transformación del dinero en capital ha de desarrollarse sobre la base de las leyes inmanentes al intercambio de mercancías, de tal modo que el intercambio de equivalentes sirva como punto de partida [43]. Nuestro poseedor de dinero, que existe tan sólo como oruga de capitalista, tiene que comprar las mercancías a su valor, venderlas a su valor y, sin embargo, obtener al término del proceso más valor que el que arrojó en el mismo. Su metamorfosis en mariposa debe efectuarse en la esfera de la circulación y no debe efectuarse en ella. Tales son las condiciones del problema. Hic Rhodus, hic salta! [[exclamdown]Ésta es Rodas, salta aquí!] [44]

 

[203] 3. Compra y venta de la fuerza de trabajo

 

El cambio en el valor del dinero que se ha de transformar en capital, no puede operarse en ese dinero mismo, pues como medio de compra y en cuanto medio de pago sólo realiza el precio de la mercancía que compra o paga, mientras que, si se mantiene en su propia forma, se petrifica como magnitud invariable de valor [45]. La modificación tampoco puede resultar del segundo acto de la circulación, de la reventa de la mercancía, ya que ese acto se limita a reconvertir la mercancía de la forma natural en la de dinero. El cambio, pues, debe operarse con la mercancía que se compra en el primer acto, D - M, pero no con su valor, puesto que se intercambian equivalentes, la mercancía se paga a su valor. Por ende, la modificación sólo puede surgir de su valor de uso en cuanto tal, esto es, de su consumo. Y para extraer valor del consumo de una mercancía, nuestro poseedor de dinero tendría que ser tan afortunado como para descubrir dentro de la esfera de la circulación, en el mercado, una mercancía cuyo valor de uso poseyera la peculiar propiedad de ser fuente de valor; cuyo consumo efectivo mismo, pues, fuera objetivación de trabajo, y por tanto creación de valor. Y el poseedor de dinero encuentra en el mercado esa mercancía específica: la capacidad de trabajo o fuerza de trabajo.

Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de las facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole.

No obstante, para que el poseedor de dinero encuentre la fuerza de trabajo en el mercado, como mercancía, deben cumplirse diversas condiciones. El intercambio de mercancías, en sí y para sí, no implica más relaciones de dependencia que las que surgen de su propia naturaleza. Bajo este supuesto, la fuerza de trabajo, como mercancía, sólo puede aparecer en el mercado en la medida y por el hecho de que su propio poseedor --la persona a quien pertenece esa fuerza de trabajo-- la ofrezca y venda como mercancía. [204] Para que su poseedor la venda como mercancía es necesario que pueda disponer de la misma, y por tanto que sea propietario libre de su capacidad de trabajo, de su persona [46]. Él y el poseedor de dinero se encuentran en el mercado y traban relaciones mutuas en calidad de poseedores de mercancías dotados de los mismos derechos, y que sólo se distinguen por ser el uno vendedor y el otro comprador [h]; ambos, pues, son personas jurídicamente iguales. Para que perdure esta relación es necesario que el poseedor de la fuerza de trabajo la venda siempre por un tiempo determinado, y nada más, ya que si la vende toda junta, de una vez para siempre, se vende a sí mismo, se transforma de hombre libre en esclavo, de poseedor de mercancía en simple mercancía. Como persona tiene que comportarse constantemente con respecto a su fuerza de trabajo como con respecto a su propiedad, y por tanto a su propia mercancía, y únicamente está en condiciones de hacer eso en la medida en que la pone a disposición del comprador --se la cede para el consumo-- sólo transitoriamente, por un lapso determinado, no renunciando, por tanto, con su enajenación a su propiedad sobre ella [4748].

La segunda condición esencial para que el poseedor de dinero encuentre en el mercado la fuerza de trabajo como mercancía, es que el poseedor de ésta, en vez de poder vender mercancías en las que se haya objetivado su trabajo, deba, por el contrario, ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma, la que sólo existe en la corporeidad viva que le es inherente.

Para que alguien pueda vender mercancías diferentes de su fuerza de trabajo, ese alguien tendrá que poseer, naturalmente, medios de producción, por ejemplo materias primas, instrumentos de trabajo, etc. No se puede hacer botines sin cuero. Necesita, además, medios de subsistencia. Nadie puede [i] 49 vivir de los productos del porvenir, y por ende tampoco de valores de uso cuya producción aún no ha finalizado, y al igual que en el primer día de su aparición sobre el escenario terrestre, el hombre cada día tiene que consumir antes de producir y mientras produce. Si los productos se fabrican en calidad de mercancías, es necesario venderlos después de producirlos, y las necesidades del productor sólo podrán ser satisfechas después de la venta. Al tiempo de producción se añade el necesario para la venta.

Para la transformación del dinero en capital el poseedor de dinero, pues, tiene que encontrar en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en el doble sentido de que por una parte dispone, en cuanto hombre libre, de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía suya, y de que, por otra parte, carece de otras mercancías para vender, está exento y desprovisto, desembarazado de todas las cosas necesarias para la puesta en actividad de su fuerza de trabajo.

Al poseedor de dinero, que ya encuentra el mercado de trabajo como sección especial del mercado de mercancías, no le interesa preguntar por qué ese obrero libre se le enfrenta en la esfera de la circulación. Y, por el momento, esa pregunta tampoco nos interesa a nosotros. Teóricamente [206] nos atenemos al hecho, tal como lo hace, en la práctica, el poseedor de dinero. Una cosa, sin embargo, es evidente. La naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o de mercancías y por otra personas que simplemente poseen sus propias fuerzas de trabajo. Esta relación en modo alguno pertenece al ámbito de la historia natural, ni tampoco es una relación social común a todos los períodos históricos. Es en sí misma, ostensiblemente, el resultado de un desarrollo histórico precedente, el producto de numerosos trastocamientos económicos, de la decadencia experimentada por toda una serie de formaciones más antiguas de la producción social.

También las categorías económicas antes consideradas llevan la señal de la historia. En la existencia dl producto como mercancía están embozadas determinadas condiciones históricas. Para convertirse en mercancía, el producto no ha de ser producido como medio directo de subsistencia para el productor mismo. Si hubiéramos proseguido nuestra investigación y averiguado bajo qué circunstancias todos los productos o la mayor parte de ellos adoptan la forma de la mercancía, habríamos encontrado que ello no ocurre sino sobre la base de un modo de producción absolutamente específico, el modo de producción capitalista. Esa investigación, empero, es extraña al análisis de la mercancía. Pueden existir producción y circulación mercantiles aunque la parte abrumadoramente mayor de los productos se destine directamente al consumo de los productores mismos, no se transforme en mercancía; aunque, pues, el proceso social de producción no esté regido todavía, en toda su extensión y profundidad, por el valor de cambio. La presentación del producto como mercancía implica una división del trabajo tan desarrollada dentro de la sociedad, como para que se consume la escisión entre valor de uso y valor de cambio, iniciada apenas en el comercio directo de trueque. Esa etapa de desarrollo, sin embargo, es común a las formaciones económico-sociales históricamente más diversas.

O, si consideramos el dinero, vemos que éste presupone que el intercambio de mercancías haya alcanzado cierto nivel. Las formas dinerarias particulares --mero equivalente de las mercancías, medio de circulación, medio de pago, tesoro y dinero mundial-- apuntan, según su diversa entidad y la preponderancia relativa de una u otra [207] función, a estadios muy diversos del proceso social de producción. No obstante, sabemos por experiencia que una circulación mercantil de desarrollo relativamente endeble basta para que surjan todas esas formas. No ocurre lo mismo con el capital. Sus condiciones históricas de existencia no están dadas, en absoluto, con la circulación mercantil y la dineraria. Surge tan sólo cuando el poseedor de medios de producción y medios de subsistencia encuentra en el mercado al trabajador libre como vendedor de su fuerza de trabajo, y esta condición histórica entraña una historia universal. El capital, por consiguiente, anuncia desde el primer momento una nueva época en el proceso de la producción social [50].

Hemos de analizar ahora con mas detenimiento esa mercancía peculiar, la fuerza de trabajo. Al igual que todas las demás mercancías, posee un valor [51]. ¿Cómo se determina?

El valor de la fuerza de trabajo, al igual que el de toda otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción, y por tanto también para la reproducción, de ese artículo específico. En la medida en que es valor, la fuerza de trabajo misma representa únicamente una cantidad determinada de trabajo medio social objetivada en ella. La fuerza de trabajo sólo existe como facultad del individuo vivo. Su producción, pues, presupone la existencia de éste. Una vez dada dicha existencia, la producción de la fuerza de trabajo consiste en su propia reproducción o conservación. Para su conservación el individuo vivo requiere cierta cantidad de medios de subsistencia. Por tanto, el tiempo de trabajo necesario para la producción de la fuerza de trabajo se resuelve en el tiempo de trabajo necesario para la producción de dichos medios de subsistencia, o, dicho de otra manera, el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de subsistencia necesarios para la conservación del poseedor de aquélla. [208] La fuerza de trabajo, sin embargo, sólo se efectiviza por medio de su exteriorización: se manifiesta tan sólo en el trabajo. Pero en virtud de su puesta en actividad, que es el trabajo, se gasta una cantidad determinada de músculo, nervio, cerebro, etc., humanos, que es necesario reponer. Este gasto acrecentado trae consigo un ingreso también acrecentado [52]. Si el propietario de la fuerza de trabajo ha trabajado en el día de hoy, es necesario que mañana pueda repetir el mismo proceso bajo condiciones iguales de vigor y salud. La suma de los medios de subsistencia, pues, tiene que alcanzar para mantener al individuo laborioso en cuanto tal, en su condición normal de vida. Las necesidades naturales mismas --como alimentación, vestido, calefacción, vivienda, etc.-- difieren según las peculiaridades climáticas y las demás condiciones naturales de un país. Por lo demás, hasta el volumen de las llamadas necesidades imprescindibles, así como la índole de su satisfacción, es un producto histórico y depende por tanto en gran parte del nivel cultural de un país, y esencialmente, entre otras cosas, también de las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los trabajadores libres, y por tanto de sus hábitos y aspiraciones vitales [53] j. Por oposición a las demás mercancías, pues, la determinación del valor de la fuerza laboral encierra un elemento histórico y moral. Aun así, en un país determinado y en un período determinado, está dado el monto medio de los medios de subsistencia necesarios.

El propietario de la fuerza de trabajo es mortal. Por tanto, debiendo ser continua su presencia en el mercado --tal como lo presupone la continua transformación de dinero en capital--, el vendedor de la fuerza de trabajo habrá de perpetuarse, "del modo en que se perpetúa todo individuo vivo, por medio de la procreación" [54]. Será necesario [209] reponer constantemente con un número por lo menos igual de nuevas fuerzas de trabajo, las que se retiran del mercado por desgaste y muerte. La suma de los medios de subsistencia necesarios para la producción de la fuerza de trabajo, pues, incluye los medios de subsistencia de los sustitutos, esto es, de los hijos de los obreros, de tal modo que pueda perpetuarse en el mercado esa raza de peculiares poseedores de mercancías [55].

Para modificar la naturaleza humana general de manera que adquiera habilidad y destreza en un ramo laboral determinado, que se convierta en una fuerza de trabajo desarrollada y específica, se requiere determinada formación o educación, la que a su vez insume una suma mayor o menor de equivalentes de mercancías. Según que el carácter de la fuerza de trabajo sea más o menos mediato, serán mayores o menores los costos de su formación. Esos costos de aprendizaje, extremadamente bajos en el caso de la fuerza de trabajo corriente, entran pues en el monto de los valores gastados para la producción de ésta.

El valor de la fuerza de trabajo se resuelve en el valor de determinada suma de medios de subsistencia. También varía, por consiguiente, con el valor de los medios de subsistencia, esto es, con la magnitud del tiempo de trabajo requerido para su producción.

Diariamente se consume una parte de los medios de subsistencia --por ejemplo alimentos, combustibles, etc.--, y es necesario renovarlos diariamente. Otros medios de subsistencia, como la vestimenta, el mobiliario, etc., se consumen en lapsos más prolongados, por lo cual hay que reponerlos en espacios de tiempo mas largos. Las mercancías de un tipo deben comprarse o pagarse diariamente, otras semanalmente, o cada trimestre, etc. Pero sea cual fuere el modo en que la suma de estos gastos se distribuya, por ejemplo, a lo largo de un año, es necesario cubrirla día a día con el ingreso medio. Si la masa de las mercancías necesarias diariamente para la producción de la fuerza de trabajo fuera = A, la requerida semanalmente = B, la [210] precisada trimestralmente = C, etc., tendríamos que la media diaria de esas mercancías sería igual a

 

65 A + 52 B + 4 C + etc.

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365

 

Si suponemos que en esta masa de mercancías necesaria para un día medio se encierran 6 horas de trabajo social, tendremos que en la fuerza de trabajo se objetiva diariamente medio día de trabajo medio social, o que se requiere media jornada laboral para la producción diaria de la fuerza de trabajo. Esta cantidad de trabajo requerida para su producción cotidiana constituye el valor diario de la fuerza de trabajo o el valor de la fuerza de trabajo reproducida diariamente. Si medio día de trabajo medio social se presenta en una masa de oro de 3 chelines o de 1 tálero, tendremos que 1 tálero será el precio correspondiente al valor diario de la fuerza de trabajo. Si el poseedor de la fuerza de trabajo la pone en venta diariamente por un tálero, su precio de venta es igual a su valor y, según nuestro supuesto, el poseedor de dinero, codicioso de convertir su tálero en capital, paga ese valor.

El límite último o límite mínimo del valor de la fuerza laboral lo constituye el valor de la masa de mercancías sin cuyo aprovisionamiento diario el portador de la fuerza de trabajo, el hombre, no puede renovar su proceso vital; esto es, el valor de los medios de subsistencia físicamente indispensables. Si el precio de la fuerza de trabajo cae con respecto a ese mínimo, cae por debajo de su valor, pues en tal caso sólo puede mantenerse y desarrollarse bajo una forma atrofiada. Pero el valor de toda mercancía está determinado por el tiempo de trabajo necesario para suministrarla en su estado normal de calidad.

Es de un sentimentalismo extraordinariamente adocenado tildar de tosca esa determinación del valor de la fuerza de trabajo, determinación que fluye de la naturaleza misma de la cosa, y plañir como Rossi: "Concebir la capacidad de trabajo (puissance de travail) prescindiendo de los medios de subsistencia de los trabajadores durante el proceso de producción, es concebir una quimera (un être de raison). Quien dice trabajo, quien dice capacidad de trabajo, dice al mismo tiempo trabajado y medio de [211] subsistencia, trabajador y salario" [56]. Quien dice capacidad de trabajo no dice trabajo, del mismo modo que quien dice capacidad de digerir no dice digestión. Para este último proceso se requiere, como es sabido, algo más que un buen estómago. Quien dice capacidad de trabajo no se abstrae de los medios necesarios para la subsistencia de la misma. El valor de éstos se expresa, antes bien, en el valor de aquélla. Si la misma no se vende, no le aprovecha para nada al obrero, que siente, por el contrario, como una cruel necesidad natural el que su capacidad de trabajo haya requerido determinada cantidad de medios de subsistencia para su producción y que los requiera siempre de nuevo para su reproducción. Descubre entonces, con Sismondi, que "la capacidad de trabajo... no es nada si no se la vende" [57].

La naturaleza peculiar de esta mercancía específica, de la fuerza de trabajo, trae aparejado el que al cerrarse el contrato entre el comprador y el vendedor su valor de uso todavía no pase efectivamente a manos del adquirente. Su valor, al igual que el de cualquier otra mercancía, estaba determinado antes que entrara en la circulación, puesto que para la producción de la fuerza de trabajo se había gastado determinada cantidad de trabajo social, pero su valor de uso reside en la exteriorización posterior de esa fuerza. La enajenación de la fuerza y su efectiva exteriorización, es decir, su existencia en cuanto valor de uso, no coinciden en el tiempo. En el caso de las mercancías [58] en que la enajenación formal del valor de uso por la venta y su entrega efectiva al comprador divergen temporalmente, el dinero del comprador desempeña por lo general la función de medio de pago. En todos los países de modo de producción capitalista la fuerza de trabajo sólo se paga después que ha funcionado durante el plazo establecido en el contrato de compra, por ejemplo al término de cada [212] semana. En todas partes, pues, el obrero adelanta al capitalista el valor de uso de la fuerza de trabajo; aquél le permite al comprador que la consuma antes de haber recibido el pago del precio correspondiente. En todas partes es el obrero el que abre crédito al capitalista. Que este crédito no es imaginario lo revela no sólo la pérdida ocasional del salario acreditado cuando el capitalista se declara en quiebra [59], sino también una serie de efectos de carácter más duradero [60k]. Con todo, que el dinero funcione como medio de compra o como medio de pago es una circunstancia que en nada afecta la naturaleza del intercambio [213] mercantil. El precio de la fuerza de trabajo se halla estipulado contractualmente, por más que, al igual que el alquiler de una casa, se lo realice con posterioridad. La fuerza de trabajo está vendida aunque sólo más tarde se pague por ella. Para concebir la relación en su pureza, sin embargo, es útil suponer por el momento que el poseedor de la fuerza de trabajo percibe de inmediato cada vez, al venderla, el precio estipulado contractualmente.

Conocemos ahora el modo en que se determina el valor que el poseedor de dinero le paga a quien posee esa mercancía peculiar, la fuerza de trabajo. El valor de uso que, por su parte, obtiene el primero en el intercambio, no se revelará sino en el consumo efectivo, en el proceso de consumo de la fuerza de trabajo. El poseedor de dinero compra en el mercado todas las cosas necesarias para ese proceso, como materia prima, etc., y las paga a su precio cabal. El proceso de consumo de la fuerza de trabajo es al mismo tiempo el proceso de producción de la mercancía y del plusvalor. El consumo de la fuerza de trabajo, al igual que el de cualquier otra mercancía, se efectúa fuera del mercado o de la esfera de la circulación. Abandonamos, por tanto, esa ruidosa esfera instalada en la superficie y accesible a todos los ojos, para dirigirnos, junto al poseedor [214] de dinero y al poseedor de fuerza de trabajo, siguiéndoles los pasos, hacia la oculta sede de la producción, en cuyo dintel se lee: No admittance except on business [Prohibida la entrada salvo por negocios]. Veremos aquí no sólo cómo el capital produce, sino también cómo se produce el capital. Se hará luz, finalmente, sobre el misterio que envuelve la producción del plusvalor.

La esfera de la circulación o del intercambio de mercancías, dentro de cuyos límites se efectúa la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad, un verdadero Edén de los derechos humanos innatos. Lo que llí imperaba era la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. [exclamdown]Libertad!, porque el comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo de la fuerza de trabajo, sólo están determinados por su libre voluntad. Celebran su contrato como personas libres, jurídicamente iguales. El contrato es el resultado final en el que sus voluntades confluyen en una expresión jurídica común. [exclamdown]Igualdad!, porque sólo se relacionan entre sí en cuanto poseedores de mercancías, e intercambian equivalente por equivalente. [exclamdown]Propiedad!, porque cada uno dispone sólo de lo suyo. [exclamdown]Bentham!, porque cada uno de los dos se ocupa sólo de sí mismo. El único poder que los reúne y los pone en relación es el de su egoísmo, el de su ventaja personal, el de sus intereses privados. Y precisamente porque cada uno sólo se preocupa por sí mismo y ninguno por el otro, ejecutan todos, en virtud de una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de una providencia omniastuta, solamente la obra de su provecho recíproco, de su altruismo, de su interés colectivo.

Al dejar atrás esa esfera de la circulación simple o del intercambio de mercancías, en la cual el librecambista vulgaris abreva las ideas, los conceptos y la medida con que juzga la sociedad del capital y del trabajo asalariado, se transforma en cierta medida, según parece, la fisonomía de nuestras dramatis personæ [personajes]. El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista, el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su obrero; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan. [a] En la 3ª y 4ª ediciones se suprime "la circulación mercantil".

[b] En la 3ª y 4ª ediciones esta frase dice así: "El comercio y el mercado mundiales inauguran en el siglo XVI la biografía moderna del capital".

[1] La antítesis entre el poder de la propiedad de la tierra, fundado en relaciones de servidumbre y dominación personales, y el poder impersonal del dinero, se resume claramente en dos proverbios franceses: "Nulle terre sans seigneur", y "l'argent n'a pas de maître" ["ninguna tierra sin señor"; "el dinero no tiene amo"].

[2] "Con dinero se compran mercancías, y con mercancías, dinero." (Mercier de la Rivière, "L'ordre naturel...", p. 543).

3 "Cuando se compra una cosa para venderla nuevamente, a la suma utilizada se la denomina dinero adelantado, cuando se la compra pero no para venderla, cabe denominarla dinero gastado." (James Steuart, "Work"..., ed. por el general sir James Steuart, su hijo, Londres, 1805, vol. I, p. 274).

[4] "No se intercambia dinero por dinero", les grita Mercier de la Rivière a los mercantilistas (op. cit., p. 486). En una obra consagrada ex professo [expresamente] al "comercio" y a la "especulación", se lee lo siguiente: "Todo comercio consiste en el intercambio de cosas de diferente tipo, y la ventaja" (¿para el comerciante?) "surge precisamente de esa diferencia. Intercambiar una libra de pan por una libra de pan [...] no supondría ninguna ventaja... De ahí que se compare ventajosamente el comercio con el juego, que consiste en un mero intercambio de dinero por dinero", (Th. Corbet, "An Inquiry Into the Causes and Modes of the Wealth of Individuals; or the Principles of Trade and Speculation Explained", Londres, 1841, p. 5.) Aunque Corbet no llega a advertir que D - D, el intercambio de dinero por dinero, es la forma característica de circulación no sólo del capital comercial sino de todo capital, concede, por lo menos, que esa forma propia de un tipo de comercio, de la especulación, es común a ella y al juego, pero entonces aparece MacCulloch y descubre que comprar para vender es especular, con lo cual se esfuma la diferencia entre la especulación y el comercio. "Toda transacción en la cual un individuo compra un producto para revender, es, de hecho, una especulación" (MacCulloch, "A Dictionary Practical... of Commerce", Londres, 1847, p. 1009). Insuperablemente más ingenuo es Pinto, el Píndaro de la Bolsa de Amsterdam: "El comercio es un juego" (frase tomada en préstamo a Locke) "y no es jugando con mendigos como se puede ganar. Si durante mucho tiempo se les ganara a todos en todo, habría que devolverles amistosamente la mayor parte de las ganancias, para reanudar el juego". (Pinto, "Traité de la circulation et du crédit", Amsterdam, 1771, p. 231).

[5] "El capital se divide... en el capital originario y la ganancia, el incremento del capital... aunque en la práctica misma esa ganancia se convierta de inmediato, a su vez, en capital y se ponga en movimiento con éste." (F. Engels, "Umrisse zu einer Kritik der Nationalökonomie", en "Deutsch-Französische Jahrbücher", ed. por Arnold Ruge y Karl Marx, París, 1844, p. 99.)

[6] Aristóteles contrapone la economía a la crematística. Su punto de partida lo constituye la primera, en la medida en que el arte de adquirir se circunscribe a la obtención de los bienes necesarios para la vida o útiles para la familia o el estado. "La verdadera riqueza (texto en griego) se compone de tales valores de uso, ya que no es ilimitada la medida de este tipo de propiedad suficiente para una vida buena. Existe, empero, otro tipo de arte de adquirir, al que preferentemente y con razón se denomina crematística, a causa del cual la riqueza y la propiedad no parecen reconocer límites. El comercio de mercancías" (texto en griego) (significa literalmente comercio al menudeo, y Aristóteles adopta esta fórmula porque en ella predomina el valor de uso) "no es privativo, de por sí, de la crematística, pues aquí el intercambio sólo concierne a lo necesario para ellos mismos" (el comprador y el vendedor). Por eso, expone más adelante, la forma originaria del comercio era el trueque, pero con su expansión surgió necesariamente el dinero. Al inventarse el dinero, el trueque hubo de desarrollarse necesariamente hasta llegar a ser (texto en griego), comercio de mercancías, y éste, en contradicción con su tendencia originaria, se convirtió en crematística, en el arte de hacer dinero. La crematística sólo se distingue de la economía en que "para ella la circulación es la fuente de la riqueza (texto en griego). Y parece girar en torno del dinero, porque el dinero es el principio y el fin de este tipo de intercambio (texto en griego) De ahí que también la riqueza que la crematística trata de alcanzar sea ilimitada. Así como es ilimitado, en su afán, todo arte cuyo objetivo no es considerado como medio sino como fin último --pues siempre procura aproximarse más a ella, mientras que las artes que sólo persiguen medios para un fin no carecen de límites, porque su propio fin se los traza--, tampoco existe para dicha crematística ninguna traba que se oponga a su objetivo, pues su objetivo es el enriquecimiento absoluto. La economía es la que tiene un límite, no la crematística... La primera tiene por objeto algo que difiere del dinero mismo, la otra persigue el aumento de éste... La confusión entre ambas formas, que se sobreponen recíprocamente, induce a algunos a considerar que el objetivo último de la economía es la conservación y aumento del dinero hasta el infinito". (Aristóteles, "De Republica", ed. por Bekker, lib. I, caps. 8 y 9 y pássim.)

[7] "Las mercancías" (el término se usa aquí en el sentido de valores de uso) "no son el objeto último del capitalista mercantil... El dinero es su objeto último." (Th. Chalmers, "On Political Economy...", 2ª ed., Glasgow, 1832, pp. 165, 166.)

[8] "Para el mercader casi no cuenta el lucro efectuado, sino que mira siempre el lucro futuro." (A. Genovesi, "Lezioni di economia civile" (1765), col. Custodi cit., parte moderna, t. VIII, p. 139.)

[9] "La pasión inextinguible por la ganancia, la auri sacra fames [maldita hambre de oro] [[[78]]], será siempre lo que guíe a los capitalistas." (MacCulloch, "The Principles of Political Economy", Londres, 1830, p. 179.) Naturalmente, el comprender esto no impide que el mismo MacCulloch y consortes, sumidos en perplejidades teóricas, por ejemplo cuando analizan la sobreproducción, transmuten al mismo capitalista en un buen ciudadano al que sólo le interesa el valor de uso y que incluso exhibe un hambre de lobo por botas, sombreros, huevos, telas estampadas y otras clases familiarísimas de valores de uso.

10 [78] Auri sacra fames (maldita hambre de oro).-- MacCulloch cita a Virgilio, "Eneida", III, 56: "Maldita hambre de oro, [exclamdown]qué crímenes no haces cometer a los mortales!"-- 187.

[c] En la 3ª y 4ª ediciones, "valor" en vez de "valor de cambio".

11 (Texto en griego) [salvar] es uno de los términos característicos de los griegos para la acción de atesorar. También "to save" significa a la vez salvar y ahorrar.

[12]bis "Esa infinitud de que las cosas carecen en su progreso, lo tienen en su giro." (Galiani[, "Della moneta", p. 156].)

[13] "No es la materia lo que forma el capital, sino el valor de esas materias." (J. B. Say, "Traité d'economie politique, 3ª ed., París, 1817, t. II, p. 429).

14 "El circulante (!) empleado con propósitos productivos... es capital." (Macleod, "The Theory and Practice of Banking", Londres, 1855, vol. I, cap. I, p. 55.) "El capital es mercancías". (James Mill, "Elements of Political Economy", Londres, 1821, p. 74).

[15] "Capital... valor permanente que se multiplica". (Sismondi, "Nouveaux principes d'économie politique", t. I, p. 89).

[d] En el original, "comprador o vendedor".

[16] "L'échange est une transaction admirable dans laquelle les deux contractants gagnent --toujours" (!). (Destutt de Tracy, "Traité de la volonté et de ses effets", París, 1826, p. 68.) El mismo libro ha sido editado bajo el título de "Traité d'économie politique"

[17] Mercier de la Rivière, "L'ordre naturel"... , p. 544.

[18] "Que uno de esos dos valores sea dinero o que los dos sean mercancías usuales, es un hecho totalmente indiferente." (Ibídem, página 543).

[19] "No son los contratantes los que resuelven sobre el valor; éste es previo a la transacción". (Le Trosne[, "De l'intérêt social"], página 906).

e En la 3ª y 4ª ediciones, "valor" en vez de "valor de cambio".

[20] "Dove è egualità non è lucro". (Galiani, "Della moneta", página 244).

[21] "El intercambio se vuelve desfavorable para una de las partes cuando un factor extraño disminuye o aumenta el precio; en ese caso se vulnera la igualdad, pero tal menoscabo obedece a esa causa y no al intercambio." ("Le Trosne", op. cit., p. 904.)

[22] "El intercambio es, por naturaleza, un contrato de igualdad que se efectúa entre un valor y un valor igual. No es, por tanto, un medio de enriquecimiento, ya que se da tanto como se recibe." (Ibídem, pp. 903, 904).

23 [79] En Condillac, según TFA 124: "Porque las cosas sólo tienen una venta en relación con nuestras necesidades"...-- 194.

[24] 21 Condillac, "Le commerce et le gouvernement (1776)", ed. por Daire y Molinari, en "Mélanges d'économie politique", París, 1847, pp. 267, 291.

[25] 22 Le Trosne responde con todo acierto, por eso, a su amigo Condillac: "En la sociedad formada no hay excedente de ningún género". Al propio tiempo, se burla de él diciendo que "si los dos sujetos del intercambio reciben igualmente más por igualmente menos, los dos reciben lo mismo, tanto el uno como el otro". Como Condillac no tiene ninguna noción acerca de la naturaleza del valor de cambio, es el fiador adecuado que elige el señor profesor Wilhelm Roscher para apoyar en él sus propios conceptos infantiles. Véase, de este último, "Die Grundlagen der Nationalökonomie", 3ª ed., 1858.

[26] 23 S. P. Newman, "Elements of Political Economy", Andover y Nueva York, 1835, p. 175.

[27] 24 "Los vendedores no se enriquecen... por el aumento en el valor nominal del producto... ya que lo que ganan como vendedores lo pierden exactamente en su calidad de compradores." ([J. Gray,] "The Essential Principles of the Wealth of Nations...", Londres, 1797, p. 66).

[28] 25 "Si se está obligado a dar por 18 libras una cantidad de productos que valía 24, cuando se utilice ese mismo dinero para comprar, se obtendrá igualmente por 18 libras lo que se pagaba a 24". ("Le Trosne", op. cit., p. 897).

[29] 26 "Ningún vendedor puede encarecer regularmente sus mercancías si no se sujeta también a pagar regularmente más caras las mercancías de los demás vendedores; y por la misma razón, ningún consumidor puede [...] pagar habitualmente menos caro lo que compra, salvo que se sujete también a una disminución similar en los precios de las cosas que vende." ("Mercier de la Rivière, op. cit., p. 555).

[30] 27 R. Torrens, "An Essay on the Production of Wealth", Londres, 1821, p. 349.

[31] 28 "La idea de que las ganancias las pagan los consumidores es, no cabe duda, sumamente absurda. ¿Quiénes son los consumidores?" (G. Ramsay, "An Essay on the Distribution of Wealth", Edimburgo, 1836, p. 183).

[32] 29 "Si a alguien le hace falta una mayor demanda, ¿le recomendará el señor Malthus que le pague a alguna otra persona para que ésta se lleve sus mercancías?", le pregunta un ricardiano indignado a Malthus, quien, al igual que su discípulo, el cura Chalmers, glorifica en lo económico a la clase de los meros compradores o consumidores. Véase "An Inquiry into Those Principles, Respecting the Nature of Demand and the Necessity of Consumption, Lately Advocated by Mr. Malthus"..., Londres, 1821, p. 55.

[33] 30 A pesar de ser membre de l'Institut [[[80]]] --o tal vez por serlo--, Destutt de Tracy era de la opinión contraria. Los capitalistas industriales, afirma, obtienen sus ganancias "al vender todo lo que producen más caro de lo que les ha costado producirlo". ¿Y a quiénes se lo venden? "En primer lugar, a ellos mismos" ("Traité de"..., p. 239).

34 [80] Membre de l'lnstitut, esto es, del lnstitut de France cuerpo constituido por cinco academias: Académie Française, des Inscriptions et Belles-Lettres, des Sciences, des Beaux-Arts y des Sciences Morales et Politiques. Destutt de Tracy pertenecía a esta última.-- 199.

[35] 31 "El intercambio de dos valores iguales no aumenta ni disminuye la masa de valores existentes en la sociedad. El intercambio de dos valores desiguales... tampoco cambia nada en la suma de los valores sociales, aunque añada a la fortuna de uno lo que quita de la fortuna de otro." (J. B. Say, "Traité d'économie"..., t. II, pp. 443, 444.) Indiferente, por supuesto, a las consecuencias de esta tesis, Say la toma prestada, casi literalmente, de los fisiócratas. El siguiente ejemplo muestra de qué modo ha explotado Say, para aumentar su propio "valor", las obras de esos autores, por ese entonces olvidadas. La "celebérrima" tesis de monsieur Say: "No se compran productos sino con productos" (ibídem, p. 438), reza en el original fisiocrático: "Los productos no se pagan sino con productos". (Le Trosne, op. cit., p. 899).

[36] 32 "El intercambio no confiere valor alguno a los productos." (F. Wayland, "The Elements of Political Economy", Boston, 1843, página 168).

[f] En la 3ª y 4ª ediciones se suprime "más".

37 33 "Bajo el imperio de equivalentes invariables, sería imposible el comercio." (G. Opdyke, "A Treatise on Political Economy", Nueva York, 1851, pp. 66-69.) "La diferencia entre el valor real y el valor de cambio se funda en un hecho, a saber, que el valor de una cosa es diferente del presunto equivalente dado por ella en el comercio, es decir, que ese equivalente no es un equivalente." (F. Engels, "Umrisse zu...", pp. 95, 96).

[38] 34 Benjamin Franklin, "Works", ed. por Sparks, vol. II, en "Positions to be Examined Concerning National Wealth"[, p. 376].

39 [81] En Franklin, según TI 164: "La guerra es robo; el comercio generalmente es fraude".-- 200.

[40] 35 Aristóteles, "De Republica", cap. 10[, p. 17].

41 [82] Nuestra traducción se basa en la versión alemana dada por Marx. Una traslación directa de este pasaje (la tomamos de "La política", lib. I, cap; III, en Aristóteles, "Obras", traducción de Francisco Samaranch, Madrid, 1964, p. 1424) dice así: "Ahora bien: según hemos dicho, este arte es doble: una de cuyas especies es de naturaleza comercial, mientras que la otra pertenece al arte de la administración doméstica. Esta última especie es necesaria y goza de una gran estima, mientras que la otra especie, relacionada con el intercambio, está justamente desacreditada, porque no está de acuerdo con la naturaleza, sino que implica que los hombres tomen las cosas los unos de los otros. Al ser esto así, con toda razón es odiada la usura, porque su ganancia procede del dinero mismo y no de aquello en orden a lo cual se inventó la moneda. La moneda, en efecto, vino a existir para favorecer el intercambio, pero el interés incrementa el valor de la moneda misma --y éste es el origen actual de la palabra griega: el hijo se parece a su progenitor, y el dinero nacido del dinero es el interés--; en consecuencia, esta forma de adquirir riqueza es, entre todas las formas, la más contraria a la naturaleza."-- 200.

[42] 36 "La ganancia, en las condiciones habituales del mercado, no se obtiene por medio del intercambio. Si no hubiera existido previamente, tampoco podría existir después de efectuada esa transacción." (Ramsay, op. cit., p. 184).

[g] g En la 3ª y 4ª ediciones, "mercantiles" en vez de "recíprocas".

[43] 37 Luego de la exposición precedente, el lector comprenderá que esto significa, tan sólo, que la formación del capital tiene que ser posible aunque el precio de la mercancía sea igual al valor de la misma. No se puede explicar esa formación a partir de la divergencia entre los precios de las mercancías y sus valores. Si los precios divergen efectivamente de los valores, es necesario reducirlos primero a estos últimos, esto es, prescindir de esa circunstancia como de algo aleatorio, para enfocar en su pureza el fenómeno de la formación del capital sobre la base del intercambio mercantil y no extraviarse, en su observación, por circunstancias secundarias perturbadoras y ajenas al proceso real. Sabemos, por lo demás, que esta reducción en modo alguno es un mero procedimiento científico. Las constantes oscilaciones de los precios en el mercado, su alza y su baja, se compensan, se anulan recíprocamente y se reducen a su precio medio como a su norma intrínseca. Esta norma es la estrella polar del comerciante o del industrial, por ejemplo, en toda empresa que abarque un período prolongado. Sabe, por tanto, que tomando en su conjunto un lapso considerable, las mercancías no se venderán en la realidad ni por debajo ni por encima de su precio medio, sino a éste. De ahí que si le interesara el pensamiento desinteresado, tendría que plantear el problema en los siguientes términos: ¿Cómo puede surgir el capital hallándose regulados los precios por el precio medio, esto es, en última instancia, por el valor de la mercancía? Digo "en última instancia", porque los precios medios no coinciden directamente con las magnitudes de valor de las mercancías, aunque así lo crean Adam Smith, Ricardo, etcétera.

[44] [83] Hic Rhodus, hic salta! ([exclamdown]Ésta es Rodas, salta aquí!) --En las fábulas 203 y 203b de "Esopo" (numeradas según la edición crítica de Halm, Leipzig, 1852), tal es la respuesta dada a un fanfarrón que se vanagloriaba de haber efectuado en Rodas un salto descomunal.-- 202.

[45] 38 "Bajo la forma de dinero... el capital no produce ganancia alguna". (Ricardo, "On the Principles...", p. 267).

[46] 39 En enciclopedias generales sobre la Antigüedad clásica puede leerse el disparate de que en el mundo antiguo el capital había alcanzado su desarrollo pleno, "con la salvedad de que no existían el trabajador libre y el sistema crediticio". También el señor Mommsen, en su "Römische Geschichte", incurre en un quidproquo tras otro.

[h] h En el original: "el uno comprador y el otro vendedor".

[47] 40 Por eso diversas legislaciones fijan un plazo máximo para los contratos laborales. En las naciones donde el trabajo es libre todos los códigos reglamentan las condiciones de rescisión del contrato. En diversos países, sobre todo en México (antes de la Guerra de Secesión norteamericana también en los territorios anexados a México, y, de hecho, en las provincias del Danubio hasta la revolución de Cuza), [[[84]]] la esclavitud está encubierta bajo la forma de peonaje. Mediante anticipos reembolsables con trabajo y que se arrastran de generación en generación, no sólo el trabajador individual sino también su familia se convierten de hecho en propiedad de otras personas y de sus familias. Juárez había abolido el peonaje. El llamado emperador Maximiliano lo reimplantó mediante un decreto al que se denunció con acierto, en la Cámara de Representantes de Washington, como una disposición que restauraba la esclavitud en México. "De mis particulares aptitudes y posibilidades físicas y espirituales de actividad puedo... enajenar a otro un uso limitado en el tiempo, porque, conforme a esa limitación, conservan una relación externa con mi totalidad y universalidad. Mediante la enajenación de todo mi tiempo concreto por el trabajo y de la totalidad de mi producción, yo convertiría en la propiedad de otro lo sustancial de los mismos, mi actividad y realidad universales, mi personalidad." (Hegel, "Philosophie des Rechts", Berlín, 1840, SS 67, p. 104).

[48] [84] La revolución de Cuza.-- Alexandru Cuza, hospodar (príncipe) bajo el cual se habían unificado en 1861 los principados de Moldavia y Valaquia (dando lugar a la formación de la actual Rumania), secularizó los bienes de mano muerta y disolvió en 1864 la Asamblea Nacional, refractaria a sus proyectos de reforma. Abolió luego la servidumbre e implantó una reforma agraria que promovió el desarrollo de relaciones capitalistas en el campo rumano. Fue derrocado en febrero de 1866.-- 204; 284.

[i] i En la 3ª y 4ª ediciones la frase comienza así: "Nadie, ni siquiera un músico del porvenir [[[85]]], puede"...

49 [85] La referencia al "músico del porvenir" fue tomada por Engels de la versión francesa: "Personne, pas meme le musicien de l'avenir"... (TFA 131). La expresión "música del porvenir" (Zukunftmusik), que se formó en Alemania a mediados del siglo pasado, designaba, por lo general peyorativamente, la música discordante con los cánones de la época, y en particular la de Wagner. Marx despreciaba profundamente a este "músico del estado" (véanse sus cartas a Engels, del 19 de abril de 1876, y a Jenny Longuet, de setiembre del mismo año).-- 205.

[50] 41 Lo que caracteriza; pues, a la época capitalista, es que la fuerza de trabajo reviste para el obrero mismo la forma de una mercancía que le pertenece, y su trabajo la forma de trabajo asalariado. Por otro lado, a partir de ese momento se generaliza por primera vez la forma mercantil de los productos del trabajo.

[51] 42 "El valor de un hombre es, como el de todas las demás cosas, su precio; es decir, tanto como se paga por el uso de su fuerza." (Th. Hobbes, "Leviathan", en "Works", ed. por Molesworth, Londres, 1839-1844, vol. III, p.76.)

[52] 43 De ahí que el villicus de la antigua Roma, como administrador al frente de los esclavos agrícolas, recibiera "una ración menor que los siervos, porque su trabajo era más liviano que el de éstos". (Th. Mommsen, "Römische Geschichte", 1856, p. 810.)

[53] 44 En su obra "Over-Population and its Remedy", Londres, 1846, William Thomas Thornton aporta interesante información sobre el particular (j).

j En la 3ª y 4ª ediciones la nota dice así: "Cfr. W. Th. Thornton, "Over-Population and its Remedy", Londres, 1846".

[54] 45 Petty.

[55] 46 "Su precio natural" (el del trabajo)... "se compone de la cantidad de medios de subsistencia y comodidades necesarios, según la naturaleza del clima y los hábitos del país, que mantenga al trabajador y le permita criar una familia que asegure en el mercado una oferta de trabajo no disminuida." (R. Torrens, "An Essay on the External Corn Trade", Londres, 1815, p. 62.) La palabra trabajo se emplea erróneamente aquí por fuerza de trabajo.

[56] 47 Rossi, "Cours d'économie politique", Bruselas, 1843, páginas 370, 371.

[57] 48 Sismondi, "Nouveaux principes...", t. I, p. 113.

[58] 49 "El trabajo siempre se paga una vez terminado." ("An Inquiry into Those Principles...", p. 104.) "El crédito comercial hubo de comenzar en el momento en que el obrero, el primer artesano de la producción, pudo mediante sus economías esperar el salario de su trabajo hasta el término de la semana, de la quincena, del mes, del trimestre, etc." (Ch. Ganilh, "Des systèmes...", t. II, página 150.)

[59] 50 "El obrero presta su industriosidad", pero, añade astutamente Storch, "no corre riesgo alguno", salvo el "de perder su salario... El obrero no transmite nada material" (Storch, "Cours d'economie politique", Petersburgo, 1815, t. II, pp. 36 y 37).

[60] 51 Un ejemplo. En Londres existen dos clases de panaderos, los "full priced", que venden el pan a su valor completo, y los "undersellers", que lo venden por debajo de su valor. Esta última clase constituye más de los 3/4 del total de los panaderos (p. XXXII en el "Report" del comisionado gubernamental Hugh Seymour Tremenheere sobre las "Grievances Complained of by the Journeymen Bakers...", Londres, 1862). Esos undersellers, casi sin excepción, venden pan adulterado por la mezcla de alumbre, jabón, potasa purificada, cal, piedra molida de Derbyshire y demás agradables, nutritivos y saludables ingredientes. (Ver el libro azul citado más arriba, así como el informe de la "Committee of 1855 on the Adulteration of Bread" y Dr. Hassall, "Adulterations Detected", 2ª ed., Londres, 1861. Sir John Gordon explicó ante la comisión de 1855 que "a consecuencia de estas falsificaciones, el pobre que vive de dos libras diarias de pan, ahora no obtiene realmente ni la cuarta parte de las sustancias nutritivas, para no hablar de los efectos deletéreos sobre su salud". Tremenheere consigna (op. cit., página XLVIII), como la razón de que "una parte muy grande de la clase trabajadora", aunque esté perfectamente al tanto de las adulteraciones, siga comprando alumbre, piedra en polvo, etc., que para esa gente es "absolutamente inevitable aceptar del panadero o en el almacén (chandler's shop) cualquier tipo de pan que se le ofrezca". Como no cobran hasta finalizada su semana de trabajo, tampoco pueden "pagar antes del fin de semana el pan consumido por su familia durante la semana", y, añade Tremenheere fundándose en las declaraciones testimoniales, "es notorio que el pan elaborado con esas mezclas se prepara expresamente para ese tipo de clientes" ("it is notorius that bread composed of those mixtures, is made expressly for sale in this manner"). "En muchos distritos agrícolas ingleses" (pero todavía más en Escocia) "el salario se paga quincenal y aun mensualmente. Estos largos plazos de pago obligan al trabajador agríola a comprar sus mercancías a crédito... Se ve obligado a pagar precios más elevados y queda, de hecho, ligado al almacenero que le fía. Así, por ejemplo en Horningsham in Wilts, donde el pago es mensual, le cuesta 2 chelines 4 peniques por stone (k) la misma harina que en cualquier otro lado compraría a 1 chelín 10 peniques." ("Sixth Report" sobre "Public Health by The Medical Officer of the Privy Council...", 1864, p. 264.) "Los estampadores manuales de tela, en Paisley y Kilmarnock" (Escocia occidental) "impusieron, mediante una strike [huelga], que el pago de salarios fuera quincenal en vez de mensual." ("Reports of the Inspectors of Factories for 3lst Oct. 1853", p. 34.) Una gentil ampliación adicional del crédito que el obrero concede al capitalista la vemos en el método de muchos propietarios ingleses de minas, según el cual al obrero sólo se le paga a fin de mes, y en el ínterin recibe adelantos del capitalista a menudo en mercancías que se ve obligado a pagar por encima del precio de mercado (truck-system). "Es una práctica común entre los patrones de las minas de carbón pagar una vez por mes y conceder a sus obreros, al término de cada semana, un adelanto. Este adelanto se les da en la tienda" (esto es, el tommy-shop 0 cantina perteneciente al patrón mismo). "Los mineros sacan por un lado y lo vuelven a poner por el otro." ("Children's Employment Commission, III Report", Londres, 1864, p. 38, n. 192).

[k] k 7,356 quilogramos.

 

[215] SECCION TERCERA

PRODUCCIÓN DEL PLUSVALOR ABSOLUTO

CAPITULO V

PROCESO DE TRABAJO Y PROCESO DE VALORIZACIÓN

[a ]

El uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo. El comprador de la fuerza de trabajo la consume haciendo trabajar a su vendedor. Con ello éste último llega a ser "actu" [efectivamente] lo que antes era sólo potentia [potencialmente]: fuerza de trabajo que se pone en movimiento a sí misma, obrero. Para representar su trabajo en mercancías, debe ante todo representarlo en valores de uso, en cosas que sirvan para la satisfacción de las necesidades de cualquier índole. El capitalista, pues, hace que el obrero produzca un valor de uso especial, un artículo determinado. La producción de valores de uso, o bienes, no modifica su naturaleza general por el hecho de efectuarse para el capitalista y bajo su fiscalización. De ahí que en un comienzo debamos investigar el proceso de trabajo prescindiendo de forma social determinada que asuma.

El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza [216] exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuerzas de la misma. No hemos de referirnos aquí a las primeras formas instintivas, de índole animal, que reviste el trabajo. La situación en que el obrero se presenta en el mercado, como vendedor de su propia fuerza de trabajo, ha dejado atrás, en el trasfondo lejano de los tiempos primitivos, la situación en que el trabajo humano no se había despojado aún de su primera forma instintiva. Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operacione que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina, como una ley, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad. Y esta subordinación no es un acto aislado. Además de esforzar los órganos que trabajan, se requiere del obrero, durante todo el transcurso del trabajo, la voluntad orientada a un fin, la cual se manifiesta como atención. Y tanto más se requiere esa atención cuanto menos atrayente sea para el obrero dicho trabajo, por su propio contenido y la forma y manera de su ejecución; cuanto menos, pues, disfrute el obrero de dicho trabajo como de un juego de sus propias fuerzas físicas y espirituales.

Los elementos simples del proceso laboral son la actividad orientada a un fin o sea el trabajo mismo , su objeto y sus medios.

La tierra (la cual, económicamente hablando, incluye también el agua), en el estado originario en que proporciona al hombre víveres, medios de subsistencia ya listos para el consumo [1], existe sin intervención de aquél como el [217] objeto general del trabajo humano. Todas las cosas que el trabajo se limita a desligar de su conexión directa con la tierra son objetos de trabajo preexistentes en la naturaleza. Así, por ejemplo, el pez al que se captura separándolo de su elemento vital, del agua; la madera derribada en la selva virgen; el mineral arrancado del filón. En cambio, si el objeto de trabajo, por así decirlo, ya ha pasado por el filtro de un trabajo anterior, lo denominamos materia prima. Por ejemplo, el mineral ya desprendido de la veta, y al que se somete a un lavado. Toda materia prima es objeto de trabajo, pero no todo objeto de trabajo es materia prima. El objeto de trabajo sólo es materia prima cuando ya ha experimentado una modificación mediada por el trabajo.

El medio de trabajo es una cosa o conjunto de cosas que el trabajador interpone entre él y el objeto de trabajo y que le sirve como vehículo de su acción sobre dicho objeto. El trabajador se vale de las propiedades mecánicas, físicas y químicas de las cosas para hacerlas operar, conforme al objetivo que se ha fijado, como medios de acción sobre otras cosas.[2] El objeto del cual el trabajador se apodera directamente prescindiendo de la aprehensión de medios de subsistencia prontos ya para el consumo, como por ejemplo frutas, caso en que sirven como medios de trabajo los propios órganos corporales de aquél no es objeto de trabajo, sino medio de trabajo. De esta suerte lo natural mismo se convierte en órgano de su actividad, en órgano que el obrero añade a sus propios órganos corporales, prolongando así, a despecho de la Biblia, su estatura natural. La tierra es, a la par que su despensa originaria, su primer arsenal de medios de trabajo. Le proporciona, por ejemplo, la piedra que arroja, con la que frota, golpea, corta, etc. La tierra misma es un medio de trabajo, aunque para servir como tal en la agricultura presuponga a su vez toda una serie de otros medios de trabajo [218] y un desarrollo relativamente alto de la fuerza laboral [3]. Apenas el proceso laboral se ha desarrollado hasta cierto punto, requiere ya medios de trabajo productos del trabajo mismo. En las más antiguas cavernas habitadas por el hombre encontramos instrumentos y armas líticos. Junto a las piedras, maderas, huesos y conchas labrados, desempeña el papel principal como medio de trabajo el animal domesticado, criado a tal efecto, y por tanto ya modificado el mismo por el trabajo. [4] El uso y la creación de medios de trabajo, aunque en germen se presenten en ciertas especies animales, caracterizan el proceso específicamente humano de trabajo, y de ahí que Franklin defina al hombre como "a toolmaking animal", un animal que fabrica herramientas. La misma importancia que posee la estructura de los huesos fósiles para conocer la organización de especies animales extinguidas, la tienen los vestigios de medios de trabajo para formarse un juicio acerca de formaciones económico-sociales perimidas. Lo que diferencia unas épocas de otras no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios de trabajo se hace [5]. Los medios de trabajo no sólo son escalas graduadas que señalan el desarrollo alcanzado por la fuerza de trabajo humana, sino también indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efectúa ese trabajo. Entre los medios de trabajo mismos, aquellos cuya índole es mecánica, y a cuyo conjunto se le puede denominar el sistema óseo y muscular de la producción, revelan características mucho más definitorias de una época de producción social que los medios de trabajo que sólo sirven como recipientes del objeto de trabajo por ejemplo, tubos, toneles, cestos, jarras, etc. y a los que podríamos llamar, en su conjunto y de manera harto genérica, sistema vascular de la producción. Tan sólo en la industria química desempeñan estos últimos un papel de gran importancia [6](bis).

[219] En un sentido amplio, el proceso laboral cuenta entre sus medios además de las cosas que median la acción del trabajo sobre su objeto, y que sirven por ende de una u otra manera como vehículos de la actividad con las condiciones objetivas requeridas en general para que el proceso acontezca. No se incorporan directamente al proceso, pero sin ellas éste no puede efectuarse o sólo puede realizarse de manera imperfecta. El medio de trabajo general de esta categoría es, una vez más, la tierra misma, pues brinda al trabajador el locus standi [lugar donde estar] y a su proceso el campo de acción (field of employment). Medios de trabajo de este tipo, ya mediados por el trabajo, son por ejemplo los locales en que se labora, los canales, caminos, etcétera.

En el proceso laboral, pues, la actividad del hombre, a través del medio de trabajo, efectúa una modificación del objeto de trabajo procurada de antemano. El proceso se extingue en el producto. Su producto es un valor de uso, un material de la naturaleza adaptado a las necesidades humanas mediante un cambio de forma. El trabajo se ha amalgamado a su objeto. Se ha objetivado, y el objeto ha sido elaborado. Lo que en el trabajador aparecía bajo la forma de movimiento, aparece ahora en el producto como atributo en reposo, bajo la forma del ser. El obrero hiló, y su producto es un hilado.

Si se considera el proceso global desde el punto de vista de su resultado, del producto, tanto el medio de trabajo como el objeto de trabajo se pondrán de manifiesto como medios de producción 7, y el trabajo mismo como trabajo productivo[8].

[220] Cuando un valor de uso egresa, en cuanto producto, del proceso de trabajo, otros valores de uso, productos de procesos laborales anteriores, ingresan en él en cuanto medios de producción. El mismo valor de uso que es el producto de este trabajo, constituye el medio de producción de aquel otro. Los productos, por consiguiente, no sólo son resultado, sino a la vez condición del proceso de trabajo.

Si se exceptúa la industria extractiva, que ya encuentra en la naturaleza su objeto de trabajo como la minería, caza, pesca, etc. (y la agricultura sólo cuando se limita a roturar tierras vírgenes) , todos los ramos de la industria operan con un objeto que es materia prima, esto es, con un objeto de trabajo ya filtrado por la actividad laboral, producto él mismo del trabajo. Así ocurre, por ejemplo, con la simiente en la agricultura. Animales y plantas que se suele considerar como productos naturales, no sólo son productos, digamos, del trabajo efectuado durante el año anterior, sino, en sus formas actuales, productos de un proceso de transformación proseguido durante muchas generaciones, sujeto al control humano y mediado por el trabajo del hombre. En lo que respecta, sin embargo, a los medios de trabajo, la parte abrumadoramente mayor de los mismos muestra, aun a la mirada más superficial, la huella de un trabajo pretérito.

La materia prima puede constituir la sustancia primordial de un producto o entrar tan sólo como material auxiliar en su composición. El material auxiliar es consumido por el medio de trabajo, como el carbón en el caso de la máquina de vapor, el aceite por la rueda, el heno por el caballo de tiro, o se incorpora a la materia prima para provocar una transformación material, como el cloro a la tela cruda, el carbón al hierro, la tintura a la lana, o coadyuva a la ejecución misma de la actividad laboral, como por ejemplo las sustancias empleadas para iluminar y caldear el local de trabajo. La diferencia entre material primordial y material auxiliar se desvanee en la industria química propiamente dicha, puesto que ninguna de las materias primas empleadas reaparece como sustancia del producto [9] 10 11.

[221] Como todas las cosas tienen propiedades múltiples y son, por tanto, susceptibles de diversas aplicaciones útiles, el mismo producto puede servir como materia prima de muy diferentes procesos de trabajo. Los cereales, pongamos por caso, son materia prima para el molinero, el fabricante de almidón, el destilador, el ganadero, etc. Como simiente se convierten en materia prima de su propia producción. De modo análogo, el carbón egresa de la industria minera como producto e ingresa como medio de producción en la misma.

El mismo producto puede servir de medio de trabajo y materia prima en un mismo proceso de producción. En el engorde de ganado, por ejemplo, donde el animal, la materia prima elaborada, es al propio tiempo un medio para la preparación de abono.

Un producto que existe en una forma ya pronta para el consumo puede reconvertirse en materia prima de otro producto, como ocurre con la uva, materia prima del vino. O bien el trabajo puede suministrar su producto bajo una forma en la cual sólo es utilizable nuevamente como materia prima. Bajo ese estado, la materia prima se denomina producto semielaborado sería mejor llamarla producto intermedio , como es el caso del algodón, la hebra, el hilo, etc. Aunque en sí misma ya es producto, es posible que la materia prima originaria se vea obligada a recorrer toda una gradación de diversos procesos en los cuales, bajo una figura constantemente modificada, funciona siempre como materia prima, hasta el último proceso laboral que la expele como medio de subsistencia terminado o como medio de trabajo pronto para su uso.

Como vemos, el hecho de que un valor de uso aparezca como materia prima, medio de trabajo o producto, depende por entero de su función determinada en el proceso laboral, del lugar que ocupe en el mismo; con el cambio de ese lugar cambian aquellas determinaciones.

En virtud de su ingreso como medios de producción en nuevos procesos de trabajo, los productos pierden el carácter de tales. Funcionan tan sólo como factores objetivos del trabajo vivo. El hilandero opera con el huso sólo como instrumento por cuyo medio hila, y con el lino sólo como el objeto con el cual realiza esa acción. No se puede hilar sin el material correspondiente y sin un huso. Por consiguiente, al iniciarse el acto de hilar está presupuesta la [222] existencia de esos productos [a]. Pero en ese proceso mismo es tan indiferente que el lino y el huso sean productos de un trabajo pretérito, como en el acto de la alimentación es indiferente que el pan sea el producto del trabajo pretérito del campesino, el molinero, el panadero, etc. A la inversa. Si en el proceso laboral los medios de producción ponen en evidencia su condición de productos de un trabajo precedente, esto ocurre debido a sus defectos. Un cuchillo que no corta, un hilo que a cada momento se rompe, hacen que se recuerde enérgicamente al cuchillero A y al hilandero E. En el producto bien logrado se ha desvanecido la mediación de sus propiedades de uso por parte del trabajo pretérito.

Una máquina que no presta servicios en el proceso de trabajo es inútil. Cae, además, bajo la fuerza destructiva del metabolismo natural. El hierro se oxida, la madera se pudre. El hilo que no se teje o no se devana, es algodón echado a perder. Corresponde al trabajo vivo apoderarse de esas cosas, despertarlas del mundo de los muertos, transformarlas de valores de uso potenciales en valores de uso efectivos y operantes. Lamidas por el fuego del trabajo, incorporadas a éste, animadas para que desempeñen en el proceso las funciones acordes con su concepto y su destino, esas cosas son consumidas, sin duda, pero con un objetivo, como elementos en la formación de nuevos valores de uso, de nuevos productos que, en cuanto medios de subsistencia, son susceptibles de ingresar al consumo individual o, en calidad de medios de producción, a un nuevo proceso de trabajo.

Por tanto, si bien los productos existentes no son sólo resultado, sino también condiciones de existencia para el proceso de trabajo, por otra parte el que se los arroje en ese proceso, y por ende su contacto con el trabajo vivo, es el único medio para conservar y realizar como valores de uso dichos productos del trabajo pretérito.

El trabajo consume sus elementos materiales, su objeto y sus medios, los devora, y es también, por consiguiente, proceso de consumo. Ese consumo poductivo se distingue, pues, del consumo individual en que el último consume los [223] productos en cuanto medios de subsistencia del individuo vivo, y el primero en cuanto medios de subsistencia del trabajo, de la fuerza de trabajo de ese individuo puesta en acción. El producto del consumo individual es, por tanto, el consumidor mismo; el resultado del consumo productivo es un producto que se distingue del consumidor.

En la medida en que sus medios y su objeto mismos son ya productos, el trabajo consume productos para crear productos, o usa unos productos en cuanto medios de producción de otros. Pero así como el proceso de trabajo, en un origen, transcurría únicamente entre el hombre y la tierra, la cual existía al margen de la intervención de aquél, en la actualidad siguen prestando servicios en ese proceso medios de producción brindados enteramente por la naturaleza y que no representan ninguna combinación de materiales de la naturaleza y trabajo humano.

El proceso de trabajo, tal como lo hemos presentado en sus elementos simples y abstractos, es una actividad orientada a un fin, el de la producción de valores de uso, apropiación de lo natural para las necesidades humanas, condición general del metabolismo entre el hombre y la naturaleza, eterna condición natural de la vida humana y por tanto independiente de toda forma de esa vida, y común, por el contrario, a todas sus formas de sociedad. No entendimos necesario, por ello, presentar al trabajador en la relación con los demás trabajadores. Bastaba con exponer al hombre y su trabajo de una parte; a la naturaleza y sus materiales, de la otra. Del mismo modo que por el sabor del trigo no sabemos quién lo ha cultivado, ese proceso no nos revela bajo qué condiciones transcurre, si bajo el látigo brutal del capataz de esclavos o bajo la mirada ansiosa del capitalista, si lo ha ejecutado Cincinato cultivando su par de iugera [yugadas] o el salvaje que voltea una bestia de una pedrada [12].

[224] Pero volvamos a nuestro capitalista in spe [aspirante a capitalista]. Habíamos perdido sus pasos después que él adquiriera en el mercado todos los factores necesarios para efectuar un proceso laboral: los factores objetivos, o medios de producción, y el factor subjetivo b o fuerza de trabajo. Con su penetrante ojo de experto, ha escogido los medios de producción y fuerzas de trabajo adecuados para su ramo particular: hilandería, fabricación de calzado, etcétera. Nuestro capitalista procede entonces a consumir la mercancía por él adquirida, la fuerza de trabajo, esto es, hace que el portador de la misma, el obrero, consuma a través de su trabajo los medios de producción. La naturaleza general del proceso laboral no se modifica, naturalmente, por el hecho de que el obrero lo ejecute para el capitalista, en vez de hacerlo para sí. Pero en un principio tampoco se modifica, por el mero hecho de que se interponga el capitalista, la manera determinada en que se hacen botas o se hila. En un comienzo el capitalista tiene que tomar la fuerza de trabajo como la encuentra, preexistente, en el mercado, y por tanto también su trabajo tal como se efectuaba en un período en el que aún no había capitalistas. La transformación del modo de producción mismo por medio de la subordinación del trabajo al capital, sólo puede acontecer más tarde y es por ello que no habremos de analizarla sino más adelante.

El proceso de trabajo, en cuanto proceso en que el capitalista consume la fuerza de trabajo, muestra dos fenómenos peculiares.

El obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien pertenece el trabajo de aquél. El capitalista vela por que el trabajo se efectúe de la debida manera y los medios de producción se empleen con arreglo al fin asignado, por tanto para que no se desperdicie materia prima y se economice el instrumento de trabajo, o sea que sólo se desgaste en la medida en que lo requiera su uso en el trabajo.

Pero, en segundo lugar, el producto es propiedad del capitalista, no del productor directo, del obrero. El capitalista paga, por ejemplo, el valor diario de la fuerza de trabajo. Por consiguiente le pertenece su uso durante un día, como le pertenecería el de cualquier otra mercancía por ejemplo un caballo que alquilara por el término de un día. Al comprador de la mercancía le pertenece el uso de la misma, y, de hecho, el poseedor de la fuerza de trabajo sólo al entregar su trabajo entrega el valor de uso vendido por él. Desde el momento en que el obrero pisa el taller del capitalista, el valor de uso de su fuerza de trabajo, y por tanto su uso, el trabajo, pertenece al capitalista. Mediante la compra de la fuerza de trabajo, el capitalista ha incorporado la actividad laboral misma, como fermento vivo, a los elementos muertos que componen el producto y que también le pertenecen. Desde su punto de vista el proceso laboral no es más que el consumo de la mercancía fuerza de trabajo, comprada por él, y a la que sin embargo sólo puede consumir si le adiciona medios de producción. El proceso de trabajo es un proceso entre cosas que el capitalista ha comprado, entre cosas que le pertenecen. De ahí que también le pertenezca el producto de ese proceso, al igual que el producto del proceso de fermentación efectuado en su bodega [13]. [c]

El producto propiedad del capitalista es un valor de uso, hilado, botines, etc. Pero aunque los botines, por ejemplo, en cierto sentido constituyen la base del progreso social y nuestro capitalista sea un progresista a carta cabal, no [226] fabrica los botines por sí mismos. En la producción de mercancías, el valor de uso no es, en general, la cosa qu'on aime pour elle même [que se ama por sí misma]. Si aquí se producen valores de uso es únicamente porque son sustrato material, portadores del valor de cambio, y en la medida en que lo son. Y para nuestro capitalista se trata de dos cosas diferentes. En primer lugar, el capitalista quiere producir un valor de uso que tenga valor de cambio, un artículo destinado a la venta, una mercancía. Y en segundo lugar quiere producir una mercancía cuyo valor sea mayor que la suma de los valores de las mercancías requeridas para su producción, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo por los cuales él adelantó su dinero contante y sonante en el mercado. No sólo quiere producir un valor de uso, sino una mercancía; no sólo un valor de uso, sino un valor, y no sólo valor, sino además plusvalor.

En realidad, como se trata aquí de la producción de mercancías, es obvio que nos hemos limitado a tratar sólo un aspecto del proceso. Así como la mercancía misma es una unidad de valor de uso y valor, es necesario que su proceso de producción sea una unidad de proceso laboral y proceso de formación de valor.

Consideremos ahora, asimismo, el proceso de producción como proceso de formación de valor.

Sabemos que el valor de toda mercancía está determinado por la cantidad de trabajo materializada en su valor de uso, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Esto rige también para el producto que nuestro capitalista obtenía como resultado del proceso laboral. Corresponde calcular, pues, en primer lugar, cuánto trabajo se ha objetivado en ese producto.

Digamos que se trata, por ejemplo, de hilado.

Para la producción del hilado se requería, primeramente, su materia prima, digamos 10 libras de algodón. No es necesario investigar primero el valor del algodón, ya que el capitalista lo ha comprado por su valor en el mercado, por ejemplo a 10 chelines. En el precio del algodón ya está representado, como trabajo social general, el trabajo requerido para su producción. Hemos de suponer, además, que la masa de husos consumida en la elaboración del algodón, instrumentos que representan para nosotros todos los demás medios de trabajo empleados, posee un valor de 2 chelines. Si el producto de 24 horas de trabajo [227] o de dos jornadas laborales es una masa de oro de 12 chelines, tenemos, en principio, que en el hilado se han objetivado dos jornadas de trabajo.

La circunstancia de que el algodón haya cambiado de forma y de que la masa de husos consumida desapareciera por entero, no debe inducirnos en error. Conforme a la ley general del valor, 10 libras de hilado son por ejemplo un equivalente de 10 libras de algodón y 1/4 de huso, siempre que el valor de 40 libras de hilado sea = al valor de 40 libras de alodón + el valor de un huso íntegro, es decir, siempre que se requiera el mismo tiempo de trabajo para producir los dos términos de esa ecuación. En tal caso, el mismo tiempo de trabajo se representa una vez en el valor de uso hilado, la otra vez en los valores de uso algodón y huso. Al valor le es indiferente, en cambio, el manifestarse bajo la forma de hilado, huso o algodón. El hecho de que el huso y el algodón, en vez de reposar ociosos uno al lado del otro, entren en el proceso de hilar en una combinación que modifica sus formas de uso, que los convierte en hilado, afecta tan poco su valor como si a través del intercambio simple, se los hubiera negociado por su equivalente en hilado.

El tiempo de trabajo requerido para la producción del algodón es una parte del tiempo de trabajo necesario para la producción del hilado al que dicho algodón sirve de materia prima, y por eso está contenido en el hilado. Lo mismo ocurre con el tiempo de trabajo que se requiere para la producción de la masa de husos sin cuyo desgaste o consumo no se podría hilar el algodón [14].

Por tanto, en la medida en que entra en el análisis el valor del hilado, o sea el tiempo de trabajo requerido para su producción, es posible considerar como diversas fases sucesivas del mismo proceso laboral a los diversos procesos de trabajo particulares, separados en el tiempo y el espacio, que hubo que recorrer primero para producir el algodón mismo y la masa de husos desgastada, y finalmente el hilado a partir del algodón y los husos. Todo el trabajo contenido en el hilado es trabajo pretérito. Es una circunstancia [228] por entero indiferente la de que el tiempo de trabajo requerido para la producción de sus elementos constitutivos haya transcurrido anteriormente, esté en el pluscuamperfecto, mientras que por el contrario el trabajo empleado directamente en el proceso final, en el hilar, se halle más cerca del presente, en el pretérito perfecto. Si para la construcción de una casa se requiere determinada masa de trabajo, digamos 30 jornadas laborales, nada cambia en cuanto a la cantidad global del tiempo de trabajo incorporado a la casa, el hecho de que la trigésima jornada ingrese a la producción 29 días después que la primera. Y del mismo modo, es perfectamente posible considerar el tiempo de trabajo incorporado al material y al medio de trabajo como si sólo se lo hubiera gastado en un estadio precedente del proceso de hilar, con anterioridad al trabajo que se agrega en último término bajo la forma de trabajo de hilar.

Por consiguiente, los valores de los medios de producción, el algodón y el huso, expresados en el precio de 12 chelines, son partes constitutivas del valor del hilado o valor del producto.

Sólo que es necesario llenar dos condiciones. En primer lugar, el algodón y el huso tienen que haber servido para la producción de un valor de uso. En nuestro caso, es menester que de ellos haya surgido hilado. Al valor le es indiferente que su portador sea uno u otro valor de uso, pero es imprescindible que su portador sea un valor de uso. En segundo lugar, rige el supuesto de que se haya empleado el tiempo de trabajo necesario bajo las condiciones sociales de producción dadas. Por lo tanto, si para hilar 1 libra de hilado fuera necesaria 1 libra de algodón, se requiere que en la formación de 1 libra de hilado sólo se haya consumido 1 libra de algodón. Otro tanto ocurre con el huso. Si al capitalista se le antojara emplear husos de oro en vez de husos de hierro, en el valor del hilado sólo se tendría en cuenta, sin embargo, el trabajo socialmente necesario, esto es, el tiempo detrabajo necesario para la producción de husos de hierro.

Sabemos ahora qué parte del valor del hilado está constituida por los medios de producción, el algodón y el huso. Equivale a 12 chelines, o sea la concreción material de dos [229] jornadas de trabajo. Se trata ahora de considerar la parte del valor que el obrero textil agrega, con su trabajo, al algodón.

Para examinar este trabajo, hemos de ubicarnos ahora en un punto de vista totalmente distinto del que ocupábamos al analizar el proceso de trabajo. Se trataba allí de una actividad orientada a un fin, el de transformar el algodón en hilado. Cuanto más adecuado a ese fin fuera el trabajo, tanto mejor el hilado, siempre que presupusiéramos constantes todas las demás circunstancias. El trabajo del hilandero era específicamente distinto de otros trabajos productivos, y la diferencia se hacía visible subjetiva y objetivamente, en el fin particular de la actividad de hilar, en su modo específico de operar, en la naturaleza especial de sus medios de producción y el valor de uso también especial de su producto. El algodón y el huso son medios de subsistencia del trabajo de hilar, aunque con ellos no se pueda fundir cañones rayados. Pero, en cambio, en la medida en que el trabajo del hilandero forma valor, no se distingue en absoluto del trabajo del perforador de cañones o, lo que nos concierne más de cerca, de los trabajos efectuados en los medios de producción del hilado: el trabajo del cultivador de algodón y el de quien fabrica husos. A esta identidad, sólo a ella, se debe que el cultivar algodón, hacer husos e hilar constituyan partes del mismo valor global, del valor del hilado, las cuales únicamente difieren entre sí en lo cuantitativo. Ya no se trata, aquí, de la cualidad, la naturaleza y el contenido del trabajo, sino tan sólo de su cantidad. A ésta, sencillamente, hay que contarla. Partimos de la base de que el trabajo de hilar es un trabajo simple, trabajo social medio. Se verá más adelante que la suposición opuesta no alter en nada la naturaleza del problema.

Durante el proceso laboral el trabajo pasa constantemente de la forma de la agitada actividad a la del ser, de la forma de movimiento a la de objetividad. Al término de una hora, el movimiento del hilandero queda representado en cierta cantidad de hilado, y por tanto en el algodón está objetivada cierta cantidad de trabajo, una hora de trabajo. Decimos hora de trabajo [d] puesto que aquí [230] el trabajo de hilar sólo cuenta en cuanto gasto de fuerza laboral, no en cuanto la actividad específica de hilar.

Ahora bien, es de decisiva importancia que durante el transcurso del proceso, o sea de la transformación del algodón en hilado, sólo se consuma el tiempo de trabajo socialmente necesario. Si bajo condiciones de producción normales, esto es, bajo condiciones de producción sociales medias, es necesario convertir a libras de algodón en b libras de hilado durante una hora de trabajo, sólo se considerará como jornada laboral de 12 horas aquella durante la cual 12 x a libras de algodón se transformen en 12 x b libras de hilado. Sólo el tiempo de trabajo socialmente necesario, en efecto, cuenta como formador de valor.

La materia prima [e] y el producto se manifiestan aquí bajo una luz totalmente distinta de aquella bajo la cual los analizábamos en el proceso laboral propiamente dicho. La materia prima sólo cuenta aquí en cuanto elemento que absorbe determinada cantidad de trabajo. Mediante esa absorción se transforma de hecho en hilado, porque se le agregó trabajo de hilar [f]. Pero ahora el producto, el hilado, es únicamente la escala graduada que indica cuánto trabajo absorbió el algodón. Si en una hora se hilan 1 2/3 libras de algodón, o bien si éstas se transforman en 1 2/3 libras de hilado, 10 libras de hilado supondrán 6 horas de trabajo absorbidas. Determinadas cantidades de producto, fijadas por la experiencia, no representan ahora más que determinadas cantidades de trabajo, determinada masa de tiempo de trabajo solidificado. Son, únicamente, la concreción material de una hora, de dos horas, de un día de trabajo social.

El hecho de que el trabajo sea precisamente trabajo de hilar, que su material sea algodón y su producto hilado, es aquí tan indiferente como que el objeto de la actividad laboral sea a su vez producto, y por tanto materia prima. Si el obrero en vez de hilar trabajara en una mina de carbón, la naturaleza proporcionaría el objeto de trabajo, la hulla. Ello no obstante, una cantidad determinada de [231] carbón extraída del yacimiento, por ejemplo un quintal, representaría determinada cantidad de trabajo absorbido.

Cuando analizábamos la venta de la fuerza de trabajo suponíamos que su valor diario era = 3 chelines y que en éstos se hallaban incorporadas 6 horas de trabajo, siendo necesaria por tanto esa cantidad de trabajo para producir la suma media de artículos de subsistencia requeridos diariamente por el obrero. Si nuestro hilandero convierte, en una hora de trabajo, 1 2/3 libras de algodón en 1 2/3 libras de hilado [15], en 6 horas convertirá 10 libras de algodón en 10 libras de hilado. Durante el transcurso del proceso de hilar el algodón, pues, absorbe 6 horas de trabajo. El mismo tiempo de trabajo se representa en una cantidad de oro de 3 chelines. Por consiguiente, se agrega al algodón, por medio del trabajo de hilar, un valor de 3 chelines.

Examinemos ahora el valor global del producto, de las 10 libras de hilado. En ellas están objetivados 2 1/2 días de trabajo: 2 días contenidos en el algodón y en la masa de husos, 1/2 jornada laboral absorbida durante el proceso de hilar. Ese tiempo de trabajo se representa en una masa de oro de 15 chelines. Por ende, el precio adecuado al valor de las 10 libras de hilo asciende a 15 chelines; el precio de una libra de hilado a 1 chelín 6 peniques.

Nuestro capitalista se queda perplejo. El valor del producto es igual al valor del capital adelantado. El valor adelantado no se ha valorizado, no ha generado plusvalor alguno; el dinero, por tanto, no se ha convertido en capital. El precio de las 10 libras de hilado es de 15 chelines, y 15 chelines se gastaron en el mercado por los elementos constitutivos del producto o, lo que es lo mismo, por los factores del proceso laboral: 10 chelines por algodón, 2 chelines por la masa de husos consumida y 3 chelines por fuerza de trabajo. El que se haya acrecentado el valor del hilo nada resuelve, puesto que su valor no es más que la suma de los valores distribuidos antes entre el algodón, el huso y la fuerza de trabajo, y de esa mera adición de valores preexistentes jamás puede surgir un plusvalor 16. Todos [232] esos valores están ahora concentrados en una cosa, pero también lo estaban en la suma de dinero de 15 chelines, antes de que ésta se repartiera en 3 compras de mercancías.

En sí y para sí, este resultado no es extraño. El valor de una libra de hilado es de 1 chelín y 6 peniques, y por tanto nuestro capitalista tendría que pagar en el mercado, por 10 libras de hilo, 15 chelines. Tanto da que compre ya lista su residencia privada en el mercado o que la haga construir él mismo, ninguna de esas operaciones hará que aumente el dinero invertido en la adquisición de la casa.

El capitalista, que en materia de economía vulgar pisa terreno firme, tal vez diga que él ha adelantado su dinero con la intención de hacer de éste más dinero. El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, y con el mismo fundamento podría abrigar la intención de hacer dinero sin producir [17]. El capitalista amenaza. No volverán a engañarlo. En lo sucesivo comprará la mercancía ya terminada en el mercado, en lugar de fabricarla él mismo. ¿Pero si todos sus cofrades capitalistas hicieran otro tanto, cómo habría de encontrar mercancías en el mercado? Y no se puede comer dinero. El capitalista se dedica entonces a la catequesis. Se debería tomar en consideración su abstinencia. Podría haber despilfarrado sus 15 chelines. En vez de ello, los ha consumido productivamente, convirtiéndolos en hilado. Pero la verdad es que a cambio de esto está en posesión de hilado, y no de remordimientos. Se guardará de recaer en el papel del atesorador, que ya nos mostró adónde conducía el ascetismo. Por lo demás, al que no tiene, el rey le hace libre [18]. Sea cual fuere el mérito de su renunciamiento, nada hay para pagárselo aparte, pues el valor del producto que resulta del proceso [233] no supera la suma de los valores mercantiles lanzados al mismo. Debería conformarse, pues, con que la virtud encuentra en sí misma su recompensa. Pero no, se pone más acucioso. El hilado no le presta utilidad alguna. Lo ha producido para la venta. De modo que lo vende o, más sencillamente, en lo sucesivo se limita a producir cosas para su propio uso, una receta que ya le ha extendido su médico de cabecera MacCulloch cómo remedio infalible contra la epidemia de la sobreproducción. Ceñudo, el capitalista se mantiene en sus trece. ¿Acaso el obrero habría de crear en el aire, con sus propios brazos y piernas, productos del trabajo, producir mercancías? ¿No fue el capitalista quien le dio el material sólo con el cual y en el cual el obrero puede corporizar su trabajo? Y como la mayor parte de la sociedad se compone de esos pobres diablos, ¿no le ha prestado a la misma un inmenso servicio, con sus medios de producción, su algodón y su huso, e incluso al propio obrero, a quien por añadidura provee de medios de subsistencia? ¿Y no habría de cargar en la cuenta dicho servicio? Pero el obrero, ¿no le ha devuelto el servicio al transformar el algodón y el huso en hilado? Por lo demás, no se trata aquí de servicios 19. Un servicio no es otra cosa que el efecto útil de un valor de uso, ya sea mercancía, ya trabajo 20. Pero lo que cuenta aquí es el valor de cambio. El capitalista le pagó al obrero el valor de 3 chelines. El obrero le devolvió un equivalente exacto, bajo la forma del [234] valor de 3 chelines añadido al algodón. Valor por valor. Nuestro amigo, pese a su altanero espíritu de capitalista, adopta súbitamente la actitud modesta de su propio obrero. ¿Acaso no ha trabajado él mismo?, ¿no ha efectuado el trabajo de vigilar, de dirigir al hilandero? ¿Este trabajo suyo no forma valor? Su propio overlooker [capataz] y su manager [gerente] se encogen de hombros. Pero entretanto el capitalista, con sonrisa jovial, ha vuelto a adoptar su vieja fisonomía. Con toda esa letanía no ha hecho más que tomarnos el pelo. Todo el asunto le importa un comino. Deja esos subterfugios enclenques y vacías patrañas, y otras creaciones por el estilo, a cargo de los profesores de economía política, a los que él mismo paga por ello. El es un hombre práctico, que si bien fuera del negocio no siempre considera a fondo lo que dice, sabe siempre lo que hace dentro de él.

Veamos el caso más de cerca. El valor diario de la fuerza de trabajo ascendía a 3 chelines porque en ella misma se había objetivado media jornada laboral, esto es, porque los medios de subsistencia necesarios diariamente para la producción de la fuerza de trabajo cuestan media jornada laboral. Pero el trabajo pretérito, encerrado en la fuerza de trabajo, y el trabajo vivo que ésta puede ejecutar, sus costos diarios de mantenimiento y su rendimiento diario, son dos magnitudes completamente diferentes. La primera determina su valor de cambio, la otra conforma su valor de uso. El hecho de que sea necesaria media jornada laboral para mantenerlo vivo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar durante una jornada completa. El valor de la fuerza de trabajo y su valorización en el proceso laboral son, pues, dos magnitudes diferentes. El capitalista tenía muy presente esa diferencia de valor cuando adquirió la fuerza de trabajo. Su propiedad útil, la de hacer hilado o botines, era sólo una conditio sine qua non, porque para formar valor es necesario gastar trabajo de manera útil. Pero lo decisivo fue el valor de uso específico de esa mercancía, el de ser fuente de valor, y de más valor del que ella misma tiene. Es éste el servicio específico que el capitalista esperaba de ella. Y procede, al hacerlo, conforme a las leyes eternas del intercambio mercantil. En rigor, el vendedor de la fuerza de trabajo, al igual que el vendedor de cualquier otra mercancía, realiza su valor de cambio y enajena su valor de uso. No puede [235] conservar el uno sin ceder el otro. El valor de uso de la fuerza de trabajo, el trabajo mismo, le pertenece tan poco a su vendedor como al comerciante en aceites el valor de uso del aceite vendido. El poseedor de dinero ha pagado el valor de una jornada de fuerza de trabajo; le pertenece, por consiguiente, su uso durante la jornada, el trabajo de una jornada. La circunstancia de que el mantenimiento diario de la fuerza de trabajo sólo cueste media jornada laboral, pese a que la fuerza de trabajo pueda operar o trabajar durante un día entero, y el hecho, por ende, de que el valor creado por el uso de aquélla durante un día sea dos veces mayor que el valor diario de la misma, constituye una suerte extraordinaria para el comprador, pero en absoluto una injusticia en perjuicio del vendedor.

Nuestro capitalista había previsto este caso, que lo hace reír [21]. Por eso el obrero encuentra en el taller no sólo los medios de producción necesarios para un proceso laboral de seis horas, sino para uno de doce. Si 10 libras de algodón absorbían 6 horas de trabajo y se convertían en 10 libras de hilado, 20 libras de algodón absorberán 12 horas de trabajo y se convertirán en 20 libras de hilado. Examinemos ahora el producto del proceso laboral prolongado. En las 20 libras de hilado se han objetivado ahora 5 jornadas de trabajo: 4 en la masa de algodón y husos consumida, 1 absorbida por el algodón durante el proceso de hilar. Pero la expresión en oro de 5 jornadas de trabajo es de 30 chelines, o sea [sterling] 1 y 10 chelines. Es éste, por tanto, el precio de las 20 libras de hilado. La libra de hilado cuesta, como siempre, 1 chelín y 6 peniques. Pero la suma de valor de las mercancías lanzadas al proceso ascendía a 27 chelines. El valor del hilado se eleva a 30 chelines. El valor del producto se ha acrecentado en un 1/9 por encima del valor adelantado para su producción. De esta suerte, 27 chelines se han convertido en 30. Se ha añadido un plusvalor de 3 chelines. El artilugio, finalmente, ha dado resultado. El dinero se ha transformado en capital.

Se han contemplado todas las condiciones del problema y en modo alguno han sido infringidas las leyes del intercambio de mercancías. Se ha intercambiado un equivalente por otro. El capitalista, en cuanto comprador, pagó todas las mercancías a su valor: el algodón, la masa de husos, la fuerza de trabajo. Hizo, entonces, lo que hacen todos los demás compradores de mercancías. Consumió el valor de uso de las mismas. El proceso por el cual se consumió la fuerza de trabajo y que es a la vez proceso de producción de la mercancía, dio como resultado un producto de 20 libras de hilado con un valor de 30 chelines. El capitalista retorna ahora al mercado y vende mercancía, luego de haber comprado mercancía. Vende la libra de hilado a 1 chelín y 6 peniques, ni un ápice por encima o por debajo de su valor. Y sin embargo, extrae de la crculación 3 chelines más de los que en un principio arrojó a ella. Toda esta transición, la transformación de su dinero en capital, ocurre en la esfera de la circulación y no ocurre en ella. Se opera por intermedio de la circulación, porque se halla condicionada por la compra de la fuerza de trabajo en el mercado. Y no ocurre en la circulación, porque ésta se limita a iniciar el proceso de valorización, el cual tiene lugar en la esfera de la producción. Y de esta manera "tout [est] pour le mieux dans le meilleur des mondes possibles" [todo va de la mejor manera en el mejor de los mundos posibles] [22].

Al transformar el dinero en mercancías que sirven como materias formadoras de un nuevo producto o como factores del proceso laboral, al incorporar fuerza viva de trabajo a la objetividad muerta de los mismos, el capitalista transforma valor, trabajo pretérito, objetivado, muerto, en capital, en valor que se valoriza a sí mismo, en un monstruo animado que comienza a "trabajar" cual si tuviera dentro del cuerpo el amor [23].

Si comparamos, ahora, el proceso de formación de valor y el proceso de valorización, veremos que este último no es otra cosa que el primero prolongado más allá de cierto punto. Si el proceso de formación del valor alcanza únicamente al punto en que con un nuevo equivalente se reemplaza el valor de la fuerza de trabajo pagado por el capital, estaremos ante un proceso simple de formación del valor. Si ese proceso se prolonga más allá de ese punto, se convierte en proceso de valorización.

Si parangonamos, además, el proceso en que se forma valor y el proceso de trabajo, veremos que este último consiste en el trabajo efectivo [g] que produce valores de uso. Se analiza aquí el movimiento desde el punto de vista [237] cualitativo, en su modo y manera particular, según su objetivo y contenido. En el proceso de formación del valor, el mismo proceso laboral se presenta sólo en su aspecto cuantitativo. Se trata aquí, únicamente, del tiempo que el trabajo requiere para su ejecución, o del tiempo durante el cual se gasta [h] la fuerza de trabajo. Aquí, asimismo, las mercancías que ingresan al proceso de trabajo ya no cuentan como factores materiales, funcionalmente determinados, de una fuerza de trabajo que opera con arreglo al fin asignado. Cuentan únicamente como cantidades determinadas de trabajo objetivado. Ya esté contenido en los medios de producción o lo haya añadido la fuerza de trabajo, el trabajo cuenta únicamente por su medida temporal. Asciende a tantas horas, días, etcétera.

Pero cuenta únicamente en la medida en que el tiempo gastado para la producción del valor de uso sea socialmente necesario. Esto implica diversos aspectos. La fuerza de trabajo ha de operar bajo condiciones normales. Si la máquina de hilar es el medio de trabajo socialmente dominante en la hilandería, al obrero no se le debe poner en las manos una rueca. No ha de recibir, en vez de algodón de calidad normal, pacotilla que se rompa a cada instante. En uno y otro caso emplearía más tiempo de trabajo que el socialmente necesario para la producción de una libra de hilado, pero ese tiempo superfluo no generaría valor o dinero. El carácter normal de los factores objetivos del trabajo, sin embargo, no depende del obrero, sino del capitalista. Otra condición es el carácter normal de la fuerza misma de trabajo. Ésta ha de poseer el nivel medio de capacidad, destreza y prontitud prevaleciente en el ramo en que se la emplea. Pero en el mercado laboral nuestro capitalista compró fuerza de trabajo de calidad normal. Dicha fuerza habrá de emplearse en el nivel medio acostumbrado de esfuerzo, con el grado de intensidad socialmente usual. El capitalista vela escrupulosamente por ello, así como por que no se desperdicie tiempo alguno sin trabajar. Ha comprado la fuerza de trabajo por determinado lapso. Insiste en tener lo suyo: no quiere que se lo robe. Por último y para ello este señor tiene su propio code pénal , no debe ocurrir ningún consumo inadecuado de materia prima y medios de trabajo, porque el material [238] o los medios de trabajo esperdiciados representan cantidades de trabajo objetivado gastadas de manera superflua, y que por consiguiente no cuentan ni entran en el producto de la formación de valor [24] 25 26.

Vemos que la diferencia, a la que llegábamos en el análisis de la mercancía, entre el trabajo en cuanto creador de valor de uso y el mismo trabajo en cuanto creador de [239] valor, se presenta ahora como diferenciación entre los diversos aspectos del proceso de producción.

Como unidad del proceso laboral y del proceso de formación de valor, el proceso de producción es proceso de producción de mercancías, en cuanto unidad del proceso laboral y del proceso de valorización, es proceso de producción capitalista, forma capitalista de la producción de mercancías.

Se indicó más arriba que para el proceso de valorización es por entero indiferente que el trabajo apropiado por el capitalista sea trabajo social medio, simple o trabajo complejo, trabajo de un peso específico superior. El trabajo al que se considera calificado, más complejo con respecto al trabajo social medio, es la exteriorización de una fuerza de trabajo en la que entran costos de formación más altos, cuya producción insume más tiempo de trabajo y que tiene por tanto un valor más elevado que el de la fuerza de trabajo simple. Siendo mayor el valor de esta fuerza, la misma habrá de manifestarse en un trabajo también superior y objetivarse, durante los mismos lapsos, en valores proporcionalmente mayores. Sea cual fuere, empero, la diferencia de grado que exista entre el trabajo de hilar y el de orfebrería, la porción de trabajo por la cual el orfebre se limita a reemplazar el valor de su propia fuerza de trabajo, no se distingue cualitativamente, en modo alguno, de la porción adicional de trabajo por la cual crea plusvalor. Como siempre, si el plusvalor surge es únicamente en virtud de un excedente cuantitativo de trabajo, en virtud de haberse prolongado la duración del mismo proceso laboral: en un caso, proceso de producción de hilado; en el otro, proceso de producción de joyas [27i] j.

[240] Por lo demás, en todo proceso de formación de valor siempre es necesario reducir el trabajo calificado a trabajo social medio, por ejemplo 1 día de trabajo calificado a X día de trabajo simple [28]. Si suponemos, por consiguiente, que el obrero empleado por el capital ejecuta un trabajo social medio simple, nos ahorramos una operación superflua y simplificamos el análisis. [a] En la 4ª edición sigue aquí el subtítulo. 1 "Proceso de trabajo".

[1] "En escasa cantidad y completamente independientes del hombre, los productos espontáneos de la tierra parece que los concediera la naturaleza del mismo modo que a un joven se le entrega una pequeña suma, con la mira de encaminarlo hacia la laboriosidad y para que forje su fortuna." (James Steuart, "Principles of Political Economy", Dublín, 1770, vol. I, p. 116).

[2] "La razón es tan astuta como poderosa. La astucia consiste, en general, en la actividad mediadora que, al hacer que los objetos actúen unos sobre otros y se desgasten recíprocamente con arreglo a su propia naturaleza, sin injerirse de manera directa en ese proceso, se limita a alcanzar, no obstante, su propio fin." (Hegel, "Enzyklopädie", primera parte, "Die Logik", Berlín, 1840, p. 382.)

[3] En su obra, por lo demás lamentable, "Théorie de l'économie politique", París, 1815, Ganilh enumera acertadamente, polemizando con los fisiócratas, la larga serie de procesos de trabajo que constituye el supuesto de la agricultura propiamente dicha.

[4] En las "Réflexions sur la formation et la distribution des richesses" (1766), Turgot expone convenientemente la importancia del animal domesticado para los inicios de la cultura.

[5] De todas las mercancías, los artículos suntuarios propiamente dichos son los más irrelevantes para comparar en el dominio tecnológico las diversas épocas de la producción.

[6] Nota a la 2ª edición. - Por poco que se haya ocupado la historiografía, hasta el presente, del desarrollo de la producción material, o sea, de la base de toda vida social y por tanto de toda historia real, por lo menos se han dividido los tiempos prehistóricos en Edad de Piedra, Edad del Bronce y Edad del Hierro, conforme al material de las herramientas y armas y fundándose en investigaciones científico-naturales, no en investigaciones presuntamente históricas.

7 Parece paradojal denominar medio de producción para la pesca, por ejemplo, al pez que aún no ha sido pescado. Pero hasta el presente no se ha inventado el arte de capturar peces en aguas donde no se encontraran previamente.

[8] Esta definición de trabajo productivo, tal como se desprende del punto de vista del proceso laboral simple, de ningún modo es suficiente en el caso del proceso capitalista de producción.

[9] Storch diferencia la materia prima propiamente dicha como "matière", de los materiales auxiliares o "matériaux" [[[86]]] Cherbuliez denomina "matières instrumentales" a los materiales auxiliares [[[87]]].

10 [86] (W) Henri Storch, "Cours d'économie politique, ou exposition des principes qui déterminent la prospérité des nations", t. I, San Petersburgo, 1815, p. 228.-- 220.

11 [87] (W) Antoine-Elisée Cherbuliez, "Richesse ou pauvreté. Exposition des causes et des effets de la distribution actuelle des richesses sociales", París, 1841, p. 14.-- 220.

[a] En la 4ª edición, "ese producto" en vez de "esos productos".

[12] No cabe duda de que es por esta razón, de lógica irresistible, que el coronel Torrens descubre en la piedra del salvaje... el origen del capital. "En la primera piedra que [el salvaje] arroja al animal que persigue, en el primer palo que empuña para voltear la fruta que está fuera de su alcance, vemos la apropiación de un artículo con la mira de coadyuvar en la apropiación de otro, descubriéndose así... el origen del capital." (R. Torrens, "An Essay"..., pp. 70, 71.) Con toda probabilidad, aquel primer palo [Stock] explica por qué en inglés stock es sinónimo de capital.

b 3ª y 4ª ediciones: "personal" en vez de "subjetivo".

[13] "Los productos son objeto de apropiación antes de transformarse en capital; su transformación no los sustrae a esa apropiación." (Cherbuliez, "Richesse ou pauvreté", París, 1841, p. 54.) "Al vender su trabajo por una cantidad determinada de medios de subsistencia (approvisionnement), el proletario renuncia por entero a toda participación en el producto. La apropiación de los productos se mantiene al igual que antes; la mencionada convención no la ha modificado en modo alguno. El producto pertenece exclusivamente al capitalista que ha proporcionado las materias primas y los medios de subsistencia. Es ésa una consecuencia rigurosa de la ley de la apropiación, cuyo principio fundamental era, por el contrario, el derecho de propiedad exclusiva que cada trabajador tiene con respecto a su producto." (Ibídem, p. 58.) Véase J. Mill, "Elements of...", pp. 70, 71: "Cuando los trabajadores reciben salario por su trabajo [...] el capitalista es entonces el propietario no sólo del capital" (Mill se refiere aquí a los medios de producción) "sino también del trabajo (of the labour also). Si lo que se paga en calidad de salarios está incluido, como suele ocurrir, en el concepto de capital, es absurdo hablar separadamente del trabajo como de algo separado de aquél. Así empleada, la palabra capital incluye tanto el trabajo como el capital".

[c] En la 4ª edición figura entre estos dos párrafos el subtítulo: 2. Proceso de valorización.

[14] "No sólo afecta al valor de las mercancías el trabajo aplicado directamente a las mismas, sino también el empleado en los implementos, herramientas y edificios que coadyuvan a ese trabajo. (Ricardo, "On the Principles..." , p. 16).

[d] Sigue aquí en la 3ª y 4ª ediciones: "esto es, gasto de la fuerza vital del hilandero durante una hora".

[e] En la 3ª y 4ª ediciones esta frase comienza así: "Al igual que el trabajo mismo, también la materia prima se manifiesta"...

[f] En la 3ª y 4ª ediciones dice así esta frase secundaria: "porque la fuerza de trabajo se gastó bajo la forma de actividad de hilar y bajo esa forma se agregó a ella".

[15] Estos números son completamente arbitrarios.

16 Es ésta la tesis fundamental sobre la que se funda la doctrina fisiocrática acerca de la improductividad de todo trabajo no agrícola, tesis irrefutable para los economistas... profesionales. "Esta manera de imputar a una sola cosa el valor de muchas otras" (por ejemplo al lino el consumo del tejedor), "de aplicar, por así decirlo, capa sobre capa, diversos valores sobre uno solo, hace que éste crezca en la misma proporción... El término adición describe muy bien la manera en que se forma el precio de las cosas producidas por la mano de obra, ese precio no es sino un total constituido por diversos valores consumidos y sumados; ahora bien, sumar no es multiplicar." (Mercier de la Rivière, "L'ordre naturel...", p. 599).

[17] Así, por ejemplo, en 1844-1847 retiró de la actividad productiva una parte de su capital a fin de especular en acciones ferroviarias. Así, durante la guerra civil norteamericana cerró la fábrica y echó a la calle a los obreros para jugar en la bolsa algodonera de Liverpool.

[18] [88] La traducción literal del dicho alemán sería: "Donde no hay nada, el emperador ha perdido su derecho". La sustituimos por su equivalente español: "Al que no tiene, el rey le hace libre", frase proverbial con la cual, como explica la Academia, se da a entender que el insolvente queda indemne.-- 232.

19 "Deja que te ensalcen, adornen y blanqueen... Pero quien toma más o mejor" (de lo que dio) "comete usura, y esto no se llama servicio, sino daño inferido a su prójimo, como cuando eso ocurre con hurto y robo. No todo lo que llaman servir y ayudar al prójimo es servirlo y ayudarlo. Pues una adúltera y un adúltero se hacen uno al otro gran servicio y placer. Un reitre le presta un gran servicio de reitre a un incendiario asesino cuando lo ayuda a robar por los caminos y a destruir vidas y haciendas. Los papistas les hacen a los nuestros el gran servicio de no ahogarlos, quemarlos o asesinarlos a todos, o hacer que todos se pudran en la prisión, sino que dejan a algunos con vida y los destierran o les confiscan sus bienes. El diablo mismo presta a sus servidores un grande, un enorme servicio... En suma, el mundo está colmado de grandes, excelsos, diarios servicios y beneficios." (Martín Luther, "An die Pfarrherrn...", Witenberg, 1540.)

20 Al respecto he observado en "Zur Kritik"... , p. 14, entre otras cosas: "Se comprende qué gran <<servicio>> habrá de prestar la categoría <<servicio>> (service) a cierto género de economistas, como Jean-Baptiste Say y Frédéric Bastiat".

[21] [89] Caso que lo hace reír.-- Marx parafrasea palabras del "Faust" (parte I, "Estudio"): "Der Kasus macht mich lachen" (el caso me hace reír).-- 235.

[22] [90] Tout [est] pour le mieux dans le meilleur des mondes possibles (todo va de la mejor manera en el mejor de los mundos posibles).-- Con variantes, esta frase aparece reiteradas veces en "Cándido" (caps. I, III, VI, XXX); Voltaire satiriza con ella la tesis de Leibniz ("Teodicea", I, 8), según la cual "Dios no habría creado el mundo si éste no fuera el mejor de todos los posibles".-- 236; 965.

[23] [91] Cual si tuviera dentro del cuerpo el amor.-- Goethe, "Faust" (parte I, "Taberna de Auerbach"). En la canción de los bebedores, la rata envenenada salta de angustia, "cual si tuviera dentro del cuerpo el amor".-- 236.

[g] En la 3ª y 4ª ediciones, "útil" en vez de "efectivo".

[h] en la 3ª y 4ª ediciones se agrega: "de manera útil".

[24] Es ésta una de las circunstancias que encarecen la producción fundada en la esclavitud. Al trabajador se lo distingue aquí, según la certera expresión de los antiguos, sólo como instrumentum vocale [instrumento hablante] del animal como instrumentum semivocale [instrumento semimudo] y de la herramienta inanimada como instrumentum mutum [instrumento mudo] [[[92]]]. Pero él mismo hace sentir al animal y la herramienta que no es su igual, sino hombre. Adquiere el sentimiento de la propia dignidad, de la diferencia que lo separa de ellos, maltratándolos y destrozándolos con amore [[[93]]]. En este modo de producción, por tanto, rige como principio económico el de emplear únicamente los instrumentos de trabajo más toscos y pesados, que precisamente por su tosca rusticidad son los más difíciles de estropear. Hasta el estallido de la guerra civil, por eso, era posible hallar en los estados esclavistas ribereños del golfo de México arados similares a los de la antigua China, que hozaban en el suelo como los cerdos o los topos, pero no lo hendían ni daban vuelta. Cfr. J. E. Cairnes, "The Slave Power", Londres, 1862, p. 46 y ss. En su "Seabord Slave States" [pp. 46, 47] narra Olmsted, entre otras cosas: "Me han mostrado herramientas, aquí, con las cuales entre nosotros ninguna persona en sus cabales permitiría que se abrumara a un trabajador por el que estuviera pagando salario; el excesivo peso y tosquedad de las mismas, a mi juicio, hacen que el trabajo sea cuando menos diez por ciento mayor que con las usadas habitualmente entre nosotros. Y se me asegura que, de la manera negligente y torpe con que necesariamente las usan los esclavos, no podría suministrárseles con buenos resultados económicos ninguna herramienta más liviana o menos tosca, y que herramientas como las que confiamos regularmente a nuestros trabajadores, obteniendo con ello beneficios, no durarían un día en un trigal de Virginia, pese a ser suelos más livianos y menos pedregosos que los nuestros. Así también, cuando pregunto por qué las muas sustituyen de manera casi universal a los caballos en los trabajos agrícolas, la razón primera y manifiestamente la más concluyente que se aducía era que los caballos no podían soportar el tratamiento que siempre les dan los negros; en sus manos, quedan pronto despeados o tullidos, mientras que las mulas soportan los apaleos o la falta de un pienso o dos, de cuando en cuando, sin que ello las afecte físicamente o se resfríen o enfermen porque se las abandone o haga trabajar en exceso. Pero no necesito ir más allá de la ventana del cuarto en que escribo para observar, casi en cualquier momento, que al ganado se le da un tratamiento que en el Norte aseguraría el despido inmediato del arriero por parte del granjero".

25 [92] Marx cita a Varrón según Dureau de la Malle: "Para Varrón, el esclavo es un "instrumentum vocale", el animal un "instrumentum semi-mutum", el arado un "instrumentum mutum" (Dureau de la Malle, "Économie politique des romains", París, 1840, t. I, pp. 253-254; cit. en "Grundrisse ...", ed. cit., p. 719). Aunque en germen, no con tanta nitidez, esta idea aparece ya en la "Política de Aristóteles": "[...] De los instrumentos, unos son inanimados y otros animados [...]. El esclavo [es] una posesión animada." (Cfr. Aristóteles, "Política", México, Bibliotheca Scriptorum Græcorum et Romanorum Mexicana, 1963, libro I, cap. II, p. 6.)-- 238; 843.

26 [93] Con amore (con amor [con placer, con agrado]).-- Marx toma del poeta alemán Christoph Wieland (1733-1813) la expresión italiana, que éste solía usar en sus obras y traducciones (en su versión de las "Epístolas" de Horacio, por ejemplo, Wieland traduce "gaudent scribentes" por "sie schreiben con amore").-- 238.

[27] La diferencia entre trabajo calificado y trabajo simple, "skilled" y "unskilled labour", se funda en parte en meras ilusiones, o por lo menos en diferencias que hace ya mucho tiempo han dejado de ser reales y que perduran tan sólo en el mundo de las convenciones inveteradas; en parte en la situación de desvalimiento en que se hallan ciertas capas de la clase obrera, situación que les impide, más que a otras, arrancar a sus patrones el valor de sus fuerza de trabajo. Circunstancias fortuitas desempeñan en ello un papel tan considerable, que los mismos tipos de trabajo cambian de lugar. Por ejemplo, allí donde las reservas físicas de la clase obrera están debilitadas y relativamente agotadas, como en todos los países de producción capitalista desarrollada, en general los trabajos brutales, que requieren gran fuerza muscular, sobrepujan a trabajos mucho más finos, que descienden a la categoría de trabajo simple; por ejemplo, en Inglaterra el trabajo de un bricklayer (albañil) pasa a ocupar un nivel muy superior al de un tejedor de damascos. Por la otra parte, figura como trabajo "simple" el que efectúa un fustian cutter (tundidor de pana), aunque se trata de una actividad que exige mucho esfuerzo corporal y es por añadidura altamente insalubre. Por lo demás, no sería correcto suponer que el llamado "skilled labour" constituya una parte cuantitativamente considerable del trabajo nacional. Laing calcula que en Inglaterra (y Gales) la subsistencia de más de 11 millones depende del trabajo simple. Una vez deducidos, de los 18 millones de personas que cuando se publicó su obra componían la población, 1 millón de aristócratas y 1.500.000 de indigentes, vagabundos, delincuentes, prostitutas, etc., restan 4.000.000 (i) integrantes de la clase media, entre ellos pequeños rentistas, empleados, escritores, artistas, maestros, etc. Para llegar a esos 4 (j) millones, incluye en la parte activa de la clase media, además de los banqueros, etc., [exclamdown]a todos los "obreros fabriles" mejor pagos! Ni siquiera los brickayers quedan fuera de los "trabajadores elevados a alguna potencia". Obtiene así los mencionados 11 millones. (S. Laing, "National Distre"..., Londres, 1844[, pp. 49-52, y pássim].) "La gran clase que no tiene nada que dar a cambio de los alimentos, salvo trabajo ordinario, constituye la gran masa del pueblo." (James Mill, en el artículo "Colony", "Supplement to the Encyclopædia Britannica", 1831.)

[i] En la 4ª edición: "4.650.000".

j En la 4ª edición: "4 2/3".

[28] "Cuando nos referimos al trabajo como medida de valor, queda implícito, necesariamente, que se trata de trabajo de un tipo determinado... siendo fácil de averiguar la proporción que otros tipos de trabajo guardan con aquél." ([J. Cazenove,] "Outlines of Political Economy", Londres, 1832, pp. 22. 23.)

 

[241] CAPITULO VI

CAPITAL CONSTANTE Y CAPITAL VARIABLE

Los diversos factores del proceso laboral inciden de manera desigual en la formación del valor del producto.

El obrero incorpora al objeto de trabajo un nuevo valor mediante la adición de una cantidad determinada de trabajo, sin que interesen aquí el contenido concreto, el objetivo y la naturaleza técnica de su trabajo. Por otra parte, los valores de los medios de producción consumidos los reencontramos como partes constitutivas del valor del producto; por ejemplo, los valores del algodón y el huso en el valor del hilado. El valor del medio de producción, pues, se conserva por su transferencia al producto. Dicha transferencia ocurre durante la transformación del medio de producción en producto, al efectuarse el proceso laboral. Es mediada por el trabajo. ¿Pero de qué manera?

El obrero no trabaja dos veces durante el mismo lapso, una vez para incorporar valor al algodón mediante su trabajo, y la otra para conservar el valor previo del algodón, o, lo que es lo mismo, para transferir al producto, al hilado, el valor del algodón que elabora y el del huso con el que trabaja. Simplemente, agregando el valor nuevo conserva el viejo. Pero como la adición de valor nuevo al objeto de trabajo y la conservación de los valores anteriores en el producto son dos resultados totalmente distintos, que el obrero produce al mismo tiempo aunque sólo trabaje una vez en el mismo lapso, es obvio que esa dualidad del resultado sólo puede explicarse por la dualidad de su trabajo mismo. Es necesario que en el mismo [242] instante y en una condición cree valor mientras en otra condición conserva o transfiere valor.

¿Cómo agrega el obrero tiempo de trabajo, y por ende valor? Lo hace siempre y únicamente bajo la forma de su peculiar modalidad laboral productiva. El hilandero sólo agrega tiempo de trabajo al hilar, el tejedor al tejer, el herrero al forjar. Pero por medio de la forma, orientada a un fin, en que esos obreros incorporan trabajo en general y por tanto valor nuevo, por medi del hilar, el tejer, el forjar, es como los medios de producción, el algodón y el huso, el hilado y el telar, el hierro y el yunque, se convierten en elementos constitutivos de un producto, de un nuevo valor de uso 1. Caduca la vieja forma de su valor de uso, pero sólo para adherirse a una nueva forma de valor de uso. Sin embargo, cuando analizábamos el proceso de formación del valor, llegamos al resultado de que en la medida en que con arreglo a un fin se consume un valor de uso, para la producción de un nuevo valor de uso, el tiempo de trabajo necesario para la elaboración del valor de uso consumido constituye una parte del tiempo necesario para la producción del nuevo valor de uso, o sea, es tiempo de trabajo que se transfiere del medio de producción consumido al nuevo producto. El obrero, pues, conserva los valores de los medios de producción consumidos o, como partes constitutivas de valor, los transfiere al producto, no por la adición de trabajo en general, sino por el carácter útil particular, por la forma productiva específica de ese trabajo adicional. En cuanto actividad productiva orientada a un fin en cuanto hilar, tejer, forjar , el trabajo, por mero contacto, hace que los medios de producción resuciten de entre los muertos, les infunde vida como factores del proceso laboral y se combina con ellos para formar los productos.

Si su trabajo productivo específico no fuera el de hilar, el obrero no transformaría el algodón en hilado y, por consiguiente, tampoco transferiría al hilado los valores del algodón y el huso. En cambio, si el mismo obrero cambia de oficio y se convierte en ebanista, agregará valor a su material, como siempre, por medio de una [243] jornada laboral. Lo añade, pues, por su trabajo, no en cuanto trabajo de hilar o trabajo de ebanista, sino en cuanto trabajo social abstracto, en general, y no agrega determinada magnitud de valor porque su trabajo posea un contenido útil particular, sino porque dura un lapso determinado. Por ende, en su condición general, abstracta, como gasto de fuerza de trabajo humana, el trabajo del hilandero agrega nuevo valor a los valores del algodón y el huso, y en su condición útil, particular, concreta, en cuanto proceso de hilar, transfiere al producto el valor de esos medios de producción y conserva de ese modo su valor en el producto. De ahí la dualidad de su resultado en el mismo instante.

Por medio de la mera adición cuantitativa de trabajo se añade nuevo valor, mediante la cualidad del trabajo agregado se conservan en el producto los viejos valores de los medios de producción. Este efecto dual del mismo trabajo, consecuencia de su carácter dual, se revela tangiblemente en diversos fenómenos.

Supongamos que un invento cualquiera pone al hilandero en condiciones de hilar tanto algodón en 6 horas como antes en 36. Como actividad productiva útil, orientada a un fin, su trabajo ha sextuplicado su fuerza. Su producto es ahora el séxtuplo, 36 libras de hilado en vez de 6. Pero las 36 libras de algodón sólo absorben ahora tanto tiempo de trabajo como antes 6 libras. Se adiciona [a cada libra] seis veces menos trabajo nuevo que con el método viejo, y por tanto únicamente un sexto del valor anterior. Por otra parte, existe ahora en el producto, en las 36 libras de hilado, un valor seis veces mayor en algodón. En las 6 horas de hilado se conserva y s transfiere al producto un valor seis veces mayor en materia prima, aunque a [cada libra de] la misma materia prima se le agrega un valor nuevo seis veces menor. Esto revela cómo la condición por la cual el trabajo conserva valores durante el mismo proceso indivisible, difiere esencialmente de la condición por la cual crea valor. Cuanto más tiempo de trabajo necesario se incorpore a la misma cantidad de algodón durante la operación de hilar, tanto mayor será el valor nuevo que se agregue al algodón, pero cuantas más libras de algodón se hilen en el mismo tiempo de trabajo, tanto mayor será el valor viejo que se conserve en el producto.

[244] Supongamos, a la inversa, que la productividad del trabajo de hilar se mantiene inalterada, y que el hilandero necesita como siempre la misma cantidad de tiempo para convertir en hilado una libra de algodón. Pero varía el valor de cambio del algodón mismo: el precio de una libra de algodón se sextuplica o se reduce a la sexta parte. En ambos casos el hilandero sigue agregando a la misma cantidad de algodón el mismo tiempo de trabajo, por ende el mismo valor, y en ambos casos produce en el mismo tiempo la misma cantidad de hilado. No obstante, el valor que transfiere del algodón al producto, al hilado, en un caso será seis veces mayor, en el otro seis veces menor [a] que anteriormente. Otro tanto ocurre cuando los medios de trabajo se encarecen o abaratan, pero prestando siempre el mismo servicio en el proceso de trabajo.

Si las condiciones técnicas del proceso de hilar se mantienen inalteradas y, asimismo, no ocurre cambio alguno de valor en sus medios de producción, el hilandero, como siempre, empleará en los mismos tiempos de trabajo las mismas cantidades de materia prima y de maquinaria, de valores que se han mantenido iguales. El valor que conserva él en el producto estará entonces en relación directa con el valor nuevo que añade. En dos semanas, agrega dos veces más trabajo que en una semana, por tanto dos veces más valor, y a la vez consume dos veces más material cuyo valor es el doble, desgastando dos veces más maquinaria de dos veces más valor; por consiguiente, en el producto de dos semanas conserva el doble de valor que en el producto de una semana. Bajo condiciones de producción constantes, dadas, el obrero conserva tanto más valor cuanto más valor adiciona, pero no conserva más valor porque añada más valor, sino porque lo agrega bajo condiciones que se mantienen iguales y son independientes de su propio trabajo.

Por cierto, puede decirse en un sentido relativo que el obrero siempre conserva valores viejos en la misma proporción en que añade valor nuevo. Ya suba el valor del algodón de 1 chelín a 2 chelines, o baje a 6 peniques, el obrero siempre conservará en el producto de una hora la mitad de valor del algodón que conserva en el producto [245] de dos horas, por mucho que varíe dicho valor. Si además la productividad de su propio trabajo varía aumenta o disminuye , en una hora de trabajo podrá hilar más o menos algodón que antes y, correlativamente, conservar en el producto de una hora de trabajo más o menos valor del algodón. Con todo, en dos horas de trabajo conservará el doble de valor que en una hora de trabajo.

El valor, prescindiendo de su representación meramente simbólica en el signo de valor, sólo existe en un valor de uso, en una cosa. (El hombre mismo, considerado en cuanto simple existencia de fuerza de trabajo, es un objeto natural, una cosa, aunque una cosa viva, autoconsciente, y el trabajo mismo es una exteriorización a modo de cosa de esa fuerza.) Si se pierde, pues, el valor de uso, se pierde también el valor. Los medios de producción no pierden con su valor de uso, a la vez, su valor, porque en virtud del proceso laboral en realidad sólo pierden la figura originaria de su valor de uso para adquirir en el producto la figura de otro valor de uso. Pero así como para el valor es importante el existir en algún valor de uso, le es indiferente que sea este o aque valor de uso, como lo demuestra la metamorfosis de las mercancías. De ello se desprende que en el proceso de trabajo sólo se transfiere valor del medio de producción al producto en la medida en que el medio de producción pierda también, junto a su valor de uso autónomo, su valor de cambio. Sólo le cede al producto el valor de uso que pierde en cuanto medio de producción. Los factores objetivos del proceso laboral, empero, en este aspecto se comportan de diferentes maneras.

El carbón con que se calienta la máquina se disipa sin dejar huellas, y lo mismo el aceite con que se lubrican los ejes, etc. Las tinturas y otros materiales auxiliares desaparecen, pero se manifiestan en las cualidades del producto. La materia prima constituye la sustancia del producto, pero su forma ha cambiado. La materia prima y los materiales auxiliares, pues, pierden la figura autónoma bajo la que ingresaron, como valores de uso, en el proceso de trabajo. Otra cosa ocurre con los medios de trabajo propiamente dichos. Un instrumento, una máquina, el edificio de una fábrica, un recipiente, etc., sólo prestan servicios en el proceso laboral mientras conservan su figura originaria y pueden mañana ingresar en éste bajo la misma forma [246] que ayer. Tanto en vida, durante el proceso de trabajo, como después de muertos, mantienen su figura autónoma con respecto al producto. Los cadáveres de las máquinas, herramientas, locales de trabajo, etc., siguen existiendo siempre separados de los productos que ayudaron a crear. Ahora bien, si consideramos el período completo durante el cual uno de tales medios de trabajo presta servicio, desde el día de su entrada en el taller hasta el de su arrumbamiento en el depósito de chatarra, vemos que durante ese período su valor de uso ha sido consumido íntegramente por el trabajo y que, por consiguiente, su valor de cambio se ha transferido por entero al producto. Si una máquina de hilar, por ejemplo, ha tenido una vida útil de 10 años, su valor total habrá pasado al producto decenal durante el proces laboral decenal. El lapso de vida de un medio de trabajo, pues, comprende una cantidad mayor o menor de procesos laborales con él efectuados, que se reiteran una y otra vez. Y con el medio de trabajo ocurre como con el hombre. Todo hombre muere cada día 24 horas más. Pero el aspecto de un hombre no nos indica con precisión cuántos días ha muerto ya. Esto, sin embargo, no impide a las compañías de seguros de vida extraer conclusiones muy certeras, y sobre todo muy lucrativas, acerca de la vida media de los seres humanos. Lo mismo acontece con los medios de trabajo. La experiencia indica cuánto tiempo dura promedialmente un medio de trabajo, por ejemplo una máquina de determinado tipo. Supongamos que su valor de uso en el proceso laboral dure sólo 6 días. Cada jornada de trabajo, pues, perderá, término medio, 1/6 de su valor de uso y cederá 1/6 de su valor al producto diario. Es de este modo como se calcula el desgaste de todos los medios de trabajo, por ejemplo su pérdida diaria de valor de uso, y la correspondiente cesión diaria de valor al producto.

Se evidencia así, de manera contundente, que un medio de producción nunca transfiere al producto más valor que el que pierde en el proceso de trabajo por desgaste de su propio valor de uso. Si no tuviera ningún valor que perder, esto es, si él mismo no fuera producto de trabajo humano, no transferiría valor alguno al producto. Serviría como creador de valor de uso, pero no como productor de valor de cambio. Es éste, por consiguiente, el caso de todos los medios de producción preexistentes en la [247] naturaleza, sin intervención humana, como la tierra, el viento, el agua, el hierro en el yacimiento, la madera de la selva virgen, etcétera.

Nos sale al encuentro, aquí, otro fenómeno interesante. Digamos que una máquina valga, por ejemplo, [sterling] 1.000 y que se desgaste totalmente en 1.000 días. En tal caso, 1/1000 de su valor pasará cada día de la máquina a su producto diario. Al mismo tiempo, aunque siempre con energía vital decreciente, la máquina toda seguirá operando en el proceso laboral. Se pone de manifiesto, entonces, que un factor del proceso laboral, un medio de producción, se incorpora totalmente al proceso laboral, pero sólo en parte al proceso de valorización. La diferencia entre proceso de trabajo y proceso de valorización s refleja aquí en sus factores objetivos, puesto que el mismo medio de producción participa en el mismo proceso de producción íntegramente como elemento del proceso laboral y sólo lo hace fraccionadamente como elemento de la formación de valor 2.

[248] Por otra parte, un medio de producción puede ingresar íntegramente en el proceso de valorización y hacerlo sólo fraccionadamente en el proceso de trabajo. Supongamos que al hilar el algodón, de cada 115 libras se pierdan diariamente 15, que no forman hilado sino tan sólo devil's dust [polvillo del algodón]. No obstante, si esos desperdicios de 15 % [3]bis son normales, inseparables de la elaboración media del algodón, el valor de las 15 libras de algodón, por más que no sean un elemento del hilado, entra en el valor del hilado a igual título que el valor de las 100 libras que constituyen la sustancia de ese producto. Para producir 100 libras de hilado, es necesario que el valor de uso de las 15 libras de algodón se haga polvo. La pérdida de ese algodón se cuenta, pues, entre las condiciones de producción del hilado. Precisamente por eso se transfiere su valor al hilo. Esto reza para todos los excrementos del proceso laboral, por lo menos en la medida en que esos excrementos no pasan a constituir nuevos medios de producción y por ende nuevos valores de uso autónomos. Así, por ejemplo, en las grandes fábricas de maquinaria de Manchester se ven montañas de chatarra a las que máquinas ciclópeas reducen a una especie de viruta y grandes carros llevan por la noche desde la fábrica a la fundición, de donde retornan al día siguiente convertidas en hierro en lingotes.

Los medios de producción sólo transfieren valor a la figura nueva del producto en la medida en que, durante el proceso laboral, pierden valor bajo la figura de sus antiguos valores de uso. El máximo de pérdida de valor que pueden experimentar en el proceso de trabajo está limitado, como es obvio, por la magnitud de valor originaria, por la magnitud del valor con que entran en el proceso de trabajo, o sea por el tiempo de trabajo requerido para su propia producción. Por ende, los medios de producción nunca pueden añadir al producto más valor que el que poseen independientemente del proceso laboral al que sirven. Por útil que sea un material de trabajo, una máquina, un medio de producción, si costó [sterling] 150, digamos 500 jornadas de trabajo, nunca añadirá más de [sterling] 150 al producto total a cuya formación coadyuva. Su valor no está determinado por el proceso laboral al que ingresa como medio de producción, sino por el proceso laboral del cual surge como producto. En el proceso de trabajo esemedio de producción sirve sólo como valor de uso, en [249] cuanto cosa con propiedades útiles, y, por consiguiente, no transferiría al producto valor alguno si él mismo hubiera carecido de valor antes de ingresar al proceso 4.

En tanto el trabajo productivo transforma los medios de producción en elementos constitutivos de un nuevo producto, con el valor de ellos se opera una transmigración de las almas. Dicho valor pasa del cuerpo consumido al cuerpo recién formado. Pero esta metemsicosis acontece, como quien dice, a espaldas del trabajo efectivo. El obrero no puede añadir trabajo nuevo, y por tanto crear valor nuevo, sin conservar valores antiguos, pues siempre se ve precisado a añadir el trabajo bajo determinada forma útil, y no puede agregarlo bajo una forma útil sin convertir productos en medios de producción de un nuevo producto, y por tanto sin transferir a éste el valor de aquéllos. Es, pues, un don natural de la fuerza de trabajo que se pone a sí misma en movimiento, del trabajo vivo, el conservar [250] valor al añadir valor, un don natural que nada le cuesta al obrero pero le rinde mucho al capitalista: la conservación del valor preexistente del capital 5(bis). Mientras los negocios van viento en popa, el capitalista está demasiado enfrascado en hacer dinero como para reparar en ese obsequio que le brinda el trabajo. Las interrupciones violentas del proceso laboral, las crisis, lo vuelven dolorosamente consciente del fenómeno [6].

Lo que se consume en los medios de producción es, en general, su valor de uso, y es por medio de ese consumo como el trabajo crea productos. Su valor, en realidad, no se consume 7, y por tanto tampoco se lo puede reproducir. Se lo conserva, pero no porque se lo someta a una operación en el proceso de trabajo, sino porque el valor de uso en el que existe originariamente desaparece, sin duda, pero convirtiéndose en otro valor de uso. El valor de los medios de producción, por consiguiente, reaparece en el valor del producto, mas, hablando con propiedad, no se lo [251] reproduce. Lo que sí se produce es el nuevo valor de uso, en el que reaparece el viejo valor de cambio [8].

Otra cosa ocurre con el factor subjetivo del proceso laboral, la fuerza de trabajo que se pone a sí misma en acción. Mientras el trabajo, en virtud de su forma orientada a un fin, transfiere al producto el valor de los medios de producción y lo conserva, cada fase de su movimiento genera valor adicional, valor nuevo. Supongamos que el proceso de producción se interrumpe en el punto en que el obrero produce un equivalente por el valor de su propia fuerza de trabajo, cuando, por ejemplo, gracias a un trabajo de seis horas ha agregado un valor de 3 chelines. Este valor constituye el excedente del valor del producto por encima de sus partes componentes que son debidas a los medios de producción. Es el único valor original que surge dentro de ese proceso, la única parte del valor del producto que ha sido producida por el proceso mismo. Sin duda, ese valor sólo reemplaza el dinero adelantado por el capitalista al comprar la fuerza de trabajo, y gastado en medios de subsistencia por el obrero mismo. Con relación a los 3 chelines gastados, el nuevo valor de 3 chelines aparece únicamente como reproducción. Pero se lo ha reproducido efectivamente, no sólo, como ocurría con el valor de los medios de producción, en apariencia. La [252] sustitución de un valor por otro es mediada aquí por una nueva creación de valor.

Ya sabemos, sin embargo, que el proceso laboral prosigue más allá del punto en que se ha reproducido y agregado al objeto de trabajo un simple equivalente por el valor de la fuerza de trabajo. En vez de 6 horas, que bastarían a tales efectos, el proceso dura, por ejemplo, 12 horas. Mediante la puesta en acción de la fuerza de trabajo, pues, no sólo se reproduce su propio valor sino un valor excedente. Este plusvalor constituye el excedente del valor del producto por encima del valor de los factores que se han consumido al generar dicho producto, esto es, los medios de producción y la fuerza de trabajo.

Al exponer los diversos papeles desempeñados por los distintos actores del proceso laboral que forman el valor del producto, de hecho hemos caracterizado las funciones que corresponden a las diversas partes componentes del capital en el propio proceso de valorización de este último. El excedente del valor total del producto sobre la suma del valor de sus elementos constitutivos, es el excedente del capital valorizado por encima del valor que tenía el capital adelantado en un principio. Los medios de producción, por una parte, la fuerza de trabajo, por la otra, no son más que diversas formas de existencia adoptadas por el valor originario del capital al despojarse de su forma dineraria y transformarse en los factores del proceso laboral.

La parte del capital, pues, que se transforma en medios de producción, esto es, en materia prima, materiales auxiliares y medios de trabajo, no modifica su magnitud de valor en el proceso de producción. Por eso la denomino parte constante del capital o, con más concisión, capital constante.

Por el contrario, la parte del capital convertida en fuerza de trabajo cambia su valor en el proceso de producción. Reproduce su propio equivalente y un excedente por encima del mismo, el plusvalor, que a su vez puede variar, ser mayor o menor. Esta parte del capital se convierte continuamente de magnitud constante en variable. Por eso la denomino parte variante del capital, o, con más brevedad, capital variable. Los mismos componentes del capital que desde el punto de vista del proceso laboral se distinguían como factores objetivos y subjetivos, como medios [253] de producción y fuerza de trabajo, se diferencian desde el punto de vista del proceso de valorización como capital constante y capital variable.

El concepto de capital constante en modo alguno excluye la posibilidad de una revolución en el valor de sus elementos constitutivos. Supongamos que la libra de algodón cuesta hoy 6 peniques y aumenta mañana, a consecuencia de una mala zafra algodonera, a 1 chelín. El algodón viejo, que sigue elaborándose, se ha comprado al precio de 6 peniques, pero añade ahora al producto una parte de valor de un chelín. Y el que ya estaba hilado, y que quizás ya circulaba como hilado en el mercado, adiciona igualmente al producto el doble de su valor originario. Se comprueba, empero, que estos cambios de valor son independientes de la valorización del algodón en el proceso mismo de hilar. Si el viejo algodón ni siquiera hubiera entrado en el proceso laboral, se lo podría revender ahora a 1 chelín, en lugar de a 6 peniques. Y hasta más:cuanto menos proceso de trabajo hubiera recorrido, tanto más seguro sería el resultado. De ahí que sea una ley de la especulación, cuando el valor experimenta esas revoluciones, la de operar con la materia prima en su forma menos elaborada, y por consiguiente mejor con el hilo que con la tela, y mejor con el algodón mismo que con el hilado.

El cambio de valor se origina aquí en el proceso que produce el algodón, no en el proceso en que éste funciona como medio de producción y por tanto como capital constante. El valor de una mercancía, en efecto, se determina por la cantidad de trabajo contenida en ella, pero esa cantidad misma está determinada socialmente. Si el tiempo de trabajo socialmente requerido para su producción se ha modificado la misma cantidad de algodón, por ejemplo, en caso de malas cosechas representa una cantidad mayor de trabajo que cuando aquéllas son buenas se opera un efecto retroactivo sobre la vieja mercancía, que cuenta siempre tan sólo como un ejemplar individual de su género [9] y cuyo valor en todos los casos se mide por el trabajo socialmente necesario, esto es, por el trabajo necesario bajo las condiciones sociales actuales. [254]

Al igual que el valor de la materia prima, puede variar el de los medios de trabajo que prestan servicios en el proceso de producción, el de la maquinaria, etc., y por tanto también la parte de valor que transfieren al producto. Por ejemplo, si a consecuencia de un nuevo invento se reproduce con menor gasto de trabajo maquinaria del mismo tipo, la vieja maquinaria se desvaloriza en mayor o menor grado y, por tanto, también transferirá al producto proporcionalmente menos valor. Pero también en este caso el cambio del valor surge al margen del proceso de producción en el que la máquina funciona como medio de producción. En este proceso la máquina nunca transfiere más valor que el que posee independientemente de aquél.

Y así como un cambio en el valor de los medios de producción aunque pueda retroactuar luego de la entrada de éstos en el proceso no modifica el carácter de capital constante de los mismos, tampoco un cambio en la proporción entre el capital constante y el variable afecta su diferencia funcional. Las condiciones técnicas del proceso laboral, por ejemplo, pueden transformarse a tal punto que donde antes 10 obreros con 10 herramientas de escaso valor elaboraban una masa relativamente pequeña de materia prima, ahora 1 obrero con una máquina costosa elabore una masa cien veces mayor. En este caso habría aumentado considerablemente el capital constante, esto es, la masa de valor de los medios de producción empleados, y habría disminuido en sumo grado la parte variable del capital, es decir, la adelantada en fuerza de trabajo. Pero este cambio, sin embargo, no modifica más que la proporción cuantitativa entre el capital constante y el variable, o la proporción en que el capital global se descompone en sus elementos constitutivos constantes y variables, no afectando, en cambio, la diferencia que existe entre capital constante y variable. 1 "El trabajo produce una creación nueva a cambio de otra que se extingue". ("An Essay on the Political Economy of Nations", Londres, 1821. p. 13).

[a] a En el original: "en un caso será seis veces menor, en el otro seis veces mayor". Véase seis líneas más arriba.

2 21 No consideramos aquí las reparaciones de los medios de trabajo, máquinas, edificaciones, etc. Una máquina en reparaciones no funciona como medio de trabajo, sino como material de trabajo. No se labora con ella sino en ella misma para recomponer su valor de uso. Para nuestro fin, siempre deben concebirse tales trabajos de reparación como incluidos en la labor que se requiere para la producción del medio de trabajo. En el texto nos referimos al deterioro que ningún médico puede curar y que paulatinamente suscita la muerte, a "ese tipo de desgaste que es imposible reparar de tiempo en tiempo y que, por ejemplo, reduce finalmente un cuchillo a tal estado que el cuchillero dice que ya no vale la pena ponerle hoja nueva". Hemos visto en el texto que una máquina, por ejemplo, participa íntegramente en todo proceso aislado de trabajo, pero sólo fraccionadamente en el proceso simultáneo de la valorización. Conforme a ello corresponde juzgar la siguiente confusión conceptual: "El señor Ricardo se refiere a una parte del trabajo efectuado por el mecánico que produce máquinas de hacer medias" como si, por ejemplo, esa parte estuviera contenida en el valor de un par de medias. "Sin embargo el trabajo global que produjo cada par de medias... incluye el trabajo global del constructor de máquinas, no una parte, puesto que una máquina hace muchos pares, y no podría hacerse ninguno de esos pares si faltara una parte cualquiera de la máquina." ("Observations on Certain Verbal Disputes"..., p. 54.) El autor, un "wiseacre" [sabelotodo] descomunalmente pagado de sí mismo, con su confusión y por tanto con su polémica sólo tiene razón en la medida en que ni Ricardo ni ningún otro economista, anterior o posterior a él, ha distinguido con exactitud los dos aspectos del trabajo, ni por ende analizado tampoco sus diversos papeles en la formación del valor.

[3] [93 bis] En "Werke" (p. 220), sin indicación de haberse enmendado el original, "15 Pfund" (15 libras) en vez de "15 %". La corrección, que se debió registrar en una nota, es certera. Si de cada 115 libras, en efecto, se pierden 15, el desperdicio no será del 15 %, sino del 12,2 % (aproximadamente); si el desperdicio es efectivamente del 15 %, las libras perdidas serán 17 1/4, no 15, y sólo se conservarán en el hilado 97 3/4 libras, no 100. Este desliz se corrige también en la versión inglesa, pero no en las demás que hemos consultado.-- 248.

4 22 Se desprende de ello el absurdo en que incurre el insulso Jean-Baptiste Say, al tratar de derivar el plusvalor (interés, ganancia, renta) de los "services productifs" [servicios productivos] que, mediante sus valores de uso, prestan en el proceso laboral los medios de producción, la tierra, los instrumentos, el cuero, etc. El señor Wilhelm Roscher, que rara vez deja escapar la oportunidad de registrar por escrito ingeniosas agudezas apologéticas, exclama: "con mucha razón observa Jean-Baptiste Say, "Traité", t. I, cap. IV: el valor producido por un molino de aceite, una vez deducidos todos los gastos, es una cosa nueva, esencialmente diferente del trabajo por el cual ha sido creado el molino mismo". ("Die Grundlagen"..., p. 82, nota.) [exclamdown]Con mucha razón! El "aceite" producido por el molino aceitero es algo muy diferente del trabajo que costó construir el molino. Y por valor entiende el señor Roscher cosas tales como el "aceite", ya que el "aceite" tiene valor. Y aunque "en la naturaleza" se encuentra aceite mineral, en términos relativos éste no es "mucho", circunstancia que es seguramente la que lo induce a otra de sus observaciones: "Casi nunca produce" ([exclamdown]la naturaleza!) "valores de cambio". [Ibídem, p. 79.] A la naturaleza de Roscher le pasa con el valor de cambio lo que a la incauta doncella que había tenido un niño, sí, "[exclamdown]pero tan pequeñito!" El mismo sabio ("savant sérieux") [serio sabio] advierte además, respecto al punto mencionado: "La escuela de Ricardo suele también subsumir el capital en el concepto de trabajo, en calidad de <<trabajo ahorrado>>. Esto es inhábil (!), porque (!), eso es (!), el poseedor de capital (!), con todo (!), hizo más (!) que el mero (?!) engendramiento (?) y (??) conservación del mismo (¿del mismo qué?): precisamente (?!?) abstenerse del propio disfrute, por lo cual él, por ejemplo (!!!), reclama intereses". (Ibídem[, p. 82].) [exclamdown]Cuán "hábil" es este "método anatomofisiológico" de la economía política que, eso es, con todo, precisaente, deriva el "valor" del mero "reclamar"!.

5 22 bis "De todos los medios que emplea el agricultor, el trabajo del hombre... es aquel en el que más debe apoyarse para la reposición de su capital. Los otros dos... las existencias de animales de labor y los... carros, arados, azadas y palas, etc., no cuentan absolutamente para nada sin cierta cantidad del primero." (Edmund Burke, "Thoughts and Details on Scarcity, Originally Presented to the Rt. Hon. W. Pitt in the Month of November 1795", Londres, 1800, p. 10.)

[6] 23 En el "Times" del 26 de noviembre de 1862 un fabricante, cuya hilandería ocupa 800 obreros y tiene un consumo semanal medio de 150 balas de algodón de la India o aproximadamente 130 balas de algodón norteamericano, plañe ante el público con motivo de los costos que le insume anualmente la paralización de su fábrica. Los evalúa en [sterling] 6.000. Entre ellos hay no pocos rubros que no nos conciernen aquí, como alquiler, impuestos, primas de seguros, salarios a obreros contratados por año, gerente, tenedor de libros, ingeniero, etc. Pero luego calcula [sterling] 150 de carbón, para caldear la fábrica de cuando en cuando y poner ocasionalmente en movimiento la máquina de vapor, además de salarios para los obreros que con su trabajo eventual mantienen en buenas condiciones la maquinaria. Finalmente, [sterling] 1.200 por el deterioro de la maquinaria, ya que "las condiciones atmosféricas y el principio natural de la decadencia no suspenden sus efectos por el hecho de que la máquina de vapor cese de funcionar". Hace constar expresamente que esa suma de [sterling] 1.200 ha sido fijada en un nivel tan modesto porque la maquinaria se encuentra ya muy desgastada.

7 24 "Consumo productivo... donde el consumo de una mercancía forma parte del proceso de producción... En tales casos no tiene lugar un consumo de valor." (S. P. Newman, "Elements of"..., p. 296.)

[8] 25 En un compendio norteamericano, que tal vez haya llegado a veinte ediciones, se lee lo siguiente: "No importa bajo qué forma reaparece el capital". Después de una verbosa enumeración de todos los ingredientes que pueden participar en la producción y cuyo valor reaparece en el producto, concluye: "Se han modificado, asimismo, los diversos tipos de alimentos, vestimenta y abrigo necesarios para la existencia y comodidad del ser humano. De tanto en tanto se los consume, y su valor reaparece en ese nuevo vigor infundido al cuerpo y la mente del hombre, formándose así nuevo capital que se empleará una vez más en el proceso de la producción". (F. Wayland, "The Elements"... , pp. 31, 32.) Para no hablar de todas las demás rarezas, digamos que no es, por ejemplo, el precio del pan lo que reaparece en el vigor renovado, sino sus sustancias hematopoyéticas. Por el contrario, lo que reaparece como valor de ese vigor no son los medios de subsistencia, sino el valor de éstos. Aunque sólo cuesten la mitad, los mismos medios de subsistencia producirán la misma cantidad de músculos, huesos, etcétera, en suma, el mismo vigor, pero no vigor del mismo valor. Esa mutación de "valor" en "vigor" y toda esa farisaica ambigüedad encubren el intento, por cierto fallido, de extraer de la mera reaparición de los valores adelantados un plusvalor.

[9] 26 "Todos los productos de un mismo género no forman, en propiedad, sino una masa cuyo precio se determina en general e independientemente de las circunstancias particulares." (Le Trosne, "De l'intérêt social", p. 893.)

 

255] CAPITULO VII

LA TASA DE PLUSVALOR

1. El grado de explotación de la fuerza de trabajo

El plusvalor generado en el proceso de producción por C, el capital adelantado, o en otras palabras, la valorización del valor del capital adelantado C, se presenta en un primer momento como excedente del valor del producto sobre la suma de valor de sus elementos productivos.

El capital C se subdivide en dos partes: una suma de dinero, c, que se invierte en medios de producción, y otra suma de dinero, v, que se gasta en fuerza de trabajo; c representa la parte de valor transformada en capital constante, v la convertida en capital variable. En un principio, pues, C = c + v; por ejemplo, el capital adelantado,

 

c v

 

[sterling] 500 = [sterling] 410 + [sterling] 90.

 

Al término del proceso de producción surge una mercancía cuyo valor es

 

 

= c + v + p,

 

donde p es el plusvalor; por ejemplo

 

c v p

 

[sterling] 410 + [sterling] 90 + [sterling] 90.

 

El capital originario C se ha transformado en C'; ha pasado de [sterling] 500 a [sterling] 590. La diferencia entre ambos es = p, un plusvalor de [sterling] 90. Como el valor de los elementos de la [256] producción es igual al valor del capital adelantado, es en realidad una tautología decir que el excedente del valor del producto sobre el valor de sus elementos productivos es igual a la valorización del capital adelantado o igual al plusvalor producido.

Esta tautología exige, con todo, mayores precisiones. Lo que se compara con el valor del producto es el valor de los elementos productivos consumidos en la formación de aquél. Ahora bien, como hemos visto, la parte del capital constante empleado compuesta por los medios de trabajo sólo transfiere una parte de su valor al producto, mientras otra parte subsiste bajo su vieja forma de existencia. Como la última no desempeña papel alguno en la formación del valor, se ha de hacer aquí abstracción de ella. Si la introdujéramos en el cálculo nada variaría con ello. Supongamos que c = [sterling] 410, se compone de materia prima por [sterling] 312 y materiales auxiliares por [sterling] 44, y que en el proceso se desgasta maquinaria por [sterling] 54, ascendiendo el valor de la maquinaria empleada realmente a [sterling] 1.054. Sólo calculamos, como adelanto para la creación del valor del producto, [sterling] 54, o sea el valor que la maquinaria pierde en virtud de su función y que por consiguiente se transfiere al valor del producto. Si en el cálculo incluyéramos las [sterling] 1.000 que siguen existiendo bajo su vieja forma de máquina de vapor, etc., tendríamos que hacerlas figurar en ambas columnas, en la del valor adelantado y en la del valor del producto [1](bis), y obtendríamos así, respectivamente, [sterling] 1.500 y [sterling] 1.590. La diferencia, o plusvalor, sería como siempre de [sterling] 90. A menos que del contexto se infiera lo contrario, pues, por capital constante adelantado para la producción de valor entendemos siempre el valor de los medios de producción consumidos en la producción, y sólo ese valor.

Esto supuesto, volvamos a la fórmula C = c + v, que se convierte en C' = c + v + p y precisamente por ello transforma a C en C'. Sabemos que el valor del capital constante no hace más que reaparecer en el producto. El producto de valor generado efectivamente y por primera [257] vez en el proceso, difiere, pues, de ese valor del producto conservado en el proceso; no es, por ende, como parecería a primera vista,

 

 

c + v + p,

o sea

 

c v p

 

[sterling] 410 + [sterling] 90 + [sterling] 90, sino v + p

o sea

 

v p

 

[sterling] 90 + [sterling] 90;

 

no [sterling] 580 sino [sterling] 180. Si c, el capital constante, fuera = 0,

en otras palabras, si existieran ramos industriales en los que el capitalista no se viera obligado a utilizar medios de producción producidos ni materia prima ni materiales auxiliares ni instrumentos de trabajo sino únicamente materias que le brindara la naturaleza y fuerza de trabajo, no sería necesario transferir al producto ninguna parte constante de valor. Dejaría de existir ese elemento del valor del producto, en nuestro ejemplo [sterling] 410, pero el producto de valor de [sterling] 180, que contiene [sterling] 90 de plusvalor, sería exactamente de la misma magnitud que si c representara la máxima suma de valor. Tendríamos que

 

C = O + v = v,

 

y C', el capital valorizado, sería = v + p; C' C, como siempre, = p. A la inversa, si p = 0, o en otras palabras, si la fuerza de trabajo cuyo valor se adelanta en el capital variable sólo hubiera producido un equivalente, tendríamos que C = c + v, y

 

C' (el valor del producto) = c + v + 0;

 

por consiguiente, C = C'. El capital adelantado no se habría valorizado.

Ya sabemos, en realidad, que el plusvalor es una simple consecuencia del cambio de valor que se efectúa con v, la parte del capital convertida en fuerza de trabajo, y por tanto que v + p = v + v (v más el incremento de v). Pero el cambio efectivo de valor y la proporción en que ese valor varía, se oscurecen por el hecho de que a consecuencia del crecimiento de su parte constitutiva variable, [258] también se acrecienta el capital global adelantado. Era de 500 y pasa a ser de 590. El análisis puro del proceso exige, por tanto, prescindir totalmente de aquella parte del valor del producto en la que sólo reaparece el valor constante del capital; por ende, considerar que el capital constante c es = 0, aplicando así una ley matemática que rige cuando operamos con magnitudes variables y constantes y cuando las magnitudes constantes sólo están relacionadas con las variables por medio de adiciones o sustracciones.

Otra dificultad deriva de la forma originaria que reviste el capital variable. Así, en el ejemplo precedente, C' es = [sterling] 410 de capital constante + [sterling] 90 de capital variable + [sterling] 90 de plusvalor. Pero [sterling] 90 constituyen una magnitud dada, y por ende constante, por lo cual no parece congruente el operar con ellas como una magnitud varia-

v

 

ble. Sin embargo, [sterling] 90 ó [sterling] 90 de capital variable son aquí en rigor, sólo un símbolo del proceso que recorre ese valor. La parte del capital adelantada en la adquisición de fuerza laboral es una cantidad determinada de trabajo objetivado, y por consiguiente una magnitud constante de valor, al igual que el valor de la fuerza de trabajo adquirida. Pero en el proceso de producción mismo hace su aparición, en lugar de las [sterling] 90 adelantadas, la fuerza de trabajo que se pone en movimiento a sí misma; en vez de trabajo muerto, trabajo vivo; en lugar de una magnitud estática, una fluente, o bien una magnitud variable donde había una constante. El resultado es la reproducción de v más el incremento de v. Desde el punto de vista de la producción capitalista, todo ese tránsito es el automovimiento del valor, constante en un principio, que ha sido convertido en fuerza de trabajo. A él se le acreditan el proceso y su resultado. Por tanto, si la fórmula de [sterling] 90 de capital variable o valor que se valoriza a sí mismo aparece como contradictoria, no hace más que expresar una contradicción inmanente a la producción capitalista.

A primera vista, resulta sorprendente que equiparemos con 0 el capital constante. Sin embargo, esto ocurre continuamente en la vida diaria. Si alguien, por ejemplo, quiere calcular las ganancias de Inglaterra en la industria algodonera, lo primero que hace es descontar el precio pagado a los Estados Unidos, la India, Egipto, etc., por el algodón; [259] esto es, igualar a 0 el valor del capital que se limita a reaparecer en el valor del producto.

Es verdad que no sólo tiene su gran importancia económica la proporción entre el plusvalor y la parte del capital de la cual aquél surge directamente, y cuyo cambio de valor representa, sino también su proporción con el capital global adelantado. En el libro tercero examinamos circunstanciadamente esta proporción. Para valorizar una parte del capital mediante su conversión en fuerza de trabajo, es necesario que otra parte del capital se transforme en medios de producción. Para que funcione el capital variable, es menester que se adelante capital constante en determinadas proporciones, conforme al carácter técnico determinado del proceso laboral. La circunstancia, sin embargo, de que para efectuar un proceso químico se requieran retortas y otros recipientes, no obsta para que en el análisis hagamos abstracción de las retortas. En la medida en que se analizan en sí esto es, en forma pura la creación del valor y la variación experimentada por el mismo, los medios de producción esas formas materiales del capital constante se reducen a proporcionar la materia a la que debe fijarse la fuerza líquida creadora de valor. Por tanto, la naturaleza de esa materia es indiferente: tanto da que sea algodón o hierro. También es indiferente el valor de dicha materia. Debe existir en una masa suficiente como para poder absorber la cantidad de trabajo que habrá de gastarse en el proceso de producción. Una vez dada esa masa, por más que su valor aumente o disminuya o aquélla carezca de todo valor, como en el caso de la tierra y el mar, esas circunstancias no habrán de afectar el proceso de creación y variación del valor [23].

Por de pronto, pues, el capital constante lo igualamos a cero. El capital adelantado, en consecuencia, de c + v

 

se reduce a v, y el valor del producto, de c + v + p al

 

producto de valor v + p. Si suponemos que el producto de valor es = [sterling] 180, en las que se representa el trabajo fluente a lo largo de todo el proceso de producción, para [260] obtener el plusvalor = [sterling] 90 tendremos que descontar el valor del capital variable, = [sterling] 90. El guarismo [sterling] 90 = p expresa aquí la magnitud absoluta del plusvalor producido. Pero su magnitud proporcional, y por tanto la proporción en que el capital variable se ha valorizado, evidentemente está determinada por la proporción entre el plusvalor y el

p

capital variable, expresándose en . En el ejemplo que

v

figura más arriba, pues, en 90/90 = 100 %. Denomino a esta valorización proporcional del capital variable, o a la magnitud proporcional del plusvalor, tasa de plusvalor 4.

Como hemos visto, durante una parte del proceso laboral el obrero se limita a producir el valor de su fuerza de trabajo, esto es, el valor de sus medios necesarios de subsistencia. Como actúa en un régimen que se funda en la división social del trabajo, no produce directamente sus medios de subsistencia, sino que, bajo la forma de una mercancía particular, del hilado, por ejemplo, produce un valor igual al valor de sus medios de subsistencia, o al dinero con que los compra. La parte de jornada laboral utilizada por él a tal efecto será mayor o menor según el valor medio de los artículos necesarios para su subsistencia diaria, y por ende según el tiempo de trabajo diario requerido, término medio, para su producción. Si el valor de sus medios de subsistencia diarios representa, promedialmente, 6 horas de trabajo objetivadas, el obrero tendrá que trabajar, término medio, 6 horas para producirlo. Si en vez de trabajar para el capitalista lo hiciera para sí mismo, por su cuenta, y si las demás circunstancias fueran iguales, el obrero tendría que trabajar promedialmente, como siempre, la misma parte alícuota de la jornada para producir el valor de su fuerza de trabajo, adquiriendo así los medios de subsistencia necesarios para su propia conservación o reproducción continua. Pero como en la parte de la jornada laboral en la que produce el valor diario de la fuerza de trabajo, digamos 3 chelines, se limita a producir un equivalente por [261] el valor de esa fuerza, ya pagado por el capitalista [5](bis)[a], y como, por ende, con el valor recién creado no hace más que sustituir el valor del capital variable adelantado, esta producción de valor se presenta como mera reproducción. Es por eso que a la parte de la jornada laboral en la que se efectúa esa reproducción la denomino tiempo de trabajo necesario, y al trabajo gastado durante la misma, trabajo necesario 6. Necesario para el trabajador, porque es independiente de la forma social de su trabajo. Necesario para el capital y su mundo, porque éstos se basan en la existencia permanente del obrero.

El segundo período del proceso laboral, que el obrero proyecta más allá de los límites del trabajo necesario, no cabe duda de que le cuesta trabajo, gasto de fuerza laboral, pero no genera ningún valor para él. Genera plusvalor, que le sonríe al capitalista con todo el encanto cautivante de algo creado de la nada. Llamo a esta parte de la jornada laboral tiempo de plustrabajo, y al trabajo gastado en él, plustrabajo (surplus labour). Así como para comprender el valor en general lo decisivo es concebirlo como mero coágulo de tiempo de trabajo, como nada más que trabajo objetivado, para comprender el plusvalor es necesario concebirlo como mero coágulo de tiempo de plustrabajo, como nada más que plustrabajo objetivado. Es sólo la forma en que se expolia ese plustrabajo al productor directo, al trabajador, lo que distingue las formaciones económico-sociales, por ejemplo la sociedad esclavista de la que se funda en el trabajo asalariado [7] 8 9bis.

[262] Como el valor del capital variable es = valor de la fuerza de trabajo adquirida con él, y como el valor de esa fuerza de trabajo determina la parte necesaria de la jornada laboral, pero a su vez el plusvalor queda determinado por la parte excedentaria de la jornada laboral, tenemos que el plusvalor es al capital variable como el plustrabajo al trabajo necesario, o que la tasa de plusvalor

p plustrabajo

=

v trabajo necesario

 

Ambas proporciones expresan bajo formas diferentes la misma relación, una vez bajo la forma de trabajo objetivado, la otra bajo la de trabajo líquido.

La tasa de plusvalor, por consiguiente, es la expresión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital, o del obrero por el capitalista [10] (bis).

Suponíamos en nuestro ejemplo que el valor del pro-

 

 

c v p

 

ducto era = [sterling] 410 + [sterling] 90 + [sterling] 90, y el capital adelantado = 500. Como el plusvalor = 90 y el capital adelantado = 500, quien se atuviera al procedimiento habitual de cálculo llegaría al resultado de que la tasa de plusvalor (a la que se confunde con la tasa de ganancia) = 18 %, porcentaje tan módico que conmovería al señor [263] Carey y otros armonistas. Pero en realidad la tasa de plus-

p p p

valor no es = o , sino = ; por tanto

C c + v v

 

90 90

no , sino = 100 %, más del quíntuplo del

500 90

grado aparente de explotación. Aunque en el caso dado no conocemos la magnitud absoluta de la jornada laboral ni el período del proceso de trabajo (día, semana, etc.), ni tampoco el número de obreros que ponen en movimiento simultáneamente el capital variable de [sterling] 90, la tasa de

p

plusvalor nos muestra con exactitud, por su convertibilidad en plustrabajo v trabajo necesario

la proporción recíproca entre las dos partes componentes de la jornada laboral. Es de 100 %. He aquí, por tanto, que el obrero trabaja la mitad del día para sí mismo y la otra mitad para el capitalista.

El método para calcular la tasa de plusvalor es, en síntesis, el siguiente: tomamos el valor global del producto y equiparamos a 0 el valor constante del capital que no hace más que reaparecer en aquél. La suma restante de valor es el único producto de valor generado efectivamente en el proceso de formación de la mercancía. Si el plusvalor está dado, lo restamos de ese producto de valor y encontramos así el capital variable. A la inversa si está dado el último y buscamos el plusvalor. Si ambos son conocidos, queda únicamente por efectuar la operación final, calcular

p la relación entre el plusvalor y el capital variable, .  v

Por sencillo que sea el método, parece conveniente ejercitar al lector, mediante algunos ejemplos, en este modo de ver, poco usual para él, y en los principios en que se funda.

Veamos primero el ejemplo de una hilandería con 10.000 husos mecánicos que produce hilado número 32 de algodón norteamericano, a razón de 1 libra semanal de hilado por huso. El desperdicio es de 6 %. Por tanto 10.600 libras de algodón se convierten cada semana en [264] 10.000 libras de hilado y 600 de desperdicio [11]. En abril de 1871 ese algodón cuesta 7 3/4 peniques la libra, o sea unas [sterling] 342 por las 10.600 libras. Los 10.000 husos, inclusive la maquinaria prehiladora y la máquina de vapor, cuestan [sterling] 1 por huso, por tanto [sterling] 10.000. Su desgaste asciende a 10 % = [sterling] 1.000, o sea [sterling] 20 semanales. El alquiler del edificio de la fábrica es de [sterling] 300, o [sterling] 6 semanales. El carbón (4 libras por hora y caballo de fuerza, para 100 caballos de fuerza según contador y 60 horas semanales, incluso calefacción del local), 11 toneladas por semana; a 8 chelines 6 peniques la tonelada, cuesta alrededor de [sterling] 4 1/2; gas, [sterling] 1 semanal; aceite, [sterling] 4 1/2 por semana; en consecuencia, todos los materiales auxiliares insumen [sterling] 10 semanales. La parte constante de valor, pues, [sterling] 378 por semana. El salario asciende a [sterling] 52 semanales. El precio del hilado es de 12 1/4 peniques por libra: 10.000 libras = [sterling] 510; el plusvalor, por ende, 510 430 = [sterling] 80. La parte constante del valor, o [sterling] 378, la fijamos en 0, ya que no interviene en la formación semanal del valor. El producto semanal de valor es entonces de v p

[sterling] 132 = [sterling] 52 + 80. La tasa de plusvalor es, pues, = 80/52 = 153 11/13 %. Siendo de 10 horas la jornada laboral media, llegamos al siguiente resultado: trabajo necesario = 3 31/33 horas y plustrabajo = 6 2/33 horas [12].

Suponiendo un precio del trigo de 80 chelines por quarter y un rendimiento medio de 22 bushels por acre con lo cual el acre rinde [sterling] 11 , Jacob registra para 1815 el siguiente cálculo que, aunque muy defectuoso por haber sido compensados diversos rubros, es suficiente para nuestro objetivo [13]:

Producción de valor por acre

Simiente (trigo) [sterling] 1 9 chel. Diezmos, tasas,

Abono [sterling] 2 10 chel. impuestos [sterling] 1 1 chel.

Salario [sterling] 3 10 chel. Renta [sterling] 1 8 chel.

Ganancia del

arrendatario

e intereses [sterling] 1 2 chel.

Total [sterling] 7 9 chel. Total [sterling] 3 11 chel.

[265] El plusvalor, siempre en el supuesto de que el precio del producto es = su valor, se distribuye aquí entre los distintos rubros ganancia, interés, diezmos, etc. Estas partidas nos son indiferentes. Las sumamos y obtenemos un plusvalor de [sterling] 3 y 11 chelines. Reducimos a 0 las [sterling] 3 y 19 chelines de simiente y abono, por representar el capital constante. Resta el capital variable adelantado de [sterling] 3 y 10 chelines, en cuyo lugar se ha producido un valor nuevo de [sterling] 3 y 10 chelines + [sterling] 3 y 11 chelines. Por consiguiente,

p [sterling] 3 y 11 chelines = v [sterling] 3 y 10 chelines

más del 100 %. El obrero emplea más de la mitad de su jornada laboral para la producción de un plusvalor que diversas personas distribuyen entre sí con distintos pretextos [14](bis).

 

2. Representación del valor del producto en partes

proporcionales del producto mismo

 

Retornemos al ejemplo que nos mostraba cómo el capitalista convierte su dinero en capital. El trabajo necesario de su hilandero asciende a 6 horas y el plustrabajo del mismo a otras 6, con lo cual el grado de explotación de la fuerza de trabajo es de 100 %.

El producto de la jornada laboral de 12 horas es 20 libras de hilado con un valor de 30 chelines. No menos de 8/10 del valor de ese hilado (24 chelines) lo forma el valor de los medios de producción consumidos (20 libras de [266] algodón o 20 chelines, husos, etc., por 4 chelines), valor que no hace más que reaparecer: son el capital constante. Los 2/10 restantes son el valor nuevo de 6 chelines, surgido durante el proceso de hilar, y de los cuales la mitad reemplaza el valor diario adelantado en concepto de fuerza de trabajo, o sea es el capital variable, y la otra mitad constituye un plusvalor de 3 chelines. Como vemos, el valor global de las 20 libras de hilo se compone de esta manera:

c v p

Valor del hilo, 30 chelines = 24 chel. + 3 chel. + 3 chel.

Como este valor global se representa en el producto global de 20 libras de hilo, es necesario que los diversos elementos de valor sean representables en partes proporcionales del producto.

Si en 20 libras de hilado existe un valor de hilo de 30 chelines, tenemos que 8/10 de ese valor, o su parte constante de 24 chelines, existirán en 16 libras de hilado. 13 1/3 libras de esa cantidad representarán el valor de la materia prima, el algodón hilado, o 20 chelines, y 2 2/3 libras el valor de los materiales auxiliares y medios de trabajo, husos, etc., consumidos, o 4 chelines.

Por tanto, 13 1/3 libras de hilado representan todo el algodón hilado en el producto total de 20 libras de hilado, la materia prima del producto total, pero nada más que eso. En ellas sólo se encierran, ciertamente, 13 1/3 libras de algodón al valor de 13 1/3 chelines, pero su valor adicional de 6 2/3 chelines constituye un equivalente por el algodón hilado en las otras 6 2/3 libras de hilado. Es como si a estas últimas se les hubiera arrancado el algodón y todo el del producto global quedara apelotonado en las 13 1/3 libras de hilado. Éstas ahora no contienen, en cambio, un solo átomo del valor de los materiales auxiliares y medios de trabajo ni del nuevo valor creado en el proceso de hilar.

Del mismo modo, otras 2 2/3 libras de hilado, en las cuales se encierra el resto del capital constante ( = 4 chelines), no contienen más que el valor de los materiales auxiliares y medios de trabajo consumidos en el producto total de 20 libras de hilado.

Ocho décimos del producto, o 16 libras de hilado, aunque desde el punto de vista físico, considerados como valor de uso, como hilado, constituyan el resultado del [267] trabajo de hilar a igual título que las partes restantes del producto, en esta interconexión no contienen ningún trabajo de hilar, ningún trabajo absorbido durante el proceso de hilado. Es como si se hubieran transformado en hilado sin necesidad de que alguien los hilase y como si su figura de hilado no fuera más que simulación y fraude. En realidad, cuando el capitalista los vende por 24 chelines y con esta suma vuelve a comprar sus medios de producción, queda a la vista que las 16 libras de hilado no son más que algodón, huso, carbón, etc., disfrazados.

A la inversa, los 2/10 restantes del producto, o sea 4 libras de hilado, ahora representan exclusivamente el valor nuevo de 6 chelines, producido en el proceso de hilar que duró 12 horas. A esa parte del producto se la ha despojado ya de todo el valor de las materias primas y medios de trabajo consumidos que se encerraba en ella, valor que queda incorporado a las primeras 16 libras de hilado. El trabajo de hilar corporizado en las 20 libras de hilo se concentra en 2/10 del producto. Es como si el hilandero hubiera hecho 4 libras de hilado con aire, o con algodón y con husos que por existir naturalmente, sin el concurso del trabajo humano, no añadirían al producto valor alguno.

De las 4 libras de hilado en las que existe el producto de valor íntegro del proceso diario de hilar, una mitad representa tan sólo el valor que sustituye la fuerza de trabajo consumida, y por tanto el capital variable de 3 chelines, y las otras 2 libras de hilado no representan más que el plusvalor de 3 chelines.

Como las 12 horas de trabajo del hilandero se objetivan en 6 chelines, en hilado cuyo valor es de 30 chelines se habrán objetivado 60 horas de trabajo. Existen en 20 libras de hilado, de las cuales 8/10 ó 16 libras constituyen la concreción material de 48 horas de labor transcurridas con anterioridad al proceso del hilado, o sea corresponden al trabajo objetivado en los medios de producción del hilado, y 2/10 ó 4 libras son por el contrario la concreción material de las 12 horas gastadas en el proceso mismo de hilar.

Vimos antes que el valor del hilado era igual a la suma del valor nuevo generado en su producción más los valores ya preexistentes en sus medios de producción. Ahora se ha puesto de manifiesto cómo es posible representar los [268] elementos de valor del producto, funcional o conceptualmente diferentes, en partes proporcionales del producto mismo.

Esta descomposición del producto del resultado arrojado por el proceso de producción en una cantidad de producto que sólo representa el trabajo contenido en los medios de producción, o parte constante del capital, en otra cantidad que equivale al trabajo necesario añadido en el transcurso del proceso de producción, o parte variable del capital, y en una cantidad, por último, que representa únicamente el plustrabajo agregado en el mismo proceso, o plusvalor, es algo tan sencillo como importante, y así lo pondrá de manifiesto su aplicación ulterior a intrincados problemas, aún no resueltos.

Momentos atrás considerábamos el producto global como resultado final de la jornada de trabajo de doce horas. Pero podemos, asimismo, acompañarlo a lo largo del proceso de su surgimiento y, sin embargo, seguir representando los productos parciales como partes del producto funcionalmente diferentes.

El hilandero produce 20 libras de hilado en 12 horas, por consiguiente 1 2/3 en una hora y 13 1/3 en 8 horas, lo que es, pues, un producto parcial del valor global del algodón hilado durante la jornada laboral completa. De igual modo, el producto parcial de la hora y 36 minutos subsiguientes es = 2 2/3 libras de hilado, y representa por tanto el valor de los medios de producción b consumidos durante las 12 horas de trabajo. De la misma manera, en la hora y 12 minutos sucesivos el hilandero produce 2 libras de hilado = 3 chelines, un valor en productos igual a todo el producto de valor que aquél crea en 6 horas de trabajo necesario. Finalmente, en los últimos 6/5 de hora produce 2 libras de hilado, cuyo valor iguala al plusvalor producido por su plustrabajo de media jornada. Este tipo de cálculo le sirve para su uso casero al fabricante inglés, quien dirá, por ejemplo, que las primeras 8 horas o 2/3 de la jornada laboral han cubierto el costo de su algodón. Como vemos, la fórmula es correcta, y en realidad es sólo la primera fórmula, trasladada del espacio en el cual se hallan yuxtapuestas las partes del producto terminado al tiempo donde [269] esas partes se suceden una a otra . Pero la fórmula también puede verse acompañada de ideas de naturaleza muy bárbara, particularmente en cabezas que están tan interesadas prácticamente en el proceso de valorización, como teóricamente en tergiversarlo. Así, alguien puede figurarse que nuestro hilandero, por ejemplo, en las primeras 8 horas de su jornada laboral produce o sustituye el valor del algodón, en la hora y 36 minutos siguientes el valor de los medios de trabajo consumidos, en la hora y 12 minutos sucesivos el valor del salario, y que sólo dedica al fabricante, a la producción de plusvalor, la celebérrima "última hora". Al hilandero se le impondría la carga de realizar un doble milagro: producir algodón, huso, máquina de vapor, carbón, aceite, etc., en el mismo instante en que hila con todos ellos, y convertir una jornada laboral de determinado grado de intensidad en cinco jornadas de igual índole. En nuestro caso, efectivamente, la producción de la materia prima y de los medios de trabajo requiere 24/6 = 4 jornadas laborales de 12 horas, y su transformación en hilado otra jornada laboral de igual duración. La rapacidad cree en tales milagros y nunca faltan los sicofantes doctrinarios que los demuestren, como lo atestigua un caso que ha alcanzado celebridad histórica.

 

3. La "última hora" de Senior

 

Una apacible mañana del año 1836, Nassau William Senior, famoso por su sapiencia económica y su pulcro estilo, y en cierto sentido el Clauren [15]bis entre los economistas ingleses, fue convocado de Oxford a Manchester para aprender allí economía política en vez de enseñarla desde su cátedra oxoniense. Los fabricantes lo escogieron como adalid para luchar contra la recién promulgada Factory Act [ley fabril] [16] y la agitación, aun más ambiciosa, por las diez horas. Con su habitual perspicacia práctica, habían advertido que el señor profesor "wanted a good deal of finishing" [requería una buena mano de pulimento]. De ahí que lo hicieran venir a Manchester. El señor profesor, por su parte, engalanó estilísticamente la lección que le habían impartido los fabricantes manchesterianos, y el resultado [270] fue su folleto "Letters on the Factory Act, as It Affects the Cotton Manufacture", Londres, 1837. Aquí podemos encontrar, entre otros, los siguientes y edificantes pasajes:

"Bajo la ley actual, ninguna fábrica en la que estén ocupados menores de 18 años... puede trabajar más de 11 1/2 horas diarias, esto es, 12 horas en los primeros 5 días y 9 el sábado. Ahora bien, el análisis (!) siguiente mostrará que en una fábrica sometida a este régimen toda la ganancia neta se obtiene de la última hora. Supongamos que un fabricante invierte [sterling] 100.000: [sterling] 80.000 en su fábrica y maquinaria y [sterling] 20.000 en materia prima y salario. El producto anual de esa fábrica, suponiendo que el capital rote una vez por año y que la ganancia bruta sea de 15 %, será entonces mercancías por valor de [sterling] 115.000... De esas [sterling] 115.000, cada una de las 23 medias horas de trabajo produce por día 5/115, o sea 1/23. De esos 23/23 (que forman el total de las [sterling] 115.000) (constituting the whole [sterling] 115.000), 20/23, es decir [sterling] 100.000 de las [sterling] 115.000, simplemente reemplazan el capital; 1/23 o [sterling] 5.000 de las [sterling] 15.000 de ganancia bruta (!) suple el deterioro de la fábrica y la maquinaria [17]. Los restantes 2/23, esto es, las últimas 2 [...] medias horas de cada jornada, producen la ganancia neta de 10 %. Si, por tanto (manteniéndose iguales los precios), la fábrica pudiera mantenerse en funcionamiento durante 13 horas en vez de durante 11 1/2, con una adición de aproximadamente [sterling] 2.600 al capital circulante, la ganancia neta se duplicaría holgadamente. Por otra parte, si las horas de trabajo se redujeran en una hora por día [...] se destruiría la ganancia neta; si se redujeran en una hora y media, también se destruiría la ganancia bruta" [18] Agregado a la nota 32. La exposición de Senior es confusa, incluso si prescindimos de la falsedad de su contenido. Lo que realmente quiso decir es esto: el fabricante ocupa diariamente a los obreros durante 11 1/2 ó 23/2 horas. Al igual que cada jornada laboral, el año de trabajo se compone de 11 1/2 ó 23/2 horas (multiplicadas por la cantidad de jornadas trabajadas en el año). Esto supuesto, las 23/2 horas laborales generan un producto anual de [sterling] 115.000; 1/2 hora de trabajo produce 1/23 X [sterling] 115.000; 20/2 horas de trabajo producen 20/23 X [sterling] 115.000= [sterling] 100.000, esto es, no hacen más que suplir el capital adelantado. Restan 3/2 horas de trabajo, que producen 3/23 X [sterling] 115.000 = [sterling] 15.000, esto es, la ganancia bruta. De estas 3/2 horas de trabajo 1/2 hora de trabajo produce 1/23 X [sterling] 115.000 = [sterling] 5.000, es decir, produce sólo el equivalente por el desgaste de la fábrica y de la maquinaria. Las últimas dos medias horas de trabajo, o sea, la última hora de trabajo, producen 2/23 X [sterling] 115.000= [sterling] 10.000, esto es, la ganancia neta. En el texto, Senior transforma los últimos 2/23 del producto en partes de la jornada laboral misma..

[271] [exclamdown]Y a esto llama "análisis" el señor profesor! Si dio crédito a la lamentación patronal de que los obreros desperdiciaban el mejor lapso de la jornada en la producción y por tanto en la reproducción o sustitución del valor de edificios, máquinas, algodón, carbón, etc., todo análisis era superfluo. Debió haber respondido, simplemente: Señores: si hacéis que vuestros obreros trabajen 10 horas en vez de 11 1/2, siempre que las demás circunstancias no varíen, el consumo diario de algodón, maquinaria, etc., decrecerá en 1 1/2 hora. Ganaréis tanto como lo que perdéis. En lo sucesivo vuestros obreros desperdiciarán 1 1/2 hora menos para la reproducción o reemplazo del valor del capital adelantado. Y si en vez de confiar en las palabras de los patrones consideraba necesario, en su calidad de experto, el efectuar un análisis, lo primero que debió hacer tratándose de un problema que gira exclusivamente en torno a la proporción entre la ganancia neta y la extensión de la jornada laboral es rogar a los señores fabricantes que no hicieran un revoltijo con la maquinaria y edificios fabriles, materia prima y trabajo, sino que tuviesen la amabilidad de poner por un lado el capital constante contenido en los edificios, maquinaria, materia prima, etc., y en el otro el capital adelantado en salario. Si [272] entonces se llegaba al resultado, según los cálculos de los fabricantes, de que el obrero reproducía o reemplazaba en 2/2 horas de trabajo, o sea 1 hora, el salario, el analista debería continuar del siguiente modo:

Conforme a vuestros datos, el obrero produce en la penúltima hora su salario y en la última vuestro plusvalor o la ganancia neta. Como él produce en espacios de tiempo iguales valores iguales, el producto de la penúltima hora equivale al de la última. Sólo produce valor, además, en la medida en que gasta trabajo, y la cantidad de su trabajo se mide por su tiempo de trabajo. Éste, según vuestros datos, asciende a 11 1/2 horas diarias. Una parte de esas 11 1/2 horas las consume el obrero en la producción o reposición de su salario; la otra para producir vuestra ganancia neta. No hace ninguna otra cosa durante la jornada laboral. Pero como, dando por buenos los datos, su salario y el plusvalor suministrado por él son valores iguales, es evidente que produce su salario en 5 3/4 horas y vuestra ganancia neta en otras 5 3/4 horas. Además, como el valor del producto de hilado correspondiente a 2 horas iguala a la suma del valor de su salario más vuestra ganancia bruta, ese valor de hilado ha de medirse por 11 1/2 horas de trabajo, el producto de la penúltima hora por 5 3/4 horas y el de la última por igual cantidad de horas. Llegamos ahora a un punto no poco escabroso. [exclamdown]Conque, atención! La penúltima hora de trabajo es una hora de trabajo común y corriente, como la primera. Ni plus, ni moins [Nada más y nada menos]. ¿Cómo, entonces, el hilandero puede producir en 1 hora de trabajo un valor, en hilado, que representa 5 3/4 horas de trabajo? En realidad, no lleva a cabo un milagro de tal naturaleza. Lo que produce en valor de uso durante 1 hora de trabajo es determinada cantidad de hilado. El valor de dicho hilado se mide por 5 3/4 horas de trabajo, de las cuales 4 3/4 se hallaban, sin su intervención, incorporadas a los medios de producción consumidos en el lapso de 1 hora algodón, maquinaria, etc. , y 4/4 ó 1 hora es lo que él mismo ha agregado. Por consiguiente, como su salario se produce en 5 3/4 horas y el producto, en hilado, de 1 hora de trabajo de hilar contiene asimismo 5 3/4 horas, en modo alguno es por arte de encantamiento que el producto de valor de sus 5 3/4 horas de trabajo de hilar sea igual al valor que alcanza el producto de 1 hora de hilar. [273] Pero seguís un camino totalmente errado si suponéis que el obrero pierde un solo átomo de tiempo de su jornada laboral en la reproducción o la "reposición" de los valores del algodón, la maquinaria, etc. Gracias a que su trabajo convierte en hilado el algodón y los husos, gracias a que el obrero hila, el valor de algodón y husos pasa por sí mismo al hilado. Esto se debe a la cualidad de su trabajo, no a su cantidad. No cabe duda de que en 1 hora transferirá al hilado más valor del algodón que en 1/2 hora, pero sólo porque en 1 hora hila más algodón que en 1/2. Comprenderéis, pues, que vuestra afirmación de que en la penúltima hora el obrero produce el valor de su salario y en la última la ganancia neta, no significa otra cosa sino que en el producto en hilado de dos horas de su jornada laboral y tanto da que estén al principio o al final de la misma se han corporizado 11 1/2 horas de trabajo, precisamente tantas horas como las que componen toda su jornada laboral. Y la afirmación de que en las primeras 5 3/4 horas produce su salario y en las últimas 5 3/4 vuestra ganancia neta, no significa, a su vez, sino que le pagáis las primeras 5 3/4 horas, quedando impagas las últimas 5 3/4 horas. Digo pago del trabajo, y no de la fuerza de trabajo, para hablar en vuestro slang [jerga]. Si ahora comparáis, señores, la proporción entre el tiempo de trabajo que pagáis y el que no pagáis, encontraréis que es de media jornada y media jornada, o sea de 100 %, un bonito porcentaje, desde luego. No cabe la más mínima duda de que si os ingeniáis para que vuestra "mano de obra" trabaje 13 horas en lugar de 11 1/2 y, lo que para vosotros sería totalmente lógico, consideráis la 1 1/2 adicional como plustrabajo puro, el último aumentará de 5 3/4 horas a 7 1/4, y por consiguiente la tasa de plusvalor de 100 % a 126 2/23 %. En cambio, seríais unos optimistas incurables si supusierais que por la adición de 1 1/2 hora esa tasa pasaría de 100 a 200 % e incluso más, esto es, que "se duplicaría holgadamente". Por otra parte el corazón humano tiene sus enigmas, sobre todo cuando el hombre lo lleva en el bolso seríais unos desatinados pesimistas si temierais que al reducirse la jornada laboral de 11 1/2 a 10 1/2 horas se perdería toda vuestra ganancia neta. Ni por asomo. Si presuponemos que todas las demás circunstancias se mantienen invariadas, el plustrabajo disminuirá de 5 3/4 horas a 4 3/4 horas, lo que implica siempre una nada [274] despreciable tasa de plusvalor, a saber, 82 14/23 %. Pero la fatal "última hora", acerca de la cual habéis fabulado más que los quiliastas [19] en torno al fin del mundo, es "all bosh" [pura palabrería]. Su pérdida no os costará la "ganancia neta", ni su "pureza de alma" a los niños de uno y otro sexo a los que utilizáis [20] Un índice que caracteriza notablemente el estado actual de la llamada "ciencia" económica es que ni el propio Senior quien más adelante, digámoslo en su honor, abogó resueltamente por la legislación fabril ni sus impugnadores iniciales y posteriores supieron explicar las falsas conclusiones del "descubrimiento original". Se remitieron a la experiencia real. El why [el porqué] y el wherefore [motivo] quedaron en el misterio.(bis) 21.

[275] Cuando suene realmente vuestra "última horita", pensad en el profesor de Oxford. Y ahora, señores, ojalá tenga el agrado de alternar con vosotros en un mundo mejor. Addio!...[22] El 15 de abril de 1848, polemizando contra la ley de las diez horas, James Wilson, uno de los principales mandarines económicos, hizo resonar nuevamente la clarinada de la "última hora", descubierta por Senior en 1836.

[276]

4. El plusproducto

 

Denominamos plusproducto (surplus produce, produit net [producto neto]) la parte del producto (1/10 T [c] de 20 libras de hilo, o sea 2 libras de hilo, en el ejemplo que figura en 2 [d]), que representa el plusvalor. Así como la tasa de plusvalor no se determina por su relación con la suma global del capital, sino con su parte variable, la magnitud del plusproducto no se establece por su relación con el resto del producto total, sino con la parte del producto en la que se representa el trabajo necesario. Y del mismo modo que la producción de plusvalor es el objetivo fundamental de la producción capitalista, no es la magnitud absoluta del producto, sino la magnitud relativa del plusproducto lo que mide el grado alcanzado por la riqueza [23] Agregado a la nota 34. Es curiosa "la fuerte inclinación [...] a presentar la riqueza neta como benéfica para la clase trabajadora... aunque es evidente que no lo es porque sea neta". (Th. Hopkins, "On Rent of Land"..., Londres, 1828, p. 126.) 24.

La suma del trabajo necesario y del plustrabajo, de los lapsos en que el obrero produce el valor sustitutivo de su fuerza de trabajo y el plusvalor, respectivamente, constituye la magnitud absoluta de su tiempo de trabajo: la jornada laboral (working day). [1] 26 bis "Si el valor del capital fijo empleado lo computamos como parte de los adelantos, deberemos computar el valor remanente de ese capital, al término del año, como parte de las utilidades anuales." (Malthus, "Principles of Political Economy", 2ª ed. Londres, 1836, p. 269.)

[2] 27 Nota a la 2ª edición. Ni qué decir tiene, con Lucrecio, que "nil posee creari de nihilo" [[[94]]]. Nada puede crearse de la nada. "Creación de valor" significa conversión de fuerza de trabajo en trabajo. Por su parte, la fuerza de trabajo es, ante todo, materia natural transformada en organismo humano.

[3] [94] Nil posse creari de nihilo (nada puede crearse de la nada).-- Lucrecio, "De la naturaleza de las cosas", libro I, versos 156-157. -- 259.

4 28 Del mismo modo que los ingleses usan los términos "rate of profits" [tasa de ganancia], "rate of interest" [tasa de interés]. Se verá en el libro tercero que la tasa de ganancia es fácil de comprender una vez que se conocen las leyes del plusvalor. Si se sigue el camino inverso, no se comprenderá ni l'un, ni l'autre [ni lo uno ni lo otro].

[5] 28 bis {F. E. Nota a la 3ª edición. El autor echa mano aquí del lenguaje económico corriente. Como se recordará, en la página 137 (a) se demostró que en realidad no es el capitalista quien "adelanta" al obrero, sino el obrero al capitalista.}

[a] a Véanse, en la presente edición, pp. 211-213.

6 29 Hasta aquí, en esta obra empleamos el término "tiempo de trabajo necesario" en el sentido de tiempo de trabajo que es socialmente necesario para la producción de una mercancía en general. De ahora en adelante lo aplicamos también en el sentido de tiempo de trabajo necesario para la producción de esa mercancía específica que es la fuerza de trabajo. El uso de los mismos termini technici en sentidos diferentes es inconveniente, pero no hay ciencia en que sea totalmente evitable. Compárese, por ejemplo, el nivel superior de la matemática con el elemental.

[7] 30 Con una genialidad que recuerda a la de Gottsched [[[95]]] el señor Wilhelm Tucídides Roscher [[[95 bis]]] descubre que aunque hoy día la formación de plusvalor o plusproducto, y la consiguiente acumulación, se deben al "espíritu de ahorro" del capitalista el que como recompensa, "por ejemplo, reclama intereses" , en cambio "en los estadios culturales más bajos... los más fuertes obligan a ahorrar a los más débiles". (Op. cit., pp. 82, 78.) ¿A ahorrar qué? ¿Trabajo? ¿O productos excedentarios inexistentes? Además de su ignorancia efectiva, es su horror apologético por el análisis concienzudo del valor y el plusvalor, así como el temor de llegar tal vez a un resultado embarazoso y contrario a las ordenanzas policíacas, lo que induce a un Roscher y consortes a transmutar en causas de surgimiento del plusvalor los argumentos, más o menos convincentes, que esgrime el capitalista para justificar su apropiación.

8 [95] El crítico literario y escritor Johann Gottsched ejerció de 1730 a 1740, aproximadamente, una influencia rectora sobre la literatura alemana, a la que procuró ajustar a los cánones del clasicismo francés. Su intolerancia y altanería se volvieron proverbiales y contribuyeron, en último término, a facilitar los ataques de críticos como Bodmer y Breitinger, que defendían corrientes literarias renovadoras.-- 261.

9 [95 bis] En el prólogo a su libro "Los fundamentos de la economía política" Wilhelm Georg Roscher se había comparado a sí mismo con Tucídides; de ahí el apodo que le agrega Marx. "Su identidad con Tucídides tal vez derive de la idea que tiene de éste, a saber: que confundía continuamente la causa con el efecto", dice Marx de Roscher en "Teorías del plusvalor".-- 261.

[10] 30 bis Nota a la 2ª edición. Aunque expresión exacta del grado de explotación al que está sujeta la fuerza de trabajo, la tasa de plusvalor no expresa la magnitud absoluta de la explotación. Por ejemplo, si el trabajo necesario es = 5 horas y el plustrabajo = 5 horas, el grado de explotación será = 100 %. La magnitud de la explotación se mide aquí por 5 horas. En cambio, si el trabajo necesario es = 6 horas y el plustrabajo = 6 horas, el grado de explotación seguirá siendo de 100 %, mientras que la magnitud de la explotación aumentará en 20 %, de 5 horas a 6.

[11] [96] Los editores de Werke que repararon en el error comentado en nuestra nota 93 bis, no advierten aquí, sin embargo, un descuido similar. Si de 10.600 libras de algodón se pierden 600, el desperdicio no será del 6 sino sólo del 5,66 %; si el desperdicio es efectivamente del 6 %, se perderán 636 libras, no 600, y el producto no ascenderá a 10.000 libras de hilado sino a 9.964. Este desliz tampoco se enmienda, que sepamos, en otras ediciones y traducciones de "El capital".-- 264.

[12] 31 Nota a la 2ª edición. El ejemplo de una hilandería, para el año 1860, que dimos en la primera edición contenía algunos errores de hecho. Un fabricante de Manchester me ha proporcionado los datos, absolutamente exactos, que figuran en el texto. Cabe observar que antes en Inglaterra se calculaba la fuerza en caballos por el diámetro del cilindro, mientras que ahora la fuerza efectiva se mide por lo que marca el contador.

[13] [97] (W) William Jacob, "A Letter to Samuel Whitblead, Being a Sequel to Considerations on the Protection Required by British Agriculture", Londres, 1815, p. 33.-- 264.

[14] 31 bis Los cálculos del texto sólo valen a modo de ilustración. Se supone, en efecto, que los precios = los valores. En el libro tercero veremos que esa equiparación no se aplica tan sencillamente ni siquiera en el caso de los precios medios.

b a En la 3ª y 4ª ediciones, "medios de trabajo" en vez de "medios de producción".

[15] [97 bis] Clauren era el anagrama y seudónimo de Carl Heun (1771-1854), autor de una serie de cuentos y novelas melosamente sentimentales que alcanzaron, en su época, considerable difusión.-- 269.

[16] [98] Factory Act (ley fabril).-- El autor se refiere aquí a la primera ley fabril que tuvo cierta eficacia, la de 1833. Más adelante (p. 336 y SS. del presente volumen) Marx analiza esta norma legal inglesa con más detención.-- 269.

[17] [99] En TI 225 el texto de Senior, desde el punto y coma, dice así: "1/23 (o [sterling] 5.000 de las [sterling] 115.000) suple el deterioro de la fábrica y la maquinaria". Desaparece el signo de admiración insertado por Marx en las versiones alemanas.-- 270.

[18] 32 Senior, op. cit., pp. 12, 13. No pasamos a analizar rarezas que no tienen que ver con nuestro objetivo, como por ejemplo la afirmación de que los fabricantes calculan dentro de su ganancia, bruta o neta, sucia o pura, la sustitución de la maquinaria, etc., desgastada; por tanto de una parte integrante del capital. Ni la exactitud o falsedad de los guarismos dados. Que dichos guarismos no valen más que el presunto "análisis" lo ha demostrado Leonard Horner en "A Letter to Mr. Senior"..., Londres, 1837. Horner, uno de los "Factory Inquiry Commissioners [investigadores fabriles] de 1833 e inspector de fábricas en realidad censor de fábricas hasta 1859, ha conquistado méritos imperecederos ante la clase obrera inglesa. Luchó durante toda su vida no sólo contra los exasperados fabricantes, sino también contra los ministros, para los que era enormemente más importante contar los "votos" de los patrones en la Cámara de los Comunes que las horas de trabajo de la "mano de obra" en la fábrica.

[19] [100] Quiliastas (del griego, "khilioi", mil) se denominó a quienes dentro del parsismo y del judaísmo esperaban el advenimiento de un reino intermedio, previo al "reino de Dios"; los quiliastas cristianos, basándose en ciertos pasajes de los Evangelios y sobre todo en el "Apocalipsis", confiaban también en la llegada de un reino milenario de paz y justicia. Así como la creencia en la Edad de Oro perdida expresaba la nostalgia de las masas populares por la sociedad comunista del pasado, en las nociones fantásticas del milenarismo se reflejó muchas veces el anhelo por la sociedad sin clases, igualitaria, del futuro.-- 274.

[20] 32 bis Si Senior ha demostrado que la ganancia neta de los fabricantes, la existencia de la industria algodonera inglesa y la preponderancia de Inglaterra en el mercado mundial dependen "de la última hora de trabajo", a su vez el doctor Andrew Ure [[[101]]] ha podido comprobar, por añadidura, que los niños y muchachos obreros menores de 18 años a los que no se retiene en la atmósfera moralmente tibia y pura de la fábrica, arrojándolos "una hora" antes al desamorado y frívolo mundo exterior, caen en las garras del ocio y la depravación, con grave riesgo para la salvación de sus almas. Desde 1848, en sus "Reports" semestrales, los inspectores fabriles no se han cansado de poner en ridículo a los patrones en lo que respecta a "la última hora" u "hora fatal". Así, por ejemplo, el señor Howell dice en su informe fabril del 31 de mayo de 1855: "Si este ingenioso cálculo" (Howell cita a Senior) "fuera correcto, todas las fábricas algodoneras del Reino Unido estarían trabajando a pérdida desde 1850". ("Reports of the Inspectors of the Factories for the Half Year Ending 30th April 1855", pp. 19, 20.) En 1848, cuando se sometió al parlamento la ley de las diez horas, los fabricantes obligaron a algunos trabajadores regulares de las hilanderías rurales de lino diseminadas por los condados de Dorset y Somerset a que firmaran una contrapetición, en la que entre otras cosas se lee lo siguiente: "Vuestros peticionarios, en su condición de padres, entienden que una hora adicional de holganza tenderá más a pervertir a los niños que a otra cosa, pues la ociosidad es la madre de todo vicio". Sobre el particular observa el informe fabril del 31 de octubre de 1848: "La atmósfera de las hilanderías de lino, en las cuales trabajan los hijos de estos virtuosos y tiernos padres, está tan cargada con el polvillo y la fibra de la materia prima, que es desagradabilísimo permanecer aun 10 minutos en los recintos donde se hila; es imposible hacerlo, en efecto, sin experimentar la más penosa sensación, ya que ojos, oídos, nariz y boca se tupen inmediatamente con la polvareda del lino, a la que no es posible eludir. El trabajo mismo, en virtud de la rapidez febril de la maquinaria, requiere un desgaste incesante de destreza y movimiento, bajo el control de una atención infatigable, y parece algo excesivo permitir a estos padres que tilden de <<holgazanes>> a sus propios hijos, los cuales, una vez deducido el tiempo que emplean en las comidas, pasan encadenados durante 10 horas enteras a tal ocupación, y en la atmósfera descrita... Estos niños trabajan más horas que los mozos de labranza en las aldeas vecinas... Es preciso estigmatizar como la más pura cant [gazmoñería] y la hipocresía más desvergonzada, toda esa cháchara inhumana en torno a <<la ociosidad y el vicio>>... Esa parte del público que, hace unos doce años, quedó impresionada por la seguridad con que se proclamó públicamente, del modo más serio y bajo los auspicios de una eminente autoridad, que toda la ganancia neta del fabricante derivaba del trabajo <<de la última hora>> y que, por ende, la reducción de la jornada laboral en una hora aniquilaría su ganancia neta; esa parte del público, decimos, difícilmente dé crédito a sus propios ojos cuando encuentre ahora que el descubrimiento primitivo de las virtudes de <<la última hora>> se ha perfeccionado tanto desde entonces que no sólo abarca la ganancia, sino también la moral; de tal modo que si se limita a 10 horas completas la duración del trabajo de los niños se esfumará la moral infantil junto con la ganancia neta de sus patrones, ya que ambas dependen de esa hora última y fatal". ("Reports"... 31st Oct. 1848, p. 101.) Este mismo informe fabril aduce pruebas, más abajo, de la moral y virtud de esos señores fabricantes, de las fullerías, artimañas, señuelos, amenazas, engañifas, etc. a que echaron mano para que unos pocos trabajadores totalmente desamparados firmaran peticiones de esa calaña y engañar al parlamento haciéndolas pasar luego por solicitudes de toda una rama industrial, de condados enteros.

21 [101] En Werke se atribuye esta cita a la edición original inglesa de la obra de Andrew Ure, "The Philosophy of Manufactures", Londres, 1835, p. 406. En realidad, Marx utiliza aquí, como en otras partes, la versión francesa del libro: A. Ure, "Philosophie des manufactures ou économie industrielle de la fabrication du coton, de la laine, du lin et de la soie. Trad. sous les yeux de l'auteur, París, 1836.-- 274.

[22] 33 Con todo, el señor profesor extrajo no poco provecho de su gira manchesteriana. En las "Letters on the Factory Act".... [exclamdown]toda la ganancia neta, la "ganancia", el "interés" y hasta "something more" [algo más], dependen de una hora de trabajo impaga del obrero! Un año antes, en su obra "Outlines of Political Economy", redactada para edificación y deleite de los estudiantes oxonienses y de los filisteos cultivados, había "descubierto", en polémica con la determinación ricardiana del valor por el tiempo de trabajo, que del trabajo del capitalista dimanaba la ganancia, y de su ascetismo, de su "abstinencia", el interés. La monserga era aneja, pero nueva la palabra "abstinencia". El señor Roscher la germanizó atinadamente por "Enthaltung". Menos versados en latín, sus compatriotas, los Wirt, Schulze y otros Michel, la "conventualizaron" por "Entsagung" [renunciamiento].

[c] c En la 2ª edición, por error: "2/10".

[d] d En la 2ª edición: "3".

[23] 34 "Para un individuo con un capital de [sterling] 20.000, cuyas ganancias fueran de [sterling] 2.000 anuales, carecería de toda importancia que su capital empleara 100 ó 1.000 hombres, que la mercancía producida se vendiera a [sterling] 10.000 ó [sterling] 20.000, siempre y cuando, indefectiblemente, su ganancia no bajara de [sterling] 2.000. ¿No es similar el verdadero interés de la nación? Siempre que su ingreso real neto, su renta y ganancias sean los mismos, carece de toda importancia que la nación se componga de 10 ó de 12 millones de habitantes." (Ricardo, "On the Principles"..., p. 416.) Arthur Young, el fanático del plusproducto por lo demás un escritor charlatanesco, fantasioso y acrítico, cuya fama está en proporción inversa a su mérito , sostuvo mucho antes que Ricardo: "En un reino moderno, ¿de qué serviría una provincia entera cuyo suelo se cultivara a la usanza de los antiguos romanos, por pequeños campesinos independientes, aunque se lo cultivase muy bien? ¿Con qué finalidad si se exceptúa la de producir hombres (the mere purpose of breeding men), lo que en sí y para sí no constituye finalidad alguna (is a most useless purpose)?" [[[102]]] (Arthur Young, "Political Arithmetic"..., Londres, 1774, p. 47.)

24 [102] En TI 230 se presenta así el pasaje de Young: "En un reino moderno, ¿de qué serviría una provincia entera dividida así [conforme a la antigua usanza romana, por pequeños campesinos independientes], aunque se lo cultivase muy bien, si no es con la mera finalidad de producir hombres, lo que considerado en sí mismo es una finalidad inutilísima?" (Los corchetes no son nuestros, figuran en TI; el texto entre ellos probablemente sea una paráfrasis de palabras de Young.)-- 276.


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